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—Atenea, hey, no te ves bien. ¿Cuál es el problema? —La voz de Aiden estaba teñida de preocupación mientras se acercaba a ella, pero Atenea simplemente suspiró, insegura de cómo responder.
—Ella mantuvo su silencio, sintiendo el peso de su agotamiento presionando sobre ella. En lugar de eso, abrió la puerta del coche y se deslizó en el asiento del pasajero delantero.
—Aiden, sintiendo que algo no estaba bien, se apresuró al lado del conductor, frunciendo el ceño más fuerte mientras buscaba respuestas en su rostro.
—Atenea, ¿cuál es el problema? —preguntó con delicadeza una vez que se acomodó.
—Solo el trabajo. Estoy cansada —respondió ella, negando con la cabeza despectivamente, como si su cansancio fuera un manto todopoderoso que no podía quitarse de encima.