Chereads / El viaje de los perdedores: Aetheria / Chapter 2 - Lo que hay detrás

Chapter 2 - Lo que hay detrás

El bar, con su tenue iluminación y música de fondo, parecía un refugio para almas heridas. Leon y su amigo ocupaban una esquina apartada, sus sombras alargándose sobre la mesa de madera gastada. El chico, mirando el ambiente, sostenía su vaso de whisky como si fuera un salvavidas. —No puedo creer que te haya engañado de esa manera—, repitió, su voz ronca por la emoción. Leon asintió lentamente, sus ojos fijos en la condensación que se formaba en su vaso. —Es lo que hay.— Las palabras de Leon salieron sin mucho ánimo, más como un suspiro.

—Es como si me hubieran arrancado una parte de mí— confesó, la voz entrecortada. —Aunque realmente, es algo que veía venir, supongo.— Replicó Leon mientras jugaba con el vaso que tenía en sus manos antes de darle un gran trago a su bebida también.

—a veces, la vida nos da unos golpes bajos que no vemos venir.— dijo el hombre a su lado mientras lo miró con tristeza. Sabía exactamente lo que sentía su amigo, había pasado por lo mismo. El chico se levantó, su cuerpo tenso, pero trato de relajarse, se acomodó el cabello y se quitó la chaqueta lentamente, revelando un tatuaje extraño en su brazo. —sé que no hay nada que pueda decir para hacerte sentir mejor—, comenzó, —pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, pase lo que pase. Tengo un trabajo, tomará tiempo y es en el extranjero, ya sabes... algo que podría servirnos a ambos como distracción. ¿Qué te parece si nos vamos juntos?— Acercó la botella a Leon, invitándolo a beber.

—Yo eh, gracias amigo— tartamudeó Leon antes de carraspear ligeramente la garganta. Su mirada se perdió en el fondo de su vaso. —Solo lo quiero tomar con calma ahora, además, Meave aún necesita que le enseñe un par de cosas más y eso, solo lo quiero dejar atrás.—El chico sonrió, pero sus ojos reflejaban una tristeza oculta.

—Lo entiendo, amigo. Pero no te cierres a nuevas experiencias. A veces, un cambio de aires es lo que necesitamos para superar las cosas.— El chico, luego de colocar su chamarra sobre la silla y sentarse, sonrió. —El no maldecirla es el acto del más fuerte. Salud por eso amigo.

Ambos levantaron sus bebidas y tomaron hasta acabarla, luego siguieron con otra, y otra más, mientras recordaban muchas de sus experiencias. Leon sonreía junto con su amigo, Gideon, hasta que anocheció. Fue entonces que ambos salieron del bar y se despidieron con un abrazo fuerte.

—Cuidate mucho, Gideon, y cuida mucho de tu mujer también.—Le dijo Leon al chico mientras le sacudía el cabello. No sabía si volvería a verlo pronto.

—Claro, siempre lo hago. Salúdame a Meave, ¿quieres? Y tú, no te olvides de cuidarte. Llámame si necesitas algo.

—Ya, yo le aviso. Y recuerda, si alguna vez necesitas algo... ya sabes dónde encontrarme.

Dicho esto, se despidieron una última vez y ambos se fueron en direcciones contrarias. Leon caminaba tratando de no tambalearse al hacerlo, pero de vez en cuando fallaba, mientras caminaba, repasaba mentalmente la conversación con Gideon, preguntándose si había tomado la decisión correcta. La soledad de la calle amplificaba sus pensamientos, y por un momento se sintió abrumado por la incertidumbre pero pronto se aclaró. —Meave debe estar esperándome— Dijo mientras revisaba la hora, pasaban de media noche y aún le faltaban un par de cuadras más para llegar a su hotel cuando empezó a sentir la vibración del celular en su mano. Se detuvo un momento para poder enfocar su mirada en la pantalla. "Pax- llamada entrante" leyó en su celular. Un escalofrío recorrió su espalda. —que mierda ahora…— El ceño de Leon se endureció mientras leía lo que había en la pantalla.

Sin prestar mayor atención, apresuró el paso sin contestar. El insistente zumbido de su celular era un martillo que golpeaba sus oídos. Llegó a su habitación de hotel, torpemente trató de meter la llave en el cerrojo fallando la primera vez pero finalmente pudo abrir tras varios intentos fallidos, la cerradura cedió con un chasquido liberador. Cerró la puerta de un golpe y arrojó el teléfono sobre una pequeña mesa de noche, como si quisiera deshacerse de la fuente de su agitación. Se despojó de la camiseta, revelando un cuerpo marcado por el ejercicio y se dirigió hacia el baño, se lavó la cara con agua fría, tratando de despejar la mente. Abrió una botella de agua y rompiendo el sello de plástico con un crujido satisfactorio, bebió a grandes sorbos, sintiendo cómo el líquido frío calmaba su sed y su ansiedad. La habitación estaba en penumbra, solo iluminada por la tenue luz de la calle que se filtraba por las cortinas y finalmente se dejó caer en la cama, sintiendo cómo la tensión se escapaba de su cuerpo.

—Vamos allá.

Dijo Leon mientras soltaba un suspiro y observaba que la pantalla de su celular se encendía de nuevo. Cerró los ojos y al abrirlos pocos segundos después ya estaba en un mundo completamente diferente, había entrado al mundo astral. Con una visible pesadez se levantó de su cama, aunque su cuerpo físico yacía aún en su cama. Miró un poco sobre el hombro hacia el celular que tenía la pantalla encendida de nuevo "lo siento, pero de verdad necesito que estés aquí." leyó Leon y un suspiro más salió de él. —Necesito subir un nivel más.— murmuró, más para sí mismo mientras cerraba los ojos con fuerza, tratando de contener la frustración que lo consumía. Su mandíbula se tensó y sus nudillos se blanquearon al apretar los puños.

—¡Woah!— exclamó una chica rubia, su voz aguda cortando el aire tranquilo. Las flores que arreglaba en su overol azul cielo se balancearon con el sobresalto. Se llevó una mano al pecho, tratando de calmar los latidos acelerados. —¡Alguien está enojado, ¿sabes algo Meave?— Su mirada se posó en la pequeña pelirroja, que fruncía el ceño con preocupación. Meave, con sus grandes ojos azules, escudriñaba el horizonte.

—No mucho realmente…

—Esa es una energía enorme, inestable, pero enorme — habló Karson, su voz resonando con una mezcla de asombro y cautela. Los ojos oscuros y penetrantes del hombre se clavaron en el horizonte —¿Crees que debemos preocuparnos, Karson? — preguntó Meave, su voz teñida de preocupación. mientras se acercaba al hombre alto y delgado, tenía el cabello revuelto y una mirada penetrante, su tez morena contrastraba con su ropa, una mezcla ecléctica de colores vibrantes y adornadas con símbolos extraños, parecía un chamán moderno.

—¡Ja!, solo es el cretino de Leon— espetó Haru; un hombre que estaba recargado en una esquina con los brazos entrecruzados. Vestía un yukata pero parecia acorazado de las partes mas vitales.

—No quiero tratar con esto, supongo que los veré luego...— dijo Megha, la chica rubia del overol, intentó disimular su nerviosismo mientras ajustaba el tirante de su prenda. Antes de que pudiera dar un paso más, una sombra se proyectó sobre ella. Leon, con una expresión sombría, apareció a su lado, cortando abruptamente el aire. Sus ojos, normalmente tranquilos, ahora brillaban con una intensidad inquietante. —¿Ya ha acabado la reunión?— Dijo Leon mientras miraba a Megha, y aunque no era una mirada en especial enojada, a Megha le intimido ya que Leon era un hombre alto, alrededor de los 1.86cm y bastante fornido, asi mismo tampoco ayudó su voz al ser grave.

—Claro, te has retrasado mucho, ¿Qué ha pasado?

Habló Haru mientras se acercaba tranquilamente a través de la explanada, con una mano sobre la empuñadura de su katana a Leon, él sin hacer ni decir una palabra, solo se limitó a observarlo. Haru quedó a menos de un metro de distancia de Leon mientras solo lo observaba detenidamente.

—¿Oh... jojo? ¿De verdad te han votad...?— Haru esbozó una sonrisa burlona, pero el sonido se apagó en su garganta cuando un puño, rápido como un rayo, se estrelló contra su mandíbula. El impacto fue tan fuerte que Haru salió despedido como un proyectil, su cuerpo chocando contra la pared con un estruendo ensordecedor. El ladrillo se desprendió en pedazos, revelando el rostro aturdido de Haru entre los escombros.

—No vuelvas a mirar en mi cabeza de nuevo.— Leon escupió las palabras, su voz ronca y amenazante. Aflojó el puño, pero sus ojos seguían clavados en Haru, que yacía entre los escombros. Antes de que cualquiera pudiera reaccionar, Haru se levantó de un salto, su rostro contorsionado por la furia. Desenvainó su katana con una rapidez sorprendente y la alzó en un arco mortal, apuntando directo al cuello de Leon. Este último, con una calma inquietante, levantó la mano y atrapó la hoja de la katana, deteniendo el ataque a centímetros de su garganta. Meave, con los ojos muy abiertos, observaba la escena con horror, indecisa sobre qué hacer. Acto seguido, Leon jaló la katana con fuerza hacia abajo para acercar a Haru a él —eso fue solo una advertencia, pero si quieres continuar, no me haré responsable.— advirtió con un tono severo mientras soltaba la katana.

La ira ardía en los ojos de Haru, tiñendo sus mejillas de un rojo intenso. Antes de que pudiera descargar su furia, Megha se abalanzó entre los dos, atrapando a Haru en un abrazo apretado. Su cuerpo temblaba, pero su voz era firme: —¡Basta!—. Al mismo tiempo, Meave se interpuso frente a Leon, sus ojos llenos de preocupación. Sin embargo, antes de que la situación pudiera escalar aún más, una voz suave y serena resonó en la habitación. Un hombre, envuelto en túnicas moradas que parecían haber visto mejores días, flotaba suavemente a un lado, observando la escena con una calma sorprendente. Sus ojos, de un color gris profundo, recorrieron la habitación antes de posarse en Haru y Leon. —Creo que ya ha sido suficiente—, dijo, su voz llevando consigo una autoridad inesperada.

—Que se controle, nosotros ya nos íbamos!— Leon espetó las palabras con un desprecio evidente en su voz, mientras se alejaba con paso firme. Su mirada, fría y desafiante, se posó por última vez en Haru. Meave, con la cara enrojecida por la vergüenza, se dirigió a Yuri. —de verdad lo siento, Yuri—, murmuró, alzando las manos en un gesto conciliador mientras retrocedía para alcanzar a Leon. Mientras que Yuri solo observaba la escena sin mucha emoción.

—¿Qué ha sido eso de ahí?— preguntó la pelirroja con firmeza a Leon, que caminaba con un ritmo acelerado hasta que Meave lo sostuvo del brazo —Hoy la confronté y me fuí del departamento.— murmuró Leon sin mucho animo.

Meave de pronto solto su agarre y apretó los labios haciendo notoria su anguistia, dudando que deberia decir —en realidad me refería a que esperaba que lo golpearas un poco más…— hizo una pausa inhalando profusamente, tratando de liberar tensión — no, hablando en serio… ¿quieres contarme de ello?.

—Es que no hay nada que contar, solo...— Leon se detuvo, como si las palabras se le atascaran en la garganta. Finalmente, continuó con un tono amargo —pasaré página y espero que haberme traicionado así lo valiera para ella. Al menos así me ahorraré más decepciones.— Caminó unos pasos, su figura proyectando una soledad palpable. —Solo me molesta que ahora le preocupe, ¡eso debió ser hace m..!— exclamó, su voz resonando con un dolor evidente. Se detuvo bruscamente al sentir como su tono se levantaba, tratando de controlar sus emociones. —supongo que esperaba algo más de ella. Pero bueno, así son las cosas.

Meave se acercó a Leon con cautela, su mirada transmitiendo una profunda comprensión. —Leon, escúchame—, comenzó, su voz suave pero firme. —Nada de esto es tu culpa. A veces, las personas toman decisiones que nos lastiman, sin importar cuánto los queramos. No podemos controlar sus corazones, ni obligarlos a sentir lo que nosotros sentimos.— dió un paso para acercarse más por detrás de Leon y apoyó una mano en su hombro, buscando transmitirle calor y seguridad. —Lo importante es que tú no hiciste nada malo. Lo importante es que no te culpes a ti mismo.

El cielo se había tornado naranja, bañaba la explanada con una luz dorada, creando una atmósfera mágica, envolviendo a Meave y Leon en un manto de dorado. Sentados en los escalones de piedra fría, sus voces se entrelazaban en una conversación íntima. Meave, con los ojos brillantes, escuchaba atenta a cada palabra de Leon. Sus palabras, como bálsamo para un alma herida, poco a poco iban disolviendo la tensión que había cargado durante tanto tiempo. Al final, una risa genuina escapó de los labios de Leon, contagiando a Meave, y por un momento, el dolor pareció desvanecerse.

Mientras tanto, Karson, oculto tras una de las columnas de la explanada, observaba la escena a través de una rendija. Su corazón se llenó de una extraña mezcla de alivio y calidez. Al escuchar las risas de sus amigos, se dispuso a ponerse de pie y con con una sonrisa en el rostro se alejó.

Leon se puso de pie y levantó sus brazos, estirandose para descansar la espalda, echando un rapido vistazo al sitio donde habia estado Karson pero sin darle mas importancia volvió la mirada al horizonte —además, te prometí que te entrenaría y enseñaría todo lo que sé.

Meave lo dijo con un tono suave, casi como una promesa. Su mirada, llena de determinación, se posó en Leon, pensaba que si esa era la manera de ayudar a su amigo, estaría feliz de apoyarlo. —te confío mi fuerza entonces— afirmó, y antes de que él pudiera responder, se acercó y lo envolvió en un cálido abrazo. Al separarse, sonrió levemente. A partir de ese día, sus encuentros se convirtieron en un ritual. Cada dia, se reunían, durante semanas, y luego meses, compartiendo misiones y cuando no era así, Leon se dedicaba a enseñarle a usar su magia y perfecionar su cuerpo y habilidades.