El amanecer estaba cerca, pero el cielo aún permanecía oscuro, apenas roto por las primeras luces del día. En la aldea, el aire era fresco y el canto de los gallos anunciaba la llegada de una nueva jornada. Sin embargo, la calma habitual del lugar fue interrumpida abruptamente.
¡BOOM!
Un estruendo grave y prolongado resonó en la distancia. El suelo tembló ligeramente, despertando a los aldeanos que salieron apresurados de sus cabañas con rostros somnolientos y preocupados.
"¿Qué ha sido eso?" murmuró un hombre de mediana edad, ajustándose rápidamente su capa de piel mientras observaba hacia el horizonte.
Desde la dirección de la carretera principal, una columna de soldados marchaba con paso firme, sus armaduras de metal reflejando el tenue brillo de la luna. Sus estandartes ondeaban al viento, portando el emblema del Imperio del Sol Ilusorio, conocido por su ambición y su insaciable codicia por tesoros raros y poderosos.
"¡Abran paso aldeanos!" rugió una voz autoritaria desde el frente.
El ejército, compuesto por cerca de cincuenta soldados, se movía con precisión militar. En su centro destacaba un hombre con una armadura más ornamentada, probablemente el comandante, cuya mirada aguda escrutaba el terreno con desconfianza.
Entre los aldeanos, el jefe de la aldea, un anciano de cabello blanco pero de postura firme, se adelantó, apoyándose en su bastón tallado con símbolos antiguos. A su lado estaban los líderes de las pocas familias que vivían allí: el herrero Wu, la curandera Mei, el comerciante Chen, y otros miembros destacados.
"Mi señor", dijo el jefe con un tono respetuoso pero cauteloso, "esta humilde aldea no tiene más que campos y cosechas. ¿Qué asunto trae a los valientes soldados imperiales hasta este lugar tan apartado?"
El comandante ignoró la pregunta inicial, enfocándose en la dirección del claro donde la esfera carmesí había caído la noche anterior. "Anoche, una perturbación de energía se sintió hasta los confines del imperio. Venimos a investigar."
Los aldeanos intercambiaron miradas nerviosas. Algunos de ellos habían visto el destello en el cielo, pero pocos se habían atrevido a acercarse.
"Un fenómeno así… ¿Podría tratarse del nacimiento de un tesoro celestial?" murmuró el herrero Wu, mirando en dirección de los cultivos con una mezcla de temor y codicia.
Lin Xiyue y Han Zhen emergieron de su cabaña con Feng Jun en brazos, sus rostros tensos pero decididos.
El jefe de la aldea levantó la mano. "Por favor, tengamos calma. Este lugar no tiene nada que ver con su búsqueda. Si hubo un fenómeno en el claro, seguramente no tiene relación con nosotros."
El comandante sonrió con desdén. "Eso lo determinaré yo mismo. ¡Avancen!"
Los soldados comenzaron a moverse hacia los cultivos a lo lejos, mientras los aldeanos, llenos de incertidumbre, se quedaban atrás. Algunos murmuraban entre sí, especulando sobre lo que podría estar ocurriendo.
Lin Xiyue miró a su esposo con preocupación. "Han… si encuentran algo, ¿qué haremos? Ese destello… Feng Jun llegó en ese lugar."
"Debemos ser cautelosos," respondió Han Zhen en voz baja, apretando los labios. "Si descubren algo relacionado con Jun'er, podríamos estar en peligro. Pero por ahora, no llamemos la atención."
Mientras el ejército avanzaba hacia el claro, Feng Jun, en brazos de Lin Xiyue, observaba con ojos abiertos, lleno de curiosidad e inquietud. A pesar de ser solo un bebé, su mente adulta comprendía que este encuentro podría poner en peligro la vida de sus padres adoptivos y su propia vida.
"¿Acaso seré capturado y llevado a otro lugar? Esos soldados no transmiten buenas intenciones." Pensó Feng Jun con temor.
En el claro, donde la esfera carmesí había caído, el suelo aún irradiaba calor y las marcas misteriosas seguían visibles. Los soldados se detuvieron, examinando el área con cautela.
El comandante desmontó de su caballo, acercándose al cráter. "Este patrón… no es natural", murmuró, inclinándose para tocar la tierra chamuscada. "Algo cayó aquí. Puede ser un tesoro celestial o un arma mágica, pero ya ha sido tomado."
Sintiéndose engañado y molesto, Bai Zhan gritó hacia los soldados "Cierren esa pequeña aldea y no dejen salir a nadie. Ese tesoro solo puede pertenecer a mi Imperio del Sol Ilusorio."
Los soldados se movieron hacia la aldea inmediatamente después de escuchar la orden.
Mientras tanto en la pequeña plaza de la aldea, el jefe de la aldea con un semblante serio y preocupado reunió a todos y habló: "Espero que ninguno de ustedes esté involucrado, de lo contrario la aldea sufrirá graves consecuencias."
El jefe de la aldea Zhou había oído hablar del ejercito del Imperio del Sol Ilusorio y sabía que eran unas personas autoritarias y siempre obtenían lo que querían.
"...Lo mejor será mantener la calma y no provocar a estos soldados. Si cooperamos, puede que no tengamos problemas." Sus palabras parecían calmar parcialmente a los aldeanos, aunque muchos intercambiaban miradas nerviosas, especialmente Lin Xiyue y Han Zhen, quienes sostenían al bebé.
Uno de los aldeanos, un joven aprendiz del herrero Wu, señaló hacia Feng Jun con el ceño fruncido. "Ese niño... ¿por qué apareció justo después del destello? ¿No es demasiada coincidencia?"
Las palabras encendieron una chispa de suspicacia entre los aldeanos. Susurros crecieron en intensidad.
"Es verdad, nunca hemos visto a ese bebé antes…"
"¡Podría estar relacionado con el tesoro celestial que buscan los soldados!"
Lin Xiyue sintió cómo su corazón se aceleraba mientras los murmullos se convertían en acusaciones veladas. Pero antes de que alguien pudiera decir algo más, Han Zhen avanzó un paso al frente, alzando la voz.
"¡Basta de conjeturas infundadas!" Su voz resonó con una firmeza irrefutable. "Este es nuestro hijo adoptivo, Feng Jun. Anoche, cuando regresábamos de arar los campos de trigo, lo encontramos abandonado en las afueras. ¿Qué clase de personas seríamos si dejáramos a un inocente en medio de la nada?"
Los aldeanos parecieron vacilar, aunque algunos aún miraban al niño con sospecha.
"¡El comandante no necesita razones para acusarnos si ustedes empiezan a señalar con el dedo!" añadió Lin Xiyue, con su mirada llena de lágrimas pero decidida. "¿Quieren poner en peligro a toda la aldea por rumores?"
El jefe Zhou levantó su bastón, golpeándolo contra el suelo para imponer silencio. "Basta. Este no es el momento para peleas internas. Si dicen la verdad, entonces este bebé no tiene relación con lo que buscan los soldados. No provoquemos más problemas."
Los aldeanos asintieron, algunos avergonzados, mientras el jefe Zhou giraba hacia Lin Xiyue y Han Zhen. "Por ahora, permanezcan dentro de su casa. Será mejor que el comandante no vea nada extraño."
En ese momento, un grito interrumpió la tensa atmósfera.
"¡Intruso!"
Desde el borde de los cultivos, un soldado del Imperio del Sol Ilusorio corría hacia la plaza, señalando con su lanza hacia un hombre que huía velozmente entre los árboles. Era un individuo vestido con ropajes oscuros y decorados con un emblema diferente: el Imperio de la Luna Escarlata, un reino rival conocido por su red de espías y tácticas furtivas.
El comandante Bai Zhan, que había regresado apresuradamente desde el claro, levantó una mano para ordenar la persecución. "¡No dejen que escape! Ese ladrón debe haber tomado el tesoro celestial. ¡Atrápenlo a toda costa!"
Los soldados montaron en sus caballos y se lanzaron a la caza, dejando la aldea en relativo silencio. La tensión se disipó ligeramente mientras los aldeanos miraban con cautela hacia el bosque, esperando a que el peligro pasara.
Han Zhen suspiró, aliviado, mientras Lin Xiyue lo miraba con preocupación. "Esto nos ha comprado tiempo… pero ¿por cuánto? Ese espía del Imperio de la Luna Escarlata ha podido desviar la atención del Imperio del Sol Ilusorio, pero no sabemos cuánto durará antes de que regresen aquí."
El jefe Zhou frunció el ceño. "Por ahora, volvamos a nuestras casas y recemos para que la atención de esos soldados se mantenga lejos de nosotros."
Desde los brazos de Lin Xiyue, Feng Jun observaba la escena, su mente procesando rápidamente. "Ese espía nos ha ayudado sin saberlo. Si quiero proteger a quienes me cuidan, necesitaré mucho más que suerte..."
Durante este pequeño tiempo, mientras la atención de los soldados se desvió hacia el espía del Imperio de la Luna Escarlata, Feng Jun, en brazos de Lin Xiyue, había escuchado algo que su padre adoptivo, Han Zhen, había murmurando mientras caminaban hacia su casa. A pesar de su corta edad, sus sentidos y su mente adulta le permitían captar detalles que otro no podían.
"Este es un mundo de cultivo, Jun'er", había dicho Han Zhen en voz baja, casi como si hablara consigo mismo. "Aquí, la fuerza no se mide solo por la habilidad con la espada o por el control de las artes mágicas, sino por el corazón y la voluntad. Para sobrevivir en este lugar, debes volverte más fuerte rápidamente, mucho más rápido que los demás."
Feng Jun escuchó esas palabras con una mezcla de confusión y determinación. "Un mundo de cultivo…" pensó, intentando comprender el concepto. Sabía que era algo más grande de lo que su padre adoptivo le había explicado, pero una chispa de comprensión ya se encendía en su mente. "Si quiero cambiar mi destino, tengo que ser más fuerte. Y para eso, debo entender cómo funciona todo esto."
Mientras sus pensamientos recorrían estas nuevas ideas, un sentimiento de urgencia comenzó a llenar su pecho. No podía quedarse atrás. No solo por él mismo, sino también por aquellos que lo habían acogido y lo habían cuidado sin reservas.
Lin Xiyue, al notar la quietud de su hijo adoptivo, lo miró y vio en sus ojos una luz que nunca antes había visto. Un brillo de determinación, aunque tan pequeño como su cuerpo. No dijo nada, pero una pequeña sonrisa curvó sus labios. "Feng Jun… sé que algún día serás capaz de protegernos a todos."