—¿Y qué si lo estaba? —replicó Soleia, cruzando los brazos—. ¿Qué vas a hacer al respecto?
La ceja de Orión se contrajo y él agarró su brazo. Terminó tocando su piel desnuda ya que el mastín espinoso había desgarrado tan servicialmente su vestido. Una expresión extraña cruzó su rostro mientras la miraba fijamente; Soleia le devolvió la mirada con una inclinación decidida de su barbilla antes de zafar su brazo con fuerza.
Desafortunadamente, tal acción expuso aún más su piel a su mirada. La capa exterior del vestido se mantenía colgada por pura vida. Soleia solo podía agradecer a su buena estrella que los espinacánidos no hubieran desgarrado la mayoría del forro interior del cuerpo de su vestido.
Si no, estaría parada frente a Orión sin nada puesto.
¡Su orgullo no podría sufrir tal golpe!
—¿Qué le pasó a tu ropa? —El tono de Orión cambió. Sus ojos se entrecerraron en la piel pálida, expuesta al frío viento.