Perspectiva de Quelona:
Estoy despertando de un sueño que, a diferencia de mis otros dulces sueños, este era amargo por alguna razón. Trataba de mí, sola en mi casa... y ya. Lo sueño todos los días, pero esta ocasión me dejó con un mal sabor de boca.
Abrí los ojos y ahí estaba Mateo limpiando la casa. Me reincorporé y me levanté de la cama. Mateo me saludó y le devolví el saludo. Me dirigí a la mesa, me senté en la silla, y Mateo me sirvió un vaso con agua y un plato con frutas.
Comencé a comer las frutas mientras lo observaba barriendo. Esbozaba una sonrisa que ni se molestaba en disimular.
Me dio curiosidad esa actitud. ¿Qué habrá hecho en la fiesta?
Quelona: Mateo. (Él me miró). ¿Cómo fue el casorio?
Cuando le pregunté eso, un tinte rojo apareció en sus mejillas y se notaba nervioso.
Mateo: Fu... fue espléndida. Los dioses son muy intensos, y me cayeron bien tus hermanas.
Quelona: (Mmm... conociendo cómo son mis hermanas...) ¿Lo hiciste con una de ellas? (Pregunté seria).
Mateo: ¿Ha... hacer qué? (Preguntó con inocencia).
Quelona: Sabes a lo que me refiero. (Le dije con más seriedad).
Mateo: No, no las toqué, pero... (Parecía indeciso).
Quelona: ¿Pero qué?
Mateo: Amaltea me dio un beso en los labios.
... ¿Amaltea lo besó? Eso es... extraño. Más, considerando que Amaltea es la más sensata de todas.
Quelona: ¿En serio? (Él solo asintió). Qué mal gusto tiene mi hermana.
Mateo: (Frunció el ceño). Por lo menos tiene gusto, a diferencia de una soltera que está cerca mío. (Dijo eso antes de salir por la puerta).
Quelona: ¡¿Qué has dicho, humano?! (Le grité molesta por ese comentario).
Como sea, será inútil perseguirlo. Me levanté y volví a la cama a dormir, pero no sé por qué me siento mal por ese comentario.
Perspectiva de Mateo:
¿Pero qué fue eso? Me siento "mal" por haberle dicho eso, pero hay ocasiones en que me saca de quicio... Igualmente, veré si consigo algo para disculparme después.
Mmm... por alguna razón, el cielo está muy nublado y se escuchan muchos truenos. ¿Qué pendejada hizo Zeus ahora?
Sigo caminando por el bosque hasta que llego a un claro y... ¡Wow! Un campo de amapolas rojas. Qué lindo.
Me acerqué, me agaché y rosé los pétalos de las flores. Mmm... ¿y si llevo algunas a Quelona para disculparme? No, ella me las tiraría en la cara... ¿Con este tipo de flor se pueden hacer drogas...?
¿?: ¡Oye, humano! ¡¿Qué crees que haces?!
Escuché un grito de mujer, me levanté rápidamente y miré hacia la dirección de la voz. Vi a una mujer de piel color pera, cabello largo color cereza y ojos color trébol. Llevaba una túnica verde lima. Era linda a simple vista, pero su expresión era de molestia y nerviosismo.
Mateo: ¿Disculpa?
¿?: ¿Has arrancado una amapola? (Preguntó preocupada).
Mateo: No. ¿Quién eres?
¿?: Me llamo Alseide. Soy una ninfa de las rosas.
Mateo: Oh, me llamo Mateo. (¿Por qué me suena ese nombre?).
Se empezaron a escuchar truenos, y juraría que con cada minuto que pasa, el cielo se pone peor.
Mateo: Deben estar muy molestos ahí arriba. (Comenté inconscientemente).
Alseide: Sí. (Dijo nerviosa, mirando al cielo). Por alguna razón, Zeus está molesto, y mi madre está tratando de negociar con él.
Mateo: ¿Tu madre? ¿Quién?
Alseide: Soy hija adoptiva de la diosa Deméter.
Espera... Alseide... Deméter... amapolas... Zeus... No me digas que...
No pude seguir pensando porque Alseide cayó al suelo de dolor. Era lógico, porque un rayo cayó en la tierra protegida por las amapolas. Alseide fue la primera ninfa de las flores. Ella se sacrificó para que la tierra no fuera dañada por el arrebato de ira de Zeus.
Una tormenta eléctrica comenzó a azotar la tierra con violencia. Alseide lanzó un grito de dolor, y sus lágrimas no tardaron en brotar.
Corrí hacia ella, la tomé en brazos estilo nupcial y me dirigí a un árbol cercano para protegernos.
Alseide temblaba, lloraba y en su cuerpo se formaban heridas en la piel, parecidas a quemaduras y moretones. Lo único que podía hacer era tranquilizarla. Acaricié su cabeza y traté de usar mi voz para calmarla. Ella se aferró a mi túnica con fuerza mientras se quejaba del dolor.
La tormenta comenzó a cesar poco a poco. Cuando el entorno parecía calmarse, vi a Alseide. Estaba llorando con los ojos cerrados, temblando y quejándose. Algunas de sus heridas sangraban.
Corrí con ella al lago más cercano para limpiar sus heridas.
Al llegar, arranqué un pedazo de mi túnica, la remojé en el agua y comencé a limpiar sus heridas.
Mateo: No entiendo. No deja de sangrar.
Alseide: L-la... las a-a-amapo-polas... forman... parte de mí...
Mateo: (Pasé el paño por su frente). Lo que no entiendo es por qué te arriesgaste tanto.
Alseide: Ma-madre... es... su do-dominio...
Mateo: Pero ahora estás al borde de la muerte. (Saqué más tela de mi túnica y comencé a vendar algunas zonas).
Alseide: Du-duele... ¿por... por qué me ayudas?...
Mateo: Porque ibas a morir. Si buscas una respuesta ambiciosa o interesada de mi parte, nunca la encontrarás. Yo solo hago las cosas porque las hago, no hay otra respuesta.
La ninfa abrió los ojos y me miró fijamente.
Alseide: ¿Ma-madre?
Mateo: ¿Qué?
¿?: Humano.
Un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar esa voz. Volteé lentamente y vi a una mujer de piel verde, cabello azul y ojos ámbar. Me miraba con molestia.
Inmediatamente dejé a Alseide suavemente en el suelo y me reincorporé rápidamente.
Mateo: ¿U-usted es la di-diosa De-Deméter? (Pregunté nervioso).
Deméter: Correcto. Y si no quieres que te maldiga, vete ahora.
Ella parecía realmente enojada conmigo, aunque no entendía por qué. Asentí y me fui corriendo lo más rápido posible a casa.
Al llegar, Quelona estaba comiendo unas frutas en la mesa. Al verme, gruñó y frunció el ceño, pero eso cambió a una mirada de confusión.
Quelona: ¿Qué le pasó a tu túnica?
Mateo: Amm... Larga historia.
Quelona: Ok. (Dijo, y siguió comiendo).
Mateo: Amm... Quelona. (Ella me miró). Te quería pedir perdón por lo que te dije hace rato.
Quelona: (Frunció el ceño). Como sea, no importa.
Mateo: ¿Lo tomo como un gesto de aceptación?
Quelona: Tómalo como quieras.
Después de disculparme, fui donde hacía la ropa y traté de ver si podía reparar mi túnica. Ahora es unos 23 cm más corta, si no me equivoco. Me tomará tiempo repararla. Fui afuera para buscar lino o alguna enredadera para coser.
Dos días después
Después de un par de días, no encontré nada. Quizás no es temporada.
Quelona: ¿Qué haces?
Mateo: ¡Ah!
¿Cuándo apareció Quelona? Ella estaba detrás de mí, y del susto me retorcí un poco.
Mateo: ¿Quelona? ¿Qué haces afuera?
Quelona: ¿Cómo que qué hago afuera? Me dieron ganas de caminar un rato, un suceso que ocurre una vez cada tanto, si no me equivoco.
Mateo: ... ... ...
Quelona: ¿Qué?
Mateo: No eres Quelona. ¿Quién eres? (Pregunté serio).
Quelona: ¿De qué hablas? Soy...
Mateo: Quelona es tan vaga que a veces tengo que levantarla de su cama para que coma en la mesa. Así que dime, ¿quién eres?
Quelona: A-ammm... ok.
La falsa Quelona se destransformó y se convirtió en Alseide.
Mateo: ¿Alseide?
Alseide: Así que, ¿aquí vives? (Preguntó curiosa).
Mateo: Sí... ¿Dónde está Deméter?
Alseide: Está en el Olimpo.
Mateo: Y... ¿qué haces aquí?