Estaban a punto de llegar al campo de atletismo para el entrenamiento de hoy, cuando alguien dijo en voz alta, atrayendo su atención —Apuesto a que el entrenamiento va a ser brutal. No puedo esperar para ver a los humanos fracasar miserablemente, como las débiles criaturas que son.
La cabeza de Violeta giró hacia el imbécil que había hablado, y aun sin Lila, su enciclopedia humana de información, juzgando por sus palabras, ya podía decir que era un hombre lobo.
Solo esos arrogantes hombres lobo se regocijarían de la miseria humana. Quizá realmente estaba prejuiciada después de todo, porque Violeta aún no creía en el concepto de humanos y hombres lobo coexistiendo pacíficamente en una escuela. Era una catástrofe esperando explotar en sus caras.
El hombre lobo debió haber sentido su mirada fija porque se giró, y su mirada se trabó con la suya. Pareció momentáneamente desconcertado, pero luego sus ojos se estrecharon, y gruñó —¿Qué miras, presa?