Al salir de la ducha, refrescado y relajado, notó que en su cama estaba el cuaderno que Doris le había prometido conseguir esa mañana.
"Joven amo, aquí está el cuaderno, espero le sea útil. Ya ansío mucho leer su primer proyecto"
Decía una pequeña nota que se encontraba pegada al cuaderno.
«¿Escritora? Nunca pensé en escribir algo como un libro» pensó mirando el cuaderno empastado con piel.
Al hojearlo, un ligero aroma a tostado impregnó su nariz y su mente se inundó de miles de palabras y párrafos que podría escribir en esas hojas vacías.
«¿Qué debería escribir primero?».
Tomó la pluma y sobre la primera página empezó a escribir sus pensamientos en ese mismo instante y posteriormente comenzó a narrar para sí misma todo lo que estaba ocurriendo.
"Han pasado ya ocho días desde que desperté en este cuerpo. El duque Meddich me tuvo mucho tiempo encerrada. Ahora que logré salir de la mansión es momento de empezar a buscar la manera de regresar a mi verdadero cuerpo, ya que no sé qué podría pasar si sigo esperando. Alan debe regresar para que todo siga su rumbo…"
«¿Existirá alguna forma de regresar?» se preguntó mordiendo su labio inferior, preocupado. «Tiene que existir, al fin y al cabo, este es un mundo de fantasía» pensó dándose ánimos.
Las horas pasaron, hasta que la noche empezó a acariciar el cielo. Sin embargo, Alan seguía sumergido en aquel cuaderno escribiendo cada detalle, esperando que le fuera útil en un futuro.
"To, toc", un ligero llamado a la puerta fue lo que lo sacó de su trance, exaltándose.
«¡Pa- Pase!» gritó, cerrando de inmediato el cuaderno y escondiéndolo entre las sábanas de la cama.
Se trataba de su criada, Doris, quien entró con una bandeja de comida, mostrándose alegre y despreocupada como de costumbre.
«¡Buenas noches, joven amo! Le traigo algo de cenar, espero que sea de su agrado. La cocina en este lugar no tenía los ingredientes suficientes para prepararle su estofado favorito» dijo poniendo el plato sobre la pequeña mesa en la habitación.
«No te preocupes, estoy seguro que será de mi agrado».
La joven sonrió por lo amable que estaba siendo Alan, ya que recordaba como los últimos meses siempre se la pasaba encerrado en su habitación sin salir de la cama, no tocaba su comida y por más que ella tratara de animarlo, él le aventaba algún objeto, como un jarrón o lo que sea que estuviera a su alcance en ese momento.
«¿Desea que le traiga algo más?» preguntó.
«Así estoy bien, puedes retirarte».
Doris hizo una reverencia y dejó la habitación.
Alan se sentó a la mesa para poder comer, al dar el primer sorbo pudo distinguir ligeramente el sabor a tomate y especias en la comida. Era un sabor muy tenue que se perdía entre lo insípido de su paladar, pero esa pequeña muestra de sabor le daba un poco de gusto.
«Los primeros días me resultaba casi imposible comer sin querer vomitar, era como comer plástico… pero ahora he empezado a encontrar el sabor lentamente» murmuró.
Una vez acabó de cenar, se levantó de la silla y empezó a guardar en un pequeño bolso su cuaderno, un libro que encontró con múltiples mapas de Thési, algo de dinero, una muda de ropa y el abrecartas, con la intención de usarlo para defenderse.
Esperó a que el reloj marcara las doce para poder abandonar su habitación, sacando de sus maletas una cuerda.
«No hay tiempo que perder, necesito encontrar la forma de regresar a mi mundo antes de que la novela empiece» pensó abriendo la puerta de su habitación con sigilo. Frente a él, dormían dos de los guardias que se encargaban de cuidarlo.
Con pasitos de puntitas y con los zapatos en una mano y la cuerda en la otra, Alan logró pasar la primera parte, sin embargo, todavía tenía que ir a la parte trasera de la posada y desde una ventana amarrar la cuerda para poder escapar sin ser descubierto.
Deambuló por los pasillos, al parecer todos dormían y el único ruido era el de su respiración y el de algún grillo escondido entre las vigas del techo. Pronto encontró una ventana abierta, por donde se colaba la luz de la luna menguante, la cual era poca.
«Sí, aquí es» apresurado amarró la cuerda a un mueble que estaba cerca de allí, todo parecía ir bien, estaba a un pequeño paso de lograr su escape.
«Mamá, hermana… Pronto estaré en casa» murmuró mirando la luna, luego agarró con fuerza la cuerda, puso un pie en el aire y miró hacía abajo.
La vista era casi oscura, el suelo estaba ahí, a pocos metros de distancia, sólo bastaba un salto y podría salir sin ser descubierto. Sin embargo, apenas intentó impulsarse, sintió un tirón en su brazo derecho, que lo apartó con mucha fuerza de la ventana..
«¡¿Qué?!».
Sin poder acomodarse para caer, Alan cayó sobre su pierna derecha, lastimándose el tobillo, dando un quejido ahogado. Intentaba levantarse, pero le resultaba increíblemente doloroso.
«Maldición… este estúpido cuerpo, con poquito se lastima» pensó molesto, apretando los ojos y la boca de dolor.
Volteó a ver la razón de su caída, encontrándose con una joven de cabello rizado y pelirrojo, quien se tallaba la cabeza por el golpe que también había recibido al tirar de Alan.
«Mis planes… arruinados por una mocosa» pensó al mirar a la chica, de cuerpo pequeño y delgado, aparentemente frágil, pero con mucha fuerza. La chica abrió lentamente los ojos, aturdida por el golpe. No obstante, apenas vió al joven frente a ella y se abalanzó sobre él.
«¡Señor! ¿se encuentra bien?» preguntó preocupada y asustada, sosteniendo con fuerza las manos del joven. «Entiendo que a veces la vida puede ser difícil, pero morir no es la respuesta… Yo sé que usted es alguien de gran valor y apuesto a que hay más de una persona que lo quiere».
Por un momento hubo silencio en el lugar, pero apenas la chica quería volver a hablar, Alan se echó a reír con fuerza.
«¡pfff! JAJAJAJA ¿en serio tú…? Ay es que me parece increíble… jaja».
«¿Se- señor? ¿por qué se ríe?» preguntó desconcertada y preocupada por la reacción del joven.
«Ah…» suspiró. «Simplemente me parece gracioso que llegaras a la conclusión de que me iba a suicidar, ni siquiera tenía la soga en el cuello» comentó burlón.
«¿Qué? ¡pero si estaba en el borde de la ventana y sin zapatos! Señor, yo sé que es muy vergonzoso admitir esta clase de decisiones, pero por favor, debe buscar ayuda».
«No intentaba suicidarme, entiende» dijo dándole un pequeño golpecito en la frente con su dedo índice.
«¡Ay!».
«Ja, recuerdo cuando le hacía eso a mi hermana, siempre se enojaba y empezaba a perseguirme por toda la casa» pensó Alan. «Bien, ayúdame a levantarme» le dijo a la pelirroja.
«¿Eh?» la chica aún seguía tallando su frente, con un puchero.
«Sí, ayúdame, por tu culpa me lastimé el tobillo. Anda, necesito regresar a mi habitación».
La joven asintió y ayudó a Alan a caminar todo el trayecto hasta su habitación. No obstante, al llegar a la entrada los guardias seguían dormidos y la puerta se encontraba abierta de una manera demasiado evidente, como si alguien quisiera que fuera vista así.
«Espera, algo no anda bien» le dijo a la chica. «Estoy bastante segura de que cerré la puerta cuando salí» pensó asustado.
Con cautela, movió a los dos hombres que dormían tranquilamente delante la puerta.
«Ey, chicos, no es momento de dormir» susurró Alan moviendo el hombro de uno de ellos.
Sin embargo, la puerta crujió y de la habitación salió un hombre vestido de un traje de terciopelo color rojo, bastante alto a comparación de otros hombres que había visto antes, pero algo flaco, el cual desprendía un aroma bastante fuerte a perfume de dama.
«¡Oh, mi querida Eve, te estuve buscando por todos lados!» alegó apenas salió del cuarto y miró frente a él a la chica, esta lo miró horrorizada. «Veo que has hecho nuevos amigos. Dime, ¿Quién es él? Sabes que en mi negocio están prohibidas las relaciones ¿no?».
«Disculpe, pero no creo que sea muy educado de su parte entrar sin permiso en la habitación de alguien más» dijo Alan con la frente en alto y apretando su agarre a la chica.
«Oh, mil disculpas, es que esta jovencita es mi esclava, aunque siempre anda revoloteando por todos lados» explicó con una sonrisa sínica.
«¡Es cierto! Había olvidado que en El canto de mi amor existían las castas… Nobles, Mestizos, plebeyos y obvio, esclavos» pensó, mirando con repudio al hombre, quien mostraba una sonrisa bastante siniestra.
Inquieto, volteó a ver a sus guardias, quienes seguían completamente dormidos.
«Perdón por haber irrumpido en su habitación tan tarde, era de suma importancia para mí encontrar a Eve» dijo el caballero acercándose más a los dos chicos. Por otra parte, Eve se escondía detrás de Alan mientras se aferraba a él asustada, implorando en su mente que no la fuera entregar aquel "hombre apuesto que acababa de conocer".
«Disculpe señor, pero ¿Cómo sé que usted es en verdad el dueño de esta chica? » cuestionó Alan.
«¿Qué?»
«Necesito que me muestre el documento que avale la adquisición de esta señorita » dijo firmemente.
El hombre arrugó el ceño y chasqueó la lengua, molesto.
«Jovencito, pretendía hacer de la vista gorda el hecho de que ande deambulando en medio de la noche con mi querida Eve, haciendo quién sabe qué» empezó a acercarse a paso lento hacía los jóvenes. «Y por si no se ha dado cuenta, usted no se encuentra en condiciones de ser imprudente».
Alan volteó a ver de reojo a sus guardias, quienes no reaccionaban. No obstante, al prestar más atención notó que estos no se encontraban dormidos, sino que ni siquiera respiraban con normalidad.
Exaltado, dio un paso hacía atrás inconscientemente, sintiendo el dolor punzante por su esguince.
«Veo que al fin está entendiendo su situación, pero… lo dejaré pasar por alto si me entrega a mi linda Eve».
La sonrisa burlona del hombre taladraba en los sentidos de Alan, quien trataba de controlar sus inmensas ganas de golpearlo.
«Con mi anterior cuerpo hubiera sido capaz de tirarlo por una ventana, pero esta vez no puedo actuar impulsiva. Este cuerpo es demasiado débil y tengo que evitar a toda costa que este tipo se lleve a esta niña» pensó apretando los puños y los dientes. «Un momento… Sí eso tal vez funcione» pensó, observando la cuerda que llevaba consigo.
De pronto, soltó la cuerda junto a la chica y se dejó caer al piso de rodillas, apretando su estómago y quejándose.
«¡¿Pero qué mierda?!» exclamó el señor asustado.
«Por… Por favor… Llamen a mi mayordomo, necesito mi medicina…» dijo con voz débil. «Ayúdenme… Les pagaré muy bien, pero no me dejen morir» entre llanto y quejidos, Alan se arrastró y aferró al pantalón del sujeto y empezó a suplicar cada vez más. «Oh mi padre, si muero díganle que lo intenté».
«¡Señor!» gritó Eve asustada, tratando de socorrer al joven. «Por favor, resista… Maestro, ayúdelo, le juro que no volveré a huir de usted, pero ayúdelo».
El hombre miró indiferente a Alan, quien seguía casi abrazándolo de la pierna.
«¿En serio piensas que ese truco barato puede engañarme?» miró con desprecio al joven.
Alan agachó su cabeza y sonrió nervioso.
«Dios, Alá o Buda, quien sea... Que me salga esto bien» pensó asustado. «Bueno, al menos te dejaste agarrar» dijo y dio un tirón con todas sus fuerzas a la pierna del hombre, tumbándolo rápidamente. «¡Eve, la cuerda!».
La chica agarró con nervios la soga y se la dio al joven, quien se apresuró a amarrar las piernas junto a las manos del sujeto.
«¡Hijo de-! Suéltame antes de que yo mismo me libere».
Alan se levantó con un dolor intenso en sus rodillas, las cuales habían recibido todo el impacto cuando se abalanzó sobre el hombre. Dando un ligero quejido no sólo por ello, sino también por su tobillo que estaba cada vez más hinchado.
«Lo siento mucho, no me gusta hacer tratos con desconocidos» limpió su ropa y le dio el abre cartas que llevaba a Eve para que apuntara hacía el tipo mientras él tocaba la puerta de Frederick.
«¿Joven… amo? » dijo el rubio al abrir la puerta aún somnoliento, frotando sus ojos.
«En serio que tiene el sueño pesado» pensó. «Perdón por molestarte tan tarde Frederick, es que tengo a un tipo muy problemático en frente de mi habitación.
El sueño pronto se ahuyentó de Frederick apenas vio al hombre tirado en el piso, refunfuñando y maldiciendo y a la chica frente a este con el objeto punzocortante, temblando y sudando frío.
«¡JOVEN AMO ¿USTED SE ENCUENTRA BIEN?! » gritó sumamente asustado agarrando de los hombros a Alan.
«No te preocupes, tuve algo de ayuda» respondió sonriendo.
El rubio suspiró y llamó de inmediato a los demás guardias que estaban acampando afuera de la posada. Mismos que se encargaron de llamar a las autoridades de ese pueblo para arrestar al hombre.
A la mañana siguiente, la dueña de la posada ofreció disculpas a Alan y a su gente, también se corroboró la identidad del hombre, quien era un extorsionador que provenía del reino vecino del sur aparentemente. Mismo que había suplantado la identidad de un comerciante poco conocido por esa zona.
«Así que ese sujeto puso un somnífero extremadamente potente en el agua de mis guardias» dijo Alan mientras estaba con los oficiales en una habitación de la misma posada.
«Así es, sin embargo, todavía se están haciendo algunas averiguaciones sobre el caso, por lo que podría tomarnos un tiempo» aseguró el oficial a cargo del caso.
«Entiendo».
«En cuanto a la señorita… ¿desea entregarla?» preguntó uno de los oficiales.
Alan miró a Eve, quien observaba al suelo sentada a su lado, con los ojos tristes y el semblante cansado, no hacía ni un sólo movimiento, pero parecía estar inquieta en su interior.
«Al parecer no existe ningún documento que acredite la compraventa de esta esclava, por lo que se sospecha que fue una compra ilegal hecha en el mercado negro» explicó uno de las oficiales a Alan.
«Ya veo, entonces por ende esta joven queda libre de su estatus de esclavitud» dijo Alan.
«Así es señor» respondió el oficial.
«Bien, entonces si ya no hay más temas a tratar, los acompaño a la puerta, tengo un viaje que debo continuar» se levantó de su lugar, despidiéndose a las autoridades presentes, mismos que le deseaban un buen viaje y se retiraban.
Alan volvió a ver a Eve nuevamente, ya que se había quedado dormida sobre el sofá, pues anoche no logró descansar en absoluto.
«No puedo imaginarme lo que tuvo que pasar» pensó arropando a la chica con su abrigo.
De repente, su corazón dio un fuerte latido y un escalofrío recorrió su cuerpo acompañado de un frío inmenso que se apoderó de él y sus visión se volvía cada vez más borrosa.
«¿Qué… me está pasando?» pensó tratando de caminar hacía la puerta de la habitación. No obstante, sus fuerzas se desvanecieron a medio camino y terminó cayendo inconsciente.
Pasados algunos minutos poco a poco empezó a recuperar su sentido, encontrándose con un cuarto completamente vacío, iluminado por una tenue luz azul de una luna que se colaba por una enorme ventana.
«¿Qué? ¿Dónde estoy?» se preguntó confundida caminando hacía aquella ventana. Al poner sus manos sobre el cristal pudo reconocer sus propios dedos, nuevamente era ella misma, nuevamente era Alicia. Sorprendida puso atención en el reflejo de sí misma sobre el cristal, viendo su rostro, su largo cabello negro y sus ojos color café.
Vestía una bata blanca y su cabello estaba suelto. Por inercia empezó a jugar con su cabellera, ya que hacía mucho tiempo que no la sentía.
«¡Al fin te encontré! No sabes el problema en el que me he metido por culpa de ustedes dos» exclamó una voz que no era ni femenina ni masculina, simplemente resonaba en todo el lugar.
Alicia se asustó, miró por todos lados y lo único que pudo encontrar fue una puerta negra cerrada, la cual se apresuró a intentar abrir, pero fue inútil.
«Tranquila, no voy a hacerte daño, sólo tienes que escucharme» explicó la voz. «Anda, no seas tímida, toma asiento» de repente se escuchó un chasquido y junto con este un cojín apareció y cayó sobre el piso.
Alicia asintió con la cabeza, asustada y confundida. Se sentó en el cojín cruzada de brazos y piernas, mirando al techo que era de donde provenía la voz.
«Puede que estés un poco confundida, aunque es de esperarse, debiste haber pasado por mucho todo este tiempo. Dime, ¿Cómo se siente tener pene?» preguntó entre risas burlonas.
«Por favor, ve directo al grano» dijo Alicia, molesta y con las mejillas rojas.
«Jaja, veo que eres una persona de carácter fuerte, me recuerdas mucho a Alan, aunque tú eres más linda» comentó.
Alicia miró con molestia al techo y arqueó una ceja.
«Bueno, bueno, vine a ofrecerte la oportunidad de regresar a tu mundo, ¿no te apetece?» canturreó alegre.
«¡¿En serio puedo regresar a mi mundo?!» se levantó emocionada. «Claro que quiero, anda, regrésame a mi cuerpo, entre más pronto mejor» dijo entusiadmada.
«Jajaja, ay… Como adoro a los humanos, siempre tan impacientes. Ahora mismo no puedo, has hecho algunos desastres con ese cuerpo que han roto la continuidad» explicó la voz y luego de un chasquido una línea de tiempo apareció frente a Alicia, la cual contenía todos los hechos y eventos que ella conocía de la novela.
Alicia miró asombrada la línea que brillaba frente a ella.
«Asombroso…» pensó mirando las escenas frente a ella, sin embargo, al ver la escena del baile notó algo diferente, quien estaba bailando con el protagonista era alguien diferente. «¿Qué? Pero ella no es la protagonista» exclamó confundida.
«Um… Creo que no te has dado cuenta de ciertas cosillas» de repente la línea desapareció y se mostró la imagen de Eve, misma que continuaba dormida sobre el sofá.
«¿Por qué Eve era la que estaba en el baile? Eso no tiene ningún sentido».
«En serio que ustedes los humanos son demasiado lentos. ¡Ella es la protagonista de "El canto de mi amor" y tú has intervenido en su destino! Si ella no es tomada como la protegida del príncipe Haure durante el baile de Junio, nunca se enamoraran y no existirá un final próspero para Thési» gritó enojada la voz, resonando con fuerza en la habitación.
«Un momento… Eso no es posible. La protagonista es rubia, de cabello largo y lacio, lo recuerdo muy bien, incluso en el webcomic…» argumentó Alicia incrédula, pero interrumpida por la voz.
«Jajaja, se nota que eres una fanática de quinta, en ningún momento se explica en la novela cómo es la protagonista, solo la pusieron así en los dibujitos porque sí» alegó fanfarrona.
Alicia pegó su cara al suelo y empezó a quejarse, como si fuera a hacer un berrinche.
«Nooooo, no puede seeer» chilló con la cara en el suelo.
«Entonces, como buena lectora sabrás que Eve es el diminutivo de Evelyn y que ella debe de conocer al príncipe. Si quieres regresar a tu mundo debes lograr que ellos dos se acerquen y se enamoren» explicó la voz «Aunque si no puedes… Conformarte con vivir con un pene por el resto de tu vida» dijo burlona la voz.
Alicia apretó sus puños y poco a poco empezó a sentir nuevamente mucho sueño, hasta quedar completamente dormida.
«Hijo de pu…» murmuró enojada mientras caía al suelo somnolienta, regresando al cuerpo de Alan Meddich.