Chereads / LAS CRÓNICAS DE AINCRAD | Vol. 1 / Chapter 23 - 23. La Flor del Pantano

Chapter 23 - 23. La Flor del Pantano

Finalmente, el equipo llegó a la Aldea de Morthal, un pequeño asentamiento rodeado por árboles retorcidos y una constante neblina que cubría el área como si fuera un escenario de cuento sombrío. Las casas de madera ennegrecida y el débil brillo de las lámparas de aceite daban una sensación tanto de refugio como de inquietud. Sin perder un segundo, Thysu y el alquimista NPC Paracelso se dirigieron al laboratorio alquímico del pueblo para trabajar en la poción antitoxinas que podría salvar a Kirito.

Kirito, por su parte, se dejó caer sentado cerca de una roca frente al pequeño pozo de agua central de la aldea. Aunque intentaba parecer calmado, el sudor que empapaba su frente y los movimientos lentos de sus manos revelaban el desgaste físico y mental que le había costado llegar hasta ahí. Rosa, quien no dejaba de observarlo, dio un paso hacia él, pero una figura más rápida llegó antes.

Ene, con un trote elegante, se acercó hasta Kirito y bajó su cabeza frente a él, sujetando con un pequeño objeto que brillaba tenuemente en la penumbra: el Colgante de la Luz Eterna.

—¿Qué es esto? —preguntó Kirito, con el cansancio marcando su voz.

—Un pequeño regalo —respondió Ene, con un tono sereno pero firme— Estuve monitoreando tu salud todo el tiempo, y sabía que estabas al límite. Este colgante aumentará la regeneración de tu HP fuera de combate. Ahora solo tendrás que tomar una poción cada minuto y medio, no cada treinta segundos.

Kirito tomó el colgante con manos temblorosas, colocándoselo alrededor del cuello. En cuanto lo hizo, un cálido resplandor lo envolvió brevemente, y el agotamiento que había estado drenando su energía pareció disminuir ligeramente.

—Gracias, Ene... —dijo, con una leve sonrisa.

Antes de que pudiera añadir algo más, Rosa dio un paso al frente, cruzando los brazos.

—¿Tienes idea de la locura que hiciste allá atrás, Kirito? —comenzó Rosa, con una mezcla de reproche y gratitud en su tono.

Kirito desvió la mirada, preparado para recibir una reprimenda, pero Rosa continuó, esta vez con una sonrisa sincera en el rostro.

—Salvaste mi vida... Y la de todos. No voy a regañarte, porque creo que nunca podré agradecerte lo suficiente.

Kirito sintió el calor de las palabras de Rosa y, por un instante, una cercanía especial se formó entre ellos. Sin embargo, su instinto juvenil traicionó el momento: sus ojos cayeron inevitablemente hacia el escote de Rosa, donde sus pronunciados senos estaban apenas cubiertos por su armadura.

Rosa notó el movimiento, pero no se molestó. En cambio, soltó una risa divertida que rompió la tensión.

—¿En serio, Kirito? ¿Después de todo eso? —preguntó entre risas, colocando una mano en su cadera.

Antes de que Kirito pudiera responder, Ene levantó la cabeza, dándole un codazo y lanzándole una mirada de reproche.

—¡Oye, pervertido! ¿Podrías enfocarte en tu recuperación y no en... otras cosas?

La cara de Kirito se puso completamente roja, y rápidamente se levantó, alejándose unos pasos.

—¡Lo siento! ¡No quería...! Es que... ¡No es lo que parece! —balbuceó, claramente avergonzado.

Mientras se alejaba para intentar calmarse, Rosa soltó una carcajada más fuerte, divertida por la reacción de Kirito.

—Es adorablemente fácil de avergonzar, ¿no crees? —le dijo a Ene, quien solo bufó en respuesta.

A unos metros, Serif, MILF y Yezzy estaban sentados juntos en la hierba, agotados. Cada uno sostenía una poción de salud, bebiendo lentamente para recuperar el HP que les quedaba.

—Dios, pensé que íbamos a morir ahí dentro —dijo MILF, con una mezcla de cansancio y alivio.

—¿Solo lo pensaste? Yo lo di por hecho un par de veces —respondió Serif, recostándose y dejando escapar un largo suspiro.

Yezzy, por su parte, estaba más callado de lo usual. Observaba la interacción entre Rosa y Kirito con una sonrisa apenas perceptible, como si estuviera evaluando algo.

—Típico Kirito —murmuró para sí mismo, sacudiendo la cabeza—. Siempre buscando salvar el día... aunque le cueste la vida.

El grupo, aunque agotado, comenzaba a relajarse. El combate había terminado, y ahora solo quedaba esperar que Paracelso y Thysu lograran completar la poción a tiempo para curar a su compañero y seguir adelante.

Rosa, con un gesto decidido, se dirigió al grupo mientras revisaba la bolsa de Col que habían ganado en la misión. Con una sonrisa ligera pero firme, se acercó a Ene, quien estaba atenta a cualquier instrucción, y le entregó una buena suma de dinero.

—Ene, ve y alquila habitaciones para todos en la mejor posada que encuentres. Después de lo que atravesamos, creo que merecemos un buen descanso, aunque sea por una noche.

Ene asintió, su pelaje brillando bajo la tenue luz de las antorchas de la aldea.

—Entendido, Rosa. Me encargaré de que todos estén cómodos.

Yezzy, Serif y MILF, exhaustos, la siguieron inmediatamente, con expresiones que mezclaban agotamiento y alivio. Thysu, sin embargo, se quedó con Paracelso en el laboratorio alquímico, completamente concentrado en terminar la poción para Kirito.

Mientras tanto, Kirito permanecía cerca del pozo, con la mirada perdida y el colgante que le había dado Ene descansando sobre su pecho. Rosa aprovechó que todos se habían dispersado y se acercó a él, su armadura reflejando el tenue brillo de la luna que comenzaba a asomarse entre las nubes.

Kirito notó su presencia y, visiblemente avergonzado por lo ocurrido antes, intentó disculparse, hablando rápido y sin mirar directamente a los ojos de Rosa.

—Yo... Lo siento mucho por lo de antes, Rosa. No fue mi intención, simplemente...

Antes de que pudiera terminar, Rosa levantó una mano con una sonrisa tranquila para detenerlo.

—Kirito, no te preocupes tanto por eso.—dijo con un tono casual, pero honesto.

Kirito parpadeó, sorprendido, sin saber cómo responder. Las palabras de Rosa lo dejaron sin aliento por un momento, y solo logró asentir tímidamente, rascándose la nuca con incomodidad.

Rosa aprovechó la pausa para dar un paso más cerca de él, suavizando su tono de voz.

—Pero más importante que eso... Quiero agradecerte, Kirito. Por todo lo que hiciste. Arriesgaste tu vida varias veces para protegernos, especialmente a mí, y no sé cómo podré compensártelo.

Kirito negó con la cabeza rápidamente, recuperando algo de su compostura.

—No necesitas compensarme. Yo solo... hice lo que cualquiera haría.

—No, Kirito. No cualquiera haría lo que tú hiciste —respondió Rosa con seriedad—. También me mostraste que tengo que ser más cuidadosa, especialmente cuando hablo de ser una beta tester. No quiero poner en peligro a nadie más por eso.

Hubo un momento de silencio entre ambos, lleno de un entendimiento mutuo que no requería palabras. Rosa dejó escapar una pequeña sonrisa y decidió cambiar la dirección de la conversación.

—Por cierto, esta aventura ha sido... bastante increíble. A pesar de lo difícil que fue, me alegra haberla vivido contigo y con los demás.

Kirito levantó la vista, un destello de gratitud en sus ojos.

—Sí, yo también lo creo.

Entonces, Rosa tomó aire, como si estuviera reuniendo valor para decir algo más.

—Kirito, ¿te gustaría ser mi amigo? —preguntó directamente, con una mezcla de timidez y esperanza en su voz.

Kirito quedó momentáneamente sorprendido por la pregunta, pero su sorpresa se desvaneció rápidamente, reemplazada por una sonrisa genuina.

—Claro, no veo razones para negarme.

Ambos activaron el menú de su interfaz al mismo tiempo, y en cuestión de segundos, una notificación apareció frente a sus ojos: "Rosa ha sido añadida a tu lista de amigos."

Rosa sonrió ampliamente, visiblemente feliz por la respuesta de Kirito.

—Entonces, supongo que esto hace oficial que somos amigos, ¿no?

—Sí, así parece —respondió Kirito, su timidez disipándose un poco.

Ambos compartieron una pequeña risa, y en ese momento, la atmósfera pareció aliviarse por completo, sin embargo, el brillo momentáneo en los ojos de Kirito se desvaneció tan rápido como apareció, y su mirada cayó hacia el suelo. Rosa no tardó en notar el cambio en su actitud.

—¿Qué sucede, Kirito? ¿Por qué esa cara tan triste?

Kirito tardó en responder, su voz saliendo con dificultad, como si cada palabra pesara toneladas.

—Es solo que... No puedo evitar sentirme culpable.

Rosa frunció ligeramente el ceño, acercándose un poco más a él.

—¿Culpable? ¿Por qué?

Kirito suspiró profundamente, evitando el contacto visual. Su voz era baja, casi un susurro.

—Por estar aquí, con ustedes. Por formar parte de este grupo, aunque sea temporal. Todos ustedes... lograron algo especial en tan poco tiempo, y yo... no merezco estar aquí.

Rosa lo miró con extrañeza, pero permaneció en silencio, esperando que continuara.

—Abandoné a mi primer amigo en este mundo... Klein. Lo dejé atrás, sin una excusa válida, sin siquiera mirar atrás. Él... y sus amigos. Todo porque tenía miedo. Miedo de que murieran por mi culpa.

Las palabras comenzaron a fluir, como si las hubiese contenido durante demasiado tiempo.

—Ese miedo... lo he sentido cada vez que hemos estado en peligro esta noche. No soy capaz de dar órdenes claras, de hacer que todos entiendan mis estrategias. Siento que, en cualquier momento, puedo equivocarme y...

Se detuvo, tragando saliva con dificultad antes de continuar.

—Y si Klein ya está muerto, entonces todo esto... todo el tiempo que he pasado haciéndome más fuerte, solo ha sido una forma de huir de la verdad. De huir de él.

El silencio que siguió fue pesado, lleno de emociones no dichas. Rosa observó al joven frente a ella, quien claramente llevaba más peso del que cualquiera de su edad debería cargar. No lo pensó dos veces.

Sin previo aviso, Rosa se acercó y lo envolvió en un abrazo cálido, sin darle oportunidad de retroceder. La cabeza de Kirito quedó apoyada sobre su pecho, rodeada por la suavidad y el calor de su cuerpo.

—Kirito, basta —dijo Rosa, con una voz suave pero firme.

Kirito quedó inmóvil, sorprendido por el gesto, pero no intentó alejarse. Algo en ese abrazo hizo que las palabras de Rosa lo alcanzaran con una claridad que no esperaba.

—Es normal tener miedo, y es normal sentir culpa. Pero no puedes seguir castigándote por algo que no puedes cambiar. No sabemos qué pasó con Klein, pero lo que sí sé es que tú no eres un cobarde, Kirito. Esta noche lo has demostrado.

Kirito intentó responder, pero Rosa no le dio oportunidad.

—Has protegido a todos, incluso poniendo en riesgo tu vida más veces de las que puedo contar. Eso no lo hace alguien que huye, sino alguien que está dispuesto a luchar, incluso cuando siente miedo.

Kirito sintió cómo el nudo en su pecho comenzaba a aflojarse. El calor de Rosa y sus palabras comenzaban a disipar la nube oscura que había cargado durante tanto tiempo.

—Y si realmente quieres enfrentarte a lo que pasó con Klein —continuó Rosa—, entonces hazlo. Pero no te tortures. Dale un sentido a tu fuerza, Kirito.

Kirito cerró los ojos, permitiendo que las lágrimas que había contenido durante tanto tiempo se deslizaran por su rostro. No dijo nada, pero su respiración temblorosa y la forma en que se relajó contra el abrazo de Rosa lo decían todo.

Rosa simplemente lo sostuvo, dejando que descargara su peso emocional. No importaba cuánto tiempo tomara; estaba dispuesta a quedarse ahí hasta que Kirito encontrara algo de alivio.

Ene llegó apresurada, entrando al laboratorio con la noticia de que ya había reservado las habitaciones en la posada, pero al encontrarse con la escena frente a sus ojos, sus palabras quedaron atrapadas en su garganta. Kirito estaba recostado sobre el generoso pecho de Rosa, quien seguía abrazándolo con una calidez inquebrantable.

Por un momento, Ene sintió una punzada en su pecho, pero decidió no interrumpir. Algo en los ojos de Kirito, aun desde la distancia, revelaba un dolor profundo que parecía estar disipándose bajo el cuidado de Rosa. Ene se cruzó de brazos, observando desde la puerta con una mezcla de resignación y comprensión.

"Siempre llego tarde", pensó para sí misma. Aunque deseaba ser la que consolara a Kirito, algo le decía que ese no era su momento. Así que optó por permanecer en silencio, dejando que Rosa terminara de brindarle el apoyo que necesitaba.

El abrazo de Rosa parecía haber logrado algo que Kirito no había sentido en mucho tiempo: alivio. Con una nueva determinación en su mirada, se irguió, todavía sintiendo el calor del contacto que acababa de recibir.

—Gracias, Rosa —dijo Kirito con un tono bajo pero firme.

Rosa asintió con una sonrisa.

—Siempre estaré aquí para ayudarte, Kirito. Somos un equipo.

Justo en ese momento, Thysu salió del laboratorio, seguido por Paracelso, el alquimista NPC, ambos mostrando rostros de satisfacción y cansancio.

—¡Lo conseguimos! —anunció Thysu, levantando un pequeño vial lleno de un líquido brillante de color esmeralda—. Esta es la cura para las toxinas.

Paracelso añadió con un tono orgulloso:

—Gracias a ustedes, no solo hemos completado esta misión, sino que también he podido perfeccionar esta receta. Es un hito en mi investigación.

Thysu le entregó el vial a Kirito, quien lo tomó con manos temblorosas pero decididas. Sin dudar, bebió el contenido, sintiendo de inmediato un cálido resplandor recorrer su cuerpo. En su pantalla, un mensaje apareció:

[Toxinas Neutralizadas]

Rosa, Ene y Thysu observaron a Kirito mientras el color volvía a su rostro y su barra de vida finalmente se estabilizaba.

Misión completada: "El remedio perdido"

Recompensas:

Todos los miembros del grupo han subido de nivel.

[Receta: Cura para toxinas] obtenida.

Thysu ahora puede usar laboratorios para crear sus propias pociones y remedios.

El grupo estalló en celebraciones moderadas. Estaban exhaustos, pero el alivio de haber superado este obstáculo era palpable.

Mientras todos discutían sobre el éxito, Ene se mantuvo al margen. Observó cómo Rosa no apartaba la mirada de Kirito, y cómo él parecía más relajado que antes. Suspiró suavemente y decidió que lo mejor sería no quedarse allí más tiempo.

Nadie lo notó de inmediato, salvo Kirito, quien levantó la mirada justo a tiempo para verla salir. Algo en su pecho se apretó al verla irse, pero no dijo nada. Se prometió a sí mismo que, más adelante, hablaría con ella. Había algo en su manera de cuidarlo desde la distancia que siempre le había llamado la atención.

Ene cerró la puerta detrás de sí, caminando hacia la posada con pasos lentos. Aunque trataba de no darle importancia, la imagen de Rosa abrazando a Kirito seguía repitiéndose en su mente. "Al menos él está mejor", pensó para tranquilizarse.

Mientras tanto, en el laboratorio, Rosa miró a Kirito una vez más.

—Ahora sí, Kirito, vamos a descansar. Ya has hecho más que suficiente por todos nosotros.

Kirito asintió con una leve sonrisa, aunque no pudo evitar echar un vistazo hacia la puerta por donde Ene se había ido. Algo le decía que debía hablar con ella pronto.

Kirito se levantó del banco del laboratorio con un ligero suspiro. A pesar de que las toxinas habían sido neutralizadas, el cansancio aún pesaba en sus músculos. Sin embargo, se sentía más ligero, no solo por la cura, sino también por el apoyo que había recibido de Rosa. A su lado, la guerrera lo miraba con una mezcla de satisfacción y determinación, asegurándose de que estuviera lo suficientemente fuerte como para caminar.

—Vamos —dijo Rosa con una sonrisa cálida—. Ene ya debe estar preparándolo todo en la posada. Necesitas descansar.

Kirito asintió en silencio, pero su mente seguía ocupada. La imagen de Ene saliendo del laboratorio y la forma en que había evitado mirarlo directamente no dejaban de rondarle. Algo no estaba bien, y sabía que no podía ignorarlo por más tiempo.

Mientras caminaban hacia la posada, Kirito y Rosa se encontraron con Yezzy, Serif y MILF, quienes habían salido a buscar algo de comer tras la ardua misión. Los tres lucían más animados, aunque todavía estaban algo agotados por los combates.

—¡Miren quién finalmente está de pie! —exclamó Yezzy, con su habitual tono burlón—. Pensé que tendríamos que cargarte hasta la posada.

—Es bueno verte mejor, Kirito —añadió Serif con una sonrisa amable.

MILF, por su parte, simplemente asintió, aunque había un destello de preocupación en su mirada.

—Gracias, chicos —respondió Kirito, intentando sonar despreocupado. Pero estoy bien ahora.

El grupo continuó hacia la posada, intercambiando anécdotas sobre la misión. Sin embargo, Kirito permanecía en silencio la mayor parte del tiempo, sus pensamientos aún centrados en Ene.

Al llegar a la posada, Rosa se detuvo frente a la recepción para confirmar las habitaciones con el posadero NPC. Mientras tanto, Kirito aprovechó para buscar a Ene. Sabía que no podía dejar pasar más tiempo sin hablar con ella.

La encontró en la habitación compartida de las mujeres, sentada en el borde de una cama mientras revisaba su inventario. Cuando Kirito entró, Ene levantó la mirada, sorprendida de verlo ahí.

—Kirito… ¿Qué haces aquí? —preguntó, aunque su tono era más de preocupación que de reproche.

Kirito cerró la puerta detrás de él y dio un par de pasos hacia ella.

—Ene, necesito hablar contigo.

Ene lo miró en silencio, esperando a que continuara.

—Sé que algo te molesta —dijo Kirito finalmente—. Siempre estás ahí, cuidándome, apoyándome… pero siento que me estoy aprovechando de ti. Y no quiero que sientas que no te valoro.

Ene bajó la mirada por un momento, jugando con las correas de sus guantes.

—No es eso, Kirito —respondió después de unos segundos—. Solo… a veces siento que llego tarde. Como si no pudiera hacer lo suficiente por ti.

Kirito frunció el ceño, sorprendido por sus palabras.

—¿Llegar tarde? Ene, siempre has estado ahí para mí. No sé qué habría hecho sin ti en muchas ocasiones.

Ene lo miró a los ojos, buscando alguna señal de mentira, pero no encontró ninguna. Finalmente, dejó escapar un suspiro y esbozó una leve sonrisa.

—Supongo que a veces soy demasiado dura conmigo misma.

—Tal vez un poco —admitió Kirito con una pequeña sonrisa—. Pero eso es lo que te hace ser tú. Y quiero que sepas que realmente aprecio todo lo que haces por mí… por todos nosotros.

Ene asintió, sus mejillas ligeramente sonrojadas.

—Gracias, Kirito. Eso significa mucho para mí.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, hasta que Kirito dio un paso atrás.

—Bueno, será mejor que te deje descansar. Mañana será otro día largo.

Ene asintió, observándolo mientras salía de la habitación. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que una pequeña carga había sido levantada de sus hombros.

Mientras el grupo se acomodaba en sus respectivas habitaciones, la calma comenzó a asentarse sobre ellos. Por primera vez en lo que parecía una eternidad, estaban a salvo, con tiempo para recuperar sus fuerzas.

Kirito se tumbó en su cama, mirando al techo. Aunque su cuerpo estaba cansado, su mente estaba tranquila. Había enfrentado parte de su culpa, había fortalecido lazos con sus compañeros y, lo más importante, había dado un paso hacia adelante.

Mañana sería un nuevo día, y aunque el peligro seguía acechando, por ahora, tenían algo que había sido un lujo hasta ese momento: esperanza.