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Chapter 4 - Las Sombras

El ruido de los diarios golpeando las puertas vecinas me despertó antes de que el sol siquiera asomara. Londres no dormía realmente; siempre había un rumor constante, un murmullo que últimamente parecía hablar solo de guerra.

Me levanté, todavía cansado, y bajé las escaleras con el sonido crujiente de la madera bajo mis pies. Mi madre ya estaba en la cocina, como siempre, preparando té. Mi padre, en cambio, estaba sentado en su silla habitual, pero esta vez con el rostro más grave de lo que jamás lo había visto.

"¿Qué sucede?" pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

Mi padre alzó el periódico, mostrándome la portada. "Alemania invade Bélgica: El Reino Unido podría tomar represalias."

Sentí un escalofrío recorrerme. Aunque llevaba semanas escuchando rumores, ver las palabras impresas le daba una realidad que era difícil de ignorar.

"Ya no es un 'si', Badoman. Es un 'cuándo'. El Reino Unido no puede quedarse de brazos cruzados."

Me senté frente a él, tomando el periódico. Más abajo, otro titular captó mi atención: "Los civiles belgas sufren bombardeos indiscriminados."

"¿Es esto real? ¿Bombardean a civiles?" pregunté, sintiendo un nudo en el estómago.

Mi padre asintió con la cabeza. "Eso dicen. Los alemanes están usando algo que llaman la 'estrategia de terror'. Atacan ciudades y pueblos para quebrar el espíritu de la gente. Es una barbarie."

"¿Y vamos a responder con más barbarie? ¿Eso es lo que significa entrar en esta guerra?"

"¡Esto no es un debate, Badoman!" exclamó mi padre, golpeando la mesa. "Es nuestra obligación. Si no hacemos algo, ¿qué crees que pasará cuando ellos terminen con Bélgica? ¿Crees que se detendrán ahí?"

"Lo único que sé es que no quiero ser parte de esto."

El silencio que siguió fue tan pesado como el plomo. Mi madre intervino suavemente, tratando de calmar las aguas.

"Badoman, cariño, nadie quiere la guerra. Pero a veces, las decisiones no están en nuestras manos."

Más tarde, salí de casa con el periódico aún resonando en mi mente. Las calles estaban llenas de gente, más de lo habitual. Todos hablaban de lo mismo.

"¿Escuchaste? Los alemanes cruzaron la frontera belga esta madrugada. Dicen que ya tomaron Lieja."

"Los belgas están peleando como leones, pero no tienen suficiente apoyo. No durarán mucho."

"¿Y el Reino Unido? ¿Qué estamos haciendo?"

"Nos alistaremos pronto, eso es seguro. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras masacran a nuestros vecinos."

Pasé junto a un grupo de hombres jóvenes, algunos de los cuales reconocí. Estaban parados frente a un edificio con un cartel que decía: "Oficina de Reclutamiento."

Uno de ellos, Peter, me vio y alzó la mano. "¡Badoman! Ven aquí."

Me acerqué con cautela. Todos parecían emocionados, como si estuvieran a punto de embarcarse en una aventura.

"¿Ya escuchaste las noticias?" preguntó Peter. "Esto es solo el comienzo. Si nos unimos ahora, podríamos ser de los primeros en luchar. ¡Imagínalo!"

"No estoy seguro de que quiera imaginarlo," respondí, cruzándome de brazos.

"¿Qué dices? ¿No quieres defender a tu país? ¿O prefieres quedarte aquí mientras los demás hacen el trabajo duro?"

"Peter, no es tan simple. Esto no es un partido de fútbol. Es guerra. Gente muere."

"¡Pero es por una causa justa!" interrumpió otro del grupo. "Si no luchamos, los alemanes podrían llegar aquí. ¿Quieres que destruyan Londres? ¿Qué ataquen a tu familia?"

Su argumento me golpeó donde más dolía. ¿Qué haría si eso pasara? ¿Podría vivir conmigo mismo si no hacía nada?

"Solo piénsalo, Badoman," dijo Peter, dándome una palmada en el hombro. "No tienes que decidir hoy, pero no esperes demasiado. Las oportunidades como esta no se repiten."

Esa noche, en casa, el ambiente estaba tan tenso que apenas intercambiamos palabras durante la cena. Después de comer, subí a mi habitación y me senté frente a la ventana, observando la calle vacía.

"¿Qué haré?" murmuré en voz baja.

El periódico seguía sobre mi escritorio, con los titulares llamándome, recordándome que el mundo estaba cambiando más rápido de lo que podía asimilar. Tomé el periódico y lo abrí de nuevo.

"Reino Unido se prepara para declarar la guerra si Alemania no retira sus tropas de Bélgica."

Apreté el papel entre mis manos, frustrado. ¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué siempre eran las decisiones de unos pocos las que llevaban a tantos a sufrir?

Miré mi reflejo en el cristal de la ventana. ¿Era este el hombre que quería ser? ¿Alguien que dejaba que el miedo lo definiera? ¿O alguien que enfrentaba lo inevitable, incluso si odiaba cada segundo de ello?

Por primera vez en mi vida, no tenía respuestas. Solo preguntas. Y el murmullo de las noticias de guerra seguía resonando en mi mente, como un tambor que marcaba el ritmo de algo que no podía detener.