Unos treinta minutos más tarde, sonó el teléfono y el anciano lo cogió, luego se lo pasó felizmente a Qin Yize.
Al escuchar a la otra parte, Qin Yize dijo con voz profunda —De acuerdo, lo tengo, te invitaré a un hot pot en la Plaza Lao Liu otro día.
Una voz áspera se transmitía débilmente a través del teléfono —Joven Maestro Qin, es demasiado amable, debería ser yo quien le invite.
—Tengo otros asuntos, hablaremos otro día.
—Joven Maestro Qin —dijo la otra parte con urgencia—, ¿necesita que envíe a algunas personas para ayudarle?
—No hace falta. Después de decir eso, Qin Yize colgó el teléfono.
Le dio al anciano diez yuan y se dirigió con paso firme hacia la orilla de la carretera.
—Joven, espere un momento, todavía no le he dado su cambio... —llamó el anciano mientras sacaba la cabeza.
Desafortunadamente, antes de que terminara de hablar, Qin Yize ya había entrado en un taxi y luego desapareció en el tráfico.
