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Chapter 13 - La Primera Prueba

—Me pregunto si ya será el turno de Alex, —murmuró Alissa en voz alta mientras observaba las interminables filas de aspirantes. Aunque no hablaba con nadie en particular, Enzo respondió casi de inmediato, sus palabras cargadas de una tensión que rara vez mostraba.

—Espero que todo salga bien, —dijo, su tono traicionando un leve nerviosismo.

Mientras tanto, dentro del área de inscripción, Alex enfrentaba una situación inesperada.

—Será mejor que te expliques, Hemingway, —dijo la examinadora, su mirada afilada clavándose en él como una hoja. La tensión en su voz dejaba claro que no estaba dispuesta a ignorar un detalle tan inusual.

Alex sintió una gota de sudor resbalar por su frente. Mantuvo la calma con esfuerzo, sabiendo que pensar rápido era su única opción para evitar una situación desfavorable.

—Si me lo permite, puedo mostrarle mi tipo de magia, —respondió, con un destello de esperanza de que la examinadora aceptara su propuesta.

La joven entrecerró los ojos, su expresión cargada de escepticismo.

—¿Quieres decir que puedes invocar magia sin poseer un elemento? —preguntó, su tono bordeando la incredulidad—. Eso es imposible. Pero adelante, si estás tan seguro. Sin embargo, si fallas, las consecuencias serán graves... incluyendo para tu familia.

El escalofrío que recorrió la espalda de Alex fue inmediato. Esta era la dura realidad del Imperio Redwin: un lugar donde la magia lo era todo y cualquier anomalía se consideraba inmunda.

Respirando profundamente para calmar sus pensamientos, Alex dio un paso atrás y alzó su mano izquierda. Los recuerdos del grimorio que había leído cuando era niño inundaron su mente. Cerró los ojos un instante, enfocándose en las antiguas instrucciones grabadas en su memoria, antes de comenzar a canalizar su maná.

De pronto, un círculo mágico de una runa apareció frente a su palma, brillante y blanco como la luz pura.

La examinadora, quien había estado preparada para detenerlo, quedó paralizada. Sus ojos se abrieron de par en par mientras observaba el fenómeno con creciente incredulidad.

—¿Qué...? —murmuró, sin poder apartar la vista del círculo mágico. Analizó cada detalle con atención, tratando de comprender lo que tenía frente a ella—. Ese color... esas escrituras... no se parecen a nada que haya visto antes.

Recobrando un poco de compostura, enderezó su postura y lo miró con una mezcla de asombro y cautela.

—¿Acaso eres un Convergente? —preguntó, su tono menos agresivo pero aún lleno de sospecha.

Alex canceló el hechizo con un ligero movimiento de su mano, el círculo mágico desapareciendo tan rápido como había surgido. Aunque aliviado por el cambio de actitud de la mujer, sabía que sus respuestas debían ser cuidadosas.

—Honestamente, no estoy muy seguro de qué tipo de magia poseo, —respondió con sinceridad. La examinadora lo observó detenidamente, como si buscara algún indicio de engaño en sus palabras.

Tras un momento de reflexión, asintió levemente, aparentemente convencida de su honestidad.

—Si logras pasar el examen, la academia podrá ayudarte a encontrar respuestas, —dijo finalmente, tomando sus últimas notas antes de extenderle un pequeño trozo de metal con un número grabado—. El examen comenzará dentro de una hora. Buena suerte, aspirante 210.

Alex tomó el trozo de metal y miró el número inscrito: 210. Había dado el primer paso. Contra todo pronóstico, estaba oficialmente registrado para el examen de admisión de la academia.

Tras recibir su placa, Alex se dirigió hacia donde su familia lo esperaba con expectación.

—¿Cómo te fue, cariño? —preguntó Alissa, con una mezcla de ansiedad y esperanza en la voz.

En lugar de responder, Alex mostró la placa con una sonrisa de triunfo.

—Estoy inscrito, —dijo simplemente.

Alissa lo abrazó con entusiasmo, su alegría irradiando calidez. Enzo dejó escapar una sonrisa de orgullo al ver a su hijo lograr este primer paso. Tras el emotivo momento, Alex les contó lo ocurrido con la examinadora minutos antes.

La expresión de sus padres cambió al escuchar la amenaza que había recibido. Aunque ambos estaban visiblemente molestos, sabían que no había nada que pudieran hacer. Las leyes del Imperio eran estrictas, y enfrentarse a ellas en este momento no traería más que problemas.

Enzo tomó la palabra, su tono adoptando un matiz serio.

—Ya pasaste la parte sencilla, Alex. Ahora viene lo difícil. —Su mirada era firme mientras hablaba—. El examen de admisión no será como nada que hayas experimentado antes. Te enfrentarás a pruebas y peligros que pondrán en riesgo tu vida.

Enzo estudió a su hijo, buscando algún rastro de duda en sus ojos. Sin embargo, lo que encontró fue determinación pura. Aquella mirada lo hizo sonreír levemente.

—Estoy listo, padre, —respondió Alex, su mano descansando con seguridad sobre la empuñadura de su espada.

Con menos de una hora para el inicio del examen, Alex decidió dirigirse al área asignada para la primera prueba. Se despidió de su familia, sabiendo que no los vería nuevamente hasta después del examen.

—Ten cuidado, Alex, y mucha suerte, —dijo Alissa, envolviéndolo en otro abrazo lleno de cariño.

—Buena suerte, hermano, —añadió Elize con una sonrisa, mientras Enzo colocaba una mano firme sobre el hombro de su hijo.

—Demuestra el orgullo de los Hemingway, hijo, —dijo Enzo con gravedad.

Alex se despidió con una inclinación respetuosa antes de encaminarse hacia la zona de la primera prueba, donde la examinadora le había indicado.

La magnitud de la academia Aeterclove lo impresionó a medida que avanzaba. Con múltiples edificios que fácilmente podrían ser considerados palacios, arenas de combate, un laberinto, campos de entrenamiento y más, era un lugar diseñado para inspirar respeto. Alex no podía evitar admirar los pasillos mientras caminaba, conscientes de que aún no tenía permiso para explorar libremente la academia. Como aspirante, solo podía acceder a las áreas destinadas a las pruebas de admisión.

Tras varios minutos de caminata, llegó a lo que parecía ser un aula. Un mago en la entrada le pidió su placa. Tras verificarla, le permitió entrar.

El aula era espaciosa y tenía un diseño que le recordaba a las universidades de su vida pasada. Había varias filas de mesas dispuestas una detrás de la otra, con un pasillo central que dividía el salón en dos partes. Al final del aula, una plataforma elevada indicaba el lugar donde un maestro probablemente impartiría su clase.

Alex se detuvo un momento para admirar el lugar antes de notar que ya había personas dentro. Cuatro en total. Tres de ellos estaban juntos en el lado derecho del salón: dos chicos y una chica, lo que indicaba que probablemente se conocían. La cuarta persona, un chico, estaba sentado en la primera fila del lado izquierdo, concentrado en la lectura de un libro.

Suspirando, Alex caminó hacia la tercera fila del lado izquierdo y tomó asiento, eligiendo un lugar donde pudiera observar sin llamar demasiado la atención.

Mientras pasaba el tiempo, el aula comenzó a llenarse lentamente hasta que exactamente 60 aspirantes ocuparon cada asiento disponible. Algunos charlaban entre ellos, otros intentaban estudiar y varios más luchaban por controlar sus nervios ante lo que estaba por venir.

—¿Crees que la primera prueba será difícil? —preguntó el joven que estaba sentado junto a Alex.

Alex lo miró de reojo. El chico, de cabello castaño, parecía visiblemente nervioso, pero antes de que pudiera responder, una voz femenina interrumpió la conversación.

—¿Sabes que estás tomando el examen de admisión para Aeterclove, cierto? Aquí todo es difícil. Si ya estás dudando, será mejor que te retires, —dijo una chica de cabello rubio recogido en dos coletas, que estaba sentada al otro lado del joven.

—Tienes razón, Lissa, —respondió el chico, decaído. Alex se dio cuenta de que la pregunta no había sido dirigida a él. La joven miró a Alex por un momento y luego desvió la vista con desdén.

—Hmph, —resopló con indiferencia antes de centrarse en otra cosa.

"¿Eh?" pensó Alex, sorprendido por su actitud.

Antes de que pudiera procesar lo ocurrido o intentar hablar, la atención de todos fue captada por la aparición de alguien en la plataforma elevada al frente del aula.

—¡Atención, aspirantes! —exclamó un hombre de cabello oscuro y presencia imponente. Su aparición había sido tan silenciosa que nadie había notado cuándo había entrado. Alex se preguntó en qué momento aquel hombre había llegado a la sala—. Mi nombre es Alaric Valthor, inspector encargado de la primera prueba para los aspirantes de segundo año.

Su voz era firme y autoritaria, logrando silenciar al aula al instante.

—Frente a ustedes tienen una hoja y una pluma, —continuó, señalando las mesas—. No giren la hoja hasta que se les indique lo contrario.

Alex bajó la mirada hacia su escritorio y se sorprendió al notar que, efectivamente, había una hoja y una pluma frente a él. "¿Cuándo las colocaron? No me di cuenta en absoluto," pensó, desconcertado.

—La primera prueba consistirá en 20 preguntas sobre teoría mágica. Para avanzar a la siguiente etapa deberán responder todas correctamente. Las reglas son sencillas: primero, tienen 30 minutos para completar el examen. Segundo, está prohibido hablar. Quiero silencio absoluto en este salón. Tercero, solo deben observar y concentrarse en su examen. Si sospecho que están haciendo trampa, serán descalificados, sin importar si son inocentes o no.

Alaric pausó un momento, dejando que las palabras calaran en los aspirantes antes de continuar.

—Eso es todo. Una vez que terminen, permanezcan en sus asientos y esperen instrucciones. Ahora... ¡comiencen! —ordenó finalmente.

En sincronía, los aspirantes giraron la hoja frente a ellos ansiosos por comenzar. Sin embargo, el ambiente en el aula cambió drásticamente al instante. Una ola de sorpresa y confusión se extendió entre ellos.

La hoja estaba completamente en blanco.

"¿Qué está pasando? ¿Será un error?" se preguntó Alex, mientras su mente empezaba a trabajar en posibles explicaciones. "No, esto no puede ser un descuido de la academia. Tiene que haber un propósito detrás de esto."

Resistiéndose al impulso de observar a los demás aspirantes para verificar si sus hojas también estaban en blanco, Alex recordó la tercera regla: mantener la vista fija en su examen.

Mientras reflexionaba, el joven a su lado levantó la mano y habló, su voz temblorosa.

—Disculpe, señor, pero mi examen está en blan...

No pudo terminar la frase antes de que Alaric lo interrumpiera.

—El aspirante número 168 ha fracasado. Razón: incumplimiento de las reglas. Favor de abandonar el salón, —dijo con severidad.

Un silencio tenso llenó la sala. El joven intentó protestar.

—¡Pero no es justo! ¡Mi hoja está vacía! —exclamó, levantándose de su asiento. Pero antes de que pudiera hacer algo más, dos figuras aparecieron de la nada y lo escoltaron fuera del aula.

Lissa, quien estaba sentada junto a él, apretó los labios con frustración y su pluma con fuerza. "Idiota," pensó para sí misma.

El inspector tomó asiento en el escritorio que estaba en la plataforma elevada, su mirada afilada recorriendo el aula mientras observaba a los aspirantes con atención calculadora.

"Lo sabía. Si todos tenemos una hoja de papel vacía, debe haber una razón," pensó Alex mientras analizaba la situación con calma. "La tercera regla... observar y concentrarme en mi examen. Observar y concentrarme... ¡Espera!"

De inmediato, Alex cerró los ojos y activó su Resonancia. Al hacerlo, percibió leves ondas de maná emanando de la hoja frente a él.

"Tenía razón. Las preguntas están aquí, pero son invisibles al ojo humano. Aun así, la Resonancia solo me permite sentir las ondas de maná, no puedo ver las preguntas con claridad... ¿Acaso debo entrar al Éter?" reflexionó mientras intentaba decidir cuál sería su próximo paso.

Mientras Alex seguía sumido en sus pensamientos, el inspector utilizaba su propio Éter para analizar a los aspirantes.

"Interesante. Más de los que esperaba han logrado descubrir el propósito de esta prueba," pensó el inspector, su mirada enfocándose en varios estudiantes que habían comenzado a enviar pequeñas cantidades de maná a sus ojos. La tinta utilizada en la prueba era especial: invisible al ojo humano de manera natural, pero visible si se dirigía una cantidad controlada de maná a los ojos.

De repente, algo captó su atención. Una energía única, distinta a la de los demás aspirantes, emanaba de uno de los presentes.

"¿Qué demonios...? ¿Está usando el Éter?" pensó Alaric, sorprendido. Esto era algo extremadamente raro, incluso entre estudiantes más avanzados. Era algo que no esperaba encontrar en un aspirante de segundo año y mucho menos en este examen. "¿Quién eres, aspirante 210?" pensó con interés, mientras intentaba mantener su expresión seria.

Alex, inmerso en su concentración, tomó finalmente la decisión de activar el Éter. Gracias al intenso entrenamiento con su madre, había logrado un control mucho más refinado sobre esta habilidad. Ahora podía limitar su alcance para conservar maná, enfocándolo únicamente en áreas específicas en lugar de abarcar todo el entorno. Centró su atención exclusivamente en la hoja frente a él, y, en ese instante, las preguntas comenzaron a revelarse ante sus ojos, escritas con la tinta mágica especial. Una ligera sonrisa de satisfacción cruzó su rostro al ver confirmada su teoría.

"Je, ya veo," pensó mientras leía las preguntas. Gracias a su afición por los libros, especialmente sobre teoría mágica, las preguntas no le resultaron particularmente difíciles. Con una confianza tranquila, comenzó a responderlas una por una.

En tan solo 15 minutos, Alex terminó de responder todo el examen. Ahora solo quedaba esperar pacientemente a que los demás aspirantes completaran su tarea.

Mientras tanto, en una oficina privada de la academia, la examinadora que había evaluado a Alex estaba frente a una mujer imponente, sentada tras un elegante escritorio de madera oscura. La atmósfera estaba cargada de intriga, como si cada palabra que se pronunciara pudiera desencadenar una decisión importante.

—Entonces, Tessa, ¿hay alguien interesante entre los aspirantes de este año? —preguntó la mujer, su tono calmado pero con una autoridad incuestionable.

Tessa, con una postura profesional, asintió antes de responder.

—Sí, maestra. Hay varios candidatos prometedores que podrían ser excelentes incorporaciones a nuestra casa, —comenzó sin apartar la vista de la mujer frente a ella. Hizo una pausa antes de añadir, con un tono más intrigado—. Pero hay un aspirante en particular que destaca... Un joven de segundo año. Es usuario de un tipo de magia que aún no ha sido registrado.

La mujer alzó una ceja, claramente interesada. Una leve sonrisa curvó sus labios mientras jugueteaba con una pluma estilizada en su mano.

—¿Una magia nueva, dices? —murmuró, sus ojos brillando con curiosidad—. Eso suena... muy interesante.