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Chapter 5 - El peso de ser "YO"

Narrador: Luna Rossi

El aula estaba en completo silencio.

Los rayos anaranjados del sol se filtraban a través de las ventanas, alargando las sombras de los exhaustos estudiantes que apenas lograban mantenerse despiertos. La instructora, una mujer de cabello castaño atado en un moño bajo, tenía la paciencia de un santo, pero incluso ella parecía cansada de intentar captar nuestra atención.

—Y por eso, jóvenes, los enlaces psíquicos pueden ser cortados por cualquier miembro del vínculo… —su voz se apagó al darse cuenta de que nadie estaba prestando atención—. ¿Alguna duda?

Nada. Solo el sonido de una silla crujiendo por algún estudiante que intentaba acomodarse sin llamar la atención.

El ritmo lento de la clase me daba un respiro después del entrenamiento de la mañana, pero justo cuando creí que podía soportar el letargo unos minutos más, un estruendoso grito rompió la monotonía.

—¡Instructora!

Un muchacho irrumpió en el aula con la camisa manchada de tierra y sangre seca. Tenía el cabello alborotado y el rostro empapado en sudor. Sus ojos recorrieron la sala hasta encontrarme, su respiración era errática, como si hubiera corrido hasta aquí sin detenerse ni un segundo.

—Luna… —jadeó—. Es Logan.

Mi corazón se encogió.

Ya sabía lo que eso significaba. No habrían venido a buscarme si la situación no se hubiera salido de control.

Me puse de pie de inmediato.

—Ve con cuidado, pequeña. —La instructora apenas logró decirlo antes de que saliera disparada detrás del muchacho.

Esto ya se había vuelto una rutina. A veces lograban contenerlo. Otras veces, necesitaban a los instructores de rango dos. Y cuando todo fallaba, me llamaban a mí.

Corrimos por los pasillos, esquivando estudiantes y personal del cuartel. Mi mente intentaba prepararse para lo que encontraría esta vez.

—¿Cómo pasó? —pregunté sin aliento.

—Brandom y los suyos lo emboscaron después de la práctica de tiro. Él se estaba defendiendo, pero luego… perdió el control. Intentamos detenerlo, pero fue inútil. Los instructores intervinieron y me enviaron a buscarte.

Mi mandíbula se tensó. Brandom otra vez.

Ese malnacido no había entendido el mensaje la última vez. Logan y yo le habíamos dejado claro que no queríamos problemas, pero él insistía en provocarlo, esperando el momento en que Logan perdiera el control.

—Lo siento por lo que te hizo. —Murmuré con la voz tensa.

—No tienes que disculparte. —El muchacho me miró de reojo y esbozó una sonrisa leve—. Ya saldaré cuentas con Logan cuando vuelva en sí.

—¿Cómo te llamas? —pregunté, más por costumbre que por interés.

—Solo dime Hammen.

Asentí y seguimos corriendo.

Al acercarnos al campo de entrenamiento, una multitud rodeaba el perímetro protegido por un escudo de energía. Instructores y estudiantes heridos estaban esparcidos por la zona, algunos siendo atendidos por sanadores. La escena era un desastre.

El suelo tembló de repente, seguido por una explosión de hielo y polvo.

Mis ojos buscaron desesperadamente dentro del campo de batalla.

Dentro del escudo, tres figuras se mantenían de pie.

Dos eran instructores: Marriot y Oscar. Sus ropas estaban destrozadas, cubiertas de cortes y polvo. Marriot, con sus brazos recubiertos de una gruesa capa de roca, se mantenía en guardia, su respiración pesada. Oscar, con sus pulseras EA activadas, juntaba las muñecas preparándose para lanzar otra ráfaga de viento.

Y en el centro de ambos… Logan.

Su cabello gris estaba empapado de sudor y sangre. Su torso desnudo dejaba al descubierto cicatrices antiguas y heridas recientes. Su calentador estaba rasgado, sus músculos tensos por la adrenalina. Sus ojos, ahora de un azul intenso, brillaban con locura. Las marcas de corrupción recorrían su piel como venas oscuras, culminando en garras negras y afiladas que cubrían sus manos.

Y se estaba riendo.

—Ustedes salvaron a mi presa… —su voz ronca se filtró por el campo como un eco macabro—. Bueno, ahora ustedes son mis objetivos.

Marriot apretó los dientes.

—¡Ahora, Oscar!

Oscar levantó las manos y una poderosa ráfaga de viento impactó a Logan directamente en el rostro. Marriot se lanzó sobre él al mismo tiempo, ambos intentando someterlo.

Pero Logan no cayó.

El escudo titiló por la fuerza del impacto. El aire frío y la neblina de hielo dificultaban la visibilidad, pero aún podía distinguir las siluetas forcejeando en el centro del campo.

—¡APAGUEN EL ESCUDO! —grité desesperada—. ¡DÉJENME ENTRAR!

Nadie me escuchó.

Logan se levantó.

Sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa, y con un rápido movimiento, una lanza de hielo atravesó el abdomen de Oscar.

Un grito de dolor desgarró la atmósfera.

Oscar cayó de rodillas, sosteniendo la lanza que lo empalaba contra el suelo.

—Maldita sea… —murmuró Marriot, llevándose una mano a las gafas.

Entonces, me miró.

Y desactivó el escudo.

Apreté los dientes y cerré los ojos, sumergiéndome en la única forma en que podía salvarlo.

Me hundí en su mente.

Oscuridad.

La negrura me envolvió como un océano sin fondo. Las voces susurraban en todas direcciones.

Hambre.

Miedo.

Dolor.

Y en medio de esa tormenta, él.

Logan estaba de espaldas, con la cabeza gacha. Su uniforme estaba limpio aquí. Su cuerpo intacto. Pero su respiración era errática, su pecho subía y bajaba con esfuerzo.

—Luna… —murmuró, su voz apenas un eco en la nada.

Se giró lentamente y vi sus ojos… llenos de desesperación.

Sin pensarlo dos veces, lo abracé.

Él se aferró a mí con fuerza, como si mi presencia fuera lo único que lo mantenía entero.

—Acaba con esto… por favor.

Su voz era un susurro ahogado.

—Dime qué lo causó.

—No lo sé… Solo apágame.

Sentí un nudo en la garganta.

—No quiero hacerte daño.

—Haz que yo sienta el dolor… No me importa. He pasado cosas peores.

Logan acarició mis mejillas y me dio un beso en la frente.

Suspiré.

—Nos vemos del otro lado.

—Nos vemos, Lunita.

Coloqué mi mano en su sien.

Y apagó.

Cuando abrí los ojos, Logan estaba desplomado en el suelo. Me arrodillé junto a él, colocándolo en mi regazo mientras los sanadores llegaban.

Su respiración era pausada, tranquila.

Y por primera vez en lo que pareció una eternidad, volvía a ser Logan.

Horas después…

—Esto no puede seguir así.

Marriot me miraba desde su escritorio, su rostro endurecido por la preocupación.

—Logan casi mata a un instructor. Brandom y sus amigos están en terapia intensiva. No puedo seguir tapando esto.

—Lo provocaron… —intenté defenderlo, pero él levantó una mano para detenerme.

—Y serán castigados. Pero Logan también debe pagar las consecuencias. Si esto vuelve a ocurrir, se irá con los Irruptores.

La sola idea me revolvió el estómago.

Pensé rápido.

—Si lo mantengo bajo control… si mantengo el enlace psíquico permanente

Marriot arqueó una ceja.

—¿Estás dispuesta a hacer eso?

Asentí.

Suspiró, apoyando los codos en el escritorio.

—Tienes dos semanas. Si Logan vuelve a perder el control, se va.

Apreté los puños.

No iba a fallar.