—Violeta no fue la primera en terminar la carrera; ya había hombres humanos que lo habían logrado con su fuerza masculina, por no mencionar a Lila también. Pero entonces, tampoco fue la última.
—Sin embargo, la carrera había terminado y ahora el resultado era obvio: quienes la habían completado y quienes se habían rendido a mitad de camino. Y entre los que se rindieron, Violeta vio a Daisy Fairchild.
—¡Maldita sea! —maldijo Violeta cuando vio a Daisy mirando a su alrededor con lo que parecía una expresión descorazonada y lágrimas en sus ojos.
—Cuando sus ojos se encontraron, fue como si la emoción golpeara directamente en el pecho de Violeta. Ella no la había ayudado, habiendo estado ocupada con Ivy. Y ahora la culpa la golpeaba fuerte.
—Lila debió haberse dado cuenta del intercambio y recogió sus pensamientos porque dijo:
—No es tu culpa. No puedes salvar a todos, Violeta.
—Luego, como si quisiera aligerar el ambiente, agregó con tono alegre: