Aunque Arwen se negó, Lady Foster insistió en acompañarla hasta la salida. No era solo por amor, sino también en parte porque quería ver quién la estaba esperando afuera.
—Tía Beca, está bien. Ya ha empezado a lloviznar. Si sales, podrías empaparte —Arwen habló, deteniéndose en la entrada principal de la villa para impedirle salir.
Beca le dio una palmadita en la mano a Arwen y asintió. —Está bien. No saldré. Deja que el Sr. James te ayude con un paraguas —dijo, girándose hacia el mayordomo, quien asintió y se movió para llevar a cabo su solicitud.
Pero antes de que pudiera siquiera abrir el paraguas, Arwen escuchó la voz de Emyr. —¡Señora!
Ella se giró para encontrarlo ya ahí con un paraguas. Sus ojos brillaron en leve confusión, que Emyr rápidamente explicó.
—Estoy aquí para escoltarte de regreso al coche. El señor quería venir, pero una llamada importante lo retuvo, así que tuve que venir.