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Chapter 7 - VII

El sol matutino se filtraba a través de las cortinas, derramando su luz cálida sobre el rostro de Naruto y arrancándolo de su sueño. Parpadeó lentamente, intentando sacudirse la pereza mientras se estiraba con un largo bostezo que resonó en la pequeña habitación. Con pasos arrastrados, fue al baño, atendiendo primero las urgencias matutinas antes de decidirse a comenzar su rutina diaria.

Llenó una jarra de agua fresca, bebió un sorbo y se dirigió a una pequeña mesa junto a la ventana donde mantenía sus plantas. Con unas tijeras en mano, cortó las hojas marchitas con cuidado, como si cada planta fuera un pequeño proyecto al que dedicaba esmero. Ató los tallos rebeldes con trozos de hilo, asegurándose de que crecieran fuertes y ordenados. Al terminar, se tomó un momento para observar su trabajo con satisfacción, notando cómo aquellas pequeñas señales de vida añadían algo especial a su hogar.

Sintiéndose algo hambriento, se dispuso a preparar un desayuno sencillo: tostadas crujientes con mermelada y un vaso de leche fresca. Cada mordisco del pan, combinado con la dulzura de la mermelada, llenó su estómago y le dio energía para enfrentar el día. Una vez que terminó, dejó los platos limpios y se metió en la ducha. El agua caliente era una bendición, relajando sus músculos y despejando su mente. Cuando salió, se sentía renovado, como si el agua hubiese lavado cualquier rastro de cansancio o duda.

Se vistió con el conjunto nuevo que Iruka-sensei le había regalado. La chaqueta negra ajustada, con detalles en rojo y el símbolo Uzumaki bordado en la espalda, le hacía sentir un tipo de confianza desconocida. Los pantalones negros, las vendas en las muñecas y el cuello de malla que sobresalía sutilmente del conjunto le daban un aire de madurez y preparación. Al mirarse al espejo, Naruto apenas podía reconocerse. Era el reflejo de alguien que había comenzado a transformarse, alguien listo para un nuevo capítulo.

"Kazetora puede quedarse en casa hoy", pensó, dejando cuidadosamente la katana en su soporte. Aún no sabía lo que le esperaba en la jornada, pero intuía que no la necesitaría. Finalmente, tomó su bandana ninja y la colocó en la frente con cuidado. Observó su reflejo y sonrió ampliamente, aunque un pensamiento lo hizo detenerse.

—Cuando esté fuera de combate, mejor la usaré aquí —murmuró, moviendo la bandana para amarrarla alrededor de su cuello como si fuera un amuleto de buen augurio. Mirándose por última vez al espejo, proclamó en voz baja, pero firme:

—Es un nuevo comienzo.

Al salir de su apartamento, fue recibido por una voz familiar y llena de entusiasmo.

—¡Naruto-niichan! ¿Hoy sí aceptarás mi reto?

Konohamaru, con su habitual actitud desafiante, estaba plantado frente a él, con los brazos cruzados y una sonrisa astuta. Naruto negó con la cabeza mientras se rascaba la nuca, dejando escapar una risita nerviosa.

—Hoy no, Konohamaru. Tengo cosas importantes como ninja. Pero otro día, te prometo que te mostraré quién manda.

—¡Tsk! Está bien, pero no te escaparás la próxima vez —refunfuñó Konohamaru, cruzando los brazos mientras lo veía marcharse.

Naruto siguió su camino hacia la academia, sintiendo que cada paso lo acercaba más al futuro que deseaba construir. Al llegar, las miradas de sus compañeros lo recibieron con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Algunos cuchicheaban entre ellos, mientras otros apenas disimulaban sus expresiones de asombro.

Un grupo de chicas, entre ellas Ino Yamanaka, que discutía con Sakura sobre con quién se sentaría Sasuke, no pudo evitar distraerse al verlo entrar. 

"¿Desde cuándo Naruto tiene ese aspecto? Se ve... diferente. Aunque no tan mal, tal vez... no, no puede ser que esté pensando eso...¡Ugh, pero no me importa! Sasuke sigue siendo más guapo..."

Naruto, aunque notó las miradas, fingió ignorarlas y caminó hacia su asiento con una pequeña sonrisa de satisfacción.

Al acercarse, Hinata lo observó con un leve sonrojo en las mejillas. Cuando él la miró, la tímida Hyūga apenas logró articular unas palabras.

—Na-Naruto-kun... me alegro de que hayas llegado —dijo en voz baja, con una sonrisa cálida que revelaba su sinceridad.

Naruto se rascó la cabeza, ligeramente sonrojado.

—Gracias, Hinata —respondió, sintiendo un poco de incomodidad, pero al mismo tiempo, no pudo evitar sonreír.

Antes de que pudiera sentarse, una figura familiar lo interceptó. Kiyomi Uchiha, con su actitud confiada, se acercó directamente a él, tomando su brazo con una naturalidad que lo dejó completamente desconcertado, apoyándose ligeramente en su hombro. Naruto se puso rojo al instante, incapaz de esconder su reacción.

—¿Ves? Te dije que lo lograrías, Naruto-kun —dijo ella, evaluándolo de pies a cabeza con una sonrisa juguetona—. Ese estilo te queda muy bien.

Naruto, sorprendido y sonrojado como un tomate, apenas logró balbucear:

—Gra-gracias...

La actitud de Kiyomi, tan natural y confiada al apoyarse en el brazo de Naruto, no pasó desapercibida. Varias chicas en la sala intercambiaron murmullos y miradas, algunas sorprendidas y otras claramente molestas. Entre ellas, Sakura frunció el ceño con disgusto, mientras Ino, aunque distraída en su discusión con Sakura, lanzó una mirada curiosa hacia Naruto, como si evaluara la escena.

Sasuke, en su rincón habitual, rodó los ojos. Aunque su expresión era de aparente indiferencia, cualquiera que lo conociera bien notaría cómo sus ojos oscuros seguían de reojo la interacción entre Naruto y su hermana mayor.

De repente, una voz altanera rompió el momento de tensión creciente.

—¡Naruto! ¿Qué haces aquí? Solo los graduados pueden estar en esta sala. —La acusación vino de Daiki Arata, quien lo señaló con un aire de desafío.

Daiki era un chico de cabello marrón claro y desordenado, con mechones que caían de manera rebelde sobre su frente, dándole un aspecto despreocupado. Sus ojos verdes, normalmente brillantes y traviesos, ahora mostraban una chispa de arrogancia. Vestía una sudadera azul verdosa encima de una camiseta negra de manga larga, combinada con pantalones cortos oscuros y guantes sin dedos, como si estuviera listo para una pelea en cualquier momento.

Naruto lo miró con incredulidad, arqueando una ceja.

—¿Estás ciego o simplemente eres un idiota? —respondió con una sonrisa burlona mientras señalaba la bandana atada a su cuello—. ¿No ves esto? Soy un ninja de Konoha, igual que tú.

Daiki frunció el ceño, claramente irritado por la actitud confiada de Naruto, y dio un paso hacia él con un aire desafiante.

—¿A quién llamas idiota, imbecil? No te creas tanto solo por haber pasado el examen.

Naruto, sin mostrar señales de intimidación, lo miró directamente a los ojos. Sin embargo, antes de que la situación pudiera escalar, la puerta del aula se abrió de golpe y una figura familiar entró con paso decidido.

—¡Silencio! —ordenó Iruka-sensei, su voz resonando con autoridad. Su expresión seria dejó claro que no toleraría ningún tipo de conflicto—. Este no es el momento para peleas infantiles. Hoy es un día importante para todos ustedes, así que compórtense.

Naruto y Daiki se miraron una vez más, sus ojos cargados de desdén mutuo, antes de que cada uno regresara a su asiento. Aunque el intercambio había sido breve, la tensión aún flotaba en el aire. Naruto, al tomar su lugar entre Hinata y Kiyomi, sintió el apoyo silencioso de ambas.

Kiyomi, siempre directa, no pudo evitar reprenderlo en voz baja, aunque su tono era más cálido que crítico.

—Naruto-kun, no necesitas rebajarte al nivel de personas como él. Estás aquí porque te lo ganaste. No dejes que nadie te haga sentir menos.

Naruto asintió lentamente, dejando escapar una sonrisa torpe mientras se rascaba la nuca.

—Tienes razón, Kiyomi. Es solo que no soporto cuando alguien me menosprecia.

Hinata, que había estado observando la escena con preocupación, juntó las manos nerviosamente y habló con suavidad, pero con sinceridad.

—Na-Naruto-kun... Es admirable cómo defiendes lo que eres. Pero a veces... ignorar a esas personas puede ser una forma más fuerte de demostrarlo.

Naruto parpadeó, sorprendido por las palabras de Hinata. Aunque era suave en su manera de hablar, siempre parecía encontrar la forma de llegar a él. Tras unos segundos de reflexión, murmuró un "gracias" que apenas fue audible.

Mientras tanto, en otra parte del aula, la discusión entre Sakura e Ino continuaba. Sakura, con una sonrisa triunfal, alzó la voz para asegurarse de que todos escucharan.

—¡Ja! Estoy al lado de Sasuke-kun, Ino-puerca.

Ino, lejos de sentirse derrotada, le devolvió una sonrisa desafiante mientras agitaba su cabello con una mano.

—¿Crees que eso importa? Sasuke terminará sentado conmigo eventualmente, porque a mí me encuentra mucho más interesante que a ti —respondió en voz alta.

Naruto observó la escena y no pudo evitar suspirar. Hubo un tiempo en el que pensó que Sakura era la chica perfecta para él, pero esos días parecían cada vez más lejanos. "Es tan... molesta, por decirlo de alguna manera," reflexionó.

Su atención, sin embargo, se desvió involuntariamente hacia Ino. Aunque no entendía por qué, había algo en ella que lo hacía fijarse más de lo habitual. Quizás eran sus rasgos refinados: su rostro de facciones delicadas y equilibradas, con mejillas suaves y unos labios rosados naturales que parecían realzar su confianza. Sus ojos azul celeste, grandes y expresivos, irradiaban determinación y encanto, mientras que su cabello rubio, largo y sedoso, caía en una coleta alta que se movía con elegancia. Incluso sus movimientos parecían tener una gracia innata.

No era de los que solía prestar atención a los detalles de la apariencia, pero esa vez lo hizo sin darse cuenta. Ino era esbelta, con un físico elegante y definido por su entrenamiento ninja. Su figura curvilínea destacaba de manera natural, sin exageraciones. El top púrpura que llevaba dejaba ver un pequeño tramo de piel en su abdomen tonificado en algunas partes que no tenía vendadas, mientras que la falda ninja con shorts negros debajo lograba combinar funcionalidad y estilo. "Definitivamente tiene algo especial," pensó Naruto, apartando rápidamente la mirada cuando notó que estaba pensando demasiado en ella.

Ino notó de reojo la mirada de Naruto sobre ella. Aunque sintió un leve sonrojo subir a sus mejillas, no lo rechazó. De hecho, algo en su interior se sintió halagado. Sin embargo, sacudió la cabeza, tratando de despejar esos pensamientos mientras volvía su atención al frente, donde Iruka-sensei tomaba la palabra con autoridad.

—Buenos días, chicos. —Su voz, firme pero cálida, resonó en el aula mientras sostenía una lista con los nombres de los nuevos equipos—. Como mencioné antes, hoy es un día importante para ustedes. A partir de ahora, son shinobis de pleno derecho. Se formarán equipos que serán su familia en las misiones, entrenamientos y, por supuesto, en su desarrollo como ninjas. Quiero que escuchen con atención mientras anuncio las asignaciones.

El aula quedó en completo silencio, con cada estudiante aferrado al borde de sus asientos. Las emociones fluctuaban entre la emoción, la ansiedad y la curiosidad mientras Iruka comenzaba a leer los nombres.

—Equipo 5: Ren Takamiya, Daiki Arata y Sakura Haruno.

Un murmullo apenas contenido recorrió el aula. Sakura, sentada cerca de Sasuke, bajó la cabeza con un suspiro audible. Sus hombros caídos delataban su decepción por no haber sido asignada al equipo de su adorado Uchiha.

Naruto, observando la escena, desvió su mirada hacia Ren Takamiya, uno de los nombres mencionados. Siempre le había parecido alguien difícil de descifrar. Ren destacaba no solo por su apariencia peculiar, sino también por su actitud reservada. De cabello negro ligeramente largo y desordenado, con mechones que enmarcaban su rostro, llevaba una bufanda blanca y amplia que cubría parte de su cuello y rostro, dándole un aire práctico pero misterioso. Sus ojos grises oscuros siempre parecían analíticos, como si desentrañara secretos ocultos en todo lo que veía. Vestía un abrigo verde oscuro con múltiples bolsillos y pantalones ajustados para facilitar el movimiento, mientras su bandana de Konoha estaba firmemente atada en su brazo izquierdo. Lo más peculiar era su arma: un paraguas ninja que Ren utilizaba con una destreza única, tanto para defensa como para ejecutar técnicas especiales.

Naruto pensó brevemente en Ren. Siempre había sido uno de los civiles más talentosos de la generación, capaz de destacar en una clase dominada por herederos de clanes prestigiosos.

Iruka continuó leyendo, capturando de nuevo la atención de todos:

—Por órdenes del Hokage, el Equipo 7 será de cuatro integrantes: Naruto Uzumaki, Kiyomi Uchiha, Sasuke Uchiha y Yuzuki Uchiha.

Naruto abrió los ojos como platos, claramente sorprendido. "¿Voy a estar en el mismo equipo que los tres Uchihas?" Su mente era un torbellino de pensamientos. Sentía una mezcla de emoción y nerviosismo. Por un lado, trabajar junto a Kiyomi lo llenaba de entusiasmo, pero compartir equipo con Sasuke y Yuzuki prometía ser un desafío en más de un sentido.

Sasuke, sentado con los brazos cruzados, no mostró más reacción que un ligero ajuste de sus labios en una mueca de indiferencia. Por otro lado, Yuzuki, aún más reservada que su hermano, simplemente asintió de manera casi imperceptible. Sin embargo, Kiyomi, que estaba sentada cerca de Naruto, le dedicó una sonrisa confiada, como si estuviera complacida con la decisión.

Iruka siguió avanzando en las asignaciones, sin detenerse mucho en los murmullos que llenaban el aula.

—El Equipo 8 será: Kiba Inuzuka, Hinata Hyūga y Shino Aburame.

Hinata, al escuchar su nombre, dejó escapar un pequeño suspiro. Aunque estaba algo decepcionada por no estar en el equipo de Naruto, una suave sonrisa volvió a su rostro cuando Naruto le prometió en voz baja que se verían después de cada misión. Sus ojos perlados brillaron, y una dulce expresión de gratitud adornó su rostro. Naruto también sonrió, aunque con un leve sonrojo al notar la ternura de Hinata.

Finalmente, Iruka llegó al último equipo:

—Y finalmente, el Equipo 10: Ino Yamanaka, Shikamaru Nara y Chōji Akimichi.

Ino dejó escapar un suspiro de resignación mientras pensaba: "El marrano y el flojo... genial." Aunque miró de reojo a Shikamaru, quien apenas reaccionó al escuchar su nombre, con su típica actitud despreocupada. A pesar de su decepción inicial, Ino se acomodó en su asiento, aceptando que tendría que hacer lo mejor posible con lo que le había tocado.

Iruka guardó la lista y miró a los alumnos con una expresión seria pero alentadora.

—Recuerden, a partir de ahora trabajarán como un solo equipo. Aprenderán a confiar en sus compañeros y depender de ellos, porque serán la clave para superar cualquier desafío que enfrenten como shinobis. Este es solo el comienzo de su viaje, pero estoy seguro de que tienen el potencial para alcanzar grandes cosas.

El ambiente en la sala quedó cargado de expectativas y promesas. Aunque cada estudiante procesaba la información de manera diferente, el peso de sus palabras dejó una marca en todos ellos. La formación de los equipos marcaba un nuevo capítulo en sus vidas, uno lleno de desafíos, aprendizaje y camaradería.

Naruto miró a sus compañeros de equipo con cierta incertidumbre. Kiyomi, siempre desenvuelta, le ofreció una sonrisa cálida mientras acomodaba con gracia un mechón de su oscuro cabello tras su oreja. Había algo en su mirada, una chispa que mezclaba diversión y un interés genuino, y que lograba ponerlo nervioso sin saber exactamente por qué. Sasuke, como era habitual, parecía ignorar todo a su alrededor, con su expresión seria y los brazos cruzados, como si estuviera demasiado por encima de la situación. Yuzuki, por su parte, permanecía tranquila y observadora, con una mirada afilada y calculadora que daba la sensación de que podía leer hasta los pensamientos más profundos de Naruto. Aunque no decía mucho, su presencia era imponente, con una calma que escondía una intensidad difícil de ignorar.

De repente, Kiyomi inclinó ligeramente su cuerpo hacia Naruto, reduciendo la distancia entre ellos con una expresión traviesa.

—¿Qué tanto miras, Naruto-kun? —preguntó con un tono juguetón, su sonrisa reflejando un placer evidente en provocarlo. Antes de que pudiera responder, agregó en un susurro cerca de su oído—. No creas que no noté cómo mirabas a Ino. ¿O será que te interesan más mis hermanitos? Aunque, si te soy sincera… —hizo una pausa, disfrutando de la reacción de Naruto, cuyo rostro había adquirido un rojo brillante—, no me molestaría que me miraras más a mí.

Naruto agitó las manos torpemente, completamente desconcertado.

—¡N-nada de eso! Solo estaba pensando en… ¡en cómo será trabajar juntos, eso es todo! —se apresuró a justificar, aunque su nerviosismo lo traicionaba.

Kiyomi dejó escapar una suave risa, melodiosa y burlona, mientras volvía a su posición original.

—Claro, Naruto-kun, claro. Pero te advierto, tendrás que esforzarte mucho si quieres seguirle el ritmo a los Uchihas —dijo con un guiño y una expresión que mezclaba desafío y calidez.

Sasuke bufó desde su asiento, con los ojos entrecerrados.

—Como si él pudiera siquiera acercarse a mi nivel —comentó con su tono característicamente arrogante.

Naruto frunció el ceño, sintiendo cómo la ira comenzaba a subirle por las venas.

—¡Oye, idiota! No subestimes a Naruto Uzumaki, el futuro Hokage. Te voy a demostrar que no soy el mismo de antes.

La tensión entre ellos parecía crecer con rapidez, pero antes de que pudiera estallar, Yuzuki intervino con su habitual serenidad.

—Ya basta, Sasuke. No tiene sentido pelear antes de que siquiera empecemos a trabajar juntos —dijo, su voz baja pero firme, cortando la disputa con una eficiencia calculada.

Kiyomi, viendo una oportunidad para calmar los ánimos y cambiar de tema, sonrió con naturalidad.

—Naruto-kun, ¿qué tal si almorzamos juntos? Estoy segura de que Hinata-chan también quiere acompañarnos.

Hinata, que había estado observando la interacción desde una distancia prudente, abrió los ojos sorprendida al escuchar su nombre. Su rostro se sonrojó al instante, y con un ligero tartamudeo, respondió:

—S-sí, claro. Me gustaría mucho.

Naruto, aún algo avergonzado por los comentarios de Kiyomi, aceptó la propuesta. Pronto, los tres se dirigieron al patio de la academia, donde encontraron una mesa bajo la sombra de un árbol. Kiyomi se sentó estratégicamente a la derecha de Naruto, mientras que Hinata, tímida pero decidida, ocupó el lugar a su izquierda.

Mientras compartían el almuerzo, Kiyomi tomó un onigiri de su caja bento y lo acercó al rostro de Naruto.

—Abre la boca, Naruto-kun. Te ves cansado, y esto te dará energía —dijo con un tono amable pero cargado de intenciones juguetonas.

Naruto se sonrojó de inmediato, moviendo las manos como si intentara detenerla.

—¡No hace falta, puedo hacerlo yo solo! —protestó, aunque su tono era más avergonzado que firme.

—Vamos, no seas tímido. —Kiyomi insistió, con una sonrisa pícara que no daba lugar a réplica. Finalmente, Naruto cedió y permitió que lo alimentara, aunque trató de disimular su incomodidad bajo una expresión neutra. Kiyomi, por su parte, disfrutaba visiblemente del momento.

Hinata, que observaba la escena en silencio, decidió intervenir. Con las manos temblorosas, sacó un pequeño recipiente de dango que había traído consigo.

—Na-Naruto-kun... yo también traje esto. Es uno de mis favoritos. Si quieres, podemos compartir —ofreció con una voz suave, aunque su valentía estaba marcada por el ligero temblor en sus manos.

Naruto giró hacia ella con una expresión de sorpresa genuina.

—¡Gracias, Hinata! Eres muy amable —dijo con una sonrisa brillante que parecía iluminar todo a su alrededor.

Kiyomi, notando la interacción, arqueó una ceja con curiosidad y una ligera sonrisa en los labios. Lanzó una mirada juguetona hacia Hinata mientras terminaba su propio almuerzo.

—Vaya, parece que alguien más sabe cuidar de Naruto-kun. Qué adorable eres, Hinata-chan —comentó, su tono suave pero con un matiz provocador.

Hinata, ahora completamente sonrojada, bajó la mirada hacia sus manos mientras jugueteaba con las mangas de su chaqueta.

—E-eso… yo solo pensé que podría gustarle… —murmuró, su voz apenas audible, mientras las puntas de sus dedos jugaban con nerviosismo.

Naruto, ajeno a cualquier tensión entre ambas chicas, sonrió con entusiasmo mientras mordía uno de los dangos que Hinata le ofrecía.

—¡Esto está delicioso, Hinata! Gracias a ambas por preocuparse por mí. ¡En serio son increíbles!

Kiyomi soltó una pequeña risa al escuchar el comentario, mientras Hinata, aún sonrojada, no podía evitar sonreír tímidamente. A pesar de las pequeñas tensiones y los nervios del día, los tres disfrutaron del almuerzo, construyendo poco a poco los lazos que los unirían en las misiones venideras.

Kiyomi dejó escapar una risita ligera y se inclinó hacia Hinata, rodeándola con un brazo en un gesto que, aunque parecía amistoso, tenía una clara intención de provocar. Su cercanía era cálida, pero su sonrisa juguetona tenía un filo que parecía deleitarse en las reacciones de los demás.

—Estoy tan celosa de ti, Hinata-chan, —murmuró Kiyomi, dejando que su voz fluyera como una caricia—. Eres tan linda y adorable que simplemente es imposible odiarte.

Hinata, atrapada entre la timidez y el desconcierto, sintió su rostro arder. Sus ojos buscaban cualquier rincón de escape, pero las palabras de Kiyomi la tenían atrapada en el momento.

—N-no es para tanto, Kiyomi-san... No soy tan linda... —respondió con un susurro, sus manos jugueteando nerviosamente con el borde de su chaqueta.

Kiyomi no la soltó; al contrario, intensificó el abrazo, como si quisiera reforzar sus palabras con acciones.

—¿No lo crees también, Naruto-kun? —preguntó, girándose hacia él con una sonrisa astuta que destellaba pura diversión—. ¿Verdad que Hinata-chan es simplemente adorable?

Naruto, sorprendido por la repentina pregunta, sintió el calor subir rápidamente a sus mejillas. El chico rubio se rascó la nuca, intentando disimular su incomodidad.

—S-sí... —admitió con torpeza, desviando la mirada momentáneamente. Había algo genuino en su respuesta; no podía negar que Hinata era, en efecto, adorable. De hecho, en más de una ocasión, Naruto había notado detalles que lo hacían pensar en ella como una de las chicas más hermosas que conocía.

Recordó una escena de su infancia que, sin saber por qué, siempre volvía a su mente: un día en el que, por casualidad, encontró a Hinata cuando ambos tenían apenas cinco años. Estaba sola, llorando suavemente en un rincón del bosque mientras sostenía la manga de un elegante kimono negro. Él, aún siendo un niño, había sentido una necesidad instintiva de consolarla. Tomándola de la mano, se la llevó consigo para buscar ayuda, notando lo sorprendentemente suave que era su piel, como porcelana. Esa pureza y fragilidad parecían haberse quedado con ella incluso hasta ahora.

Hinata tenía un rostro delicado, con facciones suaves y femeninas que siempre lucían ligeramente sonrojadas, sobre todo cuando estaba cerca de él. Sus ojos perlados eran grandes y expresivos, casi hipnóticos, mostrando siempre honestidad y una pureza que Naruto encontraba reconfortante. Su sonrisa tímida era como un rayo de sol que iluminaba incluso los momentos más oscuros, y su cabello negro azulado, que caía en mechones sedosos alrededor de su rostro, siempre parecía cuidadosamente arreglado, con un flequillo que enmarcaba sus suaves rasgos.

Llevaba una chaqueta color crema holgada que, aunque sencilla, no lograba ocultar del todo su figura. Bajo su exterior modesto, era evidente que Hinata poseía una belleza natural que no necesitaba adornos.

Naruto no pudo evitar sonreír al recordar todos esos pequeños detalles.

—Sí, Hinata-Chan es linda—murmuró, más para sí mismo que para los demás.

Hinata, al escuchar esas palabras, sintió que su corazón latía desbocado. Todo lo que podía hacer era apartar la mirada y tratar de controlar su respiración, mientras el rubor en sus mejillas se extendía hasta sus orejas.

Kiyomi, siempre atenta, notó la reacción de ambos y decidió llevar su provocación un paso más allá.

—Aunque, Hinata-chan, creo que esa chaqueta de color crema no te favorece mucho. Esconde demasiado, ¿no crees?

Sin esperar respuesta, Kiyomi deslizó con destreza el cierre de la chaqueta de Hinata, dejando al descubierto la camisa azul oscuro ajustada que llevaba debajo. La prenda resaltaba de inmediato su figura, especialmente su busto, causando que Hinata soltara un pequeño jadeo de sorpresa mientras trataba de cubrirse con las manos.

—¡Kiyomi-san! —exclamó Hinata, completamente roja, con el pánico evidente en su voz.

Naruto, al ver lo sucedido, quedó momentáneamente paralizado. Su rostro se tornó tan rojo como su chaqueta Uzumaki. Desvió la mirada con rapidez, murmurando para sí mismo que no debía pensar en eso. Pero, aunque intentara no mirar, la imagen quedó grabada en su mente por unos segundos más de lo necesario.

Kiyomi, divertida, se acomodó el cabello con aire triunfal, dejando escapar una risa suave.

—¿Ves, Hinata-chan? Te envidio tanto. Hasta sin proponértelo, logras ser tan bonita.

Hinata negó frenéticamente con la cabeza, sus ojos todavía llenos de nerviosismo.

—N-no digas eso… no es cierto… —murmuró, todavía intentando cubrirse.

Naruto, finalmente encontrando las palabras, trató de disipar la tensión.

—¡Ya basta, Kiyomi! No deberías hacer eso. Hinata no tiene la culpa de nada.

Kiyomi simplemente sonrió, dándole una mirada inocente.

—Oh, Naruto-kun, solo estaba bromeando. Pero está bien, lo entiendo. Parece que eres muy protector con Hinata-chan. Qué tierno de tu parte.

Naruto tosió nerviosamente y, como si buscara desesperadamente un escape, se levantó de golpe, casi tropezando consigo mismo.

—¡B-bueno, creo que ya es hora de regresar con Iruka-sensei! ¡Vamos, no queremos llegar tarde! —dijo con una energía apresurada, evitando cruzar miradas con las dos chicas.

Kiyomi sonrió con un aire de triunfo, claramente disfrutando de la situación. Hinata, por su parte, trató de recomponerse, aunque el color carmesí seguía intensamente presente en su rostro. Sin intercambiar más palabras, los tres comenzaron su camino de regreso al aula, pero la atmósfera a su alrededor estaba cargada de emociones complejas: diversión por parte de Kiyomi, vergüenza absoluta en Hinata y un Naruto atrapado en su incomodidad y confusión interna.

Hinata, mientras caminaba detrás de Naruto, mantenía su cabeza gacha, pero no podía evitar que una pequeña sonrisa apareciera en sus labios. Sus dedos jugueteaban nerviosamente con el dobladillo de su chaqueta mientras en su mente resonaban las palabras de Naruto: "Hinata-chan es linda". Esa simple frase era como un rayo de luz en su corazón, llenándola de calidez y seguridad. Recordaba todos los momentos en que lo había admirado en silencio, los días en que su determinación la inspiró a ser más fuerte, y ahora sentía que, al menos por un instante, su esfuerzo por acercarse a él había valido la pena.

Por otro lado, Naruto seguía adelante, con las manos en los bolsillos y su mirada fija en el suelo. Sus mejillas seguían ardiendo, el color rojizo contrastando con su largo cabello carmesí, dándole la apariencia de un tomate andante. Cada vez que recordaba lo que había sucedido —las palabras de Kiyomi, la reacción de Hinata y ese instante en que su mirada se desvió por accidente— sentía que su mente se descontrolaba. Hinata realmente es linda… pensó por un momento, pero rápidamente sacudió la cabeza, tratando de concentrarse en otra cosa. Aunque no lo admitiría, había algo en la dulzura de Hinata que comenzaba a captar su atención de formas que no entendía del todo.

Kiyomi, por su parte, caminaba con un aire despreocupado, su sonrisa radiante y llena de picardía. Sus ojos brillaban con diversión al recordar las adorables reacciones de Hinata y el nerviosismo evidente de Naruto. Molestarlos había sido demasiado entretenido, pero en el fondo no había mala intención en sus acciones. Hinata le agradaba genuinamente, no solo porque no estaba obsesionada con Sasuke, sino porque tenía una fuerza interior que Kiyomi admiraba profundamente. La timidez de Hinata no era una debilidad, sino una capa que ocultaba su valentía y su determinación, cualidades que, en cierto modo, la hacían especial.

Sin embargo, su interés principal seguía siendo Naruto. Ese chico impredecible y apasionado había captado su atención desde hacía tiempo. No solo era su energía inagotable, sino su forma de tratarla como una persona normal, no como "la Uchiha" que todos veían. Cada interacción con él se sentía auténtica, lo cual era refrescante en comparación con las interacciones calculadas y formales que solía tener con otros. Aun así, Kiyomi no era del tipo de guardarse todo para sí misma; disfrutaba de las dinámicas que se creaban entre él y Hinata. En el fondo, sentía que, si alguien podía entender y cuidar de Naruto además de ella, esa persona era Hinata.

Mientras avanzaban, Kiyomi dejó escapar una risita suave, su mente divagando hacia temas más serios. Recordó algo que había leído recientemente en los antiguos pergaminos de su clan: el deber de preservar el linaje Uchiha. Aunque no le gustaba admitirlo, sabía que eventualmente tendría que pensar en eso. Observó de reojo a Naruto y dejó que una sonrisa traviesa se dibujara en sus labios. Tal vez… él también tendrá que lidiar con algo similar. Los Uzumaki tampoco son muchos ahora… pensó, aunque decidió guardar ese pensamiento para sí misma. Había tiempo de sobra para lidiar con esas preocupaciones en el futuro.

Kiyomi no compartía la misma obsesión por la venganza que Sasuke o la fría estrategia de Yuzuki. Aunque quería respuestas sobre lo ocurrido con su clan, su objetivo no era destruir, sino reconstruir. Su ambición era clara: ser una kunoichi fuerte, no para vengar el pasado, sino para proteger lo que aún quedaba y construir algo nuevo. Mientras Sasuke se consumía en su odio y Yuzuki luchaba entre su resentimiento y su responsabilidad, Kiyomi sentía que su camino era diferente. No necesitaba aferrarse al dolor para demostrar su valía. Su verdadera fuerza radicaba en su capacidad de mirar hacia adelante, sin perder de vista quién era y qué podía llegar a ser.

Con ese pensamiento en mente, miró a Naruto una vez más. A pesar de su torpeza, había algo en él que inspiraba a quienes lo rodeaban. Tal vez, solo tal vez, él era la clave para unir las piezas rotas de su mundo.

Cuando finalmente llegaron al aula, Naruto soltó un largo suspiro de alivio, agradeciendo en silencio que el incómodo paseo hubiera llegado a su fin. Se dejó caer en su asiento con cierta torpeza, mientras su mente seguía atrapada en los eventos recientes. Hinata, por su parte, tomó asiento rápidamente, con las manos apretadas sobre su regazo mientras trataba de calmar el torbellino de pensamientos que la inundaba. Su corazón aún latía con fuerza, pero una pequeña sonrisa permanecía en sus labios, como si el simple hecho de haber compartido ese momento con Naruto hubiera iluminado su día.

Kiyomi, siempre despreocupada, se sentó junto a Naruto, cruzando las piernas con una elegancia casi natural y apoyando un brazo en la mesa. Una sonrisa burlona se dibujó en sus labios mientras giraba levemente hacia él.

—Bueno, esto promete ser interesante —dijo con tono casual, dejando que sus palabras fluyeran como si no esperara respuesta. Sus ojos oscuros, cargados de picardía, se fijaron en el rostro sonrojado de Naruto, quien hacía un esfuerzo evidente por ignorar su mirada, concentrándose en algún punto indefinido frente a él. Kiyomi sonrió aún más, satisfecha con su reacción. Sabía exactamente cómo provocarlo.

Desde su lugar, Hinata observaba la escena de forma discreta, como si temiera ser descubierta. A pesar de su nerviosismo, no podía evitar dirigir pequeñas miradas hacia Naruto. Había algo en él, en su energía y su entusiasmo inquebrantable, que siempre lograba atraerla. Incluso si Kiyomi parecía tener todas las ventajas en sus interacciones con él, Hinata se sentía feliz de simplemente estar cerca. Aquella cercanía, por más simple que fuera, le daba fuerzas para continuar, para intentar superar poco a poco su timidez.

El sonido de la puerta al abrirse sacó a todos de sus pensamientos. Iruka-sensei entró al aula con una expresión seria, portando la misma presencia confiable que los alumnos conocían bien.

—Muy bien, todos —comenzó, ajustándose la bandana en la frente—. En unos momentos conocerán a sus jōnin sensei. Quiero que sepan que lo que viene no será fácil. Hoy es solo el comienzo de un largo camino. Espero que estén preparados.

Las palabras de Iruka lograron que Naruto se enderezara de inmediato, la chispa de entusiasmo que siempre lo caracterizaba brillando nuevamente en sus ojos. Había esperado este día por tanto tiempo que no podía evitar sentirse emocionado. Este era el primer paso hacia su sueño de convertirse en un gran ninja, alguien que finalmente sería reconocido por todos.

Kiyomi observó la expresión de Naruto de reojo, con una sonrisa enigmática que solo ella entendía. Para ella, la emoción de Naruto era contagiosa, pero también un recordatorio de por qué había decidido quedarse cerca de él. Mientras tanto, Hinata apretó sus manos con más fuerza, sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad. Los pensamientos sobre su futuro, sobre su propio crecimiento como ninja, estaban teñidos por la presencia de Naruto. Quería ser alguien digna de estar a su lado.

Las horas pasaron mientras los equipos eran anunciados uno a uno, y los alumnos partían con sus respectivos jōnin. Finalmente, Hinata fue llamada para unirse a su equipo. Se levantó con rapidez, con el rostro encendido por una mezcla de emoción y nerviosismo. Antes de marcharse, y para sorpresa de todos, Hinata reunió una valentía inesperada: se inclinó hacia Naruto y le plantó un beso rápido en la mejilla.

El aula quedó en completo silencio mientras Naruto se quedaba inmóvil, los ojos abiertos como platos. Su rostro, ya naturalmente sonrojado por su cabello carmesí, parecía a punto de explotar de vergüenza. Lentamente, llevó una mano a su mejilla, tocando el lugar donde Hinata lo había besado, completamente aturdido.

Hinata no esperó una reacción y salió del aula apresurada, siguiéndole el paso a su nueva jōnin sensei. A pesar de su timidez, no pudo evitar una pequeña sonrisa de satisfacción al dejar atrás a Naruto y a los demás. Había sido un acto impulsivo, pero no se arrepentía.

Kiyomi, que había presenciado la escena desde su asiento, soltó una pequeña risa divertida. Aunque disfrutaba de los torbellinos emocionales que provocaba Naruto, no pudo evitar sentir una ligera punzada de celos al ver la determinación de Hinata. Sin embargo, decidió dejarlo pasar. Si algo sabía, era que habría muchas más oportunidades para capturar la atención de Naruto a su manera.

A medida que el aula se iba vaciando, quedó únicamente el equipo 7: Naruto Uzumaki, Kiyomi Uchiha, Sasuke Uchiha y Yuzuki Uchiha. Naruto, aburrido de esperar, comenzó a observar a sus compañeros con más atención, intentando distraerse del beso que seguía latente en su mente.

Kiyomi destacaba entre ellos, no solo por su porte confiado, sino también por su apariencia. Su cabello negro azabache caía como una cascada sobre sus hombros, moviéndose con una gracia casi hipnótica. Los mechones, siempre bien cuidados, parecían reflejar una parte de su personalidad elegante pero peligrosa. Sus ojos, oscuros e intensos, parecían contener un abismo de desafío y astucia. Había algo en ellos que reflejaba tanto su herencia Uchiha como su individualidad.

Las facciones de su rostro eran suaves y refinadas, con un toque de seducción natural que parecía completamente innato. Sus labios, a menudo curvados en una sonrisa juguetona, complementaban su carácter bromista y seguro. Su cuerpo era esbelto, con una figura bien definida que mostraba los resultados de su entrenamiento disciplinado. Llevaba un conjunto ninja ajustado, compuesto por un top negro sin mangas que dejaba entrever su abdomen tonificado y lucía el símbolo del clan Uchiha en la espalda. Sus pantalones, igualmente ceñidos, le permitían moverse con agilidad, mientras las vendas en sus tobillos añadían un toque práctico. Siempre llevaba consigo una kusarigama, cuya cadena brillaba con un tenue resplandor metálico, insinuando su letalidad.

Naruto no pudo evitar pensar en lo intimidante pero fascinante que era Kiyomi. Había algo en ella que lo desconcertaba, aunque también lo impulsaba a querer demostrarle que él era más que un simple compañero de equipo. Aunque, por supuesto, no podía dejar de pensar en Hinata y en lo que acababa de ocurrir.

El aula quedó en silencio una vez más mientras el equipo 7 aguardaba a su jōnin sensei, con cada miembro sumido en sus propios pensamientos sobre lo que estaba por venir.

Sasuke, por otro lado, permanecía con su expresión habitual de desinterés, recargado contra la pared con los brazos cruzados. Sus ojos oscuros observaban el aula como si no hubiera nada ni nadie que mereciera realmente su atención. Naruto, sentado a unos metros de distancia, lo miró de reojo y no pudo evitar bufar internamente. Ahí va otra vez, el gran Uchiha, actuando como si el mundo entero girara a su alrededor. Aunque no lo dijera en voz alta, la actitud de Sasuke siempre lograba irritarlo.

Sasuke vestía con su característico estilo sobrio: una camiseta negra de manga corta que llevaba en la espalda el símbolo del clan Uchiha, pantalones azul oscuro que le daban libertad de movimiento y unas sandalias ninja impecables que parecían recién salidas de la tienda. Sobre su hombro descansaba una tantō, cuidadosamente asegurada en su funda. Era como si esa espada no fuera solo un arma, sino un recordatorio constante de su determinación y de que siempre estaba listo para la batalla. Su postura era tranquila, pero emanaba una confianza que, aunque admirable, no dejaba de exasperar a Naruto. ¿Por qué siempre tiene que parecer tan perfecto? pensó Naruto, apretando los dientes.

Por su parte, Yuzuki, la menor de los tres Uchiha presentes, destacaba por su porte elegante y reservado, aunque de una manera muy diferente a la de su hermano. Mientras Sasuke proyectaba un aire de arrogancia natural, Yuzuki irradiaba una frialdad que resultaba intimidante. Su cabello, largo, liso y negro como la noche, caía en cascadas perfectamente cuidadas, reflejando un brillo sedoso que realzaba su presencia casi etérea. A menudo, parecía que el tiempo se detenía brevemente cuando entraba en una habitación, como si su mera existencia exigiera atención.

Los ojos de Yuzuki eran igual de oscuros, profundos y cargados de una intensidad que parecía esconder algo más allá de su fría fachada. Aunque su expresión generalmente era neutral e inexpresiva, había momentos —raros, pero invaluables— en los que un atisbo de emoción se filtraba, revelando a una persona mucho más compleja de lo que dejaba ver. Naruto recordaba una ocasión en particular que seguía grabada en su memoria, una en la que ella había bajado momentáneamente las defensas de su corazón.

Había sido durante una tarde de entrenamiento, meses atrás, cuando aún eran estudiantes en la academia. Yuzuki, quien rara vez mostraba frustración, había tenido un mal día. Llevaban horas practicando técnicas de shuriken, y aunque sus lanzamientos eran precisos, ese día parecía no alcanzar la perfección que exigía de sí misma. En un momento de frustración, una de las hojas había cortado ligeramente la palma de su mano. Aunque intentó ocultarlo, Naruto lo notó.

—Oye, ¿estás bien? —le había preguntado, acercándose con cautela, casi como si temiera romper la barrera invisible que siempre parecía rodearla.

Yuzuki, quien normalmente habría respondido con un comentario cortante o simplemente lo habría ignorado, permaneció en silencio. Para su sorpresa, Naruto tomó un pequeño pañuelo que llevaba consigo y, sin pedir permiso, se lo ató con cuidado alrededor de la herida.

—No es gran cosa, pero al menos así no se ensucia —dijo con una sonrisa amable, mirando directamente a sus ojos. Había algo genuino en su gesto, algo que, por un instante, derritió la fría coraza de Yuzuki.

Fue la primera vez que ella sonrió frente a él. No una sonrisa forzada ni cargada de sarcasmo, sino una pequeña y tímida curvatura en sus labios que, acompañada por un ligero sonrojo, la hacía ver más humana, casi vulnerable.

—Gracias, Naruto —murmuró, desviando la mirada con un tono más suave de lo habitual. Aquel momento había sido tan fugaz que, si no fuera porque Naruto lo recordaba claramente, habría creído que lo había imaginado.

De vuelta en el presente, Naruto la miró brevemente mientras ella permanecía sentada, inmóvil y erguida como siempre, con una postura impecable que reflejaba su disciplina. Aunque Kiyomi poseía una belleza llamativa y segura, la de Yuzuki era distinta: más reservada, pero igual de cautivadora. Su rostro, de facciones delicadas y aristocráticas, se mantenía neutral, como si nada en el mundo pudiera afectarla. Su atuendo ninja consistía en un kimono estilizado de color negro con detalles en rojo, diseñado para facilitar el movimiento ágil sin sacrificar la elegancia. En su espalda, como era tradición en su clan, llevaba bordado el símbolo Uchiha. Todo en su apariencia reforzaba la imagen de una "reina de hielo": hermosa, distante y aparentemente intocable.

Naruto no pudo evitar sonreír para sí mismo al recordar ese día. Tal vez no sea tan fría como parece. Pensar en esa pequeña sonrisa que ella le había dedicado le hizo darse cuenta de que incluso alguien como Yuzuki escondía emociones que quizás no dejaba salir con facilidad. La idea de que pudiera verla sonreír de nuevo lo llenó de una inexplicable calidez.

Yuzuki, ajena a los pensamientos de Naruto, mantuvo su mirada fija en la puerta, como si estuviera esperando a su jōnin sensei con la misma paciencia calculadora que siempre la caracterizaba. Sin embargo, Naruto creyó ver por un instante un leve parpadeo en sus ojos, como si también recordara algo de ese momento compartido. Quizás, solo quizás, pensó Naruto, no soy el único que lo recuerda.

El tiempo parecía alargarse interminablemente mientras los miembros del nuevo equipo 7 esperaban a su jōnin sensei. Naruto, incapaz de soportar la monotonía, decidió recurrir a uno de sus clásicos trucos. Se puso de pie con una sonrisa traviesa y comenzó a atar un borrador sobre el marco de la puerta. Su idea era simple: el primer incauto en entrar recibiría el borrador directamente en la cabeza. Sin embargo, no contaba con la intervención de Kiyomi.

—¿En serio, Naruto? —dijo ella, con una sonrisa burlona mientras cruzaba los brazos con elegancia—. Ningún jōnin de élite caería en algo tan infantil.

Naruto frunció el ceño, fastidiado por su interrupción, y se dejó caer en su asiento con un bufido. —Es mejor que quedarse aquí sentados haciendo nada —murmuró mientras jugueteaba con el borde de su bandana.

El silencio comenzó a llenar la sala, volviéndose cada vez más incómodo. Justo cuando Naruto estaba a punto de lanzar algún comentario para romper la tensión, las puertas corredizas se abrieron con un suave clic. Fue un momento que pareció cambiar el ambiente por completo. Una presencia magnética inundó el aula, demandando la atención de todos los presentes.

Naruto volteó, curioso, y quedó completamente boquiabierto. Frente a ellos estaba su nueva sensei, Katsumi Hatake. Era una figura que parecía sacada de una leyenda. Alta y esbelta, con una gracia innata que no necesitaba adornos, Katsumi era el equilibrio perfecto entre fuerza y elegancia. Su cabello plateado, largo y brillante, caía como una cascada por su espalda, reflejando la tenue luz del aula con un resplandor casi sobrenatural. Llevaba una mascarilla que cubría la mitad inferior de su rostro, pero lejos de restarle atractivo, ese detalle solo añadía un aire de misterio que la hacía aún más intrigante.

Sus ojos eran lo que más llamaba la atención. Bueno, ojo, ya que la bandana que llevaba inclinada cubría su ojo izquierdo. El derecho, un tono gris claro como la niebla al amanecer, parecía observar cada detalle, evaluando a los tres jóvenes con una intensidad tranquila y calculadora. Naruto sintió que ese único ojo lo atravesaba, como si pudiera ver más allá de su fachada ruidosa y percibir al verdadero él.

Naruto abrió la boca para decir algo, pero las palabras se atascaron en su garganta. Por primera vez en mucho tiempo, se quedó sin nada que decir. Solo podía mirarla con los ojos como platos, intentando procesar el aura de autoridad y belleza que emanaba de su nueva maestra.

Katsumi rompió el silencio con un tono relajado, pero con un leve toque burlón que combinaba perfectamente con su actitud. —Bueno, esa fue una presentación interesante. Parece que este será un grupo entretenido… si sobreviven al primer día, claro.

El énfasis que puso en "sobreviven" hizo que incluso Sasuke levantara una ceja, intrigado. Naruto notó cómo el propio Uchiha, que rara vez mostraba interés por algo que no fuera su entrenamiento, no pudo evitar mirarla con la misma sorpresa que él. Incluso Yuzuki, quien siempre se mantenía fría y controlada, pareció fruncir ligeramente el ceño, como si tratara de descifrar a Katsumi.

La jōnin avanzó con pasos tranquilos pero decididos, llenando cada rincón del aula con su presencia. —Soy Katsumi Hatake, su jōnin sensei. Espero que estén listos para trabajar duro, porque no pienso perder mi tiempo con ninjas mediocres.

Naruto finalmente reaccionó, sacudiendo la cabeza como si intentara despejarse de un hechizo. Señalándola con entusiasmo, exclamó: —¡Ehhh! ¿Esa es nuestra sensei? ¡No puede ser! ¡Es demasiado genial para ser una ninja!

Katsumi soltó una risa suave que, aunque amortiguada por la mascarilla, se reflejó en la ligera curva de su ojo visible. —Naruto Uzumaki, ¿verdad? Parece que tú y yo tendremos una dinámica interesante —comentó mientras cruzaba los brazos, observándolo con una mezcla de diversión y curiosidad.

Kiyomi, quien había estado estudiando atentamente a Katsumi desde que entró, se cruzó de brazos con una expresión que oscilaba entre la curiosidad y una pizca de desconfianza. Aunque no lo dijo en voz alta, estaba analizando cada detalle de la mujer frente a ella. Katsumi no solo era hermosa; tenía un aura peculiar, una combinación desconcertante de autoridad y despreocupación que resultaba difícil de ignorar. Algo en su actitud y en la manera en que interactuaba con Naruto despertaba un interés que Kiyomi no podía evitar sentir.

Sasuke y Yuzuki, en contraste, mantenían sus típicas expresiones neutrales, aunque sus ojos los delataban. Ambos estaban evaluando a Katsumi en silencio, cada uno a su manera. Sasuke parecía estar midiéndola, intentando discernir si realmente estaba a la altura de lo que esperaría de un maestro. Yuzuki, por su parte, observaba con una mirada más fría y calculadora, como si quisiera encontrar alguna debilidad en la mujer que ahora lideraría su equipo.

Sin embargo, había algo en el ambiente, un extraño magnetismo que ninguno de ellos podía negar. Katsumi Hatake no era solo su maestra; era alguien que, con cada palabra y gesto, prometía cambiar sus vidas de maneras que ninguno de ellos aún podía imaginar.

Katsumi hojeaba un pequeño libro de tapa naranja, completamente absorta en su lectura. El aura relajada que proyectaba contrastaba con la intensidad de las miradas que atraía. Estaba apoyada con casualidad contra el escritorio del aula, con una pierna ligeramente doblada y una postura que parecía descuidada, pero que, en realidad, denotaba un control absoluto de su entorno. De vez en cuando, sus ojos se desviaban fugazmente hacia Naruto, evaluándolo con una sutileza que la mayoría no notaría. Sin embargo, Kiyomi no era "la mayoría".

La Uchiha observaba con una sonrisa apenas perceptible, divertida por lo obvio que le resultaba ese interés encubierto. Aunque Naruto no parecía darse cuenta, Kiyomi tenía un agudo instinto para captar detalles como ese, y no pudo evitar sentirse intrigada. ¿Qué tiene Naruto que incluso alguien como ella lo mira con tanta atención? se preguntó para sí misma, mientras su mirada alternaba entre la jōnin y el pelirrojo.

De pronto, Katsumi hizo una seña casual, indicándoles que la siguieran. Con movimientos fluidos y eficientes, el grupo la acompañó hasta la azotea de la academia, donde el aire fresco y la vista de Konoha los envolvieron. Katsumi cerró su libro con un leve chasquido que rompió el silencio, atrayendo instantáneamente la atención de los cuatro. El título Icha Icha Tactics se vislumbró fugazmente antes de que ella lo guardara con cuidado en uno de los bolsillos de su chaleco ninja.

Su actitud relajada, casi despreocupada, chocaba con la expectación que reinaba entre sus alumnos. Con un suspiro teatral que dejó entrever su carisma peculiar, Katsumi se irguió con una elegancia natural y los observó detenidamente, como si estuviera tomando nota de cada detalle que sus expresiones y posturas revelaban.

—Bien —comenzó con voz suave pero firme, mirando a cada uno con su único ojo visible que parecía penetrar hasta lo más profundo—. Antes de pasar a lo interesante, quiero que nos conozcamos un poco. Preséntense. Digan lo que les gusta, lo que detestan y cuál es su sueño para el futuro. Pero háganlo interesante —añadió, con una sonrisa juguetona que se ensanchó ligeramente al dirigir su mirada hacia Naruto—. No quiero escuchar el típico "quiero ser Hokage" sin algo más detrás.

Naruto dio un paso al frente, visiblemente emocionado por la oportunidad de hablar. Sin embargo, antes de que pudiera abrir la boca, Katsumi alzó una mano para detenerlo.

—Tú serás el último, Naruto. Quiero cerrar con broche de oro. Empezaremos contigo, Kiyomi.

La Uchiha parpadeó, algo sorprendida de ser elegida primero, pero rápidamente recuperó su compostura. Dio un paso al frente con la cabeza en alto y una sonrisa confiada que, a pesar de su aparente tranquilidad, no logró ocultar el leve rubor que coloreó sus mejillas al notar la mirada curiosa de Naruto sobre ella.

—Soy Kiyomi Uchiha —comenzó con firmeza, su voz cargada de una seguridad que parecía innata—. Me gusta entrenar, perfeccionar mis técnicas, explorar nuevos caminos en el ninjutsu y... —hizo una breve pausa, dejando que su mirada se desviara sutilmente hacia Naruto antes de continuar—... la compañía interesante.

Naruto ladeó la cabeza, algo confundido por la pausa, pero no dijo nada. Kiyomi, con una sonrisa que parecía esconder algo más, prosiguió:

—Detesto a las personas que juzgan sin conocer a los demás, ya sea para subestimarlos o sobrevalorarlos. —Su tono adquirió una seriedad momentánea, antes de suavizarse al abordar su sueño—. Y mi sueño es reconstruir el clan Uchiha. Pero no solo quiero que sea como antes, quiero hacerlo mejor: un clan que inspire respeto y confianza. Quiero lograrlo con alguien especial a mi lado y asegurarme de vivir una vida emocionante, no solo llena de deber.

Kiyomi finalizó con un ligero guiño dirigido hacia Naruto antes de retroceder a su lugar. Él parpadeó, visiblemente confundido por la mirada que le dirigió, mientras Sasuke fruncía levemente el ceño, probablemente incómodo con la declaración de su hermana. Yuzuki, en cambio, permaneció impasible, aunque una ligera rigidez en sus hombros sugería que había tomado nota de las palabras de Kiyomi.

Katsumi asintió lentamente, como si procesara algo más allá de las simples palabras. Una pequeña sonrisa cruzó su rostro antes de dirigir su atención al siguiente participante. La dinámica que comenzaba a formarse entre ellos parecía intrigarla tanto como a Kiyomi. Esto, pensó Katsumi, iba a ser más interesante de lo que había anticipado.

—Interesante. Bien, sigamos. Sasuke.

El Uchiha avanzó con calma, sus movimientos deliberados. Su postura reflejaba confianza, pero su expresión era dura, como si una carga invisible pesara sobre él. Cruzó los brazos con firmeza, sus ojos oscuros brillando con determinación contenida.

—Soy Sasuke Uchiha. —Su voz, baja pero clara, parecía resonar con un peso más allá de su edad—. No hay algo que me guste en particular. No me gusta perder el tiempo con cosas inútiles. Mi sueño... —Hizo una pausa, y su tono se volvió aún más frío—. Mi ambición... es vengar a mi clan y reconstruirlo.

Un silencio incómodo llenó el aire tras sus palabras. Era como si su declaración hubiera absorbido toda la calidez del momento. Naruto frunció ligeramente el ceño, mientras Kiyomi y Yuzuki compartían una breve mirada, como si entendieran la profundidad del dolor detrás de las palabras de Sasuke. Katsumi, por otro lado, no mostró ninguna reacción visible. Su mirada permaneció fija en Sasuke, pero no había juicio en sus ojos, solo una calma analítica.

—Directo al grano. Muy bien. —Su voz era neutral, pero con un leve toque de aprobación—. Yuzuki, tu turno.

La otra Uchiha, que hasta entonces había permanecido en un segundo plano, dio un paso al frente con una elegancia natural. Su cabello negro brillaba bajo la luz del sol, y sus ojos, aunque similares a los de Sasuke, parecían contener un mar de emociones más complejo. Su voz era tranquila, como un riachuelo fluyendo entre rocas.

—Soy Yuzuki Uchiha. Me gusta leer, aprender cosas nuevas y meditar. Detesto las confrontaciones innecesarias y los conflictos internos. —Hizo una pausa breve, su mirada desviándose hacia Sasuke antes de regresar a Katsumi—. Mi sueño es proteger lo que queda de mi familia y encontrar mi propio camino como ninja.

Aunque sus palabras eran serenas, había una fuerza subyacente en ellas. Yuzuki parecía ser el equilibrio entre la intensidad de Sasuke y la despreocupación juguetona de Kiyomi. Katsumi asintió nuevamente, esta vez con una sonrisa que parecía más cálida.

—Muy bien, Yuzuki. Un enfoque sólido. —Hizo una pausa deliberada, sus ojos brillando con una chispa de anticipación mientras se giraba hacia Naruto—. Y ahora, el broche de oro.

Naruto, emocionado pero visiblemente nervioso, avanzó con pasos rápidos y energía desbordante. Su cabello rojo resplandecía bajo la luz, y sus ojos azules estaban llenos de determinación.

—¡Soy Naruto Uzumaki! —exclamó con entusiasmo, su voz resonando con una mezcla de orgullo y esperanza—. Me gusta entrenar, comer ramen, la jardinería y pasar tiempo con las personas que me apoyan. ¡Detesto sentirme invisible o que me subestimen! —Apretó los puños con fuerza, su mirada ardiendo con pasión—. Y mi sueño... es convertirme en el Hokage más grandioso que haya existido, ¡para que todos me reconozcan y me respeten!

El silencio que siguió a sus palabras no era incómodo, sino expectante. Katsumi lo observó en silencio durante un momento, como si evaluara cada palabra, cada gesto. Su expresión se suavizó, y una sonrisa amplia, casi maternal, apareció en sus labios. Dio un paso hacia él y, con un gesto inesperadamente afectuoso, le revolvió el cabello con cuidado.

—Un sueño ambicioso, Naruto. Espero que estés listo para trabajar duro para lograrlo. —Su voz era suave, pero había un filo en ella, como si supiera exactamente lo que esperaba del joven Uzumaki.

Naruto parpadeó, sorprendido por el gesto, pero luego sonrió ampliamente. El breve momento de calidez parecía haberle dado una nueva oleada de energía. Por otro lado, Kiyomi lo observaba de reojo, su expresión neutral, pero sus ojos revelaban una leve chispa de celos cuando Katsumi tocó el cabello de Naruto. Disimuló bien su incomodidad, aunque en su mente ya planeaba cómo recuperar la atención de Naruto.

Katsumi se giró hacia el grupo completo, su tono volviéndose más profesional.

—Bueno, ahora que sé más de ustedes, pasemos al siguiente paso: un pequeño entrenamiento para ver de qué están hechos. Espero que no me decepcionen. 

Con esa declaración, se dirigió al centro del claro, sacando de nuevo su libro de tapa naranja. Aunque parecía despreocupada, sus ojos seguían atentos, observando cada reacción, cada gesto. Naruto no pudo evitar sentirse más motivado. Había algo en la forma en que Katsumi hablaba que le daba una sensación de seguridad y desafío al mismo tiempo.

Katsumi cerró su libro con un leve chasquido, atrayendo de nuevo la atención de todos.

—Mañana nos encontraremos en el campo de entrenamiento 7 para nuestra primera prueba real. Será un entrenamiento de supervivencia, y tendrán que enfrentarse a mí. Más les vale estar preparados. —Sus palabras eran tranquilas, pero el peso detrás de ellas era inconfundible. Hizo una pausa dramática antes de añadir con un tono casual—. Ah, y no desayunen. 

La advertencia fue suficiente para que los cuatro genin se miraran entre sí, intrigados y algo nerviosos. Naruto, sin embargo, parecía más emocionado que preocupado. Katsumi, notando su entusiasmo, esbozó una sonrisa imperceptible antes de soltar otra bomba.

—Ah, se me olvidaba decirles algo importante. Este entrenamiento no es solo un ejercicio... es su último examen para decidir si son genin o si se irán a las reservas. —Se cruzó de brazos, y por primera vez, su expresión se volvió seria—. Y les advierto, este examen tiene solo un 66% de probabilidad de aprobarse.

El impacto de sus palabras fue inmediato. Naruto abrió los ojos como platos, mientras Kiyomi fruncía ligeramente el ceño. Sasuke dejó escapar un leve "hn", como si no le afectara, y Yuzuki, aunque mantuvo su calma habitual, mostró un destello de preocupación en sus ojos.

Katsumi les dedicó una sonrisa juguetona, cerrando un ojo con picardía.

—Bueno, ya váyanse. Descansen. Les hará falta. —Se giró hacia ellos mientras comenzaban a levantarse, pero su voz los detuvo una última vez—. Excepto tú, Naruto-kun. Quiero hablar contigo. 

Naruto, confundido pero obediente, asintió lentamente mientras los demás se alejaban. Kiyomi miró hacia atrás, su expresión entre curiosidad y descontento, pero decidió no insistir. Sasuke murmuró algo inaudible antes de desaparecer entre los árboles, y Yuzuki simplemente inclinó la cabeza en un gesto de despedida.

Cuando quedaron solos, Katsumi cruzó los brazos con una actitud relajada, pero sus ojos permanecieron fijos en Naruto, estudiándolo con detenimiento. Naruto, por su parte, se mantuvo en silencio, aunque sus manos jugaban nerviosamente con la banda ninja en su cuello. La intriga lo invadía, pero la curiosidad siempre era más fuerte en él.

—¿Qué pasa, Katsumi-sensei? —preguntó finalmente, inclinando la cabeza mientras se rascaba la nuca con cierta timidez.

Katsumi esperó un momento, asegurándose de que los demás estuvieran fuera de alcance y de cualquier posible oído indiscreto. Su semblante cambió ligeramente, adquiriendo un aire conspirativo que logró captar toda la atención de Naruto.

—Bien, Naruto, voy a compartirte un pequeño secreto —comenzó, su tono suave pero cautivador—. Pero tienes que prometerme algo antes de que lo diga: no se lo dirás a nadie. ¿De acuerdo?

Los ojos de Naruto se iluminaron con emoción. Sentirse incluido, y más aún por su sensei, era algo que raramente le sucedía. Con entusiasmo, alzó una mano como si estuviera haciendo un juramento solemne.

—¡Claro, lo prometo! ¡No le diré nada a nadie!

Katsumi sonrió, una sonrisa que parecía tener múltiples capas, cálida y amable, pero con un matiz que Naruto no lograba interpretar del todo. Luego, inclinó ligeramente su rostro hacia él, reduciendo la distancia entre ambos, lo suficiente como para que su voz fuera apenas un susurro.

—Supongo que mañana, como tus compañeros, no desayunarás antes de nuestra prueba. Sin embargo... —Hizo una pausa deliberada, como si quisiera crear un efecto dramático—. Entre tú y yo, te recomiendo que lo hagas. 

Naruto parpadeó, confundido por un momento, intentando procesar lo que le acababa de decir. Katsumi continuó antes de que él pudiera responder, levantando un dedo para enfatizar su punto.

—Recuerda, dije "les recomiendo", no "les ordeno". Hay una gran diferencia. ¿Entendido?

La confusión en el rostro de Naruto se desvaneció rápidamente, reemplazada por una sonrisa amplia y llena de gratitud. Asintió vigorosamente, sintiéndose especial por haber recibido un consejo secreto.

—¡Entendido, sensei! Gracias por el consejo. No se lo diré a nadie, lo juro.

Los ojos de Katsumi brillaron con una mezcla de satisfacción y algo que Naruto no terminaba de comprender. Su sonrisa permaneció cálida mientras ella inclinaba la cabeza ligeramente, estudiándolo de cerca.

—Bien, Naruto. Me alegra que seas tan confiable. Ahora, creo que es justo que, por haberte dado este consejo especial, me recompenses. ¿No crees? —Su voz adoptó un tono juguetón, aunque su mirada tenía un matiz de expectativa.

Naruto ladeó la cabeza, desconcertado pero sin perder la emoción.

—¿Recompensarte? ¡Claro, Katsumi-sensei! Lo que sea. —Su respuesta salió de inmediato, reflejando tanto su entusiasmo como su admiración hacia ella.

Katsumi rio suavemente, una risa que parecía envolver a Naruto como una cálida brisa en una noche fría. Había algo tranquilizador en su forma de reír, algo que hizo que Naruto se relajara aunque no entendiera del todo hacia dónde se dirigía la conversación.

—Muy bien, si es lo que dices... entonces creo que sé qué quiero como recompensa. —Sus ojos se entrecerraron ligeramente, y su sonrisa adquirió un matiz travieso—. Quiero que me des... un beso.

El tiempo pareció detenerse para Naruto. Su mente quedó en blanco mientras procesaba lo que acababa de escuchar. Sus mejillas adquirieron un tinte rojo intenso, y sus ojos se abrieron como platos. 

—¿U-un beso? —tartamudeó, su voz rompiéndose ligeramente. Katsumi, viendo su reacción, no pudo evitar reír nuevamente, pero esta vez con una chispa juguetona más evidente.

—¿Qué pasa, Naruto? ¿Acaso es demasiado para ti? —bromeó, inclinándose un poco más cerca de él, como si quisiera medir su reacción de cerca.

Naruto tragó saliva, todavía sin saber cómo responder. Finalmente, apartó la mirada, rascándose la nuca de nuevo, más nervioso que nunca.

—E-esto... no es eso, solo que... —titubeó, sus palabras entrecortadas. Katsumi esperó pacientemente, disfrutando del momento.

—Está bien, no te presiono —dijo al final, su tono suavizándose—. Solo bromeaba. Pero recuerda, Naruto, siempre hay recompensas para quienes son valientes. —Le dio una sonrisa de ojo antes de girarse y empezar a caminar hacia donde los otros genin se habían ido momentos antes.

Naruto se quedó parado en su lugar, todavía rojo como un tomate, con una mezcla de confusión y una ligera euforia que no lograba identificar. Cuando Katsumi desapareció entre los árboles, soltó un suspiro largo, llevándose las manos a la cabeza.

—¡¿Qué acaba de pasar?! —exclamó en voz baja, aún tratando de calmar su corazón acelerado.