Ashley despertó algunas veces mientras el misterioso encapuchado de negro la cargaba en sus brazos. Lo poco que vio fueron unos túneles oscuros y sucios. Pasaba de la conciencia a la inconciencia. Entre sueños recordaba la pelea de antes una y otra vez, como si su mente aun intentara procesar aquel suceso. Entonces su memoria empezó a reproducir un recuerdo distinto en su mente, uno mucho más antiguo.
A los 9 años, sus padres la llevaron a ella y a su hermana a celebrar sus cumpleaños. Fueron a una pastelería, la favorita de su madre. Mientras esperaban el pastel, salió a jugar con su hermana a la calle. Pronto todo se volvió caótico. La gente corría despavorida, empujándolas a ella y su hermana. Antes de darse cuenta se había separado de su hermana. El busco entre la gente. Mientras lo hacía vio como la gente se detenía y miraba hacia el cielo, ella los imito. Pudo ver con claridad a un hombre, volando en el cielo, peleando contra una gran bola de luz azul. El hombre golpeo a la gran bola de luz y ambos atravesaron varios edificios. Los escombros de los edificios caían sobre las personas enterrándolas, incluyendo la a ella. Cuando recupero la conciencia, un joven chico, bajo y flaco de piel blanca la recogía del suelo con una mano, con la otra mano levantaba el enorme escombro que había caído sobre ella, la levanto y antes de que ella pudiera reaccionar el joven chico se elevó al cielo.
Sus anteojos estaban rotos y no podía ver con claridad el rostro de su salvador, pero recordaba con claridad como su rostro parecía formar una mueca de dolor, como el sorbia su nariz y el cómo su voz parecía temblar. Él estaba llorando. La dejo en los brazos de su madre y luego se fue volando. Quizás no pudo ver su cara, pero estaba segura de que si lo volvía a ver ella lo sabría. Sabría que él era Atlas.
Cuando Ashley despertó, lo primero que vio fue un techo desconocido. Uno mugroso, lleno de moho y goteras. Se sentía desconcertada, no era una niña de 9 años, eso era claro. El sueño había acabado y la dolorosa realidad la estaba golpeando, literalmente. Toco su sien y noto que tenía una gasa algo húmeda. En su nariz había sangre seca. Estaba sobre un colchón viejo y mohoso. Se levanto lentamente y se limpió la sangre con la manga de su abrigo. El colchón estaba en un pequeño rincón pegado a la pared. Camino hacia adelante y volteo a ver hacia la izquierda. Vio al encapuchado, de espaldas, sentado frente a una mesa desordenada llena de papeles, piezas de metal y herramientas bajo una la luz amarillenta de un foco que iluminaba muy poco. Por cómo se movían sus parecía estar construyendo algo.
Había algo en el que le resultaba nostálgico. Quizás era su postura, aunque encorvada se veía de algún modo estoica o tal vez la forma en la que la cargo, la forma en la que se sintieron sus manos en su cuerpo la traía a aquel día hace 10 años. – Atlas …- dijo ella. Se le escapo. El encapuchado dejo de mover sus manos. Se quito la capucha revelando un corto y rebelde cabello negro. Se volteo lentamente hacia ella. Su piel era tan blanca como la nieve, sus ojos azules, parecían ser vacíos y profundos, debajo de ellos había unas grandes ojeras. En su mano derecha sostenía una esfera metálica de aspecto rustico como si lo hubiera construido desde el principio. En el centro de ella parecía tener un lente rojo, como si el de una cámara. El la miraba con el ceño fruncido. Enojado. – ¿Como me llamaste? – pregunto él. – Tu…eres Atlas… – volvió a decir Ashley con un ligero de voz en su voz. La expresión de Él cambio a una de nauseas, como si estuviera viendo algo que le diera asco. – Ese no es mi nombre. – dijo Él con un tono más serio, casi amenazante. – Claro que sí. – refuto Ashley – Tú me salvaste. – Es la primera vez que te veo – ¡Fue hace 10 años!
El chico desvió la mirada. Parecía firme hacia su negación. Ahora que podía ver su cara, a Ashley le pareció joven de lo que imagino que Atlas seria, aparte de eso, el resto de él le resultaba… decepcionante. – ¿Qué sucedió? – pregunto Ashley mientras se frotaba la frente El chico volvió a darle la espalda y siguió trabajando en su esfera. – Estuviste en el lugar incorrecto, en el momento incorrecto. – respondió Atlas
– Eso es todo.
– ¿Eso es todo?
– Si…
– …
Ashley lo miro con incredulidad. ¿Él era enserio Atlas, su héroe? ¿Su héroe vivía en un basurero como ese? Y más importante, ¿De verdad su héroe acaba de tomarla por estúpida? Ashley sentía un ardor bajo sus uñas, una presión horrible en los dientes y la gran necesidad de golpearlo en la cara. Conocía bien ese sentimiento. Ira. – ¿Enserio? – replico – Acabo de… de ver como un inocente anciano morir incinerado. Asesinado por un superhéroe. ¿Entiendes lo que digo? Lo mato el jodido Red Star. Atlas no respondió, solo siguió trabajando en su esfera. – ¿De verdad no harás nada? – volvió a gritar Ashley. – Eres el maldito Atlas. – Yo no elegí ese nombre. – respondió Él aun dándole la espalda. – ¡Eso que importa! – grito Ashley mientras golpeaba con el puño la pared. – TU eres un héroe. Eres el primer superhéroe. ¡ESO DEBRIA SIGNIFICAR ALGO PARA TI! La voz de Ashley se volvía cada vez más fuerte y sus palabras se impregnaban con furia. – ¿Dónde has estado los últimos 10 años? ¡EL MUNDO TE NECESITABA Y TU LE DISTE LA ESPALDA!
– Creo que el mundo ha estado bien sin mí. – dijo Atlas mientras tomaba otra herramienta.
Ashley estaba indignada. ¿Cómo podía no importarle? Ningún héroe dejaría impune un asesinato. Aunque siendo justos, en las últimas horas ningún héroe había cumplido con ese estándar. Pero él no era cualquier héroe, él era Atlas. Él era el maldito estándar. Era todo lo que un superhéroe debería ser y a él ni siquiera le importaba. – ¿Sabes qué? – empezó a decir Ashley, mientras siguió limpiando la sangre seca de su nariz – Tienes razón. El mundo ha estado muy bien sin ti. El crimen casi no existe. Vivimos en una era de paz y a diferencia de ti, allá afuera hay cientos de héroes a los que si les importara lo que sucedió hoy. Ashley se calló. Intentaba recuperar el aliento mientras esperaba alguna reacción por parte de Atlas. Esperaba cualquier cosa, que se enojara y la partiera en dos como una ramita seca, que llorara y pidiera perdón, que atravesara el techo volado y saliera a hacer del mundo un lugar mejor. Esperaba lo que sea, cualquier cosa…excepto que riera. Atlas rompió en una sonora carcajada que fue disminuyendo hasta convertirse en una risa ligera y casi silenciosa. Atlas se volteo hacia ella. Le dirigió una mirada petulante. - ¿Qué les va a importar? – pregunto Atlas con un tono burlón. – ¿Lo dices enserio? ¿A quien le dirás? ¿A Vanguard Talent? ¿lo vas a acusar? ¿Qué crees que sucederá? - ¿no te importa?... Ese pobre hombre. Atlas dejo de reír en seco. Su mirada se volvió seria y sus ojos se vaciaron de emoción alguna. Agacho la cabeza y miro al suelo. De algún modo parecía algo dolido. – Lo llamaba Al. – dijo Atlas – Todo el mundo lo llamaba Al. Incluso su esposa, Lorraine. Su nombre completa era Albert Kurt Magnus. Era judío. En 6 meses hubiera cumplido 87 años. Tenía 2 hijos, un hombre y una mujer. Solía regalarles comics a sus nietos. De hecho, solía tener una tienda de comics… cuando lo conocí…
Al final su suposición era la correcta. Eran amigos. – Eran amigos. – volvió a hablar Ashley con un tono más calmado. - ¿Cómo puedes no sentir nada por su muerte? Atlas se quedó en silencio por un largo y la opinión de Ashley, incomodo silencio. – Cuando tienes el poder que yo tengo… – Empezó a decir Atlas – las emociones… no puedes permitirte tenerlas. – Eso… suena triste… Atlas volvió a mirarla. – ¿y tú quién eres? A todo esto. – pregunto Atlas. – yo… – Ashley esperaba no tener que responder eso. ¿Qué le decía? ¿Qué era una universitaria que fisgoneaba en un muelle abandonado en busca de él? La respuesta era clara. Debía mentir. – Ashley Williams, periodista. – mintió con gran naturalidad. Ashley invento toda una historia sobre ella investigando sobre la venta de una nueva droga y sobre como el muelle era usado como punto de encuentro para los dealers y traficantes. Mientras hablaba Atlas se levantó y empezó a caminar hacia una puerta ubicada en la esquina derecha de esa habitación. La abrió y salió por ella. Ashley lo seguía mientras continuaba inventado su historia sobre la marcha.
Mientras más se adentraban en aquel oscuro pasillo más parecía un laberinto de túneles y (por el olor) canales de drenaje. Atlas camino por un largo rato, doblo en varias esquinas y cambio de camino en varias más. Siguieron caminado hasta llegar a una parte en la que la luz dejada de iluminar su camino. Se detuvieron justo en la frontera entre la luz y la oscuridad total. Atlas se acercó a la pared de la derecha y empezó a examinarla con la palma de la mano. Como si buscara algo en ella. El indico con el dedo de la mano izquierda el camino oscuro y sin luz. – Sigue ese camino. – empezó a decir Atlas. – Si vas por allí llegaras a una estación de metro abandonada… eventualmente.
Ashley miro el oscuro camino a seguir y tuvo la sensación de que la enviaba a su muerte. – … ¿Solo me… dejaras ir? – pregunto Ashley con algo de temor. – Si. - respondió cortante Atlas – ¿Así nada más? – Si. – ¿Enserio? – haces demasiadas preguntas. – ¿No te importa que yo le diga al mundo de-? – Incluso si lo haces – la interrumpió Atlas. – nadie te creería. – seguro algunos en internet estarían muy interesados en el supuesto escondite de Atlas. – dijo Ashley, muy segura de que estaba tentando a su suerte. – Imagina eso. Un montón de internautas buscando en cada túnel, canal de drenaje y estación de metro al mítico, heroico y legendario-
Antes de poder decir ''Atlas'', él alzo su puño y lo estrello contra la pared que examinaba. Ashley no pudo evitar quedar helada ante aquello. En la pared quedo un gran agujero, un poco más grande que un puño. Atlas coloco aquella esfera en el agujero haciendo que encajara de forma perfecta. Atlas volteo a verla. Su mirada había cambiado a una amenazante y mucho más seria que antes. Ashley entendió el mensaje. Miro sus piernas. Temblaban. Intento disimularlo, pero fue en vano.
-Yo me encargare de Red Star. – dijo Atlas con un tono de voz tan amenazante como su mirada. – Ve a casa. Olvida lo que paso… será lo mejor. Ashley lo miro una última vez. Volvió a ver al oscuro camino que le esperaba. Empezó a caminar hacia él. Antes de perderse en él, volvió a ver a su héroe por última vez. – Al menos. – empezó a decir ella. - ¿Me dirías tu nombre? Atlas la miro en silencio, manteniendo aun su mirada asesina, analizándola de pies a cabeza. – Theo. – respondió él. – ¿Theo qué? – indago más ella. – Adiós, Ashley la reportera. – dijo él dando por terminada su conversación.
. . .
Ashley ya había perdido la nocion del tiempo que había pasado caminando por aquellos oscuros túneles y alcantarillas. Apenas podía ver con la luz que emitía la linterna de su celular, al cual ya le quedaba poca batería. La idea de que Atlas la había mandado a su muerte parecía cada vez más real. Ya podía imaginar las noticias de la mañana: ''Universitaria fue encontrada muerta a medio comer por las ratas en las alcantarillas de la ciudad'' ''En otras noticias; Cafeína para ardillas: ¿innovador o solo muy estúpido? ''