—¿Qué? ¿Dónde estoy? ¿Hola?
—Oye, tranquila —me calmó—. ¡No te preocupes! Estás aquí en el Hospital Saint Mary. Un buen samaritano te vio en el suelo en el parque. Llamó al 9-1-1. ¿Cómo te sientes?
—Me siento mareada. ¿Qué tengo?
—Bien, Rachel, ¿puedo llamarte Rachel? Conseguimos tu nombre por la identificación que tenías en tu bolso. Soy la Enfermera Betty. ¿Te sientes bien para hablar? —Asintiendo, levanté una mano a mi cara donde sentí el moretón desvaneciéndose de la mano de mi padre. Hice una mueca al darme cuenta de que probablemente pensaba que era una mujer maltratada. ¿Qué más debía pensar?
—Rachel está bien, Enfermera Betty. ¿Me puedes poner al día sobre lo que me he perdido? —La Enfermera Betty se sentó a mi lado en la cama y me dio palmaditas en el muslo antes de girarse para enfrentarme. Empecé a sentirme nerviosa por lo seria que parecía. ¿Estaba realmente enferma? ¿Se había estado acumulando algo dentro de mí sin saberlo?