"Son almas gemelas," solían decir. Dos enamorados con una meta firme, haciendo de esta infernal ciudad su propio paraíso. Siempre que recorrían las calles de mi vecindario, sus voces se entrelazaban en un concierto de palabras dulces e inocentes, llenas de promesas y sueños. Entre un "te quiero" y un "te amo," se escuchaban carcajadas que llenaban el aire, iluminando incluso los rincones más oscuros de quienes los observaban. Eran como un encendedor para el alma, una chispa de esperanza de que el verdadero amor sí existía. Su risa, resonante como campanas en la noche, calmaba el espíritu de cualquiera que los escuchara.Los días se convirtieron en meses, y los meses en años. Pero un día, como cualquier otro, el tiempo los separó. En aquel entonces no entendía qué había sucedido. Solo recuerdo los gritos desgarradores de aquel chico en su casa, una voz cargada de un dolor tan profundo que atravesaba las paredes y llegaba directo al corazón. Cada lamento traía consigo una sensación desesperada de ahogo, como si se estuviera consumiendo en sus propias lágrimas.Su dolor era tan palpable que parecía que incluso el aire se había llenado de desesperanza. Día tras día, se retorcía en su sufrimiento, apenas susurrando palabras rotas. Entre esas, una me quedó grabada: "¿Por siempre...?"Los días pasaron y nunca volvió a salir de su casa. El vecindario, que alguna vez resonó con sus risas, se sumió en un inquietante silencio. Hoy, las sirenas de policías y bomberos rompieron esa calma sepulcral. Al verlos entrar a su hogar, lo entendí: había partido. Había dejado este mundo, buscando quizás un lugar donde las almas pudieran descansar, donde el amor fuera eterno.En ese momento pensé: tal vez nunca fueron almas gemelas, como todos decían. Quizás eran algo mucho más profundo y trágico, algo que solo ahora podía comprender. Eran almas siamesas, unidas de tal manera que el dolor de uno significaba la extinción del otro. Y aunque ya no están aquí, su historia sigue resonando, recordándonos que a veces el amor puede ser tan bello como devastador.