Perspectiva de Mateo:
Estaba barriendo la casa de lo más tranquilo hasta que escuché que alguien tocaba la puerta.
Quelona: Ve a ver quién es. (Dijo mientras se acurrucaba entre las sábanas).
Fui a la puerta, la abrí, y era un muchacho de unos... ¿20 años, creo? Llevaba unos pantalones largos y lo que llamó mi atención: unas sandalias con alas y un casco con alas. No será...
???: Oh, ¿hola? Estoy buscando a la ninfa Quelona.
Mateo: (volteo y la miro) Quelona, te busca... ammm...
???: Hermes.
Mateo: (¡Lo sabía! Espera... oh, Lady Caos, por favor, que Zeus aún no se case con Hera).
Hermes: (chasqueando los dedos frente a mí) ¿Hola? Estás ahí parado sin decir nada.
Mateo: Eh... oh, cierto. *ejem*. Quelona, te busca...
Quelona: (se había levantado de su cama) Ya sé. ¿Qué quieres, hijo de Zeus?
Hermes: Zeus y Hera se van a casar, y me encomendaron decirles a todos que vayan a la boda.
Quelona: Wuuuua... *bosteza*. ¿Y tengo que ir?
Hermes: Sí.
Quelona: .... ¿Por qué?
Hermes: Porque debes ir. Estás invitada.
Quelona: ..... ¿Por qué?
Hermes: ¡Porque Zeus quiere que vaya todo el mundo!
Quelona: ¿También los titanes? (dijo con una sonrisa burlona).
Hermes: No te hagas la graciosa. (Dijo con una vena palpitando en la frente).
Quelona: Agg... Hermes, no quiero ir. Es mucha molestia. (Diría con una cara de sueño).
Hermes: A ver, Quelona, solo tienes que ir, quedarte un rato y luego te vas a vaguear.
Quelona: Emmm... lo pensaré.
Hermes: No lo pienses, solo hazlo. (Se va a ir hasta que me vio). A propósito, ¿quién es él?
Quelona: Es, por así decirlo, mi sirviente.
Mateo: A cambio de techo y comida. Y me llamo Mateo.
Quelona: Sí, sí. Como digas.
Hermes: Bueno... al carajo. Zeus dijo todo el mundo. Tú, humano, también debes ir.
Mateo: ¿Ok?
Hermes: (se acerca y me susurra) Asegúrate de que esta ninfa vaya. (Deja de susurrar). A propósito, la boda será mañana al mediodía.
Asentí, y Hermes se fue volando. Quelona inmediatamente se fue a su cama a dormir, y yo fui corriendo a terminar el proyecto a tiempo.
A la mañana siguiente.
Terminé el proyecto a tiempo. Vi que apenas salía el sol, así que rápidamente preparé el desayuno y, como siempre, Quelona estaba dormida.
Después comenzó la tarea más difícil de todas: despertar a Quelona.
Mateo: Quelona, a despertar. (Movía su hombro para despertarla).
Quelona: Mmm... ¿qué pasa?
Mateo: Ya está el desayuno, y hay que prepararnos para la boda.
Quelona: Mmm... un ratito más.
Mateo: (Ahora que lo reflexiono, ella se convierte en tortuga por faltar a la boda... pero, ¿qué me hará a mí Hermes? Tengo miedo). Quelona, por favor. No podemos perder tiempo.
Quelona: ¿Y a ti por qué te importa? (No puedo contestar eso como si nada). Entonces no molestes; iremos cuando no tenga sueño.
Mateo: Esto no está en discusión.
Quelona: (ella me miró con molestia). ¿En serio? ¿Qué harás? (Dijo de forma desafiante y luego se aferró a las sábanas).
Mateo: (Piensa: ¿qué harás, qué harás, qué harás? ¡Ya sé!)
Y se preguntarán: ¿cómo hiciste para levantar a alguien vago de la cama? Fácil, a la antigua.
Agarré a Quelona y la cargué hasta afuera. Ella parecía no entender y quiso liberarse de mi agarre, pero no lo permití.
Cuando llegamos al estanque, hice lo más lógico: la lancé al agua.
¿Qué? ¿Acaso los vagos que no se levantan de la cama no los despiertan con agua fría?
Del estanque emergió una Quelona totalmente enfadada y empapada por el agua helada.
Mateo: Ahora podemos...
No pude terminar porque Quelona me arrojó una piedra que golpeó mi cara.
Entonces se abalanzó sobre mí y me dio una serie de cachetadas.
Quelona: (se levantó y fue a la casa). Tienes suerte de que no puedo dormir con frío.
Me levanté sobándome la cara. Después fui donde dejé mi proyecto, lo tomé y fui donde estaba Quelona.
Ella estaba tomando el desayuno y me dirigió una mirada de molestia.
Mateo: Je, je. Quería darte algo.
Quelona: ¿Qué es? (Dijo de forma desinteresada).
Mateo: (Le muestro el proyecto, que es una toga para mujer). Es para agradecer el hospedaje, y puedes usarlo en la boda.
Ella miró la toga con una cara de confusión, pero igualmente la aceptó. Me dijo que me retirara para que pudiera cambiarse.
Esperé un rato, y ella salió vistiendo la toga.
No es por ser orgulloso, pero lo hice a medida.
Mire el cielo; el sol ya estaba en el medio. Me fui a cambiar y me puse mi toga.
Entonces fuimos a la boda, pero como no sabía a dónde ir, Quelona me guió.
Tardamos una hora, pero llegamos al lugar donde se celebraría el matrimonio de Zeus y Hera.
Y juro que nunca en la vida me he sentido más incómodo y nervioso que este día.
Varias ninfas y uno que otro dios nos miraban. No sé si era por la presencia divina en el lugar, pero me inquietaba que seres míticos capaces de transformarte en animales te quedaran mirando.
Veo de reojo a Quelona, y ella no les prestaba atención; ponía una cara de sueño.
Nos sentamos en una mesa, y ella se recostó en esta.
Miro de forma disimulada el lugar, que es bastante hermoso, y ni hablar de los invitados. Son seres bellos y hermosos que desprenden un poder inquietante para mí.
Veo cómo los recién casados aparecen y hacen un brindis.
La presencia de Zeus para mí es aterradora, y a su lado está Hera, quien es, sin exagerar, una belleza universal. Aunque también desprende un poder terrible, no aterroriza tanto como Zeus.
Veo a Hermes, que mira hacia nuestra dirección y pone una mueca de disgusto. Veo a Quelona, y ella está durmiendo apoyándose sobre la mesa.
La reincorporo y la despierto. Ella se molestó por eso, pero me da igual. No quiero ser un animal por su culpa. Vuelvo a ver a Hermes, y él suspira y me sonríe.
Después del discurso hipócrita de Zeus, comenzó la fiesta.
Quelona se levantó como yo, y nos íbamos a ir, pero fuimos interceptados por un grupo de mujeres.
Quelona: Hola, ¿qué quieren, chicas?
???1: Ha pasado tiempo, hermana.
???2: Sí, casi no sabemos nada de ti.
Mateo: Amm... Quelona, ¿quiénes son?
Quelona: Oh, sí. Ellas son las Oreades. O sea, mis hermanas.