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Chapter 11 - Capítulo 11: Los Guardianes del Abismo

El trío caminaba en silencio a través de un sendero apenas visible entre los árboles. El bosque se había vuelto más oscuro y denso, como si la naturaleza misma buscara disuadirlos de avanzar. Cada paso que daban hacia lo desconocido parecía traer consigo una carga invisible que presionaba sus corazones. Aunque Lyara lideraba el camino con confianza, Eren no dejaba de analizar cada uno de sus movimientos.

Kael, por su parte, mantenía una distancia prudente entre ellos, con la mano siempre cerca de la empuñadura de su espada. Había algo en Lyara que no terminaba de convencerle. Aunque sus palabras eran persuasivas, su historia estaba plagada de huecos que lo hacían dudar.

—¿Qué es exactamente el "Corazón Abisal"? —preguntó Eren de repente, rompiendo el silencio.

Lyara no se detuvo, pero giró ligeramente la cabeza hacia él.

—Es una reliquia antigua, creada mucho antes de que el Consejo existiera. Su poder proviene de un pacto entre los primeros guardianes del Vacío y las fuerzas primordiales del mundo. Se dice que otorga a quien lo posea un control absoluto sobre la energía del Vacío.

Kael resopló con escepticismo.

—Eso suena demasiado conveniente. ¿Por qué algo tan poderoso estaría simplemente esperando a que alguien lo encontrara?

Lyara se detuvo y se volvió hacia él. Sus ojos azules destellaron con una mezcla de paciencia y advertencia.

—No está "simplemente esperando". El Corazón Abisal está protegido por sellos mágicos y guardianes que no permiten que cualquiera se acerque. Incluso si logramos llegar hasta él, no hay garantía de que podamos reclamarlo.

Eren la observó con detenimiento. Había algo en su tono que le decía que ella sabía más de lo que estaba dispuesta a compartir.

—¿Tú lo has visto? —inquiró Eren.

Lyara desvió la mirada por un instante antes de asentir.

—Lo vi una vez, hace muchos años. Fue el Consejo quien me envió a buscarlo. Pero los guardianes me rechazaron, y el Consejo decidió sellar el lugar para que nadie pudiera intentar reclamarlo nuevamente.

Kael frunció el ceño.

—Entonces, ¿cómo sabes que podemos acceder a él?

Lyara dio un paso hacia él, su voz cargada de determinación.

—Porque Eren no es como los demás. Su conexión con el Vacío es diferente, única. Si alguien puede atravesar esos sellos, es él.

Eren no dijo nada, pero sus ojos se endurecieron. Sabía que Lyara tenía razón. Desde que había despertado en este mundo, había sentido cómo el Vacío lo transformaba, cómo lo moldeaba en algo más que humano. Sin embargo, también sabía que ese poder tenía un precio.

Mientras continuaban avanzando, el bosque comenzó a cambiar. Los árboles se volvieron más altos y retorcidos, y una neblina espesa comenzó a envolverlos. Eren sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo no estaba bien.

—¿Estamos cerca? —preguntó, su voz más baja de lo habitual.

Lyara asintió.

—El templo está justo más adelante. Pero hay algo que deben saber antes de entrar.

Eren y Kael se detuvieron, esperando que continuara.

—Los guardianes del Corazón Abisal no son seres vivos. Son ecos de aquellos que intentaron reclamar el poder y fallaron. Sus almas están atrapadas en un ciclo eterno de protección, incapaces de encontrar descanso. Para atravesar su territorio, tendrán que enfrentarlos.

Kael maldijo por lo bajo.

—¿Y eso no lo mencionaste antes porque...?

Lyara se encogió de hombros, sin rastro de disculpa.

—Saben ahora lo que necesitan. Es suficiente.

Eren estrechó los ojos, pero no dijo nada. En su lugar, avanzó hacia adelante, seguido de Kael y Lyara. Cuando finalmente emergieron de la neblina, se encontraron ante una estructura colosal. El templo estaba tallado directamente en el lado de una montaña, con columnas gigantescas que parecían desafiar el tiempo mismo. Runas antiguas brillaban con una luz tenue, pulsando al ritmo de un corazón invisible.

—Estamos aquí —dijo Lyara en voz baja.

Eren no perdió tiempo. Avanzó hacia la entrada, pero antes de que pudiera cruzarla, una figura espectral emergió de las sombras. Era un guerrero con armadura antigua, sus ojos brillando con un fuego sobrenatural. En su mano sostenía una espada cuya hoja parecía hecha de pura energía.

—¡Intrusos! —rugía el guardián, su voz resonando como un trueno—. Nadie pasará mientras yo vigile este lugar.

Eren desenfundó su espada, el Vacío resonando dentro de él. La energía oscura comenzó a envolver su cuerpo, y sus ojos brillaron con una intensidad aterradora.

—Entonces caerás como los demás —dijo, avanzando hacia el guerrero sin temor.

El choque entre ambos fue inmediato y brutal. Las espadas resonaron con cada golpe, creando ondas de energía que hicieron temblar el suelo. Kael y Lyara retrocedieron, observando cómo Eren se enfrentaba al guardián con una ferocidad que superaba todo lo que habían visto antes.

Sin embargo, algo era diferente esta vez. El Vacío dentro de Eren no solo lo fortalecía; también comenzaba a consumirlo. Su control sobre la energía era cada vez más inestable, y su mirada se volvía más oscura con cada segundo que pasaba.

Kael, incapaz de quedarse de brazos cruzados, desenvainó su espada y corrió hacia la batalla.

—¡Eren, no puedes hacer esto solo!

Lyara observó desde la distancia, su expresión ilegible. Aunque no lo admitiera, sabía que esta era solo la primera de muchas pruebas. Si Eren no lograba mantener el control sobre sí mismo, el Corazón Abisal podría no ser su salvación, sino su perdición.

De repente, una segunda figura espectral emergió desde las sombras. Este nuevo guardián llevaba un arma completamente diferente: una lanza que parecía extenderse y retraerse como una serpiente viva. Se lanzó hacia Kael, obligándolo a defenderse con un esfuerzo desesperado.

—¡Hay más de uno! —gritó Kael, bloqueando un golpe que casi lo derriba.

Lyara frunció el ceño, apretando los puños. Sabía que tendría que intervenir tarde o temprano, pero también sabía que revelar demasiado de su propio poder podría levantar sospechas. Finalmente, dio un paso adelante, susurrando un cántico en un idioma perdido. Una luz azul comenzó a envolver sus manos mientras se preparaba para unirse al combate.

Mientras tanto, Eren seguía luchando contra su oponente con una intensidad casi bestial. Cada golpe que daba resonaba con el eco del Vacío, pero también dejaba claro que su control estaba al borde de romperse. Si no lograba encontrar el equilibrio pronto, podría convertirse en una amenaza tan grande como los guardianes que enfrentaban.

El destino del grupo y del Corazón Abisal pendía de un hilo mientras la batalla continuaba, envolviendo el templo en una tormenta de energía y determinación.

Fin del capitulo 11