La vi y conocí que era el amor...Mirando su teléfono, ella iba por el pasillo del colegio, caminando contra la corriente de estudiantes, a quienes chocaba, ignorando su presencia. En su espalda llevaba una gran maleta que parecía pesada, incluso para mí. Pequeña, parecía medir uno sesenta. Supuse que era de mi misma edad: ojos cafés, cabello negro, usaba gafas grandes y la falda del uniforme era más larga de lo que decían las reglas.—¿Te gustó? —me preguntó el inútil de mi mejor amigo.—Supongo —dije mirándolo.—No me mires de esa manera que me enamoras —dijo burlándose de mí.— ¿Cuál es el problema? —le preguntó acercándose a él—. ¿Nos besamos? —dije, poniendo mi mano en su hombro.—Casi no me lo pides —dijo acercándose a mí.Me perdí en sus ojos azules; sus labios rosados me incitaban a besarlo. Su cabello rubio se movía con el viento que entraba por la ventana. Me hipnotizaba verlo, su cuerpo estaba bien trabajado, era delgado, pero definido. Quería estar rodeado por sus brazos promedio. Con una sonrisa nerviosa me miró, y sentí como nuestros corazones latían cada vez más fuerte...—Disculpen —dijo confundida la voz de una mujer—. ¿Saben dónde está el A3? —preguntó.Al verla, me puse nervioso, sentí que sus ojos me atravesaron a través de sus grandes lentes. A pesar de no dejar de ver su teléfono, estaba despeinada, aunque parecía que no le importaba. Miré al estúpido de Fumio, quien hacía una mueca para que hablara con aquella mujer.—Sigue derecho hasta el final del pasillo y gira a la izquierda —dije, sin poder dejar de mirarla.—Gracias —respondió sin levantar la mirada. Al darme cuenta, ya se había marchado.Sentí la mirada de engaño de Fumio pesando en mis hombros. —Eres un estúpido y homosexual —dijo, dándome una palmada en la espalda.—Tú lo eres más —le dije.—¿Por qué no la llevaste al salón? —preguntó.—No quería parecer desesperado —dije, comenzando a caminar—. ¿En qué salón nos toca? —pregunté viendo a ese imbécil quieto.—En el A3 —dijo soltando una pequeña risa.Solté un gran bostezo mientras me estiraba. —Bueno, no entraré a clases —dije, comenzando a caminar sin rumbo.—No —dijo Fumio, deteniéndome—. Ya has faltado mucho —añadió, arrastrándome al salón.—Llegan tarde —exclamó la profesora al vernos pasar. Nos disculpamos y caminamos a nuestros asientos, que estaban en extremos contrarios del aula, ya que hablábamos mucho, o eso decían los imbéciles de los profesores, lo cual era verdad.Al sentarme, empecé a buscar a mi alrededor a aquella mujer. Por más que miraba, no lograba verla. Tal vez se había perdido por mis indicaciones o se había equivocado al preguntarnos sobre el salón. Existían millones de posibilidades que cruzaban por mi mente, lo cual era extraño, ya que era la primera vez que me pasaba. Las clases terminaron y no había prestado atención, algo que era normal, pero esta vez era por una razón diferente. Me acerqué a mi imbécil, quien siempre tardaba en empacar las cosas en la mochila. Al estar frente a él, me miraba extrañado, ya que siempre me iba sin despedirme.— ¿Cómo sé que estoy enamorado? —le preguntó sin vacilar.—¿Por qué me preguntas a mí? —preguntó confundido.—Tú siempre dices que estás enamorado —dije confundido.—Es solo una expresión, aparte no sé cómo explicarlo —dijo con una gran sonrisa—. Es la primera vez que compartes algo de tus sentimientos —añadió.—No me sirve —pensé, alejándome de él.—¿Por qué no le hablaste? —preguntó, lo cual hizo que me detuviera extrañado.—No la vi —contesté confundido.—Estaba a tu lado —dijo soltando una risa—. Sabe, siempre pensé que eras gay, incluso pensé en una forma de rechazarte gentilmente —agregó.—No soy homosexual —dije—. Y si lo fuera, no me enamoraría de ti. Me das asco —añadí, sacándole el dedo.—Me heriste —dijo llevándose la mano al pecho—. Has roto mi corazón, ya no volveré a amar —gritó, dando un golpe en la mesa con su puño.Lo ignoré, despidiéndome con la mano. Siempre se me había hecho raro que seguíamos siendo amigos, aunque teníamos gustos musicales, videojuegos, humor e incluso comida en común. Él era querido por casi todo el colegio, era imposible no escuchar de él al caminar por los pasillos, mientras yo era uno más del montón. Era verdad que lo único que nos diferenciaba, aparte de que él era rubio, de ojos azules, y yo peli negro, de ojos cafés, era el esfuerzo. Mientras los dos habíamos iniciado varias actividades juntos, él seguía en ellas mientras yo solo duraba unas pocas semanas. Nunca entendí por qué le ponía tanto empeño a las cosas, pero lo envidiaba.Llegué a casa. Aunque quería descansar, no podía. Corriendo, entré en mi habitación, tomé la ropa más cómoda que tenía y salí de inmediato. Comencé a correr unas cuantas cuadras para llegar lo antes posible a una cancha de baloncesto que le prestaban a mi padre ya sus amigos del trabajo. No me llamaban la atención los deportes, pero era algo que tenía que hacer para poder sobrevivir en la sociedad, o al menos eso me repetía mi papá.—Llegas tarde —me reprochó con autoridad mi padre—. Da cincuenta vueltas a la cancha —me ordenó, aparentando enojo.Empecé a trotar lentamente, esperando que el tiempo pasara. El sonido de la pelota botando se hizo presente junto con el chillido de los zapatos al frenar. Normalmente, aquellos ruidos mezclados con los gritos de mi padre y sus amigos no me permitían perderme en mis pensamientos, pero hoy era diferente. No podía dejar de pensar en ella y en su voz, la cual no lograba recordar bien, así que empecé a imaginar cómo sería. Después de un rato, terminé de dar las vueltas. Me senté en un lugar apartado de todos para no molestar. Lo único que podía hacer era esperar a que alguien se cansara y me diera el cambio, lo cual nunca sucedía. Todo terminó sin que pudiera jugar, lo cual no me molestaba. Ayudé a trapear el lugar y salí de la cancha. La noche estaba hermosa, había luna y estrellas. Mientras esperaba a mi padre, me pregunté si ella también estaría mirando el cielo. Las risas de mi papá con sus amigos interrumpieron mi monólogo romántico. Al salir de la cancha, hizo una seña para que lo siguiera, lo cual hice, despidiéndome de todos.—Viste el triple que marqué? Nadie me podía parar —dijo rompiendo el silencio.—También vi cómo te caíste —dije con malicia.—¿Por qué eres tan cruel con tu viejo padre? —preguntó con un suspiro—. Siempre pensó que te cambiarían de bebé. Tu madre era pura bondad, yo soy alegría, pero tú... eres un viejo amargado atrapado en el cuerpo de un joven de diecisiete. Si tu madre estuviera aquí, habría gritado de emoción cada paso y cada punto que hacía. ¿Por qué no eres como tu madre? —añadió, triste.—Si fuera como ella, ya te habría dejado por tu mejor amigo —dije. Nos miramos fijamente. Tras un corto silencio, ambos empezamos a reír.—Sí, mejor no seas como ella —dijo él.—No lo seré —respondí—. ¿Cómo lograste enamorarla? —le preguntó, por lo que me miró confundido.—Y eso a qué viene? —preguntó, extrañado.—Es que tú eres tan feo y ella es tan hermosa que...—Disculpa por interrumpirte, pero no te refieras a tu madre como hermosa; Siento que te gusta, y eso es raro. Segundo, no soy feo, tú eres feo —dijo, dándome un golpe en la cabeza—. Aparte, ¿te gusta alguien? —añadió, curioso.—Se puede decir que sí, aunque aún no lo sé —respondí, un tanto incómodo por lo feliz que se mostró al escucharme.—¡Por fin maduraste! —exclamó con felicidad—. ¿Quién es el afortunado? —preguntó.—Es una mujer —dijo.—Ah, siempre pensé que te gustaban los hombres —dijo sorprendido—. ¿En serio te gustan las mujeres? —preguntó.—Sí —respondí, dándole un golpe.—Seguro, seguro? Mira que te acepta tal y como eres, no tienes que ocultar tus verdaderos gustos por miedo —agregó, intentando darme un abrazo, el cual evité.—Me gustan las mujeres —dije, cuestionándome lo que estaba sucediendo.—Si no te gustan los hombres, olvídate de que soy tu padre —dijo, señalándome con firmeza y mirándome fijamente a los ojos—. No desperdiciaré las horas que pasé leyendo libros sobre cómo brindarte apoyo si fueras homosexual, ¡así que sé gay!-No.—Pero... leí mucho.-No.—Al menos un poco gay.-No.-¿Bisexual?-No.—¿Pansexual?—¡Que no!—Por qué eres así? ¡Sé algo!—No, ¿por qué insiste? —pregunté.—Ya les dije a todos mis amigos que eras homosexuales. No quiero ser un mentiroso —respondió.—No lo soy, así que tendrás que decírles —dije.—Ah, ya lo entiendo. Comprendo, comprendiendo. Eres homofóbico. Estoy decepcionado de ti, hijo. Pensé que te habíamos criado mejor...Seguí caminando, ignorando cada palabra que decía para convencerme de que me gustaran los hombres. Cabe aclarar que no lo hacía por ser homofóbico, simplemente no me gustaban. Siempre se me había hecho alguien extraño, quizás por eso estoy tan traumado. Aunque no era un mal padre, no comprendía su forma de actuar. No importaba todo lo que nos había hecho mi madre o cómo lo trataba; él siempre se refería a ella con cariño. Cada vez que hablaba de ella, sus ojos brillaban, nunca la insultaba ni hablaba mal de ella. Era raro.Al darme cuenta, habíamos llegado a casa. Abra la puerta y entre rápidamente, dejándola afuera.—¿Por qué tanta insistencia? —pregunté desde detrás de la puerta.—Quiero apoyarte...—Di la verdad —lo interrumpí.—Aposté con un amigo si eras homosexual o no. Yo dije que sí, y él que no. Así que, por favor, ayuda a tu viejo padre.—Di la verdad —repetí—. Conozco cuando mientes —añadí.—El hijo de mi jefe es bisexual. Pensé que si tú lo eras, podrían enamorarse, casarse y sacarnos de pobres...Al escucharlo, apagué la luz de la sala, ignorando sus súplicas y gritos. Me bañé antes de dormir. Sin importar lo que hiciera, no podía sacármela de la cabeza. Esto — ¿es el amor? —me pregunté sin ninguna preocupación.Desperté al escuchar la alarma. Normalmente, madrugar me animado resultaba difícil, pero hoy estaba solo de pensar en volver a verla. Había soñado con ella. Me sentí una especie de acosador. Era la primera vez que me sucedió algo así y no comprendía por qué. Odiaba la sensación de ser perturbado por algo que no podía controlar, pero era inevitable. Había decepcionado a Zenón.Me arreglé para ir a estudiar y me dirigí a la puerta de la casa. — ¿Qué es el amor? —pregunté abrazándola. A un lado estaba mi padre, durmiendo en posición fetal. Lo moví con el pie para despertarlo, a lo que él respondió mirándome y soltando un gran bostezo.—¿Qué? —pregunto, confundido.— ¿Qué es el amor? —volví a preguntar.Levantándose del suelo, se estiró. —Depende de a quién le preguntes —dijo, entrando en la casa—. Actualmente, para mí, es una mierda. Se van con tu ex mejor amigo, se llevan la mitad de tus cosas, pero no a su hijo.—Gracias —dijo.Sirviendo cereal con leche en dos platos, agregó —Te amo, pero si no estuvieras, tendría una PlayStation.—Es comprensible —respondí, tomando uno de los platos. Un silencio se hizo presente, solo interrumpido por el sonido que hacíamos al masticar. Aún se me hacía raro comer solo nosotros dos. Normalmente, era mi madre quien ponía la conversación, siempre con una gran sonrisa. Aún me pregunto por qué se fue con otro hombre. No me molestaba, pero quería saber el motivo. Era extraño seguir viendola en fotos todos los días, fotos que ninguno de los dos tenía el valor de quitar.—Gracias por todo —dije, marchándome del lugar.—Solo esfuérzate, seguro la enamorarás —dijo con una sonrisa—. Cuando vuelvas, lava los platos —añadió, buscando en la despensa el alcohol.—No bebas mucho —dije, devolviéndole la sonrisa.Comencé a buscar alguna señal, un recuerdo, algo mientras caminaba que me ayudara a explicar la situación. Quería saber si lo que me estaba pasando era normal o si debía preocuparme. Todo a mi alrededor había cambiado. Solo quería verla a ella. Me sentí como un acosador, quizás así comenzaban los asesinos en serie. La última vez que me había sentido tan confundido fue cuando mi madre se marchó. Comencé a buscar una explicación, una verdad donde solo había mentiras. No quería terminar como mi padre, destrozado, llorando cada noche, bebiendo a escondidas, odiándome y odiando a la persona que más había amado en la vida. Me había prometido que no me enamoraría, que no mostraría mis sentimientos a otra persona. ¿Qué me pasó?