Enzo estaba en su oficina, acompañado por Alissa y Archibald. La reunión había sido convocada para abordar lo ocurrido durante la fiesta de cumpleaños de la princesa y, en particular, para intentar comprender lo que había sucedido con Alex. Era un enigma cómo su hijo, cuyas bobinas mágicas no filtraban maná, había conseguido conjurar un hechizo. Más aún, desconocían qué tipo de elemento había utilizado en su invocación. Las respuestas parecían estar fuera de su alcance, pero esperaban que esta conversación arrojara algo de luz sobre la situación.
—Mi señor, ¿podría explicarme exactamente lo que ocurrió con el joven amo? —preguntó Archibald. Había recibido una descripción superficial de los eventos, pero los detalles seguían siendo un misterio.
Enzo, con una expresión seria, procedió a relatar lo sucedido, desde el inicio del duelo hasta la sorprendente aparición del círculo mágico que protegió a Alex. Aunque aún no entendían cómo había sido posible, confiaban en que Alex podría darles algunas pistas sobre lo ocurrido.
Unos minutos más tarde, se escucharon unos golpes en la puerta de la oficina.
—Adelante, —ordenó Enzo.
La puerta se abrió y Alex entró, con una expresión que revelaba que su mente seguía procesando los eventos del día anterior. Todavía no comprendía del todo lo que había ocurrido, pero estaba seguro de que había usado magia, de alguna manera.
—Estoy aquí, padre, —dijo Alex mientras hacía una leve reverencia. Aunque la familia Hemingway solía evitar formalidades, esta ocasión ameritaba un respeto adicional debido a la gravedad de la situación.
Enzo lo observó por un momento antes de hablar.
—Alex, necesito que nos expliques todo lo que recuerdas antes de perder la consciencia. No omitas ningún detalle, por pequeño que creas que sea, —pidió con firmeza.
Alex asintió y comenzó a narrar lo sucedido. Describió cómo se sintió cuando la bola de fuego estuvo a punto de impactarlo, los recuerdos del grimorio que había leído en su niñez y el dolor punzante y abrasador que había sentido tanto en su núcleo como en sus bobinas mágicas antes de caer inconsciente. Su relato fue detallado y sincero, aunque él mismo parecía tan confundido como ellos.
Cuando Alex terminó, Enzo dirigió su mirada hacia Archibald, esperando su opinión como médico. Sin embargo, el hombre parecía profundamente desconcertado.
—Esto es extremadamente inusual, —dijo Archibald finalmente—. En teoría, debería ser imposible que el joven amo haya conjurado un hechizo. Los hechizos están intrínsecamente ligados a los elementos, y las bobinas de Alex no filtran ningún elemento.
Archibald tomó un momento para reflexionar antes de continuar.
—Mi señor, creo que la única forma de entender lo que está ocurriendo sería examinar el grimorio que el joven amo mencionó haber leído en su infancia, —sugirió con cautela.
Enzo apretó los labios, su mirada se ensombreció mientras recordaba aquel libro.
—Ese grimorio fue destruido después del accidente, —respondió con un dejo de arrepentimiento en su voz—. Fue lo que destruyó el futuro de Alex... o al menos eso creí en su momento. Nunca imaginé que algo así sería posible.
—Entiendo, —dijo Archibald, aunque su rostro mostraba una expresión pensativa—. En ese caso, mi señor, la única opción viable sería enviar al joven amo a una academia mágica. Tal vez alguien en el rango experto pueda ofrecer respuestas.
Los magos en el rango experto eran una minoría en el imperio, pero muchos trabajaban como facultad en las academias mágicas. Esto los hacía más accesibles que otros expertos, lo que convertía la sugerencia de Archibald en una opción razonable. Sin embargo, Enzo no podía evitar sentir desconfianza ante la idea de enviar a Alex a un lugar lleno de desconocidos, especialmente cuando su hijo estaba rodeado de tantos misterios.
—No creo que eso sea una buena idea, —respondió Enzo con seriedad—. Enviar a Alex a una academia en este momento podría ponerlo en peligro. Su situación es demasiado inusual, y no quiero que atraiga una atención innecesaria.
Archibald asintió, mostrando comprensión, pero su expresión indicaba que no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente.
—En ese caso, mi señor, podría considerar otra opción: recomendar al joven amo para que sea un Clérigo de la Orden de las Lunas Gemelas. Su vasto conocimiento mágico solo esta un paso por debajo del que poseen los elfos. Quizás ellos puedan ayudarnos a entender lo que le está ocurriendo al joven amo.
La sugerencia hizo que Enzo se quedara pensativo. La Orden de las Lunas Gemelas no era solo una institución venerada en el imperio, sino también su religión oficial, con raíces profundamente entrelazadas con los misterios mágicos del mundo. Si alguien podía arrojar luz sobre el caso de Alex, probablemente fueran ellos. Sin embargo, enviar a su hijo con ellos también implicaba riesgos que no podía ignorar.
Alissa, quien había estado escuchando atentamente la conversación, finalmente intervino. Su voz era calmada, pero su determinación era evidente.
—Antes de tomar cualquier decisión, creo que lo más importante es escuchar lo que opina la persona más involucrada en todo esto, —dijo mientras dirigía su mirada hacia su hijo—. Cariño, dinos, ¿qué es lo que te gustaría hacer?
Alex, perdido en sus pensamientos, alzó la mirada hacia su padre, con una determinación ardiente reflejada en sus ojos.
—Quiero asistir a una academia mágica, —declaró con firmeza.
Enzo lo miró sorprendido, pero lo que realmente capturó su atención fue la resolución en el rostro de su hijo. Había algo inquebrantable en esa mirada, un deseo claro de forjar su propio camino. A pesar de sus preocupaciones, Enzo no pudo evitar que una leve sonrisa cruzara su rostro. Era la mirada de alguien dispuesto a enfrentarse al mundo, y eso llenaría de orgullo a cualquier padre.
—Muy bien, Alex, —dijo finalmente, su tono mezclando aprobación con advertencia—. Pero debes saber que, una vez ingreses a una academia, estarás por tu cuenta. Tu situación es complicada, y tendrás que ser extremadamente cuidadoso. Te enfrentarás a peligros y desafíos que podrían hacerte cuestionar esta decisión, pero sin importar lo que suceda, debes perseverar y graduarte.
Enzo pausó un momento antes de continuar, su voz adoptando un tono más autoritario.
—Representarás el apellido Hemingway. Habrá muchos ojos sobre ti, observándote, esperando tus logros... o tus errores. Ahora dime, Alex, ¿crees que estás listo para cargar con esta responsabilidad?
Alex no titubeó.
—Estoy listo, —respondió con un fuego inquebrantable en sus palabras.
Enzo asintió, complacido con la respuesta, pero sabía que no podía ponérselo tan fácil.
—La academia Aeterclove iniciará clases el 15 de Solarae, y las pruebas de admisión se llevarán a cabo el primero de ese mismo mes. Eso te deja exactamente 20 días. En ese tiempo deberás incrementar tu núcleo al rango novicio de dos estrellas como mínimo. —Enzo entrecerró los ojos, probando la resolución de su hijo—. Si quieres asistir, deberás demostrarme tu determinación con acciones, no solo con palabras.
—¡Enzo! —exclamó Alissa, incrédula por lo que acababa de escuchar. Mejorar el núcleo mágico en tan poco tiempo era casi imposible, y hacerlo desde la posición de Alex, con su limitada experiencia, lo era aún más. Miró a su esposo con reproche—. ¿En qué estás pensando? Eso es completamente injusto...
—De acuerdo, padre, —interrumpió Alex, su voz firme y decidida.
—Cariño, mejorar tu núcleo no es algo tan sencillo, —dijo Alissa, tratando de hacer que su hijo reconsiderara—. Incluso para alguien con más experiencia, eso sería un desafío enorme.
Alex le dedicó una mirada tranquila, pero llena de determinación.
—No te preocupes, mamá. Será difícil, pero no imposible.—Alissa miró a su hijo con incredulidad y algo preocupada.
Para Alex, esta era su oportunidad. Había pasado años pensando que su vida en este mundo estaría limitada por las mismas restricciones que lo habían definido en su vida pasada. Pero ahora, un rayo de esperanza brillaba frente a él. Una posibilidad. Una puerta que podía abrir si estaba dispuesto a luchar por ello.
Y no tenía intención de dejar que esa puerta se cerrara.
Alissa dejó escapar un suspiro profundo y cansado, aunque una leve sonrisa asomaba en sus labios.
—Se nota que eres el hijo de tu padre, —dijo, cruzándose de brazos—. Muy bien, mi querido Alex. Me aseguraré personalmente de que logres esta increíble hazaña.
Aunque Enzo era un mago excepcional, un guerrero en el rango mortal de dos estrellas, conocido por su destreza y fuerza en combate, Alissa no se quedaba atrás. Si hablamos de talento puro en la magia, ella lo superaba. Como una bruja en el rango mortal de tres estrellas, no sería ninguna sorpresa que en algún momento alcanzara el rango experto. Si alguien podía ayudar a Alex a superar este desafío, esa persona era ella.
Unos minutos más tarde, Alissa y Alex se encontraban en la Cámara de Claridad, un lugar que había sido utilizado para la prueba de los doce años, pero que comúnmente servía como un espacio dedicado al entrenamiento mágico. La cámara estaba diseñada específicamente para optimizar la concentración y la manipulación del maná, gracias a la pureza excepcional de la energía mágica que fluía en ese lugar. Ambos estaban sentados frente a frente, en posición de meditación, con la serenidad del entorno listos para comenzar
Alissa, con su tono calmado pero firme, rompió el silencio:
—Dime, Alex, ¿sabes cómo fortalecer tu núcleo? —preguntó, adoptando el papel de maestra con naturalidad.
Alex, haciendo un esfuerzo por recordar lo que había leído y aprendido, asintió con confianza.
—Sí, mamá. Las bobinas y el núcleo se fortalecen cuanto más usamos nuestra magia. —respondió.
Alissa lo observó con aprobación, aunque su expresión indicaba que no era toda la respuesta.
—Eso es correcto, querido, pero esa es la vía larga y sencilla para aumentar tu núcleo, —dijo, su tono ahora más didáctico—. Y en este momento, el tiempo no está de nuestro lado.
Hizo una pausa, asegurándose de captar completamente la atención de Alex antes de continuar.
—En realidad, cuando utilizamos nuestra magia, lo que realmente se fortalece primero son las bobinas mágicas. A medida que transportan más maná, se vuelven más eficientes, permitiendo un flujo mayor y más controlado. Esto eventualmente fuerza al núcleo a desarrollar una nueva capa para soportar las cantidades crecientes de energía que las bobinas están transfiriendo. Es un proceso natural, pero lento.
Alex escuchaba con atención, su mente absorbiendo cada palabra.
—Sin embargo, —continuó Alissa, con un brillo en los ojos que reflejaba su experiencia—, hay una forma de acelerar este proceso. En lugar de esperar a que la nueva capa del núcleo se desarrolle de manera natural, es posible usar tu maná para inducir su formación por tu cuenta. Es un proceso sumamente difícil que requiere disciplina, concentración y un control impecable del maná. Por eso no es algo que todos puedan hacer.
Hizo una pausa y lo miró directamente a los ojos, evaluando su resolución.
—Primero tendrás que fortalecer tus bobinas antes de crear una nueva capa para tu núcleo. Tal vez te preguntes cómo alguien en el rango iniciado puede utilizar su magia si, técnicamente, aún no puede invocar un círculo mágico, como es tu caso. Pero quiero que entiendas algo, Alex: no es necesario conjurar un hechizo para usar tu maná. Todo lo que necesitas hacer es transferirlo a través de tus bobinas y expulsarlo de tu cuerpo. Repite este proceso hasta que el maná en tu núcleo se agote por completo.
Hizo una pausa breve, permitiendo que sus palabras calaran en la mente de Alex, y luego continuó con una voz calmada pero autoritaria.
—Cuando eso ocurra, deberás concentrarte profundamente para absorber el maná de la naturaleza y recargar tus reservas. Este ciclo de agotamiento y absorción es la clave para fortalecer tus bobinas y tu núcleo rápidamente. Pero te advierto, este método es exigente, tanto física como mentalmente. Ahora dime, Alex. ¿Crees que puedes hacerlo? —preguntó, su tono firme pero lleno de confianza en las capacidades de su hijo, dejando claro que no esperaba nada menos que un esfuerzo total.
Alex asintió con firmeza y cerró los ojos, enfocándose profundamente en su interior. Sentir el maná en el cuerpo era una tarea que la mayoría encontraba desafiante la primera vez, pero para Alex fue diferente. Su capacidad de concentración ya era notable gracias a su entrenamiento con la espada, pero había algo más: la diferencia entre su vida pasada y su vida actual.
El núcleo de maná era como una nueva extremidad, una parte de su cuerpo que nunca había estado allí antes. Habiendo vivido quince años en un cuerpo sin magia ni núcleo mágico, para Alex resultó mucho más evidente identificar esa presencia extraña y comenzar a interactuar con ella. Era una sensación nueva pero inconfundible.
Cuando finalmente localizó su núcleo, manipularlo se sintió natural, casi instintivo. Transferir el maná hacia el resto de su cuerpo era como mover una mano, una mano invisible que parecía extenderse por todas sus extremidades. Mientras las bobinas de Alex canalizaban el maná, sintió nuevamente un calor abrasador recorriendo su cuerpo. Sin embargo, esta vez era mucho más tolerable que el dolor extremo que había sentido al conjurar su primer hechizo.
Alissa observó a su hijo con atención y notó cómo una tenue aura comenzaba a rodearlo. Sus ojos se entreabrieron, sorprendidos por la velocidad con la que Alex logró manipular su maná.
—"Tiene talento", —pensó, con una mezcla de asombro y orgullo.—¡Bien hecho, Alex! Ahora intenta liberar ese maná de tu cuerpo, —ordenó Alissa con voz firme pero alentadora.
Alex intentó obedecer, pero lo único que ocurrió fue que el leve aura que lo rodeaba desapareció, y su maná regresó a su núcleo. Se quedó mirando a su madre con una sonrisa avergonzada.
—Creo que no funcionó, —admitió con una risa nerviosa.
Alissa, sin embargo, no perdió la calma. Su tono reflejaba orgullo y paciencia mientras respondía:
—No te preocupes, cariño. El hecho de que hayas manipulado tu maná en tu primer intento ya es un logro impresionante.
Hizo una pausa, pensando en cómo explicarle el siguiente paso de forma clara.
—Para ser exitoso en la magia, necesitas aprender a dividir tu concentración. Por ejemplo, el motivo por el que no lograste liberar tu maná fue porque toda tu atención se enfocó únicamente en expulsarlo, descuidando el flujo constante a través de tus bobinas. Mientras más acciones puedas manejar simultáneamente con tu mente, mejor será tu control sobre la magia. Ahora, inténtalo de nuevo, pero esta vez mantén el flujo de maná mientras intentas expulsarlo. Necesitas dividir tu concentración entre ambas tareas, —explicó Alissa con precisión, mientras observaba atentamente a su hijo.
Alex cerró los ojos nuevamente y lo intentó, pero sin éxito. Dividir su concentración resultó ser mucho más difícil de lo que había imaginado. Sin embargo, no se rindió. Una y otra vez, repitió el proceso, ajustando su enfoque con cada intento fallido.
Finalmente, después de varios intentos, logró hacerlo. Una corriente de maná fluyó constante a través de sus bobinas mientras un pequeño destello de energía salió de su cuerpo.
—¡Lo logré! —exclamó Alex con entusiasmo, pero su emoción lo distrajo y el flujo se cortó de inmediato.
Alissa dejó escapar una risa suave, genuinamente impresionada.
—Felicidades, cariño. No pensé que lo lograrías tan rápido, y mucho menos en tu primer día, —lo felicitó, mostrando un orgullo sincero en su expresión—. Ahora, sigue practicando. Tienes que repetir este proceso hasta que agotes todo tu maná.
Alex asintió, decidido. Sabía que sería agotador, pero también sabía que este era el primer paso para alcanzar sus metas.
Casi una hora más tarde, Alex logró mantener un flujo constante de maná mientras lo expulsaba de su cuerpo. La escena era, en el sentido más literal, mágica. En su posición de meditación, pequeñas esferas blancas de maná emergían de su cuerpo, flotando suavemente en el aire antes de desvanecerse. Alissa lo observaba en silencio, impresionada y al mismo tiempo intrigada por el color blanco puro del maná de su hijo. Era un fenómeno que nunca había presenciado; el elemento mágico de Alex seguía siendo un misterio.
Finalmente, el cuerpo de Alex dejó de emitir las esferas blancas, y el aura que lo rodeaba se disipó por completo. De inmediato, sintió cómo todo su cuerpo se volvía pesado, y un dolor de cabeza moderado comenzó a pulsar en sus sienes.
—Bien hecho, cariño. Parece que has agotado tus reservas de maná, —dijo Alissa, con una mezcla de orgullo y calma.
Alex, sosteniéndose la cabeza con una mano, apenas pudo asentir mientras trataba de aliviar la presión en su mente.
Alissa notó la incomodidad de su hijo y continuó explicando:
—Lo que estás sintiendo es lo que llamamos desgaste de maná. No te preocupes, el primero siempre es el peor. Con el tiempo, tu cuerpo se acostumbrará, —le aseguró con voz tranquilizadora.
Alex asintió nuevamente, forzando una débil sonrisa. Aunque el dolor era molesto, la emoción de su progreso lo mantenía motivado.
—Ahora que has agotado tu maná, es hora de aprender a recolectar maná natural, —anunció Alissa. Su tono se volvió más serio, indicando la importancia del siguiente paso—. Esto es mucho más complicado que simplemente expulsar tu maná. En lugar de concentrarte en sentir el maná dentro de tu cuerpo, debes sentir el maná en la naturaleza que te rodea. Y en lugar de expulsarlo, necesitas absorberlo.
Alex cerró los ojos nuevamente, ignorando el dolor en su cabeza, y comenzó a meditar.
—El maná está en todas partes. Solo necesitas ajustar tus sentidos para percibirlo. Tacto, olfato, vista, audición... No los veas como sentidos separados. Únelos en uno solo. Un sentido exclusivamente dedicado al maná. Un sexto sentido, —instruyó Alissa con paciencia, guiándolo a través del proceso. Hizo una pausa antes de añadir con una leve sonrisa—: Desbloquear el sexto sentido no es sencillo, querido. No espero que lo consigas a la primera. Pero al menos intenta percibir las ondas de maná, aunque no puedas verlas aún. Será como sentir una brisa sutil.
Alex escuchó atentamente, dejando que las palabras de su madre resonaran en su mente mientras cerraba los ojos. Se concentró profundamente, buscando algo más allá de lo tangible. Y entonces, lo sintió. Algo nuevo. Algo completamente diferente. No podía olerlo, tocarlo ni escucharlo, pero sabía que estaba ahí. Aunque sus ojos permanecían cerrados, podía "verlo". No era una visión física, sino algo más profundo, más claro, como si el mundo a su alrededor se hubiera transformado en un intrincado mapa de energía. Podía percibir cada detalle de la habitación, la presencia de su madre frente a él, y el flujo constante del maná que lo envolvía en un delicado vaivén.
—Puedo ver, madre, —dijo Alex, su voz cargada de asombro, mientras mantenía los ojos cerrados. Había logrado lo que ella pensó que tomaría meses, si no años. Había despertado su sexto sentido y accedido al Éter.
Alissa abrió los ojos de par en par, sorprendida más allá de las palabras. "¿Es posible que ya haya entrado al Éter?" pensó con incredulidad. Una hazaña que la mayoría de los magos conseguían tras incontables horas de práctica, Alex la había alcanzado en cuestión de minutos. Su progreso no solo era rápido; era irreal. Una parte de ella no podía evitar preocuparse por lo que significaba, pero otra estaba profundamente orgullosa.
—Alex... lo que acabas de lograr es increíble. Has accedido al Éter, —dijo Alissa, con una mezcla de admiración y asombro. Su voz, aunque serena, reflejaba la magnitud de lo que acababa de presenciar—. El Éter es un plano completamente nuevo, una dimensión mágica que solo puede percibirse a través de lo que llamamos el sexto sentido. Es un logro que requiere un nivel de percepción y conexión extraordinarios. Esto no es algo que cualquiera pueda hacer, y mucho menos en tan poco tiempo. Estoy impresionada, cariño. Verdaderamente impresionada.
Hizo una pausa, observando a Alex, quien seguía inmerso en el Éter, sus ojos cerrados pero con una expresión de maravilla en su rostro.
—Recuerda, Alex, este plano te permite ver más allá de lo que los sentidos normales pueden captar. Es un mapa vivo de energía y vida, pero también requiere un control increíble para interactuar con él. Lo que acabas de desbloquear es solo el primer paso de algo mucho más grande. Estoy tan orgullosa de ti, —añadió, dejando que una cálida sonrisa cruzara su rostro mientras admiraba el increíble talento de su hijo.
Su tono pasó de impresionado a práctico mientras se preparaba para el siguiente paso.
—Ahora que puedes sentir el maná de la naturaleza, vamos al siguiente paso: la absorción. Como ya te dije, este proceso es mucho más complicado, pero algo me dice que lo conseguirás, —añadió con una leve sonrisa cómica, intentando aliviar la presión.
Hizo una pausa antes de continuar con las instrucciones:
—Usando el Éter, siente cómo el maná en el aire se mueve, cómo fluye y roza tu cuerpo. Cuando el maná entre en contacto contigo, tendrás un segundo para absorberlo antes de que siga su camino. Este proceso requiere que dividas tu concentración en tres partes: mantener el Éter activo, sentir el flujo del maná y realizar la absorción.
Alissa se inclinó un poco hacia adelante, enfatizando lo crucial del siguiente punto.
—Cuando intentes absorber, tu cuerpo creará una pequeña capa de vacío a tu alrededor. Si la mantienes activa por demasiado tiempo, el maná natural te evitará, y no lograrás absorber nada. Por eso, debes ser rápido. Absorbe el maná en el momento justo, luego libera el vacío y repite el ciclo hasta que llenes tus reservas mágicas. Es un proceso que requiere precisión y rapidez.
Alissa se recostó ligeramente, dejando que Alex procesara sus palabras.
—Tómate tu tiempo y, sobre todo, no te frustres. La práctica hace al maestro, cariño. Ahora inténtalo, —lo alentó, con una mezcla de confianza y expectativa.
Alex asintió nuevamente, cerrando los ojos y enfocándose en lo que su madre acababa de decirle.
El proceso era más complicado de lo que Alex había anticipado. Cada vez que intentaba activar la absorción, el maná ya había pasado de largo, deslizándose fuera de su alcance. Cuando intentaba anticiparse, activaba la absorción demasiado pronto, lo que provocaba que el maná lo evitara por completo. Además, la carga mental que implicaba dividir su concentración en tres partes comenzaba a pasarle factura. Su dolor de cabeza se intensificaba con cada segundo, convirtiéndose en un obstáculo cada vez más difícil de ignorar.
Tras varios intentos fallidos, Alex finalmente alcanzó su límite. Su mente estaba completamente agotada, y el Éter que había logrado mantener activo se desvaneció. Su cuerpo se sentía pesado, incapaz de seguir adelante. Por más que quisiera continuar, sabía que había llegado al punto en que el descanso era inevitable.
Alissa, quien había estado observando a su hijo con atención, notó su estado de agotamiento. Aunque Alex no había logrado completar el proceso, estaba inmensamente orgullosa de él. En tan solo unas horas, había avanzado a pasos agigantados.
—Eso es suficiente por hoy, cariño, —dijo con suavidad, poniéndose de pie—. Tendrás que recuperar tu maná de forma natural. No te preocupes, lo has hecho increíblemente bien.
Se acercó y envolvió a Alex en un cálido abrazo, transmitiéndole su cariño y apoyo.
—Estoy muy orgullosa de ti, —añadió, su voz cargada de ternura.
Alex, al sentir la calidez de su madre, dejó que su cuerpo se relajara por completo. El agotamiento acumulado finalmente lo venció, y cayó en un sueño profundo mientras seguía en sus brazos.
Alissa notó cómo su hijo se había quedado dormido y no pudo evitar sonreír con ternura. Con cuidado, lo levantó en sus brazos y comenzó a llevarlo hacia su cuarto.
—"Veinte días, ¿eh?" —pensó con confianza mientras una suave sonrisa iluminaba su rostro.