Violeta se agitó en su sueño, unos brazos fuertes envolviéndola. Se sentía tan bien que instintivamente se inclinó hacia el calor, murmurando palabras pequeñas e incomprensibles. Nunca se había sentido tan segura y protegida.
Sin mencionar, su aroma era oscuramente embriagador, una mezcla compleja y estratificada que parecía envolverla con una atracción innegable.
Era una mezcla peligrosamente seductora de cedro ahumado y especias oscuras, entrelazada con un agudo toque de ozono. Había un borde de hierro, crudo e inquietante, pero suavizado por una dulzura tenue como el jazmín que florece en la noche.
Se envolvía a su alrededor, obligándola a inhalarlo, incluso cuando instintivamente sabía que no debería.