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Chapter 4 - Rebelión contra el Cielo - Part 4

Capitulo 4: Sombras de la Desconfianza

El crujido de la madera carbonizada resonaba en cada paso que daban. A su alrededor, los árboles derrumbados y el hedor a carne quemada hacían que la atmósfera se sintiera pesada, sofocante. Ryuusei avanzaba con su grupo, pero en su interior algo había cambiado. Desde que usó sus armas en la batalla anterior, sus compañeros comenzaron a observarlo de una manera diferente, con demasiado interés.

—Hey, Ryuusei —dijo Kenta, caminando a su lado—. Tus armas… nunca había visto algo así. Parecen hechas para este tipo de entorno.

Haru —(con una mirada calculadora y con su herida en la pierna) Es cierto. En este bosque, lo más que podrías encontrar sería una espada, arcos o incluso un hacha, pero esas dagas... parecen sacadas de un arsenal.

Kenta ­—Sí, son rarísimas. Ese filo tiene un brillo distinto... ¿Son artefactos especiales?"

Ryuusei sintió un escalofrío recorrer su espalda. Esas preguntas parecían casuales, pero notaba la insistencia en sus miradas. Se sentía como si ya no fuera un simple compañero para ellos, sino un objeto de estudio.

—Las encontré —respondió con voz seca, intentando sonar indiferente.

Daichi —No me gusta desconfiar de mi grupo, pero saber dónde encontraste algo así podría ayudarnos a todos.

—No recuerdo bien por donde—murmuró.

Era una mentira obvia, pero no quería revelar demasiado. Se suponía que el grupo debía apoyarse, pero si seguían insistiendo en sus armas, pronto podrían volverse contra él. Su agarre en la funda de su espada se hizo más fuerte.

Aiko, quien hasta ahora había permanecido en silencio, observó a Ryuusei con preocupación. Ella notó el leve cambio en su expresión, una rigidez en sus labios que delataba su incomodidad. El grupo no dejó de presionarlo con preguntas y, aunque intentaba responder con evasivas, la semilla de la desconfianza ya estaba plantada.

El único en quien sentía que aún podía confiar era Aiko la niña era muy inocente para él. Durante el descanso, cuando se alejaron un poco del grupo, le confesó la verdad.

—Aiko, ellos… están empezando a sospechar de mí —susurró, mirando de reojo a sus compañeros.

Aiko lo miró con seriedad, cruzándose de brazos.

—Sí, me di cuenta. Pero tampoco los culpes. Es normal que les interese. Esas armas no son comunes, Ryuusei.

—No puedo confiar en ellos… —susurró él, con una sombra en su expresión.

Aiko suspiró.

—Mira, si crees que se pondrán en tu contra, ten cuidado. Pero no te encierres. Aún estamos juntos en esto.

La tensión en su pecho se relajó un poco. Al menos tenía a alguien en quien confiar.

El grupo avanzaba entre la espesura del bosque, la luz de la luna filtrándose entre las copas de los árboles. El ambiente se sentía pesado, como si algo los estuviera observando.

Aiko —Ryuusei que significan esos números?

Ryuusei — ¿Qué números?

De repente, un sonido mecánico resonó en el cielo. Sobre ellos, una pantalla gigantesca se encendió, mostrando una lista de nombres que comenzaban a desaparecer uno por uno. Cada nombre que se desvanecía representaba una muerte en el juego macabro en el que estaban atrapados.

Haru —"Mierda... Mira la cantidad que ya ha caído."

Daichi —"Es como si estuvieran reduciendo el número de jugadores a propósito."

El grupo alzó la vista y contuvieron la respiración. La pantalla mostraba una cifra escalofriante: 12,476 almas restantes.

—¿Eso significa que… están muriendo? —susurró Hana, con el rostro pálido.

—Sí —dijo Daichi, con una mueca—. No sabemos qué hay detrás de esto, pero cada vez hay menos personas con vida.

El camino que recorrían estaba salpicado de los restos de aquellos que no tuvieron tanta suerte. Entre los escombros y el barro, podían verse brazos cercenados, piernas torcidas en ángulos antinaturales y charcos de sangre ya oscurecida por el tiempo. Ryuusei tragó saliva al ver una cabeza aplastada contra una roca, los ojos aún abiertos en una mueca de horror congelada en el tiempo.

De repente, un ruido desgarrador resonó en el bosque. Un rugido profundo y gutural. La temperatura pareció descender.

Kenta —Eso fue un animal?

Desde las sombras emergió una criatura grotesca, con extremidades desproporcionadas y una boca llena de hileras de dientes afilados. Su piel era negra y putrefacta, con pedazos de carne colgando. En su garra derecha, aún goteaban restos de lo que parecía ser un brazo humano.

Haru —No. Eso no es un animal.

Una risa resonó en el aire. Una voz familiar, burlona y cruel.

La Muerte —¡Espero que les guste mi pequeño regalo! ¡Este es uno de mis favoritos! Veamos qué tan bien juegan con él~

La criatura soltó un rugido y se lanzó hacia varios jugadores que estaban por la zona.