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Chapter 3 - Rebelión contra el Cielo - Part 3

Capítulo 3: La Senda del Dolor

Ryuusei se encontraba en la oscuridad de aquel bosque maldito, rodeado de un silencio inquietante. Su corazón latía con fuerza, y aunque trataba de mostrarse sereno, una parte de él estaba aterrada. Aiko caminaba a su lado, sus pequeños pasos resonaban en la tierra húmeda.

-Ryuusei-nii... ¿crees que podamos salir vivos de esto? -preguntó Aiko, su voz temblorosa.

El muchacho suspiró, tratando de mantener la calma.

-Claro que sí. Solo tenemos que aguantar tres días. No es tanto tiempo... ¿verdad? -intentó bromear, aunque ni él mismo se creía sus palabras.

El grupo se detuvo en un claro del bosque. Ahora eran cinco: Aiko, Daichi, un joven serio de 17 años; Kenta, un chico de 15 con un aire despreocupado; y Haru, una chica de 16 con mirada calculadora. Ryuusei les informó que exploraría un poco, sin alejarse demasiado.

-No tardes, no sabemos qué tipo de locos andan sueltos por aquí -le advirtió Haru.

Aiko lo miró con preocupación, pero asintió. A su lado, Daichi Mokuren, un chico alto de cabello desordenado y mirada sombría, se mantuvo en silencio. Solo observaba.

Ryuusei se adentró en la espesura y, sin darse cuenta, encontró la entrada a una cueva oculta entre las rocas. La curiosidad lo impulsó a entrar. El ambiente era sofocante, pero algo en el fondo brillaba. Sus pasos resonaban en la caverna hasta que se topó con un altar cubierto de polvo. Encima, descansaban dos pares de armas: un par de cuchillas con inscripciones antiguas y dos martillos adornados con pinchos y runas extrañas.

Tomó primero las cuchillas. Eran pequeñas, con inscripciones arcanas en su filo. La movió en el aire, sintiendo su peso... y en un instante, su entorno cambió. Había avanzado varios metros sin siquiera moverse. Su corazón se aceleró.

-¿¡Qué... qué demonios!? -exclamó, sorprendido.

Probó de nuevo. Lanzó una cuchilla y al instante se sintió jalado hacia ella. Una risa escapó de sus labios.

-Esto es increíble...¡¿Teletransportación?!

Luego tomó los martillos. Eran pesados, adornados con pinchos y runas siniestras. Con un simple balanceo, golpeó la pared de la cueva y una onda expansiva sacudió el suelo. Sonrió.

-Definitivamente, esto va a ser útil...

Pero la sensación de euforia duró poco. Una sombra se movió en la entrada de la cueva. Ryuusei se puso en guardia cuando una mujer de figura curvilínea, ojos carmesí y cabello negro avanzó lentamente hacia él, con una guadaña goteando sangre. Sonrió de manera perturbadora.

-Vaya, vaya... qué chico más interesante... -su voz era melosa, pero sus ojos destilaban locura.

Ryuusei tragó saliva. Sabía que debía pelear, pero su cuerpo temblaba.

-No quiero matarte, pero si insistes... -dijo, tratando de sonar confiado.

La mujer sonrió con crueldad y se lanzó contra él. Ryuusei apenas tuvo tiempo de esquivar su ataque. Su cuerpo reaccionó por instinto, arrojando una de las cuchillas. Se teletransportó detrás de ella y asestó un corte en su espalda, pero su oponente giró con rapidez y le clavó una daga en el hombro.

-¡Ahh, mierda! -rugió Ryuusei, retrocediendo con la herida ardiendo.

La mujer se burlaba mientras lo veía sangrar.

Las manos de Ryuusei temblaban. No podía controlarlo. Sentía su corazón martillar contra su pecho como si quisiera escapar. El sudor frío resbalaba por su espalda mientras su estómago se retorcía. La mujer sonreía, y sus ojos carmesí brillaban con placer... como si disfrutara verlo sangrar.

-Pobrecito... ¿Duele? -se relamió los labios.

Ryuusei respiraba con dificultad, su mente luchaba contra el miedo. Si no hacía algo, moriría aquí. Cerró los ojos, tratando de calmar su tembloroso cuerpo.

-No... no puedo morir aquí... -murmuró, apretando los dientes.

Se teletransportó a su espalda, usando ambas cuchillas en un ataque veloz. La mujer gritó cuando su torso fue perforado por múltiples cortes. Trató de contraatacar, pero Ryuusei levantó el martillo y lo estrelló contra su cráneo. Un sonido nauseabundo resonó al romperse sus huesos.

Hrk...-la mujer cayó de rodillas, con el rostro desfigurado, Ryuusei sintió asco y alivio a la vez, por ver a la mujer muerta con el rostro todo desfigurado.

De repente, un grito en la distancia lo sacó de sus pensamientos. ¡El grupo estaba en peligro!

Corrió de vuelta, y la escena fue un caos absoluto. Haru, Aiko, Daichi, Kenta, estaban rodeados por varios asesinos con miradas sádicas. Aiko temblaba, sosteniendo una pequeña daga, mientras Haruto ya tenía sangre en el rostro. Daichi y Mokuren peleaban ferozmente.

-¡Ryuusei, ayuda! -gritó Aiko.

Kenta se lanzó al ataque con un grito de guerra, pero un oponente le atravesó la pierna con una lanza.

-¡MIERDAAA! ¡MI PIERNA, MI PIERNA! -gritó Kenta, cayendo al suelo.

La lanza todavía incrustada en su pierna. Su grito desgarrador reverberó en el bosque, pero su atacante no tuvo piedad. Retorció la lanza dentro de la herida, provocando que la sangre brotara en un chorro caliente. Kenta gritó aún más fuerte, pero el dolor pronto fue reemplazado por una sensación de entumecimiento y terror."

Aiko, con el rostro pálido, fue corriendo y le clavo la daga en el cuello a agresor de Kento y luego retrocedió asustada. Uno de los atacantes se abalanzó sobre ella, pero Youta lo bloqueó con su espada. Haru se movió con precisión, eliminando a dos enemigos con cortes limpios.

La batalla se volvió un baño de sangre. Haru recibió un corte en el brazo, y escupió sangre tras recibir un puñetazo en el estómago. Aiko sollozaba mientras esquivaba por poco un hacha que casi la partía en dos.

Sin pensarlo Ryuusei, arrojó una de sus cuchillas y apareció detrás de un enemigo, clavándola en su espalda. La sangre brotó violentamente. El hombre gritó, pero Ryuusei no se detuvo. Su mente estaba nublada... No quería morir. Al pasar unos segundos Ryuusei vio en el piso al hombre que había apuñalado varias veces por detrás, y empezó a vomitar por las dos personas que había matado

El muchacho cayó de espaldas, jadeando. Su respiración era irregular, su cuerpo temblaba de pies a cabeza. La adrenalina se disipaba y la realidad lo golpeaba con brutalidad.

-¿Esto... es lo que significa sobrevivir aquí...? -se preguntó, con el estómago revuelto.