En el sueño, Cynthia estaba en un campo de rosas que había plantado en el patio del palacio. Sorprendentemente, estaba sonriendo, sonriendo a algo o alguien.
—¿Qué haces aquí? —una voz fría exigió, su cabello oscuro movido por la cálida brisa suave del verano.
Su expresión permaneció inalterada a pesar de la agudeza de la voz que le interrogaba.
—He estado esperándote, Su Alteza. Escuché a los sirvientes que habías salido en una expedición por un tiempo y que regresarías hoy, así que vine a recibirte
—No hay necesidad de eso —Lucian interrumpió, pasando por su lado.
Como siempre, no le dedicó ni una mirada.
Reuniendo todo su coraje y apretando los labios, Cynthia logró preguntar:
—¿Me odias tanto que ni siquiera puedes mirarme?
—¿No nos odiamos ambos, Princesa Cynthia?
***
El sonido de pasos en la habitación hizo que Cynthia recuperara lentamente la conciencia.
Parpadeó abriendo los ojos.