Mientras el grupo avanzaba por el bosque hacia el área donde comenzaría la misión para convertir a Serif en un Domador de Bestias, Kirito caminaba en silencio detrás de todos, perdido en sus pensamientos. Observaba a Rosa, quien lideraba con confianza mientras coordinaba al grupo, a Ene, siempre atenta y diligente, y a los novatos como Thysu, MILF y Serif, quienes ahora se movían con más seguridad, aprendiendo rápidamente las complejidades del combate y el trabajo en equipo. Incluso Yezzy, con su actitud siempre arrogante, parecía estar disfrutando del avance del grupo.
Aunque Kirito no lo decía en voz alta, estaba orgulloso de lo lejos que habían llegado juntos. En su interior, sin embargo, la idea de abandonar el grupo comenzaba a tomar forma. No porque estuviera descontento o dudara de sus habilidades, sino porque sentía que su presencia podría ser un lastre. Había sido testigo de cómo este grupo de jugadores había crecido y comenzado a apoyarse mutuamente, mientras él aún cargaba con el peso de su pasado, con los fantasmas de las decisiones que había tomado y con el miedo latente de volver a fallarles.
Kirito pensaba en Klein. Recordarlo le hacía sentir una punzada de culpa. Había abandonado a su primer amigo en este mundo por miedo, y aunque ahora estaba más fuerte, más experimentado, aún no estaba seguro de tener el coraje para enfrentar esas emociones. Quizá la única forma de hacerlo era alejarse de este grupo antes de que llegaran a depender demasiado de él.
«Rosa puede liderarlos perfectamente. Los novatos están creciendo a pasos agigantados, y Ene y Yezzy pueden protegerlos sin problemas. No me necesitan», pensó Kirito mientras apretaba los puños.
A pesar de estas dudas, no pudo evitar sentirse feliz por ellos. Rosa, con su determinación, tenía el potencial de liderar un gremio fuerte y exitoso en el futuro. Los novatos estaban desarrollando habilidades raras que podrían convertirlos en jugadores importantes, y el equipo, en general, estaba más cohesionado que nunca.
Sin darse cuenta, dejó escapar una leve sonrisa mientras veía a Rosa girarse para darles indicaciones. Había algo inspirador en la forma en que tomaba el control y en cómo los demás confiaban en ella. Tal vez, pensó Kirito, este grupo ya tenía todo lo que necesitaba para avanzar sin él.
Sin embargo, por ahora, guardó sus pensamientos para sí mismo. Sabía que todavía tenían una misión que completar. Después de eso, quizá llegaría el momento de tomar una decisión sobre su lugar en este mundo y su camino a seguir.
Mientras el grupo avanzaba, Serif decidió compartir los detalles de la misión que lo llevaría a convertirse en un Domador de Bestias. Con cierto entusiasmo y algo de nerviosismo, explicó:
—Según lo que me dijo Argo, el evento clave ocurre cuando encuentras una bestia de bajo nivel herida en el bosque. La misión consiste en recolectar un alimento específico que se pueda encontrar cerca de la zona y ofrecérselo. Pero el punto más importante es cómo reaccionas ante la bestia. Tienes que actuar pacíficamente, sin asustarla ni atacarla, o el evento se cancelará. Todo depende de mantener la calma y acercarte con cuidado.
Rosa escuchó atentamente y, con un gesto decidido, tomó el mando de la situación. —Entonces está claro. Esta misión es tuya, Serif. Nosotros estaremos aquí solo para observar y asegurarnos de que nada interrumpa el proceso, pero no intervendremos a menos que sea absolutamente necesario. Es importante que completes esto por tu cuenta, o no tendrás lo que necesitas para obtener la habilidad de Domador de Bestias.
Serif asintió, visiblemente aliviado de tener el apoyo del grupo pero también consciente de la responsabilidad que recaía sobre él. Mientras seguían avanzando, Rosa delineó la estrategia:
—Nos mantendremos a una distancia prudente para no asustar a la criatura. Ene y Yezzy estarán atentos a los alrededores por si algún enemigo se acerca. Kirito y yo protegeremos la retaguardia. Thysu y MILF, asegúrense de vigilar las posibles rutas de escape. Pero recuerden, Serif debe ser quien se acerque a la bestia y complete la interacción. Si fallamos, tendremos que empezar desde cero, y no tenemos tiempo para eso.
El grupo asintió, cada uno ocupando su posición mientras se adentraban más en el bosque. La atmósfera estaba cargada de tensión y expectación. Por un lado, sabían que Serif tenía el potencial para lograrlo, pero también eran conscientes de los riesgos que enfrentaban si algo salía mal.
Serif, aunque nervioso, se sentía respaldado por sus compañeros. Sujetó con fuerza su espada y escudo, recordándose a sí mismo que esta era su oportunidad de demostrar que podía aportar algo único al grupo.
El momento de la verdad estaba cerca, y todos sabían que Serif debía dar lo mejor de sí. Sin embargo, también estaban listos para enfrentar cualquier desafío que pudiera surgir.
El grupo avanzaba con cuidado, el bosque en calma hasta que un sonido interrumpió el silencio: el eco de una pelea. Rugidos y gritos se mezclaban con el ruido de armas chocando contra algo. Apresuraron el paso, hasta llegar a un claro donde vieron la escena.
Un grupo de cuatro jugadores rodeaba a un zorro de un pelaje rojizo manchado de sangre. La criatura, claramente herida, intentaba defenderse desesperadamente, lanzando mordiscos y movimientos torpes contra sus atacantes.
—¡Deténganse!— gritó Serif, adelantándose impulsivamente.
Uno de los jugadores, un espadachín de armadura ligera, giró hacia él con desdén. —¿Qué dices, novato? Es un monstruo. Nos dará experiencia y puede que algún buen botín. Si no quieres problemas, mejor sigue tu camino.
Rosa lo sujetó por el hombro antes de que dijera algo más, pero fue Kirito quien dio un paso al frente, con una mirada fría y determinada.
—Eso no es solo un monstruo. Es parte de una misión clave para mi amigo,— dijo Kirito, su tono bajo pero cargado de autoridad. —Si lo matan, arruinarán su oportunidad. Les pido que se detengan ahora.
Los jugadores rieron. —¿Y qué si lo hacemos? Nadie nos va a detener. No hay reglas contra cazar en este juego."
Fue entonces cuando Yezzy avanzó, apuntando su lanza hacia el grupo, una sonrisa calculadora en su rostro. —Quizá no haya reglas contra cazar, pero ¿están listos para enfrentarse a nosotros si seguimos este camino? Porque les aseguro que no será divertido para ninguno de ustedes.
Ene también avanzó, su estoque brillando bajo la tenue luz que atravesaba los árboles. —Estamos intentando resolver esto con palabras, no con armas. Pero si insisten, no dudaremos en tomarlo por la fuerza.
El aire se llenó de tensión mientras ambos grupos se miraban con cautela. Por un lado, nadie quería un enfrentamiento directo. En este mundo, herir o matar a otros jugadores podía tener consecuencias graves, tanto prácticas como emocionales. Pero el grupo de Kirito sabía que no podían permitir que mataran al zorro.
Rosa dio un paso al frente, colocando una mano en el pomo de su espada. —Escuchen, hay una mejor manera de resolver esto. ¿Cuánto quieren por dejar al zorro en paz? ¿Dinero? ¿Ítems? Podemos negociar algo.
El líder del otro grupo entrecerró los ojos, visiblemente considerando la propuesta. —¿Y por qué deberíamos confiar en ustedes?"
Kirito, aún con la mirada fija en ellos, respondió con firmeza. —Porque no estamos aquí para matarlos. Pero si no quieren negociar, tampoco permitiremos que sigan atacando a la criatura. La elección es suya.
El silencio era casi insoportable mientras ambos lados sopesaban la situación. El zorro, aprovechando la pausa, intentó retroceder, cojeando. Era una criatura hermosa, con ojos brillantes que reflejaban miedo y desesperación.
Kirito observó con atención al grupo que rodeaba al zorro herido. Cada detalle era crucial. Eran cuatro jugadores, todos con equipo decente, pero no tan refinado como el de su propio grupo. Probablemente estaban en los niveles intermedios, entre el 7 y el 10, lo que los hacía lo suficientemente peligrosos como para no subestimarlos, pero también vulnerables si se les presionaba con las tácticas correctas.
El líder del grupo, un espadachín con armadura ligera, portaba una espada larga estándar. Su postura era confiada, pero Kirito notó que su armadura tenía ligeros desgastes, especialmente en los guanteletes y las grebas. Había sufrido combates recientes, lo que indicaba que su resistencia y durabilidad no eran óptimas. Sin embargo, su arma parecía bien cuidada, probablemente su mejor equipo.
A su derecha estaba un lancero, su lanza parecía ser de nivel intermedio, hecho de madera de ébano, con un brillo que sugería que estaba imbuido con algún efecto secundario, probablemente para ralentizar a sus objetivos. Vestía una túnica ligera que favorecía la agilidad, pero lo hacía vulnerable en un combate cercano. Los movimientos de sus manos eran rápidos y precisos, un oponente peligroso si lograba mantener la distancia.
A la izquierda se encontraba un bruto con un martillo de guerra, un arma imponente que requería fuerza bruta. Su armadura pesada estaba hecha de placas de acero, pero era evidente que su movilidad era limitada. Este jugador sería un problema si lograba acercarse, pero su lentitud lo haría fácil de esquivar. Kirito dedujo que probablemente era el tanque del grupo, diseñado para absorber daño mientras los demás atacaban.
Finalmente, detrás del grupo parecía ser una maga de apoyo, aunque en SAO no existía la magia, su rol se enfocaba en usar ítems de curación y bonificación para mantener al equipo en pie. Portaba una vara decorada, probablemente para canalizar efectos de sus objetos más rápido, y llevaba una túnica que protegía de ataques leves, pero no resistiría un golpe directo.
Kirito evaluó la situación rápidamente, considerando las posibilidades. Su grupo tenía la ventaja de la experiencia y la coordinación, pero no podían subestimar al equipo enemigo.
Estrategias posibles:
Neutralizar al lancero primero: Si lograban eliminar la amenaza a distancia, ganarían mayor control del campo. Ene, con su estoque y velocidad, sería perfecta para encargarse de él.
Evitar el enfrentamiento directo con el tanque: Yezzy, con su lanza, podría mantener al jugador del martillo a raya, aprovechando el alcance de su arma para desgastarlo sin permitirle acercarse.
Controlar al líder: Kirito sabía que debía enfrentarse al espadachín. Su posible habilidad superior con la espada sería clave para mantenerlo ocupado y evitar que diera órdenes claras a su equipo.
Interrumpir a la maga: Rosa podría cerrar la distancia rápidamente y presionar a la maga, impidiéndole usar ítems de curación para prolongar la pelea.
Aun así, Kirito sabía que la situación era complicada. El zorro era claramente un monstruo raro, y el otro grupo no lo dejaría ir tan fácilmente. La mirada en los ojos del espadachín lo decía todo: esa criatura era valiosa, tanto por experiencia como por posibles recompensas.
Kirito levantó su espada lentamente, con una mirada calculadora que hizo que el grupo enemigo se tensara. —No queremos pelear. —dijo con calma. —Pero si insisten en atacarlo, no nos dejarán otra opción. Ustedes cuatro están en desventaja.
El espadachín del otro grupo rió. —¿Desventaja? Somos cuatro, y ustedes, aunque son más, tienen novatos. No hay forma de que puedan ganar.
Kirito hico una mueca al mirar de reojo a Serif, MILF y Thysu, ellos tres con su equipo básico se delataban al mundo como inexpertos.
—Quizá —respondió Kirito, dando un paso adelante. —Pero también sabemos jugar juntos. Y si peleamos, no nos contendremos. La elección es suya: déjennos al zorro, o veremos cuánto duran en un enfrentamiento real.
El lanzero levantó su lanza, listo para embestir, pero Rosa dio un paso al frente, colocando su mano en el pomo de su brillante. Yezzy giró su lanza, y Ene ajustó su estoque en su mano. El aire se llenó de tensión, y por un momento, nadie se movió.
Finalmente, la maga del grupo enemigo habló, con nerviosismo en su voz. —Si peleamos, alguien podría morir… ¿realmente vale la pena?
El líder dudó mirando a su grupo. La recompensa del zorro era tentadora, pero la determinación que podía percibir en los ojos de Kirito y su grupo era innegable. —Tch… está bien. Nos iremos. Pero esto no ha terminado. No siempre tendrán tanta suerte.
Con esa amenaza, el grupo enemigo retrocedió lentamente y desapareció entre los árboles, dejando al zorro herido bajo el cuidado de Serif.
Cuando estuvieron fuera de vista, Kirito y los demás relajaron sus posturas. Rosa dejó escapar un largo suspiro de alivio, mientras Yezzy giraba su lanza con una sonrisa confiada. —Bueno, eso fue divertido. Casi desearía que hubieran elegido pelear.
Ene lo miró de reojo. —¿Y qué habríamos ganado con eso? Esto no es un juego de puntos.
Mientras tanto, Serif avanzó lentamente hacia el zorro, con cuidado de no asustarlo más. —Tranquilo... no te haré daño —murmuró, sacando un pequeño trozo de alimento que había preparado antes, siguiendo las indicaciones de Argo.
El zorro lo observó con cautela, pero finalmente aceptó el ofrecimiento, comiendo con avidez. Cuando terminó, el sistema anunció que Serif había desbloqueado el primer paso hacia convertirse en Domador de Bestias.
Rosa, con voz firme y autoritaria, dio un paso adelante y observó a su grupo. —Muy bien, establezcamos un perímetro seguro. No podemos permitir que otro grupo interfiera mientras Serif completa esta misión. Thysu, MILF, Ene, ustedes patrullen los alrededores y asegúrense de que nadie se acerque sin nuestra autorización. Kirito, Yezzy, conmigo. Mantendremos una línea de defensa cerca de Serif por si ocurre algo inesperado.
Sin perder tiempo, el grupo se movilizó.
Thysu, con su agilidad y habilidad con la daga, se movió rápidamente por los alrededores, inspeccionando arbustos, árboles y cualquier posible punto de emboscada. Era silencioso y preciso, asegurándose de que no hubiera señales de otros jugadores escondidos.
MILF, con su cimitarra en mano, tomó una posición más visible, caminando por un lado del perímetro. Sus movimientos eran calculados y seguros, con la mirada fija en cualquier sombra o movimiento sospechoso. Aunque no tenía la misma experiencia que Rosa o Kirito, su postura mostraba confianza creciente.
Ene, con su estoque, patrullaba el lado opuesto, manteniendo una distancia estratégica. Sus ojos afilados se movían rápidamente, buscando cualquier señal de peligro. Aunque en silencio, su determinación era clara; no permitiría que nadie interfiriera.
Mientras tanto, Rosa, Kirito y Yezzy formaron una línea de defensa cerca de Serif. Kirito y Yezzy intercambiaban miradas tensas, ambos ansiosos por demostrar su fuerza si las cosas se complicaban. Yezzy, en particular, parecía disfrutar del aire de tensión, girando su lanza ocasionalmente para mantener sus músculos en movimiento.
Rosa, como siempre, permanecía enfocada. Su espada descansaba en su hombro mientras daba pequeñas órdenes y ajustaba posiciones según lo que veía. Se giró hacia Kirito, quien, aunque en silencio, no parecía relajado.
—¿Estás bien?— le preguntó en voz baja.
Kirito asintió, aunque su mente seguía debatiendo si debía quedarse con el grupo o enfrentarse a sus miedos en solitario. —Sí. Solo estoy asegurándome de que todo esté en orden."
—No te preocupes. —agregó Rosa, esbozando una leve sonrisa. —Con todos trabajando juntos, esto saldrá bien.
En el centro de todo, Serif estaba completamente concentrado. El zorro herido yacía frente a él, temblando levemente mientras trataba de defenderse con los restos de su energía. Serif hablando en voz baja, casi como si estuviera tratando de calmar a un animal real.
—Está bien. —murmuró Serif, tratando de mantener la calma. —No te haremos daño. Esto es para ayudarte…
El zorro, aunque claramente asustado, comenzó a relajarse al percibir la intención pacífica de Serif. Su cola se agitó levemente mientras el joven jugador le ofrecía el alimento necesario para completar la misión. El grupo, aunque vigilante, no pudo evitar notar la habilidad natural de Serif para conectarse con la criatura. Había algo genuino en la forma en que interactuaba con el zorro, como si realmente le importara más allá de completar una simple misión.
El tiempo parecía detenerse mientras el zorro se acercaba lentamente al alimento, dando pequeños pasos de desconfianza. Finalmente, tomó un bocado y dejó escapar un suave sonido, casi como si estuviera agradecido.
Una notificación apareció frente a Serif: "Has comenzado el evento especial: Domar una bestia herida. Continúa mostrando compasión para ganar su confianza y obtener la habilidad de Domador de Bestias."
Rosa dio una última mirada al perímetro. —Manténganse atentos. —ordenó, con una mezcla de satisfacción y cautela. —Esto aún no ha terminado.
Serif permanecía enfocado en el zorro herido, sosteniendo cuidadosamente el alimento en sus manos y manteniendo una postura no amenazante. La criatura se acercaba con pasos cautelosos, mientras el ambiente alrededor parecía contener el aliento.
De pronto, Ene, quien patrullaba el perímetro, regresó apresuradamente hacia el grupo. —¡Se acerca un grupo! —anunció en voz baja, pero con urgencia.
Kirito frunció el ceño y preguntó con rapidez: —¿Son jugadores o NPC's?
Ene negó con la cabeza, su rostro reflejando incertidumbre. —No lo sé. No tienen ningún cursor sobre sus cabezas. Es extraño...
El grupo intercambió miradas tensas. Rosa se adelantó un paso, evaluando la situación. —Podrían ser algún tipo de evento especial o tal vez algo que no entendemos aún. No importa, mantendremos nuestra posición. Lo único que debemos hacer es ahuyentarlos o bloquearles el paso si se acercan demasiado. No hay combate a menos que sea absolutamente necesario.
Kirito, Yezzy y Rosa adoptaron una posición defensiva frente a Serif, quien continuaba trabajando en ganar la confianza del zorro. MILF, Thysu y Ene permanecieron en el perímetro, listos para actuar como soporte en caso de ser necesario.
Poco a poco, el grupo desconocido se hizo visible. Eran cinco figuras encapuchadas, moviéndose con una sincronía inquietante. Su equipo parecía rudimentario, como si estuvieran hechos para camuflarse más que para el combate. A medida que se acercaban, sus movimientos eran calculados, pero no agresivos, al menos no todavía.
—Esto no me gusta. —murmuró Yezzy, ajustando su lanza con nerviosismo contenido. —No parecen jugadores normales. ¿Quién no tiene un cursor en este juego?
—Tal vez un bug. —sugirió MILF desde su posición, aunque su tono denotaba duda.
—¿Un bug que se mueve en formación táctica? Lo dudo —replicó Rosa con firmeza. Luego alzó la voz, sin apartar los ojos del grupo que se acercaba. —¡Serif, concéntrate en tu misión! No dejes que esto te distraiga.
Kirito, con una mirada afilada, dio un paso al frente y levantó su espada ligeramente, no como amenaza, sino como advertencia. —¿Quiénes son? ¡Identifíquense!"
Las figuras se detuvieron por un momento, como si evaluaran la situación. Uno de ellos dio un paso al frente, pero no habló. En lugar de eso, alzó un brazo, señalando directamente al zorro herido.
—Eso no es bueno. —murmuró Ene, apretando su estoque. —Parece que están interesados en la criatura.
—Todos tranquilos. —intervino Rosa, con un tono autoritario que acalló cualquier impulso. —Mantengan sus posiciones. No queremos escalar esto.
Los encapuchados continuaron avanzando lentamente, aunque ahora se mantenían más alerta. La tensión era palpable, y los instintos de Kirito se afilaban con cada segundo. Podía sentir que estos individuos no eran simples jugadores ni NPC comunes.
—Si llegan a atacar, bloqueen sus movimientos. —dijo Rosa en voz baja al grupo cercano a ella. —No buscamos matar, solo impedirles el paso. Recuerden, Serif necesita completar esta misión sin interrupciones.
El tiempo parecía ralentizarse mientras las figuras misteriosas continuaban avanzando. El zorro, quizás sintiendo el peligro, emitió un sonido bajo y se apretó contra el suelo, visiblemente asustado.
—Esto se va a complicar. —murmuró Yezzy con una mezcla de impaciencia y anticipación, sus ojos brillando con emoción contenida.
Kirito ajustó su postura, preparándose para cualquier eventualidad. —Sea lo que sea, no dejaremos que arruinen esto. Rosa tiene razón, combatiremos solo si no hay otra opción.
Rosa asintió, satisfecha con la resolución del grupo. —Manténganse firmes. Vamos a resolver esto.
El grupo esperó, tenso y listo, mientras las figuras encapuchadas seguían acercándose, su intención aún un misterio.
El silencio cayó como una losa cuando el líder de los encapuchados dio un paso adelante, su voz ronca rompiendo la tensión: —Ese zorro raro de ahí… vamos tras él. Así que apártense si no quieren problemas.
Kirito frunció el ceño, sus manos apretando con fuerza el mango de su espada. Dio un paso al frente, interponiéndose entre Serif y el grupo de encapuchados. —¿Van tras el zorro? No tienen por qué matarlo. Pueden buscar otras formas de ganar experiencia. Les pido, por favor, que reflexionen. Esto no tiene que terminar en violencia.
El líder encapuchado soltó una risa seca. —¿Reflexionar? Mira, chico, no estamos aquí para recibir sermones. Estamos aquí porque ese zorro suelta ítems raros. Ítems que pueden equipar a todo nuestro grupo con niveles y rarezas suficientes para enfrentar al jefe del piso uno.
Esa afirmación dejó a Kirito congelado por un instante. Sabía lo importante que era enfrentarse al jefe del primer piso con el mejor equipo posible, pero algo en las palabras del líder lo incomodó profundamente.
—Eso lo entiendo. —replicó Kirito, aunque su tono mostraba una mezcla de frustración y razonamiento. —Esos ítems pueden salvar vidas y ayudarnos a todos a avanzar. Pero no tienen que hacerlo de esta forma. Podemos dialogar, podemos encontrar otra forma que no implique violencia. No necesitan matar para conseguir lo que quieren.
El líder dio otro paso al frente, inclinando ligeramente la cabeza como si estuviera evaluando a Kirito. Entonces, con una calma perturbadora, añadió: —No queremos que nadie se apropie de esos ítems. ¿Sabes por qué? Porque significa estar un paso más cerca de salir de aquí... y nosotros no queremos salir.
Las palabras golpearon a Kirito como un mazazo. Eso confirmaba lo que había sospechado. Estas personas eran jugadores. Lentamente, sus ojos se afilaron mientras analizaba su posición. Si no tenían cursores visibles, seguramente estaban cubiertos por las capuchas. ¿Y por qué esconderían sus indicadores? La respuesta era escalofriante: habían asesinado a alguien.
—Ustedes... —murmuró Kirito, dando un paso atrás mientras su mente procesaba la situación. —¿Qué clase de personas no querrían salir de este lugar? Esto no es un juego. Es una prisión. ¡Un castigo mortal!
El líder encapuchado alzó un brazo, deteniendo a sus compañeros que parecían ansiosos por avanzar. —No todos queremos volver a esa basura de vida allá afuera. Aquí, somos libres. Aquí, somos fuertes. Afuera, no somos nada. Así que, sí, haremos lo que sea necesario para quedarnos aquí. Incluso si eso significa... silenciarlos a ustedes.
La amenaza era clara. Rosa, que había permanecido en silencio mientras analizaba la situación, se adelantó, interponiéndose al lado de Kirito. —Entonces confirman lo que sospechamos. Ustedes ya han asesinado a alguien. No permitiré que hagan lo mismo aquí. Pero escuchen bien: si dan el primer golpe, responderemos. Y no será con moderación.
—¿Moderación? —preguntó el líder con sorna. —¿Cómo planean detenernos sin matarnos? Su moral es su debilidad.
Ene, que estaba en el perímetro, apretó su estoque y murmuró a Thysu y MILF: —Esto no es bueno. Rosa no parece dispuesta a retroceder, y Kirito está claramente exaltado. Si esto termina en pelea, será una masacre...
Kirito respiró hondo, esforzándose por mantener la calma. —Tienen razón en algo: la moral puede ser un peso. Pero también es nuestra fortaleza. No queremos matar. No somos como ustedes. Pero no duden que, si cruzan esa línea, haremos todo lo necesario para protegernos.
El líder encapuchado lo observó en silencio por un momento, como si estuviera calibrando su determinación. —Valientes palabras. Veremos si puedes respaldarlas.
El grupo de encapuchados comenzó a avanzar lentamente, su amenaza latente. Rosa alzó la mano, indicando a su grupo que se mantuviera firme pero preparado. La tensión era palpable, como una cuerda a punto de romperse. El zorro herido gimió débilmente, completamente ajeno al enfrentamiento que se gestaba a su alrededor.
Kirito apretó su espada, su mente trabajando febrilmente en una estrategia. Si el combate se desataba, tendrían que contenerlos sin matarlos, pero estos jugadores no parecían dispuestos a mostrar la misma misericordia. Esta vez, enfrentaban una amenaza verdaderamente peligrosa.
El líder encapuchado, con un movimiento deliberado, levantó ambas manos y retiró lentamente su capucha. Un silencio sepulcral cayó sobre todos los presentes mientras su rostro quedaba al descubierto. La semejanza con Kirito era inquietante. La misma complexión, el cabello negro desordenado, y unos ojos oscuros que, en lugar de reflejar determinación y empatía como los de Kirito, transmitían frialdad y un abismo de maldad contenida. Encima de su cabeza, flotaba un cursor rojo brillante, la marca inconfundible de un asesino.
—Vaya, esto es interesante… —comentó con una sonrisa torcida, sus ojos examinando a Kirito de arriba abajo. —Nunca pensé que me encontraría con mi reflejo en este maldito mundo. Me presento, mi nombre es Dood.
Kirito, aún en guardia, sintió una incomodidad que nunca antes había experimentado. Era como mirarse a un espejo oscuro. Incluso Rosa y los demás, acostumbrados a la confianza inquebrantable de Kirito, se quedaron atónitos ante la similitud.
Dood dio un paso adelante, sosteniendo su mirada. —Dado que el destino nos ha reunido, hagámoslo interesante. Tú y yo, uno contra uno. Una pelea a muerte. El ganador se queda con el zorro raro. ¿Qué dices, mi pequeño reflejo?
El resto de los encapuchados estalló en sonrisas siniestras, sus posturas relajándose mientras observaban expectantes. Era evidente que confiaban en Dood, casi como si ya dieran por sentado el resultado del enfrentamiento.
—¡Kirito, no lo hagas! —exclamó Rosa, dando un paso al frente con el ceño fruncido. —Esto es claramente una trampa. ¡No puedes enfrentarte solo a un jugador con un cursor rojo! Su experiencia en combate ya está probada, y sabes que él no tendrá reparos en matarte. No te arriesgues.
Ene y MILF asintieron de inmediato, mientras Thysu agregó con preocupación: "Rosa tiene razón. Este tipo no pelea limpio. Lo mejor sería mantenernos unidos y enfrentarlos como grupo."
Pero Kirito no respondió de inmediato. En cambio, mantuvo sus ojos clavados en Dood, evaluando la situación. Un enfrentamiento grupal sería mucho más peligroso. Las probabilidades de que alguien del equipo saliera herido, o peor, muerto, eran demasiado altas. Además, sabía que mientras pudiera mantener ocupado a Dood, Serif tendría tiempo para completar la misión. Si se concentraba en alargar la pelea, podría evitar el derramamiento de sangre innecesario.
Finalmente, Kirito habló, su voz calmada pero firme: —Si acepto, esto será un duelo justo. Nadie más interfiere, ni de tu lado ni del mío. ¿De acuerdo?
Dood soltó una carcajada, claramente disfrutando de la tensión. —Justo... Claro, por qué no. Será solo tú y yo. Mis hombres no intervendrán... a menos que los tuyos lo hagan primero.
—¡Kirito, no!" insistió Rosa, su tono ahora cargado de desesperación. Pero Kirito ya había tomado su decisión. Desenfundó su Anneal Blade, la luz del arma reflejándose en sus ojos decididos.
Dood sonrió con satisfacción y, con un movimiento fluido, desenfundó su espada negra. Kirito la reconoció al instante. Era una espada única, llamada Bloodfang, famosa por su capacidad de causar daño adicional de sangrado. Un solo corte en su piel podría drenar su barra de vida más rápido de lo que cualquier poción podría restaurarla.
—Veo que reconoces mi pequeña joya. —dijo Dood, girando la espada con facilidad antes de apuntarla hacia Kirito. —¿Sabes? Esta espada ya ha probado la sangre de muchos jugadores. Estoy ansioso por añadir tu nombre a su lista.
Kirito respiró hondo, su mente trabajando rápidamente. Tendría que evitar cualquier corte limpio a toda costa. Su mejor opción sería esquivar y contraatacar con precisión.
Rosa lo observó con frustración y preocupación, pero al final, respetó su decisión. Dio una señal al grupo para que se mantuvieran al margen, pero permanecieran listos para intervenir si las cosas se salían de control.
—Manténganse atentos. Si Dood o su grupo rompen las reglas, entramos de inmediato.
Kirito dio un paso adelante, alzando su espada en guardia, mientras Dood se preparaba con una sonrisa malévola. El duelo estaba a punto de comenzar.