Cuando noviembre llegó, el frío se instaló con fuerza en Hogwarts. Las montañas cercanas se cubrieron de una capa helada que reflejaba tonos grises, y el lago parecía una lámina de acero congelado. Cada mañana, el parque amanecía bajo una capa de escarcha, y desde las torres más altas del castillo se podía distinguir a Hagrid preparando el campo de Quidditch. Con un característico abrigo de piel de topo, guantes de pelo de conejo y botas de castor, el guardabosques descongelaba las escobas con esmero, asegurándose de que todo estuviera listo para el inicio de la temporada.
El primer partido, Gryffindor contra Slytherin, generaba una expectación palpable en todo el castillo. Para los seguidores de Slytherin, mantener el liderazgo en el campeonato de las casas era crucial, mientras que para Gryffindor era una oportunidad de escalar posiciones en el campeonato. El ambiente estaba cargado de tensión, y las discusiones en las mesas del Gran Comedor se volvían cada vez más acaloradas.
Para Helena, el partido tenía un significado personal. Sería la primera vez que vería a Harry jugar como buscador en un enfrentamiento oficial. Aunque Oliver Wood había intentado mantener en secreto los entrenamientos de Harry, describiéndolo como su "arma secreta", los rumores sobre el nuevo jugador no tardaron en extenderse por todo el colegio.
Esta revelación no pasó desapercibida entre los estudiantes de Slytherin, especialmente entre la facción conservadora, cuyos comentarios sarcásticos y malintencionados hacia Helena se hicieron más frecuentes. Sin embargo, estas provocaciones no lograban afectarla demasiado. Flint, el capitán de Slytherin, parecía particularmente interesado en entablar conversación con ella, probablemente con la intención de obtener información. Afortunadamente, la influencia de Lucian servía como un escudo. Flint nunca lograba acercarse lo suficiente, y aunque lo hubiera hecho, Helena no habría tenido nada relevante que decirle.
La relación de Helena con Lucian y Cassandra se había vuelto un tema evidente para todos en la casa. Su cercanía no solo le proporcionaba un respaldo tácito, sino que también ahuyentaba a la mayoría de los estudiantes con malas intenciones. Se habían vuelto prácticamente inseparables, compartiendo tiempo en las clases, los pasillos e incluso durante las comidas.
En un intento de simbolizar su amistad, Helena había decidido crear brazaletes de la amistad para los tres. Aunque Cassandra arqueó una ceja con evidente escepticismo, aceptó el gesto. Lucian, por su parte, simplemente sonrió con su habitual calma y llevó el brazalete sin mostrar incomodidad alguna. Para Helena, era una forma de expresar lo especial que consideraba su conexión, incluso si, para sus amigos, parecía una peculiaridad infantil.
En la mañana del día del partido, los tres se encontraban en la biblioteca, rebuscando entre los estantes los libros necesarios para completar los deberes de pociones. Era un momento de relativa calma antes del bullicio del evento, aunque la tarea de encontrar los materiales había resultado más ardua de lo esperado. En parte debido al mal humor del profesor Snape, un hecho que se había convertido en el tema principal de conversación entre algunos alumnos mayores.
Según los rumores, la causa del enojo del maestro había sido un desafortunado accidente durante la clase de Hufflepuff de tercer año. Un estudiante había tropezado y, en su torpeza, pisó uno de los pies de Snape. El profesor, conocido por su temperamento, había estado a punto de gritarle al muchacho, quien terminó llorando tras recibir un severo regaño.
Para su mala fortuna, los de primer año habían tenido clase con él inmediatamente después. Fue evidente que Snape había descargado su frustración acumulada en ellos, haciendo de aquella lección una experiencia particularmente exigente. Los comentarios al respecto circulaban en los pasillos, acompañados de quejas sobre su severidad.
En la biblioteca, Cassandra hojeaba un libro con aire de desgano, ocasionalmente lanzando miradas distraídas hacia los estantes. Helena, por el contrario, estaba absorta en las páginas de un tomo que había encontrado, garabateando apuntes con meticulosa concentración.
Lucian, por su parte, había decidido abandonar momentáneamente la tarea. Con un evidente desinterés en la realización de sus deberes, se había internado entre los estantes en busca de algo más interesante que pudiera mantenerlo entretenido.
Helena levantó la vista de su libro al escuchar pasos acercándose. Su primer pensamiento fue que se trataba de Lucian, regresando con otro de esos tomos que siempre encontraba más interesantes que los deberes. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras giraba hacia el sonido.
—¡Lucian, mira esto! Encontré algo que creo que podría ayudarnos con... —Su voz se apagó al darse cuenta de quién estaba realmente frente a ella. En lugar de Lucian, era Harry, su hermano, con una expresión seria y algo sombría.
—Harry —dijo Helena, dejando el libro a un lado y poniéndose de pie de inmediato—. ¡Qué sorpresa! ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar preparándote para el partido?
Harry no respondió de inmediato. Su mirada pasó de Cassandra a Helena y de vuelta, como si estuviera evaluando si debía hablar o no.
—¿Qué sucede? —insistió Helena, su tono ahora cargado de preocupación al notar la vacilación de su hermano.
Antes de que Harry pudiera decir algo, Cassandra cerró el libro que había estado hojeando y lo devolvió al estante más cercano. Aunque su actitud parecía despreocupada, era evidente que había captado el cambio en el ambiente.
—Será mejor que vaya a buscar a Lucian —dijo con calma, aunque evitó mirar directamente a los hermanos. Se despidió con una breve inclinación de cabeza y desapareció entre los estantes, dejándolos solos.
Helena volvió su atención a Harry, observándolo con atención.
—¿Todo está bien, Harry? —preguntó en un tono más suave, intentando que se sintiera cómodo para hablar.
Harry vaciló por un momento, como si estuviera eligiendo con cuidado sus palabras. Finalmente, se inclinó un poco hacia ella y habló en un susurro.
—Snape trama algo— susurró Harry apresuradamente, antes de que Helena pudiera siquiera pedir una explicación. Con las palabras atropellandose unas a otras, comenzó a relatar lo que había visto la noche anterior.
Según su versión, había ido a la sala de profesores para reclamar un libro que le habían confiscado, pero en su lugar encontró a Filch ayudando a Snape a vendarse una pierna ensangrentada y destrozada. Lo más desconcertante de todo era que Harry estaba convencido de que Snape había sido mordido por un enorme perro de tres cabezas en algún lugar del castillo.
—Harry, ¿de qué estás hablando? —preguntó Helena, con evidente incredulidad.
—El perro del tercer piso —dijo Harry rápidamente, con los ojos muy abiertos—. ¿No te lo mencioné antes?
—¿Qué perro? —preguntó Helena, cruzando los brazos mientras intentaba seguir el hilo—. Estoy bastante segura de que recordaría algo sobre un perro gigante y sediento de sangre con tres cabezas viviendo en el castillo. ¿Cómo sabes tú de eso? Y, más importante, ¿qué estabas haciendo en ese pasillo? ¡Dumbledore dijo que cualquiera que fuera allí podía morir, Harry! Por favor, dime que no te has estado metiendo en problemas otra vez...
—No fue exactamente así... bueno, está bien, sí, pero no como piensas. ¡Estábamos huyendo de Filch y...! —Harry hizo una pausa, encogiéndose un poco bajo la mirada fulminante de Helena.
—¡Harry! —exclamó ella, exasperada.
Helena lo agarró del brazo y lo obligó a sentarse frente a ella, decidida a escuchar toda la historia. Harry, algo intimidado por la intensidad de su hermana, comenzó a contarle todo. Desde el desafío de duelo falso que Malfoy había propuesto, hasta cómo él y Hermione terminaron corriendo por los pasillos, huyendo de Filch, hasta que accidentalmente encontraron al perro monstruoso en el tercer piso.
Para cuando terminó, Helena estaba lívida. Sus brazos cruzados y la expresión de desaprobación en su rostro eran suficientes para que Harry deseara no haber dicho nada.
—¿Estás diciéndome que no solo rompiste las reglas, sino que también entraste en una zona prohibida y te topaste con un animal que podría haberte matado? —preguntó, su tono gélido.
—¡No fue planeado! —se defendió Harry rápidamente—. Solo estábamos tratando de salir de allí. Además, no me acerqué más de lo necesario.
—Eso no lo hace menos peligroso, Harry —dijo Helena, dejándose caer en su silla mientras se pasaba una mano por el cabello—. ¿Tienes idea del susto que me estás dando ahora mismo?
Harry bajó la mirada, consciente de que no iba a ganar esta discusión. Helena suspiró profundamente, tratando de calmarse.
—Está bien, primero vamos a enfocarnos en otra cosa. ¿Por qué crees que Snape está involucrado en esto?
—Porque lo vi —insistió Harry, con los ojos fijos en Helena—. Tenía una herida en la pierna y estaba hablando con Filch sobre el perro. Estoy seguro de que intentó pasar junto a él y salió mal.
Helena lo miró, incrédula, aunque una ligera preocupación asomó en su rostro.
—Harry, ¿te das cuenta de que eso no prueba nada? —dijo con calma, intentando que su voz no sonara demasiado crítica—. Lo único que demuestra es que Snape pudo haber estado en ese lugar, pero nada más. No puedes sacar conclusiones solo por eso.
—¡Pero es extraño! —replicó Harry, frustrado—. Ron y Hermione también piensan que algo no está bien con él.
Helena suspiró, cruzando los brazos mientras procesaba la información. Sabía que Harry podía ser impulsivo y que su desconfianza hacia Snape no era nueva. A pesar de lo inusual de la situación, no era suficiente para acusarlo de nada grave. Las circunstancias eran ciertamente sospechosas, pero no necesariamente incriminatorias.
—Mira, Harry —dijo finalmente—, entiendo que esto sea extraño, pero necesitamos algo más que suposiciones. No podemos ir por ahí acusando a Snape sin pruebas reales. ¿Entendido?
Harry frunció el ceño, claramente insatisfecho, pero asintió de mala gana. Entonces, como si de repente se le ocurriera algo, levantó la mirada hacia su hermana.
—Tú podrías ayudar —dijo rápidamente—. Eres de Slytherin; Snape es tu jefe de casa. Es más probable que baje la guardia contigo que conmigo. Podrías... no sé, observarlo, estar atenta a cualquier cosa extraña.
Helena alzó una ceja, sorprendida por la petición.
—¿Quieres que espíe a Snape? —preguntó, incrédula.
—No es espiar, exactamente... —dijo Harry, esquivando su mirada—. Solo observar. Estar atenta. Por favor, Helena. No puedo hacerlo yo. Si empiezo a seguirlo, seguro que me atrapa, y eso solo empeorará las cosas.
Helena lo miró con detenimiento, evaluando sus palabras. Finalmente, suspiró.
—De acuerdo, Harry. Pero con una condición —dijo, fijando sus ojos en los de su hermano—. Prométeme que no vas a ponerte en peligro de nuevo. Nada de rondar por el castillo en la noche, ni entrar a lugares prohibidos. ¿Lo entiendes?
Harry pareció dudar por un momento, pero al ver la seriedad en el rostro de su hermana, asintió.
—Lo prometo —dijo con sinceridad.
Helena lo observó unos segundos más, como si quisiera asegurarse de que cumpliera su palabra, antes de asentir.
—Bien. Entonces estaré atenta. Pero recuerda, Harry, esto no es un juego. Si notas algo más, ven a mí antes de hacer cualquier cosa. ¿De acuerdo?
—De acuerdo —respondió Harry, con un atisbo de alivio en su voz.
Helena todavía no estaba convencida de que Snape estuviera tramando algo, pero si eso ayudaba a mantener a su hermano fuera de problemas, haría su parte.
…
A las once de la mañana, todo el colegio parecía estar reunido alrededor del campo de Quidditch. Muchos alumnos llevaban prismáticos, listos para no perderse ni un solo detalle. Los asientos se elevaban en largas filas alrededor del campo, pero incluso así, a veces resultaba difícil seguir la velocidad de los jugadores en las escobas.
Helena, acompañada por Lucian y Cassandra, se había unido a Ron y Hermione en la grada más alta de Gryffindor. Desde allí, tenía una vista perfecta del campo, aunque también sentía que los colores brillantes de Gryffindor a su alrededor contrastaban demasiado con su túnica de Slytherin. Los compañeros de casa de Harry se habían esforzado en demostrar su apoyo, desplegando una pancarta que decía: «Potter, presidente», adornada con un gran león de Gryffindor rugiendo ferozmente. Los colores rojo y dorado brillaban intensamente bajo la luz del sol.
Cassandra observaba todo con una expresión de desaprobación apenas disimulada.
—Sigo sin entender por qué debemos sentarnos aquí —murmuró, cruzándose de brazos.
Helena, acostumbrada ya a los comentarios de su amiga, respondió con rapidez:
—Quiero apoyar a Harry. Dudo que los Slytherin sean muy receptivos a eso.
Cassandra alzó una ceja, pero no dijo nada más. Lucian, por su parte, parecía mucho más entusiasmado.
—He traído binoculares —anunció con una sonrisa ligera mientras extendía un par hacia Helena y Cassandra.
Helena aceptó los binoculares con gratitud y comenzó a inspeccionar el campo, observando cómo los jugadores ya empezaban a tomar sus posiciones. Por un momento, pudo distinguir a Harry en el aire, ajustando su agarre en la escoba mientras se posicionaba en su lugar de buscador.
El partido comenzó de manera abrupta, como siempre en el Quidditch. Apenas el silbato sonó, la Quaffle fue lanzada al aire y los jugadores se dispersaron como rayos.
—Y la quaffle es atrapada de inmediato por Angelina Johnson de Gryffindor... Qué excelente cazadora es esta joven y, a propósito, también es muy guapa...
—¡JORDAN!
—Lo siento, profesora.
Debido a ese intercambio Helena pudo intuir que el comentarista estaba siendo hecho por un chico de Gryffindor aunque bajo la atenta mirada de la profesora Macgonagall.
—Y realmente golpea bien, un buen pase a Alicia Spinnet, el gran descubrimiento de Oliver Wood, ya que el año pasado estaba en reserva... Otra vez Johnson y.. No, Slytherin ha cogido la quaffle, el capitán de Slytherin, Marcus Flint se apodera de la quaffle y allá va... Flint vuela como un águila... está a punto de... no, lo detiene una excelente jugada del guardián Wood de Gryffindor y Gryffindor tiene la quaffle... Aquí está la cazadora Katie Bell de Gryffindor; buen vuelo rodeando a Flint, vuelve a elevarse del terreno de juego y.. ¡Aaayyyy!, eso ha tenido que dolerle, un golpe de bludger en la nuca... La quaffle en poder de Slytherin... Adrian Pucey cogiendo velocidad hacia los postes de gol, pero lo bloquea otra bludger, enviada por Fred o George Weasley, no sé cuál de los dos... bonita jugada del golpeador de Gryffindor, y Johnson otra vez en posesión de la quaffle, el campo libre y allá va, realmente vuela, evita una bludger, los postes de gol están ahí... vamos, ahora Angelina... el guardián Bletchley se lanza... no llega... ¡GOL DE GRYFFINDOR!
Los gritos de los de Gryffindor llenaron el aire frío, junto con los silbidos y quejidos de Slytherin.
—Venga, dejadme sitio.
—¡Hagrid! Ron y Hermione se juntaron para dejarle espacio a Hagrid.
—Estaba mirando desde mi cabaña —dijo Hagrid, enseñando el largo par de binoculares que le colgaban del cuello—. Pero no es lo mismo que estar con toda la gente. Todavía no hay señales de la snitch, ¿no?
—No —dijo Lucian con cordialidad—. Los buscadores todavía no tienen mucho que hacer.
—Mantenerse fuera de los problemas ya es algo —dijo Hagrid, cogiendo sus binoculares y fijándolos en la manchita que era Harry.
Arriba, Harry parecía estar viendo el partido con calma, aunque cualquiera que lo conociera bien podía notar la tensión en su postura. Esperaba pacientemente su momento para actuar, y cuando Gryffindor anotaba, daba un par de vueltas en el aire, como muestra de entusiasmo.
Helena, por otro lado, estaba mucho menos tranquila. Dejó escapar un chillido cuando vio cómo una Quaffle se dirigía hacia Harry como una bala de cañón. Su hermano logró esquivarla hábilmente y uno de sus compañeros la recuperó para lanzarla con fuerza hacia Flint.
—¡Slytherin toma posesión! —anunció Lee Jordan desde la cabina de comentaristas—. Pucey esquiva dos Bludgers, a los gemelos Weasley y a Bell... ¡y acelera! Esperen... ¡un momento! ¿Es la Snitch?
Un murmullo recorrió las tribunas. Adrian Pucey dejó caer la Quaffle, completamente distraído por un relámpago dorado que había pasado cerca de su oreja izquierda. Helena apretó los binoculares con fuerza al ver cómo Harry se lanzaba en picada detrás del destello dorado. La emoción en el aire era palpable, y todos los jugadores parecían haber olvidado sus roles, suspendidos en el aire mientras observaban la persecución.
Harry estaba nariz con nariz contra el buscador de Slytherin, su escoba avanzaba con velocidad implacable. Cada segundo lo acercaba más a la Snitch, y Helena apenas podía respirar al verlo tan cerca de atraparla.
De repente, un golpe resonó en el campo. ¡PUM! Un rugido de furia surgió desde las tribunas de Gryffindor. Marcus Flint había cerrado el paso de Harry, desviándolo bruscamente y casi haciéndolo caer de su escoba. Helena sintió un nudo en el estómago, su preocupación evidente mientras veía cómo Harry se aferraba desesperadamente para estabilizarse.
—Estará bien, no ha sido nada serio—dijo Lucian con calma, colocando una mano tranquilizadora en su hombro. A su lado, Hagrid también intentó animarla con una sonrisa alentadora.
—¡FALTA! —gritaron los Gryffindors al unísono. Algunos lanzaron miradas furiosas hacia el pequeño grupo de Slytherins en el que estaba Helena, pero la combinación de la mirada severa de Lucian y la imponente presencia de Hagrid hizo que rápidamente apartaran la vista.
La profesora Hooch intervino rápidamente, regañando a Flint con severidad y otorgando un tiro libre a Gryffindor. Sin embargo, en el caos, la Snitch había desaparecido de nuevo.
Desde la cabina de comentaristas, Lee Jordan tuvo problemas para mantener la imparcialidad.
—Entonces... después de esta obvia y desagradable trampa... —comenzó a decir con tono indignado.
—¡Jordan! —lo interrumpió la profesora McGonagall, con una mirada severa.
—Quiero decir, después de esta evidente y asquerosa falta...
—¡Jordan, te advierto por última vez...!
—Muy bien, muy bien. Flint casi mata al buscador de Gryffindor, cosa que, por supuesto, le podría pasar a cualquiera... —comentó con sarcasmo—. Penalti para Gryffindor; lo lanza Spinnet... tira... ¡oh, nada! El juego continúa, Gryffindor sigue en posesión.
Helena respiró hondo, intentando calmarse mientras observaba el partido continuar. Aunque la falta de Flint la había enfurecido, intentó enfocarse en el hecho de que Harry estaba bien. Sin embargo, el nudo en su estómago no desaparecía del todo.
Mientras la multitud regresaba su atención al juego, Helena seguía mirando con creciente preocupación a Harry. Su hermano, que normalmente parecía tan seguro sobre su escoba, ahora se movía de manera errática, subiendo y bajando sin control y zigzagueando como si algo lo estuviera manipulando. Dudaba mucho que eso fuera una táctica del equipo de Gryffindor.
—Slytherin en posesión... Flint con la Quaffle... la pasa a Spinnet, que se la entrega a Bell... ¡una Bludger le da en la cara con fuerza! Espero que le rompa la nariz —comentó Lee Jordan, con su tono sarcástico habitual—. ¡Oh, no! Slytherin anota...
Los vítores de los Slytherin llenaron el aire, pero Helena apenas los registró. Su atención estaba fija en Harry, quien ahora era llevado cada vez más alto por su escoba, lejos del juego. La escoba parecía sacudirse y retorcerse como si algo o alguien la controlara.
—No sé qué está haciendo Harry —murmuró Hagrid con el ceño fruncido mientras observaba por sus binoculares—. Si no lo conociera, diría que ha perdido el control de su escoba... pero eso no es posible.
Lucian, con una expresión seria, habló en voz baja: —Será mejor que alguien detenga el juego. Parece que su escoba está siendo víctima de un maleficio.
Helena sintió un dolor más fuerte en el estómago, una mezcla de ansiedad y miedo. Su preocupación aumentó cuando vio cómo la escoba de Harry comenzó a girar violentamente en el aire. La multitud jadeó cuando Harry se quedó colgando, sostenido sólo con una mano.
—¿Habrá sido cuando Flint le cerró el paso? —susurró Ron.
—No puede ser —murmuró Hagrid con voz temblorosa—. Nada puede interferir en una escoba... excepto magia tenebrosa. Ningún chico podría hacerle eso a una Nimbus 2000.
Lucian no respondió esta vez. Sus ojos estaban fijos en Harry, y sus labios se movían rápidamente, murmurando algo. Helena lo observó, intentando entender qué hacía, pero las palabras eran inaudibles.
—Es un contramaleficio —explicó Cassandra al notar la confusión de Helena—. Está intentando salvar a tu hermano. Yo iré con la profesora McGonagall para intentar que detenga el juego, pero si eso no funciona, tú necesitas encontrar a quien está lanzando el maleficio. Haz que deje de mirar a Harry, cueste lo que cueste.
Sin esperar respuesta, Cassandra salió corriendo.
Helena respiró profundamente, centrando su atención en el público. Si bien había muchas personas reunidas, su lista de sospechosos era limitada. Dudaba que un alumno pudiera ser el responsable de una magia tan avanzada, lo que reducía las opciones a los profesores o adultos presentes.
Sus ojos recorrieron las gradas. La profesora Sprout parecía al borde del desmayo; el profesor Flitwick, claramente alterado, casi arrancándose el cabello. Sin embargo, Snape, en el centro de las tribunas, tenía los ojos fijos en Harry y murmuraba algo sin cesar. Más atrás, el profesor Quirrell también murmuraba, aunque de manera menos visible.
—¡Hermione, espera! —escuchó a Ron gritar.
—¿Qué ocurre? —preguntó, alarmada.
—Hermione fue a detener a Snape. Pensamos que él está haciendo algo a la escoba de Harry.
Helena procesó la información rápidamente. Aunque entendía la lógica detrás de la acción de Hermione, sabía que era precipitada e imprudente. Snape podría ser el culpable, pero no había pruebas definitivas. Además, estaba el hecho de que Quirrell también murmuraba algo.
Miró hacia Harry nuevamente. Su escoba, aunque seguía intentando sacudirlo, parecía estar estabilizándose poco a poco. Sin embargo, cada vez que alguien se acercaba, la Nimbus entraba en un frenesí aún mayor.
No podía quedarse quieta. Sin perder más tiempo, salió corriendo de las gradas, con un plan improvisado en mente. Si no podía estar segura de quién era el responsable, al menos podía distraer a ambos sospechosos y dar tiempo a Lucian y Cassandra para que actuaran.
Helena intentó abrirse paso hacia las gradas donde estaba el profesor Snape, pero se encontró con un caos inesperado. Un grupo de alumnos salió corriendo en dirección opuesta, empujándola en su prisa por escapar. En su intento de avanzar contra la corriente, chocó contra Hermione, quien sostenía un pequeño frasco con una llama azul vibrante en su interior.
—¡Cuidado! —exclamó Hermione, sujetando con firmeza el frasco para evitar que se le cayera.
Helena apenas tuvo tiempo de disculparse antes de que su atención se desviara hacia el campo. Harry, para su alivio, había recuperado el control de su escoba. Estaba volando a toda velocidad hacia el terreno de juego.
—Buena idea —dijo Helena sinceramente, al darse cuenta de lo que Hermione había hecho.
Entonces, algo llamó su atención. Harry se llevó una mano a la boca, y por un momento, pensó que iba a vomitar. Pero en lugar de eso, tosió y dejó caer algo dorado en su mano.
—¡Tengo la Snitch! —gritó Harry, levantándola en alto con una sonrisa triunfante mientras el campo entero explotaba en vítores y aplausos. El partido había terminado en una confusión total, pero Gryffindor había ganado.
El alivio inundó a Helena, sintiendo cómo la opresión en su pecho desaparecía finalmente. Sin embargo, el intenso estrés y la tensión acumulados pasaron factura. Su vista comenzó a nublarse, y un mareo la invadió.
—Helena, ¿estás bien? —preguntó Hermione con alarma, pero su voz sonaba distante.
Antes de poder responder, Helena sintió sus piernas ceder. Sus ojos se cerraron, y el grito de Hermione fue lo último que escuchó antes de que todo se volviera oscuro.
…
Al despertar, Helena notó que ya no estaba en el campo de Quidditch. La suave luz que entraba por una ventana pequeña le reveló que se encontraba en la cabaña de Hagrid. Su mirada vagó por la habitación hasta detenerse en las figuras de Lucian y Cassandra, quienes conversaban en voz baja cerca de la puerta. También vio a Ron y Hermione sentados junto a la mesa, pero lo que más llamó su atención fue la presencia de Harry.
Con rapidez, se levantó de donde había estado acostada y se lanzó hacia su hermano, abrazándolo con fuerza. El recuerdo de verlo en peligro seguía fresco en su mente, y su pecho aún se sentía oprimido por la angustia.
—Estás bien —susurró, cerrando los ojos mientras apretaba los brazos alrededor de él—. Estás bien.
Harry respondió al abrazo con calidez y murmuró:
—Todo está bien, Helena. Estoy bien.
Se mantuvieron así unos momentos, hasta que ella finalmente se apartó y con algo de vergüenza se dirigió a la mesa, donde Hagrid había servido té para todos. El ambiente era tenso, y Helena podía sentir la inquietud de los presentes.
—Era Snape —estaba diciendo Ron—. Hermione y yo lo vimos. Estaba maldiciendo la escoba de Harry. No le quitaba los ojos de encima.
—Tonterías —protestó Hagrid desde el otro lado de la cabaña—. ¿Por qué iba a hacer algo así Snape?
—Vamos, Hagrid, Helena también lo vio —insistió Ron, buscando apoyo en ella.
Helena frunció el ceño, cruzando los brazos mientras reflexionaba.
—Es cierto, lo vi —admitió—. Pero también observé al profesor Quirrell. Ambos estaban haciendo lo mismo, ninguno apartaba la mirada de Harry.
—Por supuesto que lo hacía —replicó Ron con confianza—. Quirrell enseña Defensa Contra las Artes Oscuras. Seguro estaba protegiendo a Harry.
Cassandra, que había permanecido en silencio hasta ese momento, dejó escapar una risa cínica.
—¿Quirrell? —dijo, arqueando una ceja—. Ese hombre no puede protegerse ni a sí mismo, mucho menos a alguien más.
Las palabras de Cassandra provocaron que Ron y Hermione la miraran con desaprobación, pero ella no pareció inmutarse.
Harry rompió el incómodo silencio al girarse hacia Hagrid con expresión seria.
—Descubrimos algo sobre él, Hagrid —dijo tras una pausa, eligiendo sus palabras con cuidado—. Snape trató de pasar por delante de ese perro de tres cabezas en Halloween. Y el perro lo mordió. Creemos que estaba intentando robar lo que sea que ese perro está guardando.
Hagrid dejó caer la tetera con estrépito.
—¿Qué sabéis de Fluffy? —preguntó, visiblemente nervioso.
—¿Fluffy? —intervino Lucian por primera vez, con una sonrisa que parecía genuina—. Ese es un buen nombre…
—Por supuesto que lo es —respondió Hagrid con algo de orgullo—. Yo mismo lo escogí. Es mío. Se lo compré a un griego que conocí en el bar el año pasado… y se lo presté a Dumbledore para guardar…
Se interrumpió de repente, dándose cuenta de que había hablado de más.
—¿Para guardar qué? —preguntó Harry con ansiedad.
—Bueno, no me preguntéis más —replicó Hagrid con brusquedad—. Es un secreto.
—Pero Snape trató de robarlo —insistió Harry.
—Tonterías —repitió Hagrid, cruzando los brazos con terquedad—. Snape es un profesor de Hogwarts. Nunca haría algo así.
—Entonces, ¿por qué trató de matar a Harry? —exclamó Hermione, visiblemente afectada por los acontecimientos del día.
—No sabemos si eso es verdad —intervino Helena, con el ceño fruncido—. Tanto él como Quirrell son sospechosos.
—Yo sé lo que vi, Helena —replicó Hermione, con un tono cortante—. He leído todo sobre los maleficios. ¡Hay que mantener la vista fija, y Snape no pestañeaba!
—Leer sobre algo no es lo mismo que practicarlo, Granger —interrumpió Cassandra, con una frialdad que provocó que Hermione la mirara con molestia—. Además, si Helena también observó a Quirrell, sería insensato ignorarlo.
—¡Os digo que estáis equivocados! —dijo Hagrid, alzando la voz para silenciar la discusión—. No sé por qué la escoba de Harry reaccionó de esa manera, pero ningún profesor de Hogwarts intentaría matar a un estudiante.
—Entonces, ¿por qué estaba mirando tan fijamente? —insistió Hermione, desafiante.
—Escuchadme bien, todos vosotros —dijo Hagrid, señalandolos con un dedo acusador—. Os estáis metiendo en cosas que no os conciernen, y eso es peligroso. Olvidaos de ese perro y de lo que está vigilando.
Se produjo un silencio tenso.
—Solo Dumbledore y Nicolás Flamel tienen algo que ver con eso, y no deberíais…
—¡Ah! —exclamó Harry de inmediato—. Entonces hay alguien llamado Nicolás Flamel involucrado.
Hagrid pareció darse cuenta de su error y se cubrió el rostro con una mano.
Mientras nadie lo notaba y solo por un breve instante, un destello de interés iluminó la mirada de Lucian, pero desapareció tan rápido como había aparecido, devolviéndolo a su habitual expresión de calma.