La voz serena de Su Ran sonó.
—Sí.
Después de colgar el teléfono, toda la empresa estalló instantáneamente en un frenesí de actividad.
Los teléfonos sonaban incesantemente, mientras los empleados se apresuraban a reportar su trabajo.
Habiendo estado ausente de la compañía por más de una semana, Su Ran enfrentaba una montaña de documentos que necesitaban ser procesados.
Revisaba y firmaba documentos de diez en diez, inmutable en su comportamiento mientras respondía simultáneamente a las preguntas de su secretaria, como si esta vida agitada se hubiera convertido en su segunda naturaleza.
Pasaron veinte minutos, y ya había procesado la mayoría de los documentos en su escritorio, luego se recostó en su silla y se pellizcó el puente de la nariz, exhausta.
—Presidenta Su, ¿por qué no toma un descanso? —preguntó la secretaria, llevando los documentos procesados, sirvió un vaso de agua y lo colocó en el escritorio.
Su Ran miró la hora y se levantó con su teléfono en mano.
