Cesca reunió a todos alrededor de la gran mesa y la chica que se sentó a mi lado me dio una sonrisa cálida y acogedora.
—Asegúrate de vaciar tu plato, incluso si sientes que tu estómago va a explotar —habló ella y tenía una mirada traumatizada en su rostro—. Soy Dana, por cierto, la esposa de Gio —se presentó e inclinó su cuerpo hacia adelante para darle a Cristian un asentimiento educado.
—Encantada de conocerte, soy Serena —dije, sintiéndome más relajada al ver que alguien parecía gustarle mi presencia. Lo primero que me pregunté fue cómo ella estaba incluso casada con Gio.
Mi primera impresión de ella era que parecía una chica agradable, y era diferente de su esposo, que no había hecho más que lanzarme miradas hostiles desde que había entrado.