Así se formó una gran espiral plana, con nebulosas y estrellas girando en armonía alrededor del agujero negro. Dentro de ella, reinaba una calma absoluta, un remanso de paz en medio de la vastedad cósmica. Pero fuera de ella, el caos se desataba. La fuerza gravitacional del agujero negro había alterado el equilibrio de otras galaxias, planetas y estrellas, arrastrándolos hacia una transformación que ni la conciencia universal podía prever ni controlar.
La "nueva dimensión" había comenzado a reconfigurar la realidad, desbordando los límites del orden conocido. La conciencia universal, aunque omnipresente, se encontraba impotente ante el alcance del caos que se desbordaba más allá de la espiral. Las leyes de la física eran modificadas, los mundos chocaban y las estrellas morían o nacían en un continuo y vertiginoso ciclo.
Era un universo en metamorfosis, donde el tiempo y el espacio ya no seguían su curso habitual.