El mundo cambió en una sola noche. Nadie supo el origen del caos, pero al amanecer, las reglas habían cambiado. La humanidad descubrió, en medio del desconcierto, que cada muerte traía consigo una recompensa: fuerza, velocidad, resistencia... y una ominosa sensación de poder.
Alessio lo escuchó primero en la radio de un mercado abandonado. "Mientras más personas mates, más fuerte te vuelves", decía una voz ronca con tintes de desesperación. Al principio, pensó que era un mal chiste o un desvarío. Pero al salir de la ciudad de Lima y refugiarse en las afueras, el caos se volvió imposible de ignorar. Gritos, disparos, edificios en llamas... Era un nuevo orden mundial. Un orden oscuro y sangriento.
Durante semanas, Alessio sobrevivió como pudo. Vagaba entre ruinas, buscando comida entre los restos de supermercados saqueados o recolectando lo que la naturaleza aún le ofrecía. En cada esquina, el peligro acechaba: hombres y mujeres dispuestos a todo por "subir de nivel". El peso de la realidad le oprimía el pecho. No era un asesino. Nunca había sido violento. Pero sabía que, tarde o temprano, tendría que tomar una decisión.
Una tarde, mientras rebuscaba entre los restos de un restaurante en los alrededores, escuchó algo que le llamó la atención en una pequeña radio que había encontrado intacta. "Atención, supervivientes. En el puerto de Chancay se ha formado una alianza. Un buque se ha convertido en la base principal, liderada por un hombre que busca la paz. Este líder, conocido como 'El Jefe', está acompañado por Dina Bulter, actual presidenta del Perú. Aquellos que deseen unirse deben dirigirse al puerto. No están solos. Juntos podemos resistir."
Alessio apretó los labios. ¿Una alianza? ¿En serio alguien creía que la paz podía existir en este mundo? Pero la idea de un lugar seguro era tentadora. Con su mochila medio vacía y el estómago rugiendo, evaluó sus opciones. Llegar a Chancay sería un viaje de días, a pie y con peligros en cada esquina. Sin embargo, quedarse donde estaba solo significaba una cosa: muerte lenta.
—Vaya, esto me queda a unos días a pie —murmuró, mirando la radio como si pudiera responderle—. Lo más probable es que no llegue, teniendo en cuenta cuántos locos desean subir de nivel matando personas. Es muy complicado.
Se puso en pie, sintiendo el peso de su decisón. Tendría que moverse con cautela, evitar enfrentamientos y, si era necesario, defenderse. Las sombras de la tarde comenzaban a alargarse, y el aire cargado de humo y cenizas le recordó que el tiempo era un lujo que no podía permitirse.
Mientras avanzaba por los caminos polvorientos, Alessio no podía dejar de preguntarse cuánto más duraría su moralidad en un mundo donde cada vida tenía un precio. ¿Podría mantener su humanidad? O, como tantos otros, ¿terminaría sucumbiendo a la sed de poder?
Autor: Alessio Abarca