Chereads / El viaje de los perdedores: Aetheria / Chapter 3 - La pesadilla.

Chapter 3 - La pesadilla.

Un denso bosque circundaba el pequeño pueblo, sus árboles centenarios erigiéndose como guardianes silenciosos. En el corazón de este paraje, se erguía la mansión Blackwood, una construcción gótica que desafiaba el paso del tiempo, poseía una aura pesada. Sus ventanas, estrechas y puntiagudas, parecían ojos vacíos que observaban el mundo con una fría indiferencia. Meave y Leon se encontraban en el patio trasero, un espacio amplio y descuidado donde la hierba crecía salvaje. Ella, sentada en el césped húmedo, miraba fijamente al suelo, mientras él se apoyaba en sus rodillas, su mirada perdida en la lejanía. Un pesado suspiro escapó de los labios de Meave al tiempo que volvía la cabeza para encontrarse con los ojos de Leon.

—¿Está bien que le dejemos todo el trabajo a ella?—, preguntó Meave, su voz cargada de duda. Los gruesos muros de piedra de la finca amplificaban el eco de sus palabras, creando una atmósfera opresiva.

—Está bien, ya hemos pasado más de una semana limpiando este lugar, además, Agnes es la mejor en caso de hechizos y maldiciones—, respondió Leon con una voz más firme de lo que sentía. Sin embargo, un escalofrío recorrió su espalda al pensar en las antiguas leyendas que rodeaban a la finca. —Vamos, quizá necesita algo— sugirió Meave, levantándose con un esfuerzo. Se dirigió hacia las escaleras de piedra, sus pasos resonando en el silencio de la mansión. —Llevamos como 2 días seguidos limpiando esto, ¿no?— agregó, tratando de disimular su cansancio.

—Así es— respondió Leon, siguiéndola de cerca. —Quieres irte a descansar un poco o...

—Todavía puedo seguir— afirmó Meave con determinación, aunque sus ojos reflejaban un agotamiento evidente. Los círculos oscuros bajo sus ojos y su palidez revelaban el agotamiento que la consumía.

Habían pasado diez días encerrados en aquella mansión maldita, luchando contra una fuerza oscura que parecía multiplicarse con cada hora que pasaba y parecía que cada vez que dejaban el lugar estaría repleto de entes nuevamente, asi que se encomendaron a la tarea de acabarlo sin dejar al menos uno de ellos el lugar. Sin embargo, el cansancio comenzaba a hacer mella en ellos y la esperanza se desvanecía lentamente. —No podemos seguir así—, dijo Meave, su voz apenas audible sobre el grito de entes. Descubriendo poco despues que no era una simple infestación, ahora estaban convencidos de que una maldición en este lugar estaba puesta.

Siendo así que, aunque Leon era capaz de mantenerlos a raya, fue que terminaron llamando a Agnes, una onironauta de primera clase, para ser exactos, una clase S experta en maldiciones.

—Está bien pero en cuanto nos actualice Agnes, sal un momento, descansa y come algo.

Meave miró a Leon pero no tuvo la fuerza para replicar ya que realmente tenia hambre asi que solo se limitó a suspirar y seguir caminando por el pasillo hasta que llegaron a una puerta de madera, con sus incrustaciones de metal oxidado, parecía resistir el paso del tiempo. La manija, fría y húmeda al tacto, crujió al girarla. Meave y Leon se miraron un instante, sus ojos llenos de cautela. —¿Está todo bien?—, preguntó Meave.

—Si... parece que ocurre algo del otro lado y parece que con mucha urgencia. Saldré un momento.

—Claro... entonces me adelanto con Agnes.—

Las palabras de Meave se perdieron en el eco que resonaba en el pasillo mientras Leon se desvanecía en una cortina de niebla. Un instante después, la realidad se distorsionó a su alrededor y el mundo se volvió líquido, ondulando como un espejo roto. Cuando la visión se aclaró, Leon se encontró en un cuarto blanco, en posición de loto, sobre un cojín, estaba amueblado con escasos elementos. El hombre se levantó y se estiró antes de buscar una camisa cuando volvió a escuchar golpes en su puerta.

—¡YA! ya voy.

Leon se acababa de vestir y cuando estuvo a punto de abrir la puerta fue tocada con desesperación pero Leon abrió interrumpiendo el golpeteo y se encontró cara a cara con ella, la rubia de los ojos intensos que tanto lo había perturbado en el pasado. La última vez que la había visto, había sido en circunstancias muy diferentes, y el recuerdo aún lo perseguía. Ahora, la veía de nuevo, pero algo había cambiado en ella. Su rostro, antes lleno de vida, estaba pálido y marcado por la fatiga.

—Necesito tu ayuda —dijo ella, su voz apenas un susurro.

Sus palabras resonaron en el silencio, como un llamado a la batalla. Su cabello, normalmente cuidado, estaba revuelto y su ropa parecía desgastada. Los labios, habitualmente carnosos, estaban resecos y partidos, delatando una evidente falta de cuidado personal. A pesar de su aspecto desaliñado, sus ojos seguían brillando con una intensidad que no podía pasar desapercibida. El chico se quedó mirándola fijamente, tratando de descifrar las emociones que se agazapaban detrás de aquellas palabras. ¿Era sincero su pedido? ¿O se trataba de una nueva manipulación? La duda lo invadía, pero al mismo tiempo, sentía una punzada de compasión, siendo que finalmente habló — Pax...

De vuelta a la pelea, justo antes de que Meave cambiara de lugar, el espacio se distorsionó a su alrededor, creando un efecto de espejo roto. Por un instante, Leon vio múltiples imágenes de sí mismo y de Meave, superpuestas y entrelazadas. Con un esfuerzo sobrehumano, se impulsó a través de la barrera espacial, sintiendo cómo su cuerpo se estiraba y contorsionaba. Al abrir los ojos, se encontró frente a el Ser del bajo astral, sus cuerpos separados por apenas unos centímetros. El aire estaba cargado de electricidad, y una sensación de vértigo lo invadió. Era como si hubiera viajado a través de un túnel oscuro, luego, todo se estabilizó y se encontró frente a la mirada de ella, ignorando al Ser y el lugar donde antes había estado Meave ahora estaba ocupado por él, que había intercambiado de lugar con su cuerpo. La refracción había dejado una estela de energía en el aire, creando un aura pulsante alrededor de ambos.

Eso fue la refraccion espacial de Leon.

A ojos de Pax y la chica, observaron atónitos cómo Leon se manifestaba de la nada, ocupando el espacio que antes había sido de Meave. Era como si hubiera atravesado una barrera invisible, apareciendo en un abrir y cerrar de ojos. En ese mismo instante, Meave desapareció, dejando solo un rastro de energía en el aire. Pax entrecerró los ojos, creyendo haber visto una fugaz mirada de Leon a ella antes de que este desapareciera por completo. La chica, por su parte, se quedó boquiabierta, incapaz de comprender lo que estaba sucediendo. Pero antes de que pudieran formular pregunta alguna, Meave habia reaparecido junto al Ser. Sin embargo, esta vez, algo había cambiado: el Ser estaba más vulnerable, sus brazos habian sido arrancados.

—Te lo haré más fácil.— habló Leon más para si mismo, tirando al suelo los brazos de aquel ser mientras volteaba hacia arriba con Meave.

Esto pasó cuando Leon apareció justo a tiempo, interceptando el golpe mortal del Ser con una fuerza sobrehumana. Con un movimiento rápido y preciso, agarró los brazos de la criatura y, con un crujido ensordecedor, los arrancó de cuajo. La energía irradiaba de sus manos mientras los miembros se desprendían, dejando al ser expuesto y vulnerable. Aprovechando el momento, Meave se abalanzó sobre la criatura, su espada carmesí atravesó el torso del Ser hasta su hombro, revelando una masa palpitante de oscuridad, separando el cuerpo del ente en dos, haciendo que cayera en picada. Sin embargo, en lugar de desaparecer, el Ser, herido de muerte, se había convertido en un portal hacia el bajo astral, absorbiendo la energía de los entes que surgían de las sombras, resistió, pero el corte de Meave era profundo, y su parte superior se desplomó al suelo, dejando al descubierto un abismo oscuro y sin fondo que poco a poco se curaba.

—¿Acabamos...?— la voz de Leon quedó suspendida en el aire, cortada por un rugido ensordecedor. Los entes, que creían haber derrotado, surgieron de las sombras, más feroces y numerosos que nunca. Meave retrocedió, para esquivar la oleada de entes mientras que Leon dió un gran salto para preparar su ataque pero ambos fueron sorprendidos por un rugido ensordecedor de una nueva criatura: un ser del astral colosal, pero era diferente, protuberancias en todo su cuerpo que pulsaban bajo su piel se lograban apreciar, señal de que estaba corrupto, además de unos ojos inyectados en sangre y una inusual hostilidad. Esta criatura entró a la barrera y se abalanzó sobre Leon. Mientras tanto, el ser mutado se retorcía en una danza macabra, se sometía a una transformación grotesca. Del torso seccionado brotaron nuevos brazos, musculosos, deformes y retorcidos, mientras que la cabeza se dividía en dos, creando una criatura de dos caras, cada una con una expresión de odio y locura y con un aspecto encorvado, las chicas, encerradas en el cubo, sentían el temblor del suelo y la vibración de las paredes, mientras observaban horrorizadas cómo la criatura se regeneraba ante sus ojos.

Meave luchaba con desesperación contra la horda de entes pues eran más fuertes de lo había pensado y obstinados ya que cada vez que lograba derribar a uno, surgían dos más en su lugar. Cada golpe, cada grito, cada gemido, se mezclaban en una cacofonía ensordecedora mientras que el Ser del bajo astral, mutado, una amalgama de carne y hueso, se acercaba al cubo donde se encontraban las chicas. Sus dos cabezas, una más grotesca que la otra, escaneaban el interior del cubo con una mirada llena de odio. Las chicas, aterrorizadas, se aferraban una a la otra, sintiendo cómo el miedo se apoderaba de ellas.

—¡Vi... viene hacia acá! —balbuceó la chica, su voz temblorosa mientras retrocedía hasta chocar contra la pared. Pax sintió un nudo en el estómago. La criatura se acercaba con pasos pesados, sus ojos inyectados en sangre brillaban con una luz enfermiza. "¿Qué hago? ¡¿QUÉ HAGO!?" pensó Pax y en un acto desesperado, Pax levantó los brazos. Un aura morada envolvió su brazo izquierdo, pulsando con una energía oscura, mientras que su brazo derecho irradiaba una luz naranja cegadora. El contraste entre las dos auras era sorprendente, como si estuviera canalizando dos fuerzas opuestas.

Fortificación de defensa y aumento de ataque. Eso aumentó en Pax en cuanto levantó los brazos, ya que esa era parte de su habilidad innata pero antes de que pudiera prepararse para hacer algo más, el ser se paralizó en su andar lo que hizo que Pax prestara más atención y pudo ver detrás de él al chico de antes, Ariel. Estaba detrás del ente con su palma sobre el ser pero rápidamente se movió en cuanto el ser se liberó.

El sudor resbalaba por la frente de Ariel mientras esquivaba los ataques de la criatura. "no pensé que se liberaría tan rápido… ni siquiera pude atacarlo e invisibilidad ya no funcionará para acercarme." pensó Ariel mientras hacia un esfuerzo sobrehumano esquivando y cubriendo golpes, se miraba como estaba siendo sobrepasado, cubría su lado derecho y otros dos golpes venian por el izquierdo, esquivaba un golpe por arriba y otro par de garras atacaban por los costados y claro, con cuatro brazos y dos cabezas, podía fácilmente ver detalles y contraatacar hasta que con un rugido ensordecedor, la criatura lanzó un golpe devastador, impactando contra el costado de Ariel y enviándolo a estrellarse contra el cubo. El cristal se agrietó bajo el impacto, y Ariel quedó tendido en el suelo, su visión nublada por la sangre.

—mierda… no voy a poder mantenerlo más..— dijo Ariel mientras estaba de rodillas viendo como el cubo se empezaba a agrietar más. El cubo crujió bajo las garras de la criatura, sus fragmentos se desprendían como escamas. Las chicas, acorraladas en una esquina, se aferraron una a la otra y con un rugido ensordecedor, la criatura se lanzó sobre ellas. Ariel, sin dudarlo, se interpuso. El impacto lo lanzó hacia atrás, pero logró salvar a la chica de la casa, jalandola del brazo pero Pax, sin embargo, quedó a merced de la criatura.

Los hilos de sangre de Meave, que brillaban con una luz interna, contrastaban con la oscuridad que se cernía y Con un movimiento fluido, lanzó los hilos de sangre, envolviendo a las criaturas en una red letal, acabando con los entes pero era demasiado tarde. Pax colgaba de sus brazos, sostenidos por el Ser mientras que otra de sus garras se posaba sobre la cabeza de Pax, sumiéndola en un profundo trance.