El cuarto olía a sudor fermentado y a frituras de tres días. Las paredes, alguna vez blancas, ahora lucían manchas amarillentas de humedad y dedos grasosos. En un rincón, una torre de latas de energía vacías amenazaba con desplomarse sobre la montaña de ropa sucia que Park Heejin llamaba "sistema de almacenamiento orgánico". Él yacía enrollado en su futón, cuya tela había adoptado el color indefinido de la negligencia. En la pantalla de su laptop, el episodio final de *Rising to the Demon King* brillaba con una escena épica: el protagonista, rodeado de un harem de demonios sonrojados, alzaba una espada negra hacia un cielo sangriento.
—¡Esto sí es vivir! —masculló Park, ajustando sus gafas empañadas de cheetos—. ¿Por qué mi vida no puede ser así?
Su reflejo en la pantalla apagada le respondió con un rostro pálido, de ojeras profundas y granos rebeldes. Hacía semanas que no veía la luz del sol, meses desde su última ducha "preventiva" (solo agua fría y un trapo húmedo). Sus padres habían dejado de llamar después de que les gritara que "interrumpían su entrenamiento espiritual para la trascendencia interdimensional".
—¡No entienden nada! —había escupido al teléfono, mientras en pantalla aparecía un elfo de pechos gigantes declarando su amor al héroe—. ¡Cuando muera, todo esto valdrá la pena!
Y Park estaba seguro de que moriría pronto. Lo sabía por el dolor punzante en el pecho cuando subía las escaleras (solo para buscar más ramen), por las visiones de arañas que solo él veía, por el modo en que su corazón aceleraba cada vez que imaginaba a una succubo llamándole *osama*.
Esa noche, mientras devoraba su cena (una bolsa de doritos mojados en salsa de soja directo del envase), el dolor regresó. Agudo. Como un cuchillo entre las costillas.
—¿Eh? —toseó, migajas naranjas cayendo sobre su camiseta de *Re:Zero*—. ¿Ahora? ¿En serio?
Se rio. Una risa chillona, forzada, mientras se agarraba el pecho.
—¡Sí! ¡Es mi momento! —gritó hacia las figuras de anime en la vitrina, cuyos ojos de plástico parecían juzgarle—. ¡Voy a… a…!
El mundo giró. La laptop se apagó. Park cayó de espaldas, su mano derribando la torre de latas que resonó como un gong metálico. En el suelo, entre papeles de comida y calcetines pegajosos, vio cómo el techo se desdibujaba.
—Je… je… —fueron sus últimas palabras, una sonrisa torcida en los labios—. Al fin… mi… *isekai*…
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**Muerte Patética Lograda:**
- ☑ *Muerte solitaria en un cuarto sucio*.
- ☑ *Última comida: snacks de conveniencia*.
- ☑ *Testigos: figuras de waifus 2D*.
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**Sistema de Reencarnación Isekai™**
**Bienvenido, Usuario #9,999,999,999!**
**Evaluando tu vida anterior…**
**Conclusión: ✩✩ (Penalización por "Comportamiento Cringe Nivel SS)")**
**Recomendación: Reencarnar como Slime en cloaca demoníaca.**
**¿Deseas gastar 100,000 puntos Karma para cambiar destino?**
**…**
**Saldo Insuficiente.**
**¡Disfruta tu nueva vida, Park Heejin!**
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**Transición al Mundo Demoníaco:**
El aire olía a azufre y a ambición frustrada. Park abrió los ojos (o lo que creía que eran ojos) y se vio reflejado en un charco de líquido negro: una masa gelatinosa, violeta, con un solo ojo gigante.
—¿¡Un slime!? —chilló, pero solo salió un glup glup—. ¡Esto es un error! ¡Yo debía ser un rey demonio con harem!
Una risa retumbó. Sobre él, una figura con cuernos y armadura negra lo miraba con desdén.
—Rey demonio, ¿eh? —dijo la voz, mientras pisoteaba a Park-Slime sin esfuerzo—. Empieza por no ser aplastado, *insecto*.
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**Capítulo 1 Fin.**