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El castigo de los cielos

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Synopsis
En un mundo gobernado por los cielos y el destino, Feng Jun, es desterrado a un remoto y desconocido planeta mortal, lejos de la grandeza de su hogar. Sin energía espiritual y rodeado de la más absoluta oscuridad, su única esperanza es un destino incierto.
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Chapter 1 - Exilio

Continente Espiritual, Ciudad Luna Azul, Clan Feng

La Ciudad de Luna Azul, con más de 10,000 años de historia, es una de las fuerzas principales más aterradoras en el Continente Espiritual. Su majestuosidad, reflejada en las altas murallas de jade y los templos que se alzan como dragones en la niebla, la convierte en un lugar donde los cultivadores más poderosos del continente se reúnen. Cada rincón de la ciudad está rodeado de guardias, y su aire está impregnado con una energía espiritual abundante más que cualquier lugar del continente.

En el Clan Feng, uno de los clanes que gobierna la ciudad Luna Azul desde hace 5.000 años, se está llevando a cabo una discusión que cambiaría el destino.

En el patio interno del Clan Feng, en la mansión principal donde se alojan los miembros principales, en una de las más grandes habitaciones, se escucha un sollozo profundo, lleno de dolor.

Una mujer de extraordinaria belleza sostenía en sus brazos a un recién nacido, su rostro perfecto ahora marcado por la tristeza. Sus ojos, antes joyas luminosas que cautivaban a todos en la Ciudad Luna Azul, estaban enrojecidos, llenos de impotencia y desesperación. Miraba fijamente al hombre que se alzaba ante ella, un hombre apuesto de mediana edad, cuyos rasgos endurecidos hablaban de una vida llena de desafíos y sacrificios. A pesar de su aparente calma, su presencia exudaba una majestad imponente y una amenaza silenciosa que helaba el corazón.

"Padre, no puedes hacerle esto a Jun'er..." Su voz se quebró, tan frágil como una hoja al viento, mientras sus labios se entreabrían en súplica.

Pero el hombre, con ojos duros como el hierro, mantenía una mirada firme, una que parecía implacable ante la súplica de la mujer que tenía frente a él. "Ying'er, recuerda que soy el patriarca de este clan. Lo hago por el destino y el futuro del clan... por tu propio futuro", dijo Feng Hao, su voz resonó con fuerza, impregnada de autoridad.

"Pero Jun'er es tu propio nieto. El pequeño es inocente, no tiene la culpa de semejante destino", sollozó Feng Xueying, su pecho agitado por los ahogos y las lágrimas que empañaban su rostro, abrazando al recién nacido con fuerza entre sus brazos como si intentar retenerlo de alguna manera pudiera salvarlo de su cruel destino.

"Ya es suficiente, Ying'er. He tomado mi decisión", gritó Feng Hao, con los ojos cerrados y los puños apretados detrás de su cintura.

Feng Hao no perdió más tiempo; salió de la habitación y ordenó: "¡Llévenselo!" Cuatro sombras sigilosas y oscuras aparecieron del vacío, moviéndose a gran velocidad.

Al ver esto, Feng Xueying se puso nerviosa y gritó: "¡Si se atreven a tocarlo, tendrán problemas conmigo!"

Las cuatro sombras se detuvieron por un momento. Una de ellas se adelantó y dijo: "Lo siento, joven dama, son órdenes del viejo maestro".

De repente, la habitación se vio envuelta en una niebla gris espesa. "¿Te atreves...?", gritó Feng Xueying, nerviosa e impotente, reconociendo de inmediato lo que era esa niebla.

No pasaron más de cinco segundos cuando Feng Xueying, con impotencia, dolor y desgana, se desmayó sobre la cama.

"¡Vamos, actuemos de inmediato!", dijo una de las sombras. Tomó al recién nacido de los brazos de Feng Xueying y desapareció junto con las otras tres sombras.

En las afueras de la mansión principal del Clan Feng, había una plataforma circular rodeada de cuatro pilares de piedra que exudaban un aura antigua y misteriosa.

Swish! ¡Swish! ¡Swish! ¡Swish!

Cuatro sombras, cuyos rostros estaban envueltos en una niebla negra envolvente, aparecieron, cada una posicionándose en uno de los pilares.

Una de las sombras hizo un gesto con las manos, y una esfera de aura rojiza surgió en el centro de la plataforma. La sombra que sostenía al recién nacido en sus brazos avanzó y lo colocó en la esfera, luego retrocedió a su posición.

"¡A sus posiciones!", ordenó la sombra líder, exudando un aura oscura y opresiva.

¡Rumble!

Toda la plataforma circular tembló, y en los cuatro pilares de piedra aparecieron líneas que se asemejaban a venas de dragón, iluminándose con una luz roja ardiente.

Sobre el cielo, nubes rojas se juntaron, como si una tormenta de sangre se avecinara. Desde el centro de la plataforma se alzó una luz roja cegadora que atravesó las alturas, iluminando incluso las sombras más densas de la noche.

La esfera que contenía al recién nacido comenzó a vibrar, su superficie ondulando como si estuviera viva. Rayos de energía escarlata se extendieron desde la esfera hacia los pilares, haciendo que las venas de dragón ardieran con una intensidad casi insoportable.

"¡Ahora!", exclamó la sombra líder, mientras la luz alcanzaba su punto máximo.

De repente, la esfera se comprimió en un destello final de luz carmesí, y el recién nacido desapareció, consumido por una grieta espacial que se abrió en el centro de la plataforma.

El cielo se sacudió, las nubes rojas comenzaron a disiparse lentamente, y las luces en los pilares se desvanecieron hasta dejar solo la fría oscuridad.

"Espero comprendas la decisión de tu abuelo, Jun'er", suspiró Feng Hao mientras observaba desde el balcón de la mansión con ojos melancólicos y puños apretados.

¡Swish!

La sombra líder apareció en algún momento, se arrodilló y dijo: "Viejo maestro, la misión se llevó acabo con éxito".

Feng Hao se dio la vuelta, miró al frente con ojos fríos y ordenó nuevamente: "Llama a los siete ancianos a la sala de reuniones".

"..."

En un vasto firmamento, a miles de mundos de distancia, en un pequeño planeta rodeado de un tenue resplandor azul, un fenómeno inusual perturbó la tranquilidad de un campo rural. Bajo el cielo despejado, donde solo se escuchaba el murmullo del viento y el canto de los insectos, un destello escarlata iluminó brevemente la noche.

¡BOOM!

En un claro entre los campos de trigo, una esfera de luz rojiza se estrelló contra el suelo y un cráter apareció en medio de un campo de trigo, una pequeña figura apareció de la esfera, envuelta en harapos y polvo que no pertenecían a ese mundo. Un bebé. Sus llantos resonaron como un eco débil, apenas suficiente para perturbar la serenidad del lugar.

Cerca del claro, una pareja de granjeros estaban empacando sus herramientas, y asustados por la pequeña explosión, corrieron hacia el origen del sonido. El hombre, de rostro curtido por años de trabajo bajo el sol, cargaba una linterna que temblaba ligeramente en su mano. Su esposa, de tez amable, lo seguía de cerca con una expresión asustada y preocupada.

"¡Por los cielos! ¿Qué es eso?", exclamó el hombre al descubrir al bebé, acostado sobre el suelo que estaba chamuscado en un patrón circular.

La mujer se cubrió la boca con las manos, sin apartar la vista del bebé. "Es un niño... pero, ¿de dónde ha salido? ¿Acaso cayó del cielo? Su voz temblaba entre el asombro y el miedo.

El hombre observó las marcas extrañas que rodeaban el cráter: patrones intrincados quemados en la tierra, como si una fuerza antigua hubiera irrumpido en ese lugar. "Esto no es obra de los cielos, Lin'er. Esto es... algo más".

La mujer bajó cuidadosamente al cráter, ignorando el calor que aún emanaba de la tierra, y tomó al bebé entre sus brazos. "Es solo un niño, Han. No importa de dónde venga, no podemos dejarlo aquí."

El hombre vaciló un momento, mirando las cenizas que todavía flotaban en el aire. Finalmente, asintió con resignación. "Muy bien, pero debemos ser cautelosos. Algo extraño está ocurriendo."

Esa noche, bajo la luz tenue de la luna, llevaron al niño a su modesta cabaña, ubicada en el borde de una aldea olvidada por el tiempo.