Hace años que me cuesta consiliar el sueño, pero siempre vuelve a mente ese encuentro...
No consigo dormir sin pasar por el vivido recuerdo de su mano fría bajando el cierre de mi ajustado pantalón, delizando sus dedos bajo mi ropa interior, generando un contraste extremo entre el frío de su mano con el calor extremos que eso me generaba.
Lo dejé hace años, no era el tipo indicado, era el amor de verano que logró superar su fecha de caducidad. No tenía nada bueno por fuera de su cuerpo y bueno... Su experiencia.
Nos conocíamos de antes, no pasábamos una pisca de interés previo a ese verano, él incluso estaba de novio, y yo lo sabía, pero estaba tan necesitada de contacto físico que una muestra de cariño y yo era tuya. Era esa desesperación que espantaba a cualquiera. Lo único que tenía a favor era un buen tracero, de esos que trabajan en el gimnasio 3 veces por semana, lo demás era que era delgada, pero siempre fui de las que no llamaban la atención. No tengo un busto prominente, soy alta, lo que hace que espante a un porcentaje importante de muchachos.
Pero esa noche no sé que fue lo que lo atrajo hacia mí. So se si fue mi vestido negro que reslata mi figura, no sé si fue el alcohol que los dos habiamos tomado, la música que sonaba, o que yo aproveche para bailar como si fuera la chica más deseada del lugar.
Èl sabía quien era yo, él era amigo de un chico al que había confesado mis sentimientos un año antes, y yo había recibido el mayor rechazo de mi vida en ese momento.
Les diré si nombre ya que esta historia no es ningún secreto. Su nombre es Victor Mendoza, un chico de un metro 76 cm, tez morena, mirada pícara, experimentado desde joven y yo una virgen de un metro 75, que era tan buena y desesperada que nadie tocaba ni con un palo.
Volviendo a la noche la fiesta, Victor vivía solo ya que su familia vivía en otro estado. Y sus pocos amigos lo habían invitado a venir, antes del baile hubo comida y bebida y por ausencia de lugares, me había sentado cerca de él. Al principio fue una charla ligera, solo falta preguntar sobre el clima para que completamos lo pequeña de la charla. Pero el alcohol no faltaba y la música había empezado a sonar, lo que implicaba sacar las mesas y las sillas para poder bailar.
Mis amigas estaban con sus casialgo. Por lo que rápidamente quedé sola. Era habitual, era demasiado buena como para pedirles que se quedarán conmigo. A esta altura ya había aprendido a disfrutar sin compañía y el alcohol era un buen compañero de por sí.
Victor para la tercera canción ya me había visto, y al cambio de canción se me acercó por detrás, colocando su mano derecha en mi cintura, mientras su mano izquierda buscaba mi mano derecha para pasar a bailar juntos...