```
—¡Bájate de encima! —siseó, su voz sonando tan fuerte y segura como podía hacerla, a pesar de que la vergüenza se extendía por su cuello, enrojeciendo su rostro con bochorno.
—No.
—¿No? —Violeta repitió incrédula.
—Sí —sonrió esa sonrisa astuta y segura de sí misma—. Pero tú puedes hacer que lo haga.
Los ojos de Violeta brillaron con desafío. ¿Pensaba él que no podría? Ella le demostraría que estaba equivocado.
Ella empujó contra sus hombros, intentando tirarlo de encima de ella. ¡Dioses arriba! Era como intentar mover una pared inamovible. No se movió ni un centímetro.
Aunque le sorprendía cómo no la aplastaba debajo de todo su peso, él seguía irritantemente inmóvil. Violeta lo intentó una y otra vez, tensando los músculos mientras jadeaba de agotamiento. Su frustración creció hasta que no pudo contenerse más.
—¡Bastardo! —maldijo, mirándolo con toda la furia que pudo reunir, especialmente sabiendo que él lo hacía adrede.