—Cada vez que cerraba los ojos, lo veía, su rostro flotando sobre el mío, cada vez que decidía volver atrás, sentía sus dedos dentro de mí, su lengua... ¿Qué había hecho? ¿El Rey Licano? ¿En qué estaba pensando? Estaba en espiral cuando tocaron la puerta. Mi corazón se atascó en mi garganta y fui a responder. Del otro lado estaba Agnes. Mi pulso saltaba mientras la saludaba primero. Buenos días —mi voz temblaba—. Ella debió haber detectado las feromonas anoche. Siempre eran muy fuertes. Pero si lo había hecho, no lo demostraba.
—El Rey te ha invitado a cenar en el comedor —dijo ella.
—Está bien —dije antes de cerrar la puerta.
No había manera de que lo enfrentara después de lo que había pasado justo anoche. Todavía podía sentir sus manos en mi piel. Sus labios en mi... Sacudí los recuerdos que estaban demasiado arraigados en mi mente. No iba a ir. No podía enfrentarlo. Me senté de nuevo, la sensación de hundimiento en mi estómago empeorando. Me quedaría en mi habitación.