Chu Hao miró detenidamente, y las miradas de Bai Qi y Bian Yu lo siguieron.
Los tres caminaron simultáneamente, cada uno recogiendo la llave plateada que les correspondía.
—¡Intentémoslo de nuevo! —dijeron los tres.
Esta vez no se atrevieron a actuar precipitadamente, decidiendo en cambio subir lentamente. Si algo cambiaba aunque fuera ligeramente, podrían responder a tiempo. De lo contrario, ¿quién los salvaría de tal presión aterradora?
Genios como ellos eran naturalmente deseados por otros jóvenes para que desaparecieran para siempre.
No había ni la más mínima presión.
Los tres se miraron y asintieron en secreto. Habían pasado los 100 niveles de la alta torre y cada uno había obtenido una llave plateada. Ahora era el momento de su recompensa.
Chu Hao tenía dos llaves y en realidad podría permitir que otra persona entrara en el ataúd de cobre, pero ¿por qué lo haría?
