El ardor en mi garganta se intensificó. No era solo sed… era necesidad.
[Advertencia: Tu nivel de hambre ha aumentado.]
[Si no te alimentas pronto, podrían activarse efectos secundarios.]
—Joder… esto no es un juego —susurré, sintiendo mi cuerpo temblar.
Mi visión se agudizó. Mis sentidos se expandieron. De pronto, podía escuchar el latido de algo… o de alguien, muy cerca. Mi instinto gritaba que corriera hacia él, que le arrebatara su energía, que lo hiciera mío.
Me sujeté contra la pared, tratando de controlar ese impulso… cuando sentí algo más.
Mis brazos se volvieron más ligeros. Una extraña sensación recorrió mi espalda, como si algo estuviera saliendo de mí.
[Rasgo Activado: Tentáculos Espectrales]
De mis sombras emergieron tres extremidades espectrales, alargadas y translúcidas, flotando en el aire como si fueran una extensión de mi propia alma. Se movían con un instinto casi natural, como si hubieran estado ahí todo el tiempo, esperando a ser usadas.
—Esto es… perturbadoramente genial.
Pero no había tiempo para experimentos. El hambre seguía allí.
Mis ojos se desviaron hacia la ventana rota de la habitación. Afuera, bajo la luz de la luna, un ciervo descansaba tranquilamente en un claro. Su pulso vibraba en mis oídos como un tambor hipnótico.
Mi cuerpo se movió solo.
Antes de darme cuenta, flotaba sobre el suelo, deslizándome hacia la presa. Mis tentáculos se alargaron, preparándose para atraparlo.
[Advertencia: Primer consumo detectado. Activando protocolo de absorción.]
Cuando mis tentáculos rodearon al ciervo, un escalofrío me recorrió al sentir su calor… su energía. Y entonces… se drenó.
Era como si estuviera bebiendo directamente de su esencia. No era sangre. Era algo más profundo, más puro.
[Hambre saciada parcialmente.]
Suspiré, sintiéndome más fuerte. Más real. Más… yo.
Pero entonces, un sonido me puso en alerta.
—¡¿Qué demonios?!
Me giré en el aire y vi a alguien mirándome fijamente entre los árboles.
Un chico con un sombrero blanco y una espada.
Finn el Humano.
Y su expresión decía todo.
Me acababa de ver.
El silencio entre los árboles se sentía pesado.
Mi respiración estaba entrecortada. No era por miedo, sino por la extraña adrenalina que todavía corría en mi cuerpo tras drenar al ciervo. Había sido mi primer alimento en esta vida, mi primer acto como vampiro, como… un depredador.
Y Finn estaba ahí.
No me estaba mirando a mí exactamente. Estaba mirando el cadáver seco del ciervo.
El pobre animal yacía en el suelo con los ojos abiertos, el cuerpo completamente deshidratado, como si algo le hubiera chupado hasta la última gota de vida.
—Qué demonios… —murmuró Finn, acercándose con cautela y desenvainando su espada.
Mierda. Mierda. Mierda.
Esto era lo peor que podía pasar. Finn era el héroe de Ooo, y aunque en este punto de la historia todavía no conocía bien a Marceline, eso no significaba que no fuera a atacar si creía que algo raro estaba pasando.
Me escondí en la copa de un árbol, pegando la espalda contra el tronco. Si me veía flotando con tentáculos espectrales saliendo de mi sombra, iba a intentar matarme.
Finn revisó el ciervo con una expresión de disgusto.
—¿Qué clase de monstruo hizo esto…?
Eso me dolió un poco. ¿Acaso yo era un monstruo? Técnicamente, sí. Ahora era una vampiresa con poderes de un alien fantasma, que acababa de absorber la energía de un animal inocente…
Pero en mi defensa, si no lo hacía, mi sistema insinuaba que iba a pasar algo mucho peor.
[Nota: Hambre controlada temporalmente. Sin embargo, la sangre de criaturas mágicas ofrece mejores efectos.]
—Oh, genial, el sistema me está sugiriendo cazar algo más sabroso —susurré, rodando los ojos.
Finn se incorporó, mirando a su alrededor. Estaba alerta. Quizás había sentido algo raro en el ambiente.
Tenía dos opciones:
1 Quedarme quieto y esperar a que se fuera.
2 Presentarme como Marceline y fingir que no tenía nada que ver con esto.
Ambas eran riesgosas, pero la segunda era la mejor forma de no empezar con el pie izquierdo en Ooo.
Tomé aire y floté lentamente hacia abajo, haciendo mi mejor esfuerzo por parecer casual y despreocupada.
—Ey, niño con espada, ¿qué haces tan tarde por aquí?
Finn se giró de inmediato, apuntándome con su arma.
—¡¿Quién eres tú?!
Me crucé de brazos y puse una expresión aburrida.
—Oh, vamos, ¿ni siquiera sabes quién soy? Me ofendes.
Finn me miró de arriba abajo, todavía en guardia. Parecía reconocerme, pero no estaba seguro.
—Eres… esa vampira, ¿verdad? Marceline. He escuchado cosas raras sobre ti.
Le di una sonrisa afilada.
—Depende, ¿cosas buenas o cosas aterradoras?
Finn apretó los labios y miró el ciervo seco de reojo.
—No estoy seguro.
Mi estómago —o lo que fuera que tenía ahora en su lugar— se revolvió. Sabía que este era un punto clave. Si decía algo incorrecto, Finn podría verme como una amenaza, y entonces tendría que preocuparme por un héroe adolescente tratando de clavarme una espada en el pecho.
…Lo cual no sonaba muy divertido.
—Ey, tranquilo —dije, levantando las manos en señal de paz—. No fui yo quien hizo eso. Yo solo andaba por aquí, tocando mi bajo y… bueno, ya sabes, siendo genial.
Finn entrecerró los ojos. No parecía convencido.
Mierda, iba a necesitar algo más sólido para distraerlo.
Fue entonces cuando vi algo moverse en la sombra de los árboles…
Y una nueva alerta apareció en mi visión.
[¡Nueva misión activada!]
Misión Especial: Salva a Finn de la Criatura Sombría.
Recompensa: ???
…Oh, fantástico.
Justo cuando estaba tratando de evitar problemas, los problemas decidieron encontrarme a mí.