El sonido de golpes en la puerta sacó a David de su sueño. Abrió los ojos con pereza y gruñó.
David: (tapándose la cara con la almohada) —¿Quién diablos molesta a esta hora…?
Los golpes continuaron.
David: (levantándose con el cabello despeinado) —¡Voy, voy, maldita sea!
Bajó las escaleras medio dormido y abrió la puerta. Frente a él, había un hombre bajito, con bigote y una gorra de cartero. Llevaba una caja en las manos y sonreía de forma profesional.
Cartero Gale: —¡Buenos días, joven! Soy el cartero Gale. Vengo a entregarle esta caja que viene desde el reino Schweinereich.
David parpadeó un par de veces, todavía tratando de procesar la información.
David: (bostezando) —¿Schweinereich? Ah, sí… el reino ese donde está el viejo…
Tomó la caja y miró al cartero.
David: —Gracias, señor Gale.
Cartero Gale: —¡Buen día!
El cartero se marchó con la misma energía con la que había llegado. David cerró la puerta y dejó la caja sobre la mesa. Se frotó los ojos y la abrió con curiosidad.
Dentro, había una carta.
David: —Mmm… ¿qué es esto?
La abrió y comenzó a leer en voz alta.
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Carta de Ricardo:
"Querido David,
Sigo en el reino Schweinereich y quiero que sepas que ya tienes la edad para presentar el examen Shigoto. Este examen te permitirá elegir un trabajo, ganar dinero y conocer gente nueva. Además, si logras avanzar lo suficiente, podrías incluso encontrar una forma de regresar a tu mundo…
PD: También participaré en una competencia de cocina aquí. Así que, si vienes, pásate a visitarme.
Atentamente, Ricardo."
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David bajó la carta y frunció el ceño.
David: —¿Trabajo y la posibilidad de volver a casa…?
Se quedó un momento en silencio, con la carta en la mano. Desde que había llegado a este mundo, nunca había pensado demasiado en cómo regresar. Había estado ocupado aprendiendo a pescar, cocinar y adaptarse a la vida aquí.
David: (suspirando) —Bueno, supongo que no puedo quedarme aquí para siempre.
Miró dentro de la caja y se sorprendió al ver su ropa de la primera vez que llegó a este mundo, pero limpia y bien doblada.
David: —¡Oh, vaya! Mis viejas ropas…
Se puso su campera negra de manga larga, su pantalón negro y sus zapatillas blancas. Se miró en el reflejo de una ventana y sonrió con nostalgia.
David: —He cambiado un poco, pero sigo viéndome igual de guapo… o al menos eso quiero creer.
Recogió su mochila y comenzó a llenarla con lo necesario: comida, agua y algunas cosas útiles. Mientras lo hacía, recordó las conversaciones que había tenido con los aldeanos sobre el Examen Shigoto.
Según ellos, era un examen brutal que solo pasaban los más fuertes y determinados. Pero también había personas que lo tomaban simplemente porque necesitaban dinero desesperadamente.
David: (suspirando) —Genial, así que básicamente voy a meterme en un infierno burocrático con la esperanza de no morir… Suena a una idea horrible.
A pesar de su sarcasmo, sentía una mezcla de emoción y miedo. No sabía qué le esperaba, pero una parte de él quería descubrirlo.
Finalmente, con su mochila lista, salió de la casa y miró el pueblo. Había pasado solo una semana aquí, pero ya le tenía cariño a las personas.
Se acercó a la plaza, donde varios aldeanos ya lo estaban esperando.
Señora María: —¿De verdad te vas, querido?
Jorge, el panadero: —Si alguna vez vuelves, te haré pan gratis, chaval.
David: (sonriendo) —¡Eso me lo guardo, Jorge! Y sí, me voy… pero los recordaré a todos, aunque a algunos los recordaré menos.
Los aldeanos rieron.
Hombre del mercado: —¡David, ten cuidado en el examen!
David: (alzando una mano) —¡Lo tendré, lo tendré! No pienso morir todavía, no sin probar el pan gratis de Jorge.
La gente rió de nuevo mientras David comenzaba a caminar por el sendero que lo llevaría a su nueva aventura.
Miró el horizonte y respiró hondo.
David: (pensando) Bien, veamos qué tan difícil es este famoso Examen Shigoto.
Con una sonrisa confiada y un toque de nervios, David emprendió su viaje.
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Fin del Capítulo 2