Desde el primer rayo de sol, Naruto había estado rebosante de emoción. La promesa de pasar tiempo con Iruka-sensei lo había mantenido despierto hasta altas horas de la noche, y ahora, apenas podía contenerse mientras corría hacia Ichiraku Ramen. Iruka, quien ya había sido dado de alta tras su tratamiento en el hospital, lo esperaba con una sonrisa paciente, como si entendiera perfectamente la impaciencia del joven ninja. Sin embargo, más allá del ramen, lo que realmente mantenía a Naruto en vilo eran los regalos que Iruka le había prometido la noche anterior.
—¡Ramen! ¡Extra de cerdo, por favor! —gritó Naruto apenas se sentó en el pequeño restaurante, su entusiasmo iluminando el ambiente.
Iruka rió suavemente, agradecido de ver a Naruto tan animado. Compartieron una agradable conversación mientras disfrutaban de los tazones humeantes, el aroma de la sopa llenando el aire. Naruto devoró su comida con rapidez, aunque no podía evitar lanzar miradas inquisitivas a Iruka, esperando ansioso el momento de descubrir qué le había preparado su sensei.
Cuando terminaron, Iruka pagó la cuenta y se puso de pie, dándole una palmadita en la cabeza a Naruto.
—Vamos, Naruto. Es hora de entregarte tus regalos. —Su tono era casual, pero su sonrisa misteriosa traía consigo un aire de expectativa.
Naruto apenas podía quedarse quieto mientras lo seguía hasta su departamento. Una vez allí, Iruka lo invitó a sentarse en un pequeño cojín colocado en el centro de la sala. Naruto, inquieto, no dejaba de mover las piernas y mirar alrededor, tratando de adivinar qué estaba por venir. Desde una habitación contigua, escuchó el sonido de un baúl abriéndose y el tintineo de metal que despertó aún más su curiosidad.
Iruka regresó con algo envuelto en un paño de terciopelo negro, sosteniéndolo con ambas manos como si cargara un tesoro.
—Este es tu primer regalo, Naruto. Quería que fuera algo especial, algo que represente tu esfuerzo y que realmente puedas usar como ninja. —Iruka se arrodilló frente a él y comenzó a desenvolver el paño con cuidado, revelando lo que parecía ser una obra de arte.
Los ojos de Naruto se abrieron de par en par mientras dejaba escapar un jadeo de asombro. Ante él estaba una katana magnífica, tan impresionante que parecía haber salido directamente de una leyenda. La hoja, de un negro mate, parecía absorber la luz de la habitación, dándole un aire enigmático y poderoso. Un grabado rojo en forma de remolino recorría el centro de la hoja, brillando con un tono vibrante que parecía latir como un corazón vivo. La empuñadura, envuelta en cuero negro con detalles en rojo, estaba perfectamente diseñada para un agarre firme y cómodo, mientras que la guarda circular mostraba patrones de remolinos y líneas ondulantes que evocaban la fuerza del viento. Del extremo de la empuñadura colgaba un pequeño remolino rojo atado con una cuerda del mismo color, añadiendo un toque de elegancia.
—Su nombre es Kazetora —dijo Iruka con un tono solemne, observando la reacción maravillada de Naruto—. Está forjada con acero receptivo al chakra, lo que significa que puedes canalizar tu chakra a través de ella. Especialmente tu afinidad con el viento.
Naruto alzó la katana con cuidado, como si temiera romper algo tan valioso. Sus dedos trazaron el grabado en la hoja mientras sus ojos brillaban de asombro.
—¿De verdad… de verdad es para mí? —preguntó en un susurro, como si no pudiera creerlo.
Iruka asintió, sonriendo al ver el rostro emocionado de su alumno.
—Por supuesto que lo es. Recuerdo cómo me mostraste tus progresos con el chakra de viento, y pensé que esta espada sería perfecta para ti. El armero me dijo que el remolino grabado se iluminará cuando canalices tu chakra, como si la espada estuviera viva. Es única, Naruto, igual que tú.
Las palabras de Iruka resonaron profundamente en el corazón de Naruto. Tomó la espada con ambas manos, desenvainándola con cuidado para admirarla bajo la luz. La hoja brilló tenuemente, y por un momento, Naruto pudo imaginar cómo el remolino rojo cobraría vida cuando luchara con ella.
—Iruka-sensei… esto es… ¡es increíble! —exclamó con una sonrisa radiante, sus manos temblando ligeramente de la emoción—. ¡Gracias! Prometo que la cuidaré como si fuera un tesoro.
Iruka rió suavemente, colocando una mano en el hombro de Naruto.
—Sé que lo harás, Naruto. Estoy seguro de que con Kazetora en tus manos, harás cosas asombrosas.
Naruto asintió, aún admirando cada detalle de la katana. En ese momento, no solo sentía que había recibido una herramienta de combate; para él, Kazetora era un símbolo de su crecimiento, del reconocimiento que siempre había buscado y de la fe que Iruka depositaba en él.
—Claro que sí. Me aseguré de que fuera algo especial. Pero espera, todavía falta otro regalo. —Iruka volvió a desaparecer en su habitación, dejando a Naruto esperando con la misma emoción de un niño en vísperas de un festival. Cuando regresó, llevaba un paquete envuelto en papel grueso de tonos neutros, asegurado con una sencilla cuerda de yute.
Naruto, incapaz de contenerse, rompió el envoltorio en un instante. Bajo el papel, un conjunto de ropa ninja completamente nuevo se desplegó ante él. Su rostro se iluminó con admiración mientras sacaba cada prenda, explorándola con la delicadeza de alguien que examina un tesoro. La chaqueta fue lo primero que llamó su atención: negra, de manga larga y ajustada, diseñada para combinar funcionalidad y elegancia. Los detalles en rojo intenso resaltaban en las costuras, añadiendo un aire sofisticado sin perder su esencia ninja. En la espalda, el símbolo del remolino Uzumaki destacaba en grande, rodeado de un bordado intrincado que parecía ondear como el viento. En el brazo izquierdo, otro remolino, más discreto pero igual de significativo, completaba el diseño.
—¿Esto es… para mí? —preguntó Naruto, su voz apenas un susurro cargado de incredulidad y emoción mientras sacaba el resto del conjunto.
Iruka asintió con una sonrisa cálida, inclinándose ligeramente hacia él para señalar las demás prendas. Había pantalones negros de corte cómodo pero ajustado, con rodilleras acolchadas en rojo oscuro, ideales para protegerse durante combates intensos. Las pequeñas bolsas en los muslos estaban perfectamente posicionadas para guardar herramientas ninja, como kunais, shurikens y sellos explosivos. Junto a los pantalones, descubrió unos guantes cortos de cuero negro decorados con sutiles líneas rojas y una placa metálica en el dorso, diseñados tanto para proteger las manos como para mejorar el agarre en combate. Por último, una cota de malla negra, ligera y discreta, acompañaba el conjunto, sobresaliendo sutilmente en las mangas y el cuello de la chaqueta, brindando una capa extra de defensa sin restringir la movilidad.
—Naruto, el naranja brillante puede ser tu estilo característico, pero creo que un verdadero ninja también necesita un atuendo que refleje su potencial y lo haga destacar de otra manera. —Iruka le señaló el bordado del remolino en la espalda—. Este remolino es más que un símbolo. Aunque no sé todo sobre tus raíces, siempre me ha recordado lo fuerte que eres y lo que puedes lograr. Espero que esta ropa te inspire a seguir creciendo.
Naruto aún no podía articular palabras. Sus manos recorrieron cada prenda con asombro, sintiendo la calidad de los materiales y el cuidado puesto en cada detalle. Sus ojos se llenaron de lágrimas al sostener la chaqueta contra su pecho, como si fuera un escudo contra todas las adversidades que había enfrentado.
—Iruka-sensei… —comenzó a decir, pero se detuvo cuando Iruka colocó un pequeño paquete adicional frente a él.
—También creo que deberías empezar a usar esto. —Iruka desató el paquete, revelando vendas de algodón reforzado—. Son prácticas para envolver tus muñecas, tobillos o piernas. No solo protegen tus articulaciones durante misiones largas o combates, sino que también te darán un toque más tradicional y profesional. Déjame mostrarte cómo se usan.
Iruka tomó una de las vendas y, con movimientos expertos, envolvió la muñeca de Naruto. Este observó con atención, tratando de memorizar cada paso. Cuando Iruka terminó, Naruto alzó la mano, admirando cómo las vendas se sentían cómodas y seguras.
—Esto es… increíble. —Naruto bajó la mano y abrazó a Iruka con fuerza, sin previo aviso.
Iruka se quejó ligeramente, recordando las heridas aún recientes, pero no pudo evitar soltar una risa mientras correspondía al abrazo de su alumno.
—Naruto, te lo mereces. Siempre has trabajado duro, incluso cuando nadie lo veía. Estoy orgulloso de ti, ¿sabes? No importa lo que digan los demás, sé que estás destinado a grandes cosas.
Naruto se apartó un poco, secándose las lágrimas rápidamente con el dorso de la mano, pero no pudo ocultar la sonrisa radiante que iluminaba su rostro.
—¡Te prometo que usaré todo esto para convertirme en el mejor ninja, Iruka-sensei! —declaró con convicción, sosteniendo la katana Kazetora con una determinación renovada—. ¡Voy a ser el Hokage más increíble que Konoha haya tenido!
El sol de la mañana entraba por la ventana, bañando la escena con una luz cálida y suave. Naruto, con su katana en mano y su nuevo conjunto frente a él, sintió como si un nuevo capítulo en su vida estuviera comenzando. Iruka no solo le había dado herramientas y ropa; le había dado algo mucho más valioso: confianza, apoyo y un recordatorio tangible de que no estaba solo.
—Me alegra que te haya gustado todo, Naruto, pero… —Iruka inclinó ligeramente la cabeza hacia el reloj de la pared, dejando entrever una leve sonrisa—. ¿No tienes que ir al registro ninja?
Naruto abrió los ojos de par en par, como si acabara de recordar algo crucial. La memoria de los eventos de la noche anterior inundó su mente: el enfrentamiento con Mizuki, la traición, el pergamino prohibido, y, finalmente, la llegada de los Anbu. Habían asegurado al traidor mientras Naruto ayudaba a un maltrecho Iruka a levantarse. Fue entonces cuando los Anbu, con una formalidad inusual, le informaron que el Hokage había aprobado oficialmente su graduación como ninja. También le recordaron que debía presentarse al día siguiente en la oficina de registro ninja para tomarse la foto oficial y completar su perfil.
—¡Rayos, es cierto! —gritó Naruto, saltando de la silla con tal energía que casi tiró la mesa pequeña frente a él.
Con una mezcla de emoción y prisa, se dirigió al baño de Iruka, pidiendo permiso rápidamente mientras cerraba la puerta tras de sí. Por primera vez en mucho tiempo, se permitió detenerse un momento y observarse en el espejo. Su reflejo le devolvió la mirada: su cabello largo y carmesí caía desordenado, enmarcando su rostro aún marcado por el cansancio de la intensa noche anterior. Había algo diferente en la expresión que veía; una madurez incipiente, un orgullo que no había estado allí antes.
Naruto abrió la llave de la ducha, dejando que el agua caliente comenzara a fluir. El vapor llenó el pequeño espacio rápidamente, envolviéndolo en una burbuja de calma. Al sentir el agua correr por su cuerpo, dejó escapar un suspiro profundo, como si el cansancio y la suciedad fueran lavados junto con sus dudas. Mientras se enjabonaba, su mente vagó hacia todo lo que había vivido hasta ese momento: los desafíos, los rechazos y las veces que había deseado rendirse. Pero ahora, estaba a punto de dar un paso importante hacia su sueño. La sonrisa que comenzó a formarse en sus labios era inevitable.
Cuando terminó, salió del baño envuelto en una toalla y se secó rápidamente, todavía con un entusiasmo palpable. Extendió las prendas nuevas que Iruka le había dado, admirando nuevamente cada detalle antes de ponérselas. Comenzó con una de las playeras ajustadas que venían incluidas en el conjunto; eligió la de color azul oscuro, que le brindaba comodidad y libertad de movimiento, además de combinar perfectamente con el resto del atuendo. Luego, se puso la cota de malla, ligera pero resistente, y encima la chaqueta negra con detalles en rojo, que ajustaba perfectamente a su figura. Sentía una conexión especial al mirar el símbolo Uzumaki bordado en la espalda y el brazo, como si esas prendas representaran un vínculo con su linaje desconocido.
Los pantalones negros con rodilleras acolchadas le quedaban cómodos y prácticos, y rápidamente envolvió sus muñecas y tobillos con las vendas que Iruka le había enseñado a usar. A pesar de su sencillez, esas vendas le daban un toque de tradición que lo hacía sentir como un verdadero ninja.
Frente al espejo, tomó un momento para arreglar su cabello. Decidió amarrarlo en una coleta baja, dejando algunos mechones sueltos para enmarcar su rostro. Usó vendas delgadas para sujetarlo, logrando un estilo que no solo era práctico para el combate, sino también único. Finalmente, tomó su bandana ninja negra. No era el azul estándar que muchos usaban, pero este color le parecía más apropiado para su nueva imagen. La ató con firmeza alrededor de su frente, asegurándose de que estuviera perfectamente colocada.
Se miró directamente a los ojos en el espejo. Esos iris azules, tan brillantes como el cielo despejado, reflejaban una determinación renovada. Por un instante, Naruto vio al ninja en el que quería convertirse, alguien digno de ser llamado Hokage. Sonrió ampliamente y, con un gesto lleno de entusiasmo, se dio un ligero golpe en las mejillas.
—¡Hoy es un gran día! —dijo en voz baja, pero con la fuerza suficiente para motivarse.
Antes de salir del baño, tomó la katana Kazetora y la envainó cuidadosamente en su saya negra decorada con detalles en rojo. Ajustó la correa para que descansara de manera cómoda en la parte trasera de su cadera, lista para ser desenfundada en cualquier momento. Con cada detalle de su atuendo en su lugar, Naruto sentía que todo en su apariencia gritaba confianza, fuerza y el inicio de un nuevo capítulo en su vida.
Al salir del baño, Naruto encontró a Iruka esperándolo junto a la mesa, con una sonrisa tranquila y un brillo de orgullo en los ojos. Naruto extendió los brazos, girándose ligeramente para mostrar cada detalle de su nuevo atuendo, mientras una sonrisa confiada se dibujaba en su rostro.
—Vaya, Naruto… —comentó Iruka, mientras cruzaba los brazos y asentía con aprobación—. Te ves como todo un ninja. Estoy seguro de que todos en el registro quedarán impresionados.
Naruto, incapaz de ocultar lo bien que se sentía, se rascó la nuca mientras reía nerviosamente. Sin embargo, la alegría en sus ojos dejaba en claro que las palabras de Iruka significaban mucho para él.
—Gracias, Iruka-sensei. —Naruto hizo una pausa, colocando una mano sobre el mango de su katana, como si buscara apoyo en ella—. No voy a defraudar a nadie, ¡y mucho menos a ti! Voy a demostrarle a todos que puedo ser el mejor ninja… ¡El Hokage más increíble que haya existido!
Iruka rió suavemente, sus ojos reflejando un orgullo genuino mientras asentía con firmeza.
—Lo sé, Naruto. Siempre he sabido que tienes lo necesario para lograrlo. —Hizo una pausa, inclinando ligeramente la cabeza hacia la puerta—. Ahora ve, no querrás llegar tarde en tu primer día como ninja oficial.
Naruto asintió con entusiasmo, su sonrisa creciendo aún más. Antes de salir, echó un último vistazo a su reflejo en la ventana cercana. Su corazón latía con fuerza mientras ajustaba su bandana negra. Este era un momento único: no solo lucía como un ninja, sino que por primera vez, sentía que había comenzado a ganarse su lugar como uno.
Naruto avanzó con pasos decididos hacia la imponente mansión del Hokage. El edificio, con sus líneas robustas y la sensación de historia que emanaba, lo llenaba de una mezcla de respeto y emoción. Su katana, Kazetora, descansaba con elegancia en su cadera, mientras él caminaba con una confianza renovada, aunque no podía evitar que un leve cosquilleo de nerviosismo recorriera su cuerpo. A su paso, los shinobi que custodiaban la entrada apenas le dedicaron una mirada, pero Naruto no dejó de sonreír. Para él, este momento era más que importante: era el comienzo de algo grande.
Dentro de la mansión, fue recibido por un chunin que lo guió a una pequeña sala de espera. Tras unos minutos, un ninja de mediana edad entró, llevando consigo un portapapeles y una carpeta.
—Naruto Uzumaki, ¿verdad? —dijo el hombre con voz monótona, sin siquiera levantar la vista del formulario que tenía en las manos—. Aquí tienes. —Le entregó un documento y un bolígrafo—. Esto es para completar tu perfil ninja. Necesitamos tus datos personales, tus habilidades básicas, afinidades elementales si las conoces, y cualquier otra información relevante. Cuando termines, te llevaremos a la sala de fotografía para registrar tu imagen oficial.
Naruto tomó asiento frente a una mesa y observó el formulario. Aunque al principio la tarea le pareció aburrida, pronto notó que cada línea que llenaba lo acercaba un poco más a su sueño. Con una concentración inusual en él, completó los espacios en blanco. Cuando llegó al apartado de "Afinidades elementales", no pudo evitar sonreír con entusiasmo mientras escribía Fūton, Raiton, Suiton. La emoción de ver su progreso lo llenó de un renovado orgullo.
—Esto se ve increíble —murmuró para sí mismo, dejando escapar una risa satisfecha.
Una vez terminado, un asistente apareció para recoger el formulario y guiarlo a una sala contigua. Era un espacio pequeño y sencillo, con una cámara antigua montada en un trípode. Las paredes estaban cubiertas de fotografías de otros ninjas, desde genin recién graduados hasta jonin experimentados. Cada imagen mostraba poses firmes y profesionales que transmitían respeto y seriedad. Pero Naruto ya tenía algo distinto en mente.
—De acuerdo, chico. —El fotógrafo, un hombre mayor con el cabello canoso, ajustó la cámara mientras Naruto se colocaba frente al fondo neutro—. Vamos a tomar una foto sencilla. Párate derecho, cruza los brazos o haz algo que no sea demasiado… extravagante.
Naruto levantó una ceja, dejando claro con su sonrisa traviesa que lo "sencillo" no estaba en su naturaleza. Sin prestar atención a las indicaciones del fotógrafo, avanzó al centro del escenario improvisado con pasos seguros, irradiando un entusiasmo contagioso que llenó la sala.
Durante la siguiente hora, el joven ninja exploró una serie interminable de poses, cada una más elaborada que la anterior. Primero desenvainó a Kazetora con dramatismo, levantándola al aire mientras sonreía con confianza, como si ya estuviera posando para el monte de los Hokages. Luego, decidió enfundar de nuevo la katana y cruzar los brazos, inclinándose ligeramente hacia un lado, intentando proyectar una seriedad que nunca terminaba de encajar del todo. No satisfecho, pidió un pequeño espejo y se pasó un buen rato ensayando diferentes expresiones frente a su reflejo: desde sonrisas desenfadadas hasta ceños fruncidos que pretendían ser intimidantes pero que solo lograban parecer cómicos.
El fotógrafo, visiblemente agotado tras ajustar la cámara una y otra vez, suspiró mientras observaba a Naruto adoptar otra postura.
—¿Está seguro de que quiere salir así? —preguntó con una mezcla de paciencia y resignación.
Naruto, con las manos en la cintura y una sonrisa que brillaba con pura satisfacción, respondió sin dudar:
—¡Por supuesto que sí! ¡Esta pose es perfecta!
Finalmente, optó por una postura que, según él, capturaba toda su esencia: sostenía a Kazetora con ambas manos, ligeramente inclinada hacia adelante, permitiendo que el grabado rojo en la hoja reflejara la luz de manera espectacular. Su expresión era una mezcla de seriedad y determinación, con un toque de emoción vibrante en sus ojos azules que no podía ocultar. Su cabello carmesí, recogido en la coleta baja, y la bandana negra firmemente atada en su frente le daban un aire que combinaba madurez con su característico entusiasmo desbordante.
El fotógrafo ajustó el enfoque una última vez, murmurando algo incomprensible mientras el flash iluminaba el rostro del joven. En ese instante, Naruto sintió un escalofrío recorrer su espalda, como si el disparo de la cámara hubiera inmortalizado no solo su imagen, sino también el inicio de un sueño en marcha.
—Bueno… es algo diferente —comentó el fotógrafo mientras revisaba la toma—, pero tiene personalidad.
Naruto, incapaz de resistir su curiosidad, se acercó al fotógrafo y se inclinó para observar el resultado. Al ver la foto, soltó una carcajada de pura satisfacción.
—¡Es perfecta! —exclamó con entusiasmo, sujetando la copia provisional con ambas manos—. ¡Esto dejará claro que voy en serio! Ahora todos sabrán que Naruto Uzumaki es el ninja más increíble de Konoha.
Mientras hablaba, algunos asistentes en la sala levantaron la mirada, incapaces de contener una sonrisa ante la energía arrolladora del joven. Naruto, con la foto en mano, salió hacia la terraza del edificio. Desde allí, pudo contemplar toda la aldea extendiéndose ante él. Las casas y calles se alineaban armoniosamente, mientras los rostros tallados de los Hokages lo miraban desde lo alto, como si lo desafiaran a unirse algún día a su legado.
Naruto apretó la foto contra su pecho, cerrando los ojos por un momento mientras sonreía ampliamente. Para él, esa imagen no era solo un registro oficial; era un trofeo, una prueba tangible de que estaba avanzando hacia su meta.
Regresó al escritorio donde había llenado el formulario inicial y observó cómo un asistente colocaba la fotografía en su perfil oficial. Al verla destacando entre los registros, Naruto no pudo evitar sentir un orgullo que lo llenaba de energía.
—Ahora, Uzumaki, dirígete a la sala de registros —dijo el asistente con un tono cortés—. El Hokage te está esperando para revisar tu información.
Naruto asintió con entusiasmo, ajustándose la katana en la cadera antes de dirigirse hacia la sala indicada. Caminó con pasos decididos hasta llegar a una puerta imponente, la cual abrió sin dudar. Dentro, encontró al Tercer Hokage sentado tras un amplio escritorio de madera, rodeado de pergaminos y documentos. A su lado, un ninja asistente organizaba cuidadosamente los perfiles de los aspirantes recién registrados.
Hiruzen Sarutobi levantó la vista lentamente al escuchar los pasos del joven. Exhaló una pequeña nube de humo de su pipa y observó con calma cómo Naruto entraba enérgico y lleno de confianza.
—Genial o no, ¿Oji-chan? —dijo Naruto con una sonrisa radiante mientras se dejaba caer en una silla frente al Hokage, sin esperar invitación alguna—. Me tomó una hora elegir esta foto, pero creo que quedó increíble. ¡Ya verás cómo te llegan montones de solicitudes pidiendo mis servicios! ¡Naruto Uzumaki, el ninja más genial de Konoha! —se rió, recostándose en la silla mientras se cruzaba de brazos, claramente satisfecho consigo mismo.
El Hokage tomó el perfil que le extendieron y examinó la fotografía. En ella, Naruto posaba con una confianza arrolladora, sosteniendo a Kazetora con orgullo. Aunque intentaba mantener un semblante serio, la leve curva de sus labios delataba su diversión.
—Bueno… al menos no te ves tan ridículo como pensé que te verías, Naruto —comentó el anciano, con un tono neutral pero un destello de diversión brillando en sus ojos.
—¡¿Qué?! —gritó Naruto, golpeando suavemente el escritorio, fingiendo indignación—. ¡Oji-chan, mi foto es asombrosa! ¡¿Cómo te atreves a decir eso?!
Hiruzen soltó una risa baja, acomodándose en su asiento.
—Tranquilo, Naruto. Admito que tienes personalidad… y eso es algo que los ninjas de Konoha siempre necesitan. Ahora, veamos el resto de tu registro. Estoy seguro de que hay mucho más que discutir.
Naruto se inclinó hacia adelante, emocionado por lo que venía. Su camino como ninja de Konoha apenas comenzaba, pero en ese momento, sentado frente al Hokage, sentía que estaba más cerca que nunca de alcanzar su sueño.
La puerta corrediza se deslizó con fuerza, interrumpiendo el ambiente tenso de la sala y atrayendo todas las miradas hacia la entrada. Un niño pequeño, de cabello oscuro alborotado y una bufanda azul excesivamente larga que casi arrastraba por el suelo, irrumpió con una energía desbordante. En su mano, un shuriken reflejaba la luz de la habitación.
—¡Vamos a luchar, anciano! —gritó el niño con una confianza desproporcionada—. ¡Y después de derrotarte, me convertiré en el Quinto Hokage!
Naruto, todavía indignado por la falta de aprecio hacia su foto, parpadeó confundido ante la escena. Antes de que pudiera reaccionar, el niño dio un par de zancadas hacia el Hokage, pero su bufanda, tan larga como torpe, lo traicionó. Tropezó y cayó de bruces al suelo con un golpe seco.
El Hokage, acostumbrado a tales desplantes, suspiró profundamente, bajando un poco su sombrero en un gesto de resignación.
—Konohamaru… otra vez… —murmuró con cansancio, mientras su asistente apenas lograba contener una risa.
Desde el pasillo se escucharon pasos apresurados acompañados por un grito de alarma:
—¡Oh, no, no otra vez! —Un shinobi de mediana edad con lentes oscuros apareció en la entrada, jadeando ligeramente. Su expresión era una mezcla de exasperación y resignación mientras corría hacia el niño.
El pequeño, todavía en el suelo, se sobó la cabeza y, con voz irritada, murmuró:
—Mierda, ¿quién puso esa trampa?
El shinobi se inclinó para ayudarlo a levantarse, revisando el área con una ceja arqueada.
—Honorable nieto, no hay trampas aquí, así que debe haber sido…
Naruto, mirando toda la escena con incredulidad, no pudo evitar murmurar para sí mismo:
—¿Quién demonios es este enano?
El niño, que ya se había puesto de pie con ayuda, giró hacia Naruto con una mirada acusadora. Señalándolo con un dedo, gritó:
—¡Tú! Seguro fuiste tú, tomate gigante. ¡Hiciste algo para que me tropezara!
Naruto se levantó de su asiento con el ceño fruncido y una vena palpitándole en la frente. En un movimiento rápido, agarró al niño por el cuello de su camiseta y lo levantó ligeramente del suelo, mirándolo directamente a los ojos.
—¿A quién demonios le dices tomate, enano de mierda? —rugió mientras levantaba el puño, claramente dispuesto a dar una lección—. ¡Te tropezaste solo, idiota!
—¡Suelte al honorable nieto del Tercer Hokage! —exclamó el shinobi de lentes oscuros, avanzando hacia ellos con pánico evidente.
Sin embargo, Konohamaru, pese a la situación, intentó mantener la compostura. Cruzó los brazos con una sonrisa arrogante y una voz cargada de desafío.
—¿Qué te pasa, tomate? No eres tan rudo como pareces. ¿Te da miedo mi abuelo?
La sonrisa del niño desapareció al instante cuando Naruto, sin mediar palabra, le dio un golpe firme en la cabeza con los nudillos. El sonido del impacto resonó en la sala mientras Konohamaru soltaba un quejido de dolor.
—Me importa una mierda si el Tercero es tu abuela —espetó Naruto, soltándolo con un movimiento brusco y cruzándose de brazos—. ¿Quieres ser Hokage? Pues empieza por no tropezarte con tu propia bufanda.
Konohamaru, todavía mareado por el golpe, lo miró con una mezcla de sorpresa y desconcierto. Nunca antes alguien lo había tratado de esa manera. Por lo general, todos se esforzaban en complacerlo o en ignorarlo, pero este chico... era diferente. Mientras masajeaba su cabeza, un destello de admiración se asomó en sus ojos.
—Vaya… no muchos se atreven a hablarme así... —murmuró, aún sosteniéndose el lugar del golpe.
Naruto bufó, girando ligeramente la cabeza mientras lo miraba de reojo.
—Pues yo no soy como esos. —Se inclinó un poco hacia él, su tono más serio ahora—. Si en serio quieres ser Hokage, deja de actuar como un mocoso malcriado. El camino hacia el título no es un juego.
El silencio que siguió fue breve, pero cargado de significado. Konohamaru lo observó con intensidad, como si tratara de descifrar algo en ese chico de cabello carmesí y actitud desafiante. Finalmente, una sonrisa auténtica, libre de arrogancia, se dibujó en su rostro.
—Hmpf, no eres como los demás… eso está claro —admitió en voz baja.
Desde su asiento, el Hokage observaba la escena con interés. Exhalando una bocanada de humo, dejó que una pequeña sonrisa cruzara sus labios.
"Quizás este encuentro sea bueno para ti, Konohamaru. Puede que finalmente encuentres a alguien que no tolere tus tonterías… y tal vez hasta aprendas algo."
Naruto, ajeno a los pensamientos de Hiruzen, giró sobre sus talones hacia la puerta con una mano levantada en señal de despedida.
—Ya terminé aquí, Oji-chan. Nos vemos.
Con pasos firmes y decididos, salió de la sala dejando tras de sí una sensación de irreverencia y determinación. Konohamaru lo siguió con la mirada, sus pensamientos agitándose. Por primera vez en mucho tiempo, alguien le había dicho exactamente lo que necesitaba escuchar, aunque aún no lo entendiera del todo.
—Honorable nieto, no debe dejarse llevar por provocaciones de gente vulgar —declaró Ebisu con aire de superioridad, ajustándose sus gafas oscuras mientras lanzaba una mirada de desdén hacia la puerta por donde había salido Naruto—. Ese chico no es más que una distracción en su camino hacia la grandeza.
Konohamaru, sin embargo, no parecía escuchar las palabras de su tutor. Sus ojos seguían fijos en la puerta, como si intentara capturar algo del espíritu del extraño pelirrojo que había salido de la oficina del Hokage. Había algo diferente en ese joven. Algo real.
—Vulgar o no, Ebisu-sensei, ese tomate gigante tiene agallas —murmuró Konohamaru, más para sí mismo que para su tutor. Una chispa de determinación brillaba en su mirada—. Tal vez... tal vez hasta pueda enseñarme algo.
Ebisu se enderezó, claramente ofendido por la insinuación.
—¡Honorable nieto! —exclamó, su tono severo—. Por favor, no diga tales cosas. Su entrenamiento debe estar a cargo de un profesional con experiencia como yo, alguien que pueda moldearlo en un shinobi digno de su linaje. Ese muchacho… —Hizo una pausa, buscando la palabra adecuada—. Es un irresponsable, alguien que no comprende la verdadera disciplina ninja.
Konohamaru ignoró por completo el sermón de Ebisu. Su mente ya estaba hecha. Por primera vez, alguien había tenido el valor de tratarlo como un igual, como si ser el nieto del Hokage no significara nada. Y esa sensación, tan extraña como emocionante, encendía en él un deseo inusual: el de probarse a sí mismo.
Mientras tanto, Naruto caminaba por las bulliciosas calles de Konoha, la brisa fresca de la tarde acariciando su cabello carmesí. El sol brillaba con intensidad, y la luz reflejaba el color vibrante de su cinta ninja. Su sonrisa era leve pero persistente, como si aquella interacción reciente lo hubiera dejado satisfecho de algún modo.
Ese mocoso… Tiene agallas, pero le falta demasiado para ser Hokage. Aunque, si soy honesto, yo no era muy diferente cuando tenía su edad. La sonrisa de Naruto se amplió ligeramente mientras seguía su camino. Pero, justo cuando dobló una esquina, algo le llamó la atención.
A un lado del camino, una "cortina" extrañamente colocada parecía camuflarse con la cerca de una valla. A simple vista, cualquiera lo habría pasado por alto, pero el patrón estaba al revés, algo que irritó a Naruto tras unos momentos de observación. Su paciencia, como siempre, tenía un límite.
—¡Sé que me estás siguiendo, enano! ¿Qué demonios quieres? —gritó, girándose abruptamente hacia la valla con una mezcla de fastidio y diversión.
La "cortina" se desplomó de inmediato, revelando a Konohamaru, quien emergió con una sonrisa de oreja a oreja y una postura confiada.
—¡Los rumores eran ciertos! Eres fuerte —dijo el pequeño, señalándolo con un dedo firme—. He decidido que serás mi jefe. ¡Enséñame todo lo que sabes!
Naruto arqueó una ceja, cruzándose de brazos mientras lo miraba con incredulidad.
—¿Jefe? ¿Qué estás diciendo, enano? Yo no tengo tiempo para babysitters, y mucho menos para alguien como tú. Así que mejor ve a fastidiar a otro lado.
Pero Konohamaru no se inmutó. Dio un paso al frente, sus pequeños puños apretados con determinación.
—¡No pienso irme! Si quiero ser el Hokage, necesito aprender de alguien que sea fuerte de verdad. ¡Haré lo que sea, jefe!
Naruto bufó, dejando escapar una risa irónica.
—¿"Jefe"? ¿De verdad? —repitió con un tono sarcástico—. Está bien, si insistes tanto, entonces prepárate, porque no pienso hacerte las cosas fáciles. Esto no será un juego.
—¡Perfecto! —gritó Konohamaru, saltando de emoción—. ¡Estoy listo! ¿Qué vamos a hacer primero?
Naruto lo miró con una sonrisa astuta, disfrutando el entusiasmo del niño.
—Vamos a empezar con lo básico, genio. Si quieres ser fuerte, primero tienes que entender qué es el chakra y cómo controlarlo.
Antes de que Naruto pudiera continuar, Konohamaru sacó un pequeño pergamino de su bolsillo con aire triunfal. Lo desenrolló rápidamente y, con un tono lleno de autosuficiencia, comenzó a recitar.
—"El chakra es la combinación de energía física y espiritual que usan los ninjas. A través de sellos de manos, se pueden realizar técnicas ninja, o jutsus" —dijo, cerrando el pergamino con un gesto exagerado—. ¿Qué te parece? Ya lo sé todo.
Naruto lo miró con incredulidad, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar. Parpadeó un par de veces antes de explotar en carcajadas.
—¡¿Qué demonios estás diciendo?! ¡Seguro que lo leíste! —gritó, apuntándolo con el dedo mientras trataba de contener la risa.
Konohamaru infló el pecho con orgullo, cruzando los brazos.
—Claro que lo leí. ¿Qué esperabas? Soy un genio, ¿no lo sabías?
Naruto suspiró, llevándose una mano a la cara.
—Esto va a ser más difícil de lo que pensé… —murmuró para sí mismo. Luego, miró a Konohamaru con una expresión más seria—. Muy bien, genio. Si ya entiendes qué es el chakra, entonces vamos a ver si puedes manejarlo de verdad. Dime, ¿puedes usarlo para algo útil o solo para recitar teorías?
Los ojos de Konohamaru brillaron con emoción.
—¡Estoy listo, jefe! —gritó, saltando de nuevo—. ¡Muéstrame lo que tienes!
Naruto esbozó una sonrisa pícara y se dio la vuelta, comenzando a caminar.
—Bien, prepárate. Esto no será nada fácil, enano. Y no me hagas perder el tiempo, porque si lo haces, te dejo atrás. —Su tono era firme, pero no carente de cierta diversión.
Konohamaru lo siguió apresurado, una mezcla de admiración y emoción reflejada en su rostro.
—¡Sí, jefe! ¡Voy a demostrarte que puedo hacerlo! —gritó Konohamaru con un entusiasmo desbordante.
Naruto lo observó un momento, evaluando la seriedad en los ojos del joven, antes de señalar un árbol cercano cuya imponente altura parecía casi intimidante.
—Muy bien, enano. Si realmente quieres aprender algo, empezaremos con un ejercicio básico pero esencial. Intenta concentrar tu chakra en los pies y sube por ese árbol. Es una técnica fundamental para el control del chakra. Si logras hacerlo, entonces consideraremos pasar a algo más avanzado. Y, quién sabe, tal vez incluso te enseñe el jutsu que derrotó al Tercero.
Los ojos de Konohamaru se abrieron como platos al escuchar eso. Una mezcla de emoción y duda cruzó su rostro mientras miraba el árbol y luego a Naruto.
—¿Subir por el árbol… sin usar las manos? —preguntó, inclinando ligeramente la cabeza.
Naruto sonrió con suficiencia, cruzando los brazos.
—Exacto. Si eres tan listo como dices, esto no debería ser un problema, ¿verdad?
Konohamaru tragó saliva, pero rápidamente asintió con determinación. Sin perder tiempo, corrió hacia el árbol, sus pequeñas manos apretadas en puños, listo para demostrar su valía. Naruto, apoyado contra otro tronco con los brazos cruzados, observaba la escena con una expresión calmada, aunque sus ojos seguían cada movimiento del chico con atención.
—Vamos a ver de qué estás hecho, mocoso. —pensó para sí mismo, mientras una leve sonrisa curvaba sus labios—. Aunque… esto me recuerda a mí mismo cuando era más joven. Bueno, tampoco es que sea tan mayor ahora.
Konohamaru intentó concentrarse en el chakra en sus pies tal como le había indicado Naruto. Corrió hacia el árbol con confianza y… ¡Zas! Apenas dio un par de pasos antes de caer de espaldas, golpeando el suelo con un sonoro "¡Oof!". Naruto estalló en carcajadas.
—¡Ja! ¿Eso es todo lo que tienes, enano? Vamos, ni siquiera yo lo haría tan mal como tú.
Konohamaru se levantó de un salto, sacudiéndose el polvo de su ropa, el rostro enrojecido por la vergüenza pero con una expresión aún más decidida.
—¡Solo fue un calentamiento! —respondió con firmeza. Y, sin esperar réplica, lo intentó de nuevo.
Así pasó el tiempo, con Konohamaru cayendo una y otra vez, cada vez desde un poco más alto que antes. Sus gritos de frustración resonaban por el claro, pero nunca se detenía, nunca pedía ayuda. Naruto, aunque divertido al principio, empezó a sentirse impresionado por la perseverancia del niño.
Finalmente, después de incontables intentos, un exhausto pero determinado Konohamaru logró llegar hasta la mitad del tronco. Sus pies parecían tambalearse, pero mantenía el equilibrio. Con un último esfuerzo, empujó su cuerpo hacia adelante, logrando aferrarse al tronco antes de deslizarse hasta el suelo, jadeando pero con una sonrisa triunfante.
—¡Lo… lo logré! —gritó entre respiraciones pesadas, el sudor corriendo por su frente, pero la satisfacción iluminando su rostro.
Naruto, quien había estado observándolo con aparente desinterés, dejó escapar un leve silbido mientras caminaba hacia él.
—No está mal, enano. Admito que tienes un control decente de tu chakra para ser un principiante. Supongo que estás listo para aprender algo verdaderamente impresionante.
Konohamaru, todavía recuperándose del esfuerzo, alzó la mirada con ojos brillantes de emoción.
—¿Qué técnica es? ¿Es un jutsu súper secreto? ¿Un ataque que puede destruir montañas? —preguntó, casi tropezándose mientras se ponía de pie de un salto.
Naruto sonrió ampliamente, su expresión traviesa prometiendo cualquier cosa menos algo convencional. Se enderezó y caminó hasta el centro del claro, moviéndose con una confianza exagerada.
—Prepárate, enano. Lo que estás a punto de ver es un jutsu tan poderoso, tan increíble, que incluso el viejo Tercero no pudo resistirlo.
El corazón de Konohamaru latía con fuerza. Las palabras de Naruto lo tenían al borde de un ataque de emoción. ¿Qué clase de poder devastador iba a mostrarle?
Naruto alzó una mano con solemnidad, indicando a Konohamaru que guardara silencio. Luego, con movimientos deliberados, realizó el sello del carnero. Cerró los ojos como si estuviera canalizando una energía abrumadora. Konohamaru contuvo el aliento.
—¡Oiroke no Jutsu! —exclamó Naruto, mientras una nube de humo blanco envolvía su cuerpo.
Cuando el humo se disipó, Konohamaru quedó completamente boquiabierto. Frente a él, donde antes estaba Naruto, ahora había una hermosa joven pelirroja de figura voluptuosa, apenas cubierta por unas estratégicas nubes blancas. La expresión seductora de esta versión de Naruto era tan desconcertante como hipnotizante.
—¿Qué te parece? —preguntó la "chica" con una voz melosa, girando sobre sí misma y lanzándole un guiño a Konohamaru—. Este es Oiroke no Jutsu, la técnica definitiva. ¡Con esto derroté al viejo Tercero!
—¡¿Qué… qué demonios es esto?! —gritó finalmente, su rostro completamente rojo—. ¡Eso no puede ser un jutsu serio!
Naruto volvió a su forma normal en medio de una explosión de humo, riéndose tan fuerte que casi caía al suelo.
—¡Claro que lo es! Este jutsu es perfecto para distraer al enemigo. Nunca sabes cuándo una técnica así podría salvarte la vida.
Konohamaru lo miró con una mezcla de escepticismo y admiración.
—Pero… eso no tiene nada que ver con ser Hokage —protestó, aunque su tono carecía de la firmeza de antes.
Naruto sonrió y puso una mano sobre el hombro del joven.
—Escucha, enano. Ser Hokage no se trata solo de fuerza bruta. A veces necesitas ingenio, estrategia y, sobre todo, creatividad. Este jutsu… puede parecer tonto, pero te juro que es más útil de lo que crees.
Aunque aún no estaba convencido, Konohamaru no pudo evitar sonreír. Había algo en la actitud despreocupada y confiada de Naruto que era contagioso. Tal vez, después de todo, tenía mucho que aprender de su nuevo "jefe".
El entrenamiento continuó con más intentos desastrosos y un caos que solo Naruto y Konohamaru podían crear. En un momento de frustración, y buscando "inspiración" para perfeccionar el Oiroke no Jutsu, decidieron escabullirse en una tienda de revistas que habían visto en la calle principal.
El par de conspiradores caminó de puntillas, cuidando de no ser vistos, hasta llegar al estante que guardaba revistas "para adultos". Naruto, con una sonrisa de autosuficiencia, tomó una de las revistas y se deslizó hasta una esquina, seguido de Konohamaru, que intentaba no reírse en voz alta.
—Mira esta, jefe... —susurró Konohamaru mientras señalaba una página en particular, sus ojos brillando con una mezcla de fascinación y perversidad.
—¡Esa está genial! —respondió Naruto, ahogando una carcajada. Pasaba las páginas rápidamente, buscando "material de estudio" con un entusiasmo casi profesional.
Estaban tan absortos en su "entrenamiento" que no notaron al dueño de la tienda, un hombre mayor con una mirada severa, acercándose sigilosamente. En un abrir y cerrar de ojos, este los descubrió, y su furia estalló como una tormenta.
—¡Malditos mocosos pervertidos! —gritó mientras blandía una escoba con una precisión aterradora.
Naruto y Konohamaru intentaron correr, pero no fueron lo suficientemente rápidos. El dueño logró golpear a Naruto en la cabeza antes de expulsarlos de la tienda, su voz resonando por toda la calle.
—¡Fuera de aquí antes de que llame a los ANBU!
Naruto terminó sentado en la acera frente a la tienda, frotándose la cabeza donde había recibido el golpe. Su expresión era la de alguien que había sido víctima de una injusticia cósmica, mientras Konohamaru, de pie junto a él, luchaba por contener una risa que amenazaba con estallar.
—¿Por qué siempre termino siendo yo el que recibe los golpes? —se lamentó Naruto, haciendo un puchero y abrazando sus rodillas como si quisiera desaparecer.
—Lo siento, jefe… —respondió Konohamaru con una sonrisa nerviosa, aunque sus ojos aún brillaban con diversión.
Naruto suspiró, se puso de pie y se sacudió el polvo de la ropa.
—¡Está bien, enano! Si queremos dominar este jutsu, necesitamos hacerlo correctamente. ¡Ya basta de tonterías! Voy a mostrarte cómo se hace. Observa y aprende, porque estás a punto de presenciar la perfección en forma de jutsu.
Konohamaru asintió con entusiasmo, emocionado por la oportunidad de aprender del maestro. Naruto se posicionó dramáticamente, formando el sello del carnero con ambas manos.
—¡Presta atención, enano! —gritó, lleno de confianza—. Oiroke no Jutsu.
Una nube de humo envolvió a Naruto, disipándose rápidamente para revelar su transformación: una versión femenina y esbelta de sí mismo, con curvas pronunciadas y un atuendo que dejaba poco a la imaginación. La técnica era impecable, una obra maestra del arte ninja… o al menos eso pensaba Naruto.
—¡Esto es lo que llamo perfección absoluta! —proclamó Naruto con una sonrisa triunfal.
Konohamaru lo miró con los ojos muy abiertos, claramente impresionado. Sin perder tiempo, cerró los ojos, imaginó su propia versión y realizó el sello del carnero.
El humo apareció de nuevo, y cuando se disipó, Naruto soltó un gruñido de frustración. En lugar de la transformación esperada, frente a él había una niña baja y regordeta, con una expresión de incomodidad y una sonrisa desdentada que no inspiraba nada remotamente seductor.
—¿En serio, enano? —Naruto suspiró, llevándose una mano a la frente—. ¡Ni siquiera sé por dónde empezar con esto!
Sin embargo, antes de que pudieran corregir el error, un grupo de mujeres que pasaba por la calle se detuvo a mirar la escena. Sus miradas pasaron de la figura femenina de Naruto a la de Konohamaru, y sus expresiones rápidamente se transformaron en un cóctel de desaprobación y furia.
—¡Pervertidos! —gritó una de ellas mientras el grupo se abalanzaba sobre los dos.
Naruto apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de recibir un aluvión de golpes con bolsos y sombrillas. Konohamaru, por su parte, intentó escapar, pero también terminó atrapado en la tormenta de indignación.
Cuando las mujeres finalmente se marcharon, dejando tras de sí una nube de polvo y varios curiosos asomándose desde las ventanas, Naruto estaba tirado en el suelo, cubierto de moretones. Su cabello desordenado y su rostro derrotado eran el retrato de alguien que había perdido toda esperanza.
Konohamaru, sentado a su lado, se frotaba la cabeza con expresión de confusión.
—¿Por qué siempre soy yo el que termina siendo golpeado? —murmuró Naruto, repitiendo su queja habitual mientras abrazaba sus rodillas.
—Lo siento, jefe… no sabía que iban a aparecer… —respondió Konohamaru, esta vez con un tono genuino de arrepentimiento.
Naruto soltó un largo suspiro, levantó la mirada al cielo teñido de naranja y dejó que el momento se hundiera en el silencio. Finalmente, se volvió hacia Konohamaru con una sonrisa resignada.
—Bueno, enano. Supongo que el verdadero entrenamiento ninja incluye saber cuándo correr antes de que te atrapen. Ahora, ¿vamos a intentarlo otra vez o prefieres dejarme descansar en paz?
Konohamaru rió suavemente y se levantó, ofreciendo una mano para ayudar a Naruto a ponerse de pie.
—Vamos, jefe. No podemos rendirnos ahora. ¡El próximo intento será el bueno, lo prometo!
Naruto aceptó la mano, sacudiendo la cabeza con incredulidad mientras se levantaba.
—Esa es la actitud, enano. Pero si esta vez terminamos en otro lío, ¡te haré limpiar mi casa durante un mes!
El entrenamiento continuó en un rincón tranquilo del campo de entrenamiento, donde Naruto y Konohamaru seguían intentándolo con todas sus fuerzas. Sin embargo, el pequeño Sarutobi comenzaba a mostrar signos de agotamiento. Cada intento fallido drenaba más su energía, y su Oiroke no Jutsu seguía dejando mucho que desear. Finalmente, tras un último intento que resultó en una transformación tan desastrosa que incluso Naruto no pudo contener la risa, Konohamaru cayó de rodillas, respirando pesadamente.
—No puedo más, jefe… —murmuró mientras se dejaba caer sobre un tronco caído cercano.
Naruto, viendo la condición de su aprendiz, suspiró y se puso de pie. Sin decir nada, caminó hacia una máquina expendedora que había visto al llegar al área y regresó al rato con un par de latas de bebida fría.
—Toma, enano. Necesitas reponer fuerzas —dijo Naruto lanzándole una de las latas mientras él mismo se sentaba junto al tronco y abría la suya.
Konohamaru tomó la bebida con una sonrisa débil, agradecido. Bebió un sorbo largo antes de que Naruto rompiera el silencio.
—Mientras descansas, quiero que me expliques algo... —Naruto fijó su mirada en el chico, con una curiosidad seria en sus ojos—. ¿Por qué estás tan empeñado en derrotar a tu abuelo?
Konohamaru se quedó en silencio por unos segundos, mirando la lata entre sus manos. Su rostro, normalmente vivaz y despreocupado, se ensombreció con una expresión inusualmente seria. Finalmente, habló.
—Mi abuelo me puso el nombre de Konohamaru porque quería que representara a la aldea… —comenzó, con la mirada fija en el suelo—. Pero nadie me llama por mi nombre. Para todos, soy solo "el honorable nieto del Tercero". Nadie me ve realmente… Solo ven a mi abuelo.
Naruto lo escuchaba atentamente, sin interrumpir, mientras el chico continuaba, sus palabras cargadas de emoción contenida.
—Estoy harto de eso. Quiero que la gente me reconozca por lo que soy, no por lo que representa mi abuelo. Y la única manera de lograrlo es convirtiéndome en Hokage. Entonces, todos sabrán quién es Konohamaru.
Naruto no pudo evitar soltar una carcajada, rompiendo la solemnidad del momento.
—¿En serio? ¿Crees que alguien va a reconocer a un enano como tú? Ser Hokage no es algo que puedas lograr de la noche a la mañana, ¿sabes?
Konohamaru lo miró con una mezcla de indignación y desafío.
—¿Y qué se supone que significa eso?
Naruto se puso de pie de un salto, señalando hacia sí mismo con una sonrisa confiada.
—Significa que primero tienes que derrotarme, enano.
Konohamaru, animado por el desafío, también se puso de pie, con sus ojos brillando de determinación.
—¡De acuerdo! ¡Prepárate, jefe, porque no voy a contenerme!
Mientras se preparaban para su enfrentamiento, el sol comenzaba a ocultarse tras las copas de los árboles, tiñendo el cielo de un cálido anaranjado. Sin embargo, el momento se interrumpió bruscamente cuando un sonido de hojas crujientes llamó la atención de ambos. Se giraron rápidamente, alertas, y vieron una figura emergiendo de entre las sombras.
—Ahí están ustedes dos… —la voz firme y severa resonó en el claro.
Naruto reconoció de inmediato al recién llegado: Ebisu, el tutor personal de Konohamaru, quien avanzaba hacia ellos con su característica expresión de desaprobación y su habitual aire de superioridad. La tensión en el ambiente creció, especialmente cuando Naruto notó la frialdad en los ojos de Ebisu, una mirada que conocía demasiado bien.
"Él también piensa que soy un demonio…" pensó Naruto, apretando los puños mientras el resentimiento crecía en su interior.
—Honorable nieto, ya basta de estas tonterías. Es hora de que regreses a casa —ordenó Ebisu, su tono autoritario dejando claro que no esperaba objeciones.
Konohamaru, sin embargo, no estaba dispuesto a obedecer tan fácilmente. Se plantó frente a Ebisu, con su chakra tambaleándose a su alrededor mientras formaba un sello manual. Su rostro estaba rojo de frustración, pero también de valentía.
—¡No! ¡Voy a derrotar al viejo y me convertiré en Hokage! ¡Así que no te metas, Ebisu!
Naruto, sorprendido por el arrojo del chico, observó cómo canalizaba su chakra con más seriedad de la que había mostrado hasta ahora. Ebisu, sin embargo, no se dejó impresionar y soltó una risa despectiva.
—¿Hokage? —repitió con burla—. No sabes de lo que hablas, niño. Para ser Hokage necesitas dominar mil y un jutsus, convertirte en un maestro en todas las artes shinobi. Yo soy tu único atajo hacia esa meta.
Mientras Ebisu continuaba con su sermón, Konohamaru apretó los dientes y realizó el sello del carnero con decisión. Una nube de humo envolvió el área, y cuando se disipó, frente a Ebisu apareció una figura femenina de proporciones exageradas, con un rostro provocador.
—¡Toma esto! ¡Oiroke no Jutsu! —gritó Konohamaru con una voz llena de orgullo.
Ebisu retrocedió, atónito, mientras trataba de mantener la compostura. Sin embargo, no pudo evitar que un hilo de sangre escapara de su nariz.
—¿Qué… qué clase de técnica vulgar es esta? —gritó, intentando ocultar su vergüenza.
—¡Funcionó! —exclamó Konohamaru, radiante de emoción.
—¡No funcionó! —respondió Ebisu con un tono furioso, aunque el temblor en su voz lo delataba—. Yo soy un caballero, y esas técnicas vulgares no tienen efecto en alguien como yo. ¡Jamás!
Naruto no pudo contenerse y estalló en carcajadas al ver la reacción de Ebisu, quien claramente estaba más afectado de lo que quería admitir. Sin embargo, la diversión terminó abruptamente cuando Ebisu, recuperando la compostura con visible esfuerzo, avanzó con decisión hacia Konohamaru y lo tomó por la bufanda, su expresión reflejando molestia y frustración.
—Es suficiente. Si sigues actuando como un idiota, te convertirás en uno. ¡Haz lo que te digo y deja de perder el tiempo con este inútil! —espetó Ebisu, lanzando una mirada severa hacia Naruto.
—¡Suéltame! —gritó Konohamaru, forcejeando contra el agarre de Ebisu con todas sus fuerzas—. ¡Naruto no es un inútil! ¡Y yo tampoco lo soy!
Naruto, observando la escena, frunció el ceño con evidente irritación. Dio un paso adelante y, con un movimiento decidido, apartó la mano de Ebisu de la bufanda de Konohamaru. Su mirada, intensa y desafiante, se clavó en el tutor.
—¿Qué te pasa, cuatro ojos? —dijo Naruto con voz firme, su tono dejando claro que no toleraría más insultos—. ¿Qué derecho tienes de tratarlo así?
Ebisu, sorprendido por la intervención, se giró hacia Naruto con una mezcla de desagrado y condescendencia.
—Este niño está bajo mi cuidado, y está destinado a cosas más grandes que perder el tiempo contigo, un mocoso revoltoso que no tiene idea de lo que significa ser un ninja —replicó, ajustando sus gafas con gesto altivo.
Naruto sostuvo la mirada del hombre sin vacilar, su usual sonrisa despreocupada completamente ausente. Dio un paso más hacia Ebisu, reduciendo la distancia entre ambos.
—Tal vez no soy un ninja como los demás, pero al menos no menosprecio a otros para sentirme importante —replicó Naruto, su voz cargada de una mezcla de desafío y rabia contenida—. Si Konohamaru quiere aprender algo, lo hará conmigo. Y si no te gusta, pues inténtalo tú mismo.
Ebisu, sintiéndose desafiado como pocas veces en su vida, suspiró con impaciencia, ajustándose nuevamente las gafas.
—Típico de alguien como tú —respondió con tono mordaz—. Un ninja que no entiende el valor del respeto ni la disciplina nunca será nada más que un fracaso.
Naruto apretó los puños con fuerza, pero antes de que pudiera responder, Konohamaru se adelantó, interponiéndose entre ambos. Sus ojos brillaban con una mezcla de rabia y determinación, y aunque su pequeño cuerpo temblaba, su voz resonó con fuerza.
—¡Naruto es mejor que tú! —gritó Konohamaru, encarando a Ebisu sin vacilar—. ¡Él me ve como Konohamaru, no como el "Honorable nieto"! Por eso voy a aprender de él. ¡Voy a demostrarte que no soy solo un nombre!
Naruto, sorprendido y ligeramente conmovido por las palabras del chico, dejó escapar una pequeña sonrisa. Había algo en esa valentía, en esa chispa de rebeldía, que no podía ignorar.
—Bien dicho, Konohamaru. Ahora es mi turno de demostrar que no somos unos cualquiera —dijo Naruto con decisión mientras realizaba un sello manual, su voz resonando clara y segura—. ¡Kage Bunshin no Jutsu!
En un instante, una nube de humo envolvió el claro. Cuando se disipó, un centenar de clones idénticos a Naruto se desplegaban a su alrededor, formando un muro impenetrable de figuras pelirojas que rodeaban a Ebisu.
—¡Esto es increíble! —exclamó Konohamaru, sus ojos brillando de asombro y emoción.
Ebisu, sin embargo, no mostró el más mínimo temor. Con una expresión de superioridad, ajustó sus gafas una vez más y soltó una risa desdeñosa.
—¿Eso es todo? Qué ingenuo eres, Naruto. Soy un Tokubetsu Jōnin, un tutor de élite. No me compares con alguien como Mizuki —declaró con confianza, adoptando una postura defensiva.
Naruto sonrió ampliamente, pero esta vez, había un toque de travesura en su expresión.
—¿De verdad crees que esto es todo? —preguntó con tono burlón, mientras su mirada brillaba con una chispa de diversión—. Muy bien, prepárate para lo siguiente. ¡Hāremu no Jutsu!
Con un grito, una nueva explosión de humo cubrió el claro. Al disiparse, donde antes estaban los clones de Naruto, ahora se encontraba un grupo de mujeres voluptuosas, todas con largas cabelleras rojizas y ojos coquetos. Sus cuerpos estaban apenas cubiertos por nubes estratégicamente colocadas, y avanzaron hacia Ebisu con movimientos sincronizados, sus expresiones llenas de insinuación.
—¡No! ¿Qué clase de vulgaridad es esta? —logró gritar Ebisu antes de que la "horda" lo rodeara completamente. En cuestión de segundos, el hombre cayó al suelo, su rostro rojo como un tomate mientras una hemorragia nasal masiva lo dejaba inconsciente.
Konohamaru, completamente asombrado, saltó de emoción.
—¡Fue increíble, jefe! ¡Ese jutsu es legendario! —exclamó Konohamaru, riendo a carcajadas mientras señalaba al derrotado Ebisu, que seguía inconsciente en el suelo—. ¡Ni siquiera yo había podido vencer a Ebisu! Esto me hace querer un nombre tan impresionante como este momento. ¡Algo que todos recuerden por siempre!
Naruto, todavía riendo, se inclinó hacia el pequeño y lo golpeó suavemente en la cabeza con el puño.
—Tonto, no es tan fácil como suena —respondió con una sonrisa mientras dejaba que su tono adoptara un matiz más serio—. Ser Hokage no se trata solo de ser el ninja más fuerte o de hacer cosas impresionantes. —Se agachó hasta quedar a la altura de Konohamaru y lo miró directamente a los ojos—. Si de verdad quieres un nombre que todos respeten, vas a tener que sufrir, enfrentar tus peores miedos y superar todas tus inseguridades. El reconocimiento no se regala, se gana... con sangre, sudor y lágrimas.
Las palabras resonaron en Konohamaru, quien parpadeó lentamente mientras trataba de procesarlas. Aunque no entendía todo, el peso en la voz de Naruto dejó claro que hablaba desde su experiencia.
—¿Qué quieres decir con que tengo que prepararme? —preguntó el joven, cruzando los brazos con una mezcla de curiosidad y ligera frustración. Había esperado una respuesta más sencilla.
Naruto sonrió ampliamente, como si disfrutara del desafío que se avecinaba.
—Lo que quiero decir —comenzó con firmeza— es que si quieres un nombre tan grande como el de Lord Hokage, no hay atajos ni caminos fáciles. Tendrás que trabajar más duro que nadie. Y, además —añadió, inclinándose un poco hacia él y adoptando un tono juguetón—, tendrás que enfrentarte a mí por ese título.
Konohamaru frunció el ceño, claramente no satisfecho con la respuesta. Resopló y cruzó los brazos con dramatismo, dándose la vuelta mientras su rostro adoptaba un aire de fingida indignación.
—Bah, ya pareces mi abuelo, siempre sermoneándome como si fueras alguien increíble. ¿Sabes qué? ¡Ya no serás mi jefe! —dijo mientras caminaba unos pasos, como si quisiera distanciarse de Naruto.
Naruto lo observó en silencio, una pequeña sonrisa asomando en sus labios. Era divertido ver cómo el chico intentaba tomarlo en serio. Finalmente, su expresión se tornó desafiante, y dio un paso hacia adelante.
—De acuerdo. Entonces, somos rivales —declaró con firmeza, su tono lo suficientemente alto como para que Konohamaru lo escuchara claramente.
El joven se detuvo en seco, girándose para mirar a Naruto por encima del hombro. Su rostro, aunque todavía pretendía estar molesto, no pudo evitar suavizarse. Algo en esas palabras encendió una chispa en él.
—Está bien —dijo con decisión, su voz reflejando una mezcla de determinación y emoción—. Pero no pienses que te lo pondré fácil, jefe... o mejor dicho, ¡rival!
Naruto soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza con aire despreocupado.
—Hazlo, enano —respondió con una sonrisa llena de confianza—. Pero recuerda algo: mañana será mi primer día como un shinobi de la hoja. Y cuando llegue el día en que me retes, estaré esperando. Hasta entonces, no dudes en pedirme consejos. Después de todo, no quiero un rival débil.
Los ojos de Konohamaru brillaron de emoción. Asintió con firmeza, y ambos compartieron una última sonrisa antes de que sus caminos se separaran por esa noche. Naruto comenzó a caminar hacia la aldea, sus pasos ligeros pero cargados de una nueva determinación.
El viento nocturno agitó su cabello carmesí mientras una calma serena llenaba el ambiente. Naruto alzó la vista hacia el cielo, observando las estrellas que empezaban a aparecer entre las nubes. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que había dejado algo importante detrás. Mientras avanzaba, una sonrisa tranquila pero llena de convicción iluminó su rostro.