—¡Tu vestido! —exclamó Rafael, horrorizado.
—Parece peor de lo que realmente es —dijo Soleia.
Su ánimo había mejorado mucho una vez que se dio cuenta de que Sir Ralph había logrado conseguirle un atuendo de reemplazo. Finalmente podría despedirse de este vestido desgarrado y raído. Con un tarareo alegre, recogió el vestido y sus nuevas prendas interiores y se fue detrás de la roca para mayor privacidad.
—¡Vigílame, Sir Ralph! Odiaría que otra manada de mastines espinosos arruinara este vestido.
—Sí, Princesa —dijo Rafael, su voz salió en un graznido indigno.
¿Soleia se iba a cambiar? ¿Aquí afuera? ¿En público? ¿Donde cualquiera podría tropezar con ella en su vulnerable estado de desvestirse y aprovecharse de ella?
Los ojos de Rafael se oscurecieron. No si él tenía algo que decir al respecto.