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Chapter 28 - Rebelión contra el Cielo - Part 15

Capítulo 15: El Temor de la Muerte

El silencio se asentó entre ellos como un velo de incertidumbre. Ryuusei aún procesaba las palabras del anciano, cuando este, con su habitual sonrisa enigmática, dejó escapar un susurro que parecía sacudir el aire mismo:

—Ryuusei, hay algo más que debes saber. Algo que trasciende la guerra, la gloria y el destino que te han impuesto.

El joven frunció el ceño. Había esperado muchas cosas de esta conversación, pero no la intensidad con la que el anciano hablaba ahora.

—Dime —respondió, con un tono que oscilaba entre la duda y la curiosidad.

El Heraldo apoyó ambas manos sobre su bastón, inclinándose ligeramente hacia él. Sus ojos, de un gris tormentoso, brillaban con una sabiduría insondable.

—La Muerte… —hizo una pausa, como si sopesara el peso de sus propias palabras—. La Muerte no es la fuerza más poderosa en este universo.

Ryuusei sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿De qué hablas? La muerte es inevitable. Nadie escapa de ella.

El anciano dejó escapar una carcajada seca, como si hubiera oído aquella afirmación demasiadas veces.

—Oh, muchacho… la Muerte es antigua, sí, pero no invencible. Y aunque gobierna el final de toda carne y toda sombra, hay algo que la aterra.

Ryuusei inclinó la cabeza, intrigado.

—¿Qué cosa puede hacer temblar a la misma Muerte?

El anciano entrecerró los ojos y pronunció con solemnidad:

Dios.

La simple mención de aquel nombre pareció alterar la misma atmósfera. El viento sopló con más fuerza, y las nubes cubrieron por un instante el resplandor de la luna.

—¿Dios? —Ryuusei repitió el nombre con escepticismo—. ¿Quieres decir que el Dios de la Biblia… realmente existe?

El Heraldo asintió lentamente.

—Sí. Y su existencia no es una cuestión de fe, sino de realidad. Él es la fuente de toda vida, y la Muerte le teme más que a cualquier otra cosa.

El joven cruzó los brazos, tratando de no dejarse llevar por la emoción.

—Si eso es cierto, entonces ¿por qué hay tanto sufrimiento en el mundo? Si Dios es tan poderoso, ¿por qué permite que la Muerte siga llevándose a la gente?

El anciano lo miró con una mezcla de compasión y desafío.

—Porque Dios le dio a la humanidad un regalo más grande que la inmortalidad: el libre albedrío.

Ryuusei frunció el ceño.

—¿Quieres decir que todo el dolor, toda la guerra y la sangre derramada… es culpa nuestra?

—Es consecuencia de nuestras elecciones —corrigió el anciano—. Dios creó a los hombres con la capacidad de decidir su propio camino. Pudo habernos hecho como marionetas, obedientes y sin opción. Pero en su amor nos hizo libres… y con la libertad viene la responsabilidad.

Ryuusei se quedó en silencio por un momento. Miró sus propias manos, aquellas que habían causado destrucción y salvación por igual.

—Si el libre albedrío es tan importante, ¿por qué hay quienes dicen que todo ya está predestinado?

El anciano sonrió con satisfacción, como si hubiera estado esperando esa pregunta.

—El destino no es una línea recta, Ryuusei. Es un río con muchos caminos. Dios conoce cada una de esas bifurcaciones, cada posibilidad… pero al final, tú eliges cuál tomar.

El joven sintió su corazón latir con fuerza.

—Entonces… ¿mi vida no está escrita en piedra?

El anciano negó con la cabeza.

—No. Solo tú decides en qué te convertirás. Podrías ser un tirano o un salvador. Un destructor o un creador. Dios te observa, pero nunca te obligará a elegir un camino.

Ryuusei desvió la mirada hacia el cielo, donde la luna volvía a brillar entre las nubes.

—Si Dios es tan poderoso, ¿por qué no detiene a la Muerte de una vez por todas?

El anciano se rió suavemente.

—Ah, pero ya lo ha hecho.

Ryuusei lo miró con incredulidad.

—¿Qué quieres decir?

El Heraldo adoptó una expresión solemne.

—Cada vez que la Muerte se vuelve demasiado ambiciosa, Dios le envía a alguien que la detenga.

—¿Alguien…?

—El Arcángel Miguel.

El nombre resonó en la noche como un trueno lejano.

—La Muerte le teme a Miguel como el fuego teme al agua. Él ha sido el guardián de la humanidad desde el principio. En tiempos de oscuridad, cuando la Muerte extiende demasiado su mano, Miguel desciende y le recuerda cuál es su lugar.

Ryuusei sintió que su mente explotaba con la magnitud de aquellas revelaciones.

—¿Y si yo decidiera enfrentar a la Muerte algún día?

El anciano lo miró con una intensidad que parecía perforar su alma.

—Si eliges ese camino, muchacho… no lo harás solo.

Ryuusei sintió que un fuego ardía dentro de él. Por primera vez en su vida, vio la posibilidad de algo más grande que la guerra y la violencia. Una lucha no por la gloria, sino por algo que valía realmente la pena.

El anciano dio un paso atrás, como si supiera que ya había dicho lo suficiente.

—Ya es hora de que vuelvas. Pero recuerda esto, Ryuusei: la guerra solo es eterna si los hombres se rinden a ella. Tú tienes la capacidad de romper ese ciclo. La Muerte puede reinar hoy, pero su reinado no es absoluto.

Ryuusei respiró hondo.

—¿Volveré a verte?

El anciano sonrió con picardía.

—Si el destino quiere. O si tú lo eliges.

Y con esas palabras, se dio la vuelta y desapareció entre las sombras, dejando a Ryuusei con una nueva carga sobre sus hombros… pero también con una esperanza que nunca antes había sentido.

El joven miró sus manos una última vez y, por primera vez en su vida, decidió que no serían solo armas de destrucción… sino herramientas para construir un futuro diferente.

La noche aún era larga, pero el amanecer ya no le parecía tan lejano.