Un frío como nunca antes se había enterrado profundamente en la piel de Violeta, helándola hasta los huesos. Los pasos que daba por el pasillo vacío se sentían pesados, casi robóticos, como si hubiera sido desconectada de su propio cuerpo.
Nada tenía sentido ya. No cuando su cabeza giraba con mil pensamientos, todos chocando entre sí como olas en una tormenta violenta. Era como si el mundo se hubiera inclinado fuera de su eje, y ella se quedara agarrándose de cualquier cosa para recuperar su equilibrio.
Sus instintos siempre le habían susurrado que debía desconfiar de Asher, y ahora sabía que habían estado en lo cierto todo el tiempo.
—Tú, mi reina morada, tomarás el lugar de Elsie —esas palabras seguían resonando en la cabeza de Violeta, atormentándola mientras las reproducía una y otra vez. Se repetían en su mente, como un disco rayado que se negaba a detenerse.
Era escalofriante.