Él sabía moverse, y no solo moverse, sabía guiarme. Cómo alguien que no estaba acostumbrada a bailar con alguien, en sus manos el ritmo parecía creado para nosotros. Victor sabía perfectamente lo que hacía, y se acercaba a mi oído en los momentos correctos de las canciones, con el único propósito de susurrar en mi oído justo la frase de la canción que le convenía: "tienes un cuerpo brutal", "sin ti no soy nada", "quiero verte así".
Mis sentidos estaban totalmente alborotados. Nadie había hecho esto de mi. Si su forma de bailar tenía un hechizo de energía pura, su voz en mi oído hacía que mis mejillas se mantuvieran rojas con cada palabra que repetía de la canción.
Sin darme cuenta ya habían pasado horas, mi cuerpo me pedía un descanso, y el no dudo en seguirme en cuanto rompí el lazo entre nuestras manos.
Justo que a un lugar en un sofá, había más personas sentadas, pero mi cuerpo ya no podía seguir el ritmo y mis pies ya pedían una pausa.
No quedaba más lugar, por lo que decidió sentarse en el apoyabrazos. Y se inclinó para que su toso quedase tras de mí.
Sin mediar palabra, comenzó a acariciar mi pelo, no sé si alguien puede reconocer la sensación de electricidad y placer en qué te toquen el pelo, pero que deliciosa mezcla que sentía. Él tanteando el agua, pasaba de mi pelo a mis hombros, recorriendo el bretel de mi vestido, llegando a mi clavícula con sus dedos que dibujaban círculos en mi piel mientras buscaba mis límites.
Límites que incluso yo quería romper. Con cada milímetro que avanzaba, más cerca de mi apretado escote estaba, con el cual he de aclarar que hasta parecía que tenía busto.
No le importaba si había gente alrededor, estaba peligrosamente cerca de donde empezaba la tela, y eso ya era mi busto, mis mejillas rojas y mis labios que mis dientes estaban destrozando del deseo que sentía. Y por primera vez sentía como en mi entrepierna empezaba a correr fuego que se extendía hasta mi pecho que subía y baja de exitación. Todo paró abruptamente cuando una amiga me encontró para avisarme que se iba, que si me llevaba. La mano de Victor se había levantado del centro de mi pecho, tan rápido como si supiera que lo que estaba mal.
Rápidamente me levanté, sabiendo que si noe llevaban, el taxi saldría carísimo.
Pero en cuanto mi amiga me dió la espalda, me giré y le dí un beso en su mejilla, bien cerca de su oído para que escuchará un "gracias".