Sentí algo en el mismo instante en que la vi.Habíamos estado caminando un buen rato, con la promesa de Yukiko de llevarnos al mejor restaurante de la ciudad. Todos aceptamos sin saber que estaba lejos, aunque ninguno parecía enojado o afligido por caminar tanto, excepto yo. Fumio caminaba al lado de Yukiko con una gran sonrisa; ambos reían de estupideces que alcanzaba a escuchar y de otras cosas a las que no prestaba atención. Era raro verlo tan feliz; normalmente pasaba estresado por todo lo que le tocaba hacer.Izumi reía a la par de aquel sujeto, mientras yo me deleitaba con su hermosa sonrisa. Era diferente a la que me había mostrado antes: más hermosa, más genuina. Sus ojos brillaban al verlo, y yo solo sentía envidia. Quería volver a mi casa; no soportaba verla de la mano con él. Me molestaba que ella tuviera tanto poder sobre mí. Comencé a cuestionarme y, al mismo tiempo, a odiarme por sentir.—Se ven felices —dijo aquella mujer sin apartar la vista de su teléfono. Me sorprendió, ya que era lo primero que me decía en toda la noche.—Sí —respondí, mirándola sin poder ocultar mi sorpresa.—¿Te gusto o qué? —preguntó de mala manera.—Un poco —respondí sin nada que perder.Tras hacer un gesto de disgusto, siguió escribiendo en su teléfono. Me cuestioné con quién hablaba tanto y si era normal responder tan rápido, ya que para mí lo cotidiano era enviar un mensaje y recibir respuesta en cinco o diez días.—Qué asco me dan los hombres —dijo con enojo, lo que me hizo alejarme un poco al sentir una fuerte aura asesina—. ¿Te gusta alguien? —preguntó de repente.—¿Por qué te interesa? —le cuestioné.—Solo quería saber si eras honesto, aunque es muy evidente que te gusta ella —dijo mirando a Izumi. Era la primera vez que despegaba la mirada de su teléfono, lo que me hizo fijarme en sus ojos azules.—Ja, le atiné —dijo tras recibir un par de mensajes. Al leerlos, su expresión cambió. Cada que respondía, llegaba un nuevo mensaje que parecía enfurecerla más. De pronto, quedó inmóvil durante unos minutos; parecía afligida por algo. Me detuve a su lado.—¿Qué pasó? —pregunté.—Ella nunca te hará caso —dijo, dejando de mirar su teléfono.—¿Por qué lo dices? —le cuestioné, con miedo.—No eres su tipo de hombre —respondió—. Todos conocen a esa puta y el tipo de persona que le gusta, y tú no lo eres.Aquel dolor en mi pecho volvió, mucho más fuerte, haciéndome marear por un par de segundos. —¿Cuál es su tipo de hombre? —pregunté.—Sí que te gusta —dijo acercándose a mí—. Te lo diré si me prometes algo —añadió.—¿Cómo sé que lo que me dirás será verdad? —le cuestioné.—Mira aquel tipo: es alto, tiene buen físico, su corte de cabello es algo común, pero le queda bien, y se viste a la moda. Ahora te tenemos a ti: no eres muy alto, vistes como niño regañado, solo te dejas crecer el cabello y no tienes un físico destacable. En resumen, eres basura y ella no está en tu rango. —Por más que su forma de hablar me molestaba, sabía que tenía razón. Sentía que todo saldría mal, pero cualquier idea era buena para mí.—¿Qué tengo que hacer para gustarle? —le pregunté, queriendo hacer un pacto con el diablo.Ella esbozó una sonrisa grotesca que me provocó escalofríos, los cuales desaparecieron al ver lo hermosa que era. Me quedé sin pensamientos, sintiendo calma en medio de una tormenta de celos. Ella se acercaba, y yo la observaba sin poder resistirme. Mirándome fijamente a los ojos, me dio un beso leve en los labios, mordiéndolos con fuerza. Una moto pasó a gran velocidad, haciendo zumbar mis oídos. El sabor de la sangre llenó mi boca. Ella seguía con aquella sonrisa perversa. Al darme cuenta, todos nos estaban mirando. Fumio me sonrió levantando el pulgar, mientras los demás eran indiferentes a lo sucedido. Ella se acercó a mi oído y me susurró: —Por ahora, solo hazme caso.Seguimos nuestro camino mientras me cuestionaba lo sucedido. Aquel sabor no se iba de mi boca, ni aquella sensación de sus labios sobre los míos. —¿Por qué me ignoras? Sabes que no estás a mi nivel, ¿cierto? —dijo, generándome una repulsión inmediata. Era raro: desde el momento en que la vi, sentí algo que había estado ignorando toda la noche. Un sentimiento que había guardado exclusivamente para alguien. —Te ayudaré con ella si ganas —añadió, sin borrar aquella sonrisa que me generaba asco. La ignoré, perdiéndome de nuevo en mis pensamientos. Me pregunté si Izumi había sentido aquel dolor punzante en el pecho o, al menos, un poco de celos al ver aquel beso.Por fin llegamos al restaurante. Todos parecían normales, tras caminar media ciudad, pero yo estaba al borde del colapso y no podía dar un paso más. Al ver la fachada del lugar, supe que no pertenecía allí, que no debía entrar. Era una zona muy elegante; podía sentir cómo las personas que pasaban nos juzgaban con la mirada. Sin embargo, a los demás no parecía importarles.El teléfono de ella sonó con aquel horrible tono que anunciaba un nuevo mensaje. Al verlo, sonrió, dandome escalofríos. Mis oídos zumbaron, haciéndome doler la cabeza por un breve momento. El sabor a sangre se hizo más fuerte, provocándome ganas de vomitar. No podía respirar. Sentí que la cabeza me iba a estallar. De repente, una moto con dos pasajeros se detuvo bruscamente a nuestro lado. Todos miramos perplejos, excepto ella, que no dejaba de sonreír. —Así te quería ver, hija de puta —gritó un hombre al bajar de la moto—. ¿En serio me engañas con ese tipo? —preguntó, señalándome. Se acercó a ella y me empujó con el hombro—. Por eso tardas tanto en responderme —añadió, agarrándola de la muñeca.Fumio me miró e hizo una seña para que actuara. Yo solo suspiré, cuestionándome lo que hacía. —Suéltala —dije, cambiando mi tono de voz para parecer más imponente.—¿Y tú quién eres? —gritó el hombre, acercándose a mí.—Tu peor pesadilla —respondí.—Qué pena —intervino Fumio.—La verdad, sí —añadió Yukiko.—Lo siento, me puse nervioso. Se acercó mucho y pensé que me iba a besar —exclamé.—Yo pensé lo mismo. Casi me pongo celoso —dijo Fumio—. No pasa nada, intenta de nuevo, aunque arréglate un poco el cabello.Me acomodé el cabello y lo miré fijamente. Con mi mano formé un puño y... —No sé qué decir —murmuré, intentando que se me ocurriera algo, lo cual no sucedió por los nervios del momento.—Dile que eres su papá —sugirió Fumio.—¿Por qué no le dices "qué te importa"? —añadió el que manejaba la moto.—Me gusta, gracias —respondí, levantándole el pulgar al sujeto de la moto, quien hizo lo mismo.—¿Por qué mierda lo ayudas? Tú eres mi amigo —le reclamó el tipo enojado.—Quería que fuera más interesante —respondió el de la moto.—¿Podemos hacer todo de nuevo? —pregunté. Nadie respondió. Un silencio incómodo se hizo presente, y aproveché para alejarme un poco del sujeto.Acercándose otra vez a mí, preguntó: —¿Quién eres? —A lo que respondí, mirándolo fijamente a los ojos: —Qué te importa.—Estuvo mejor, ¿cierto? —pregunté, mientras todos los hombres levantaban el pulgar. Las mujeres nos miraban confundidas, como si algo raro estuviera pasando.—¿Van a pelear? —reclamo Yukiko algo molesta—. Es que tengo hambre —añadió.—Yo no sé pelear —dije—. Pero él pelea por mí —añadí, señalando a Fumio.—No pelearé por ti —exclamó él.—Mal amigo —grité, mientras buscaba con la mirada hacia dónde correr—. ¿Y si hablamos mejor? —pregunté.—Sí —respondió, sorprendiéndome.Aquel sabor desaparecido, dándome tranquilidad, la miré a ella, la cua se acercaba hacia nosotros, ignorando al hombre. Me habló al oído: —Mírala —dijo. Inmediatamente volví a mirar a Izumi, apreciando el brillo de sus ojos al verme. Un sentimiento de felicidad invadió mi cuerpo. Quería besar sus labios, estar a su lado, necesitaba que me amara. —Pelea. Es la única forma en que ella te mirará con esos ojos —dijo, encendiendo algo dentro de mí. alejanodse de mi tras darme un beso, aquel horrible sabor volvió a penetrar mi boca, haciéndome olvidar todo lo que sucedía a mi alrededor. Al darme cuenta, sangraba de la nariz por un golpe que me dio aquel sujeto. Me lanzó otro puño que esquivé por suerte. Me acomodé y le atiné un golpe en la cara. El sonido que produjo me dejó atónito, motivándome a golpearlo otra vez. Entré en un estado de éxtasis que nunca había experimentado, no comprendía si era por la adrenalina del momento o porque Izumi me miraba solo a mí. Lanzé otro puñetazo, pero él lo esquivó fácilmente, dándome de lleno en la boca sin que pudiera recomponerme. Recibí otro golpe, que me hizo retroceder. Desesperado, lancé una patada que él atrapó, tirándome al suelo. Sentandose sobre mí comenzó a golpearme sin parar. Sin saber qué hacer, solo reía mientras recibía cada golpe. No sentía la cara, creía que había perdido algunos dientes, pero no quería que Izumi dejara de mirarme. Moviéndome histéricamente, lo desacomodé y le conecté un golpe de inmediato. Lo quité de encima y lo derribé al suelo, comenzando a golpearlo sin detenerme. Él me respondía con golpes desesperados, que recibía sin dejar de golpearlo. Después de un rato, me detuve, levantándome. No sentía mi cara y mi corazón latía a mil. No podía ver bien por la sangre que me cubría los ojos, pero crucé miradas con Izumi, quien me sonrió con un brillo hermoso.—Lo siento por arruinar su cita —dijo el muchacho de la moto.—No pasa nada —respondí con una sonrisa.—Me caíste bien, tenemos que salir en otra ocasión —exclamó, mientras ayudaba a levantar a su amigo del suelo.—Estaría bien —respondí.—Diviértanse —dijo, marchándose.Miré a Fumio, que se acercaba preocupado. Lo detuve con una sonrisa. —Disfruten su cita, yo me voy a casa —dije, marchandome del lugar.Empecé a caminar, tambaleándome de un lado a otro. Sentía dolor en todo el cuerpo, pero me sentía más vivo que nunca. No podía sacar aquella sonrisa de mi mente. Estaba seguro de que significaba algo, que el brillo en sus ojos era más grande que el que tenía con él. Respiré hondo; la ciudad estaba en calma. De nuevo estaba solo, pero las miradas de las personas que me veían con desprecio y asco no me preocupaban. El frío de la noche recorría mi piel con cada paso que daba. Limpié la sangre de mi cara con mis manos y miré al cielo, lo cual me hizo sonreír. La luna, cansada de ser vista por alguien más, había vuelto conmigo.Llegué al parque. El camino de regreso me había parecido más corto. Mis ojos se cerraban solos, y ya me había acostumbrado a las miradas de las personas. Me senté en la banca, que de nuevo estaba vacía. Era raro, sabiendo que el lugar estaba lleno de gente, pero daba igual. No podía respirar bien. Sentía que perdía el conocimiento. Tenía hambre y frío, pero el cielo estaba hermoso.—Te tardaste mucho —dijo aquella mujer, sentándose a mi lado.—Disculpa, no sabía que me esperabas —respondí, mirando sus hermosos ojos azules.—¿Y qué pensaste? —preguntó, con su risa perversa.Era raro lo que ella me hacía sentir. No era amor ni atracción. No me sentía cómodo a su lado. Aunque era hermosa, me generaba repulsión, pero quería seguir hablando con ella por alguna extraña razón. —Te odié en el mismo instante en que te vi —le dije, sonriéndole.—Normal. Soy espectacular —respondió, sin importarle mis palabras.—¿Qué tengo que prometer? —pregunté.—Solo promete que no te enamorarás de mí —dijo, poniéndose seria.—Si me conviertes en la clase de hombre que a Izumi le gusta, te prometo lo que quieras —respondí.—Prométeme que no te enamorarás de mí —repitió.—Te lo prometo —respondí, con una risa.—Tenemos un trato —dijo, volviendo a sonreír.Ya no me quedaban fuerzas. Tenía un ojo cerrado, y el otro poco a poco cedía. Cada instante se me hacía más difícil respirar.—Descansa —dijo, dándome un beso en la boca, el cual me acompaño en mis sueños.