De camino a la taberna de Emma, Zhou caminaba junto al señor Berth bajo el cielo rojizo del atardecer, con la sinfonía de los insectos cantando en ese bello atardecer.
Berth hablaba de asuntos cotidianos con Zhou con un tono casi paternal, mientras Zhou lo escuchaba atentamente y ocasionalmente interrumpía haciendo una o dos preguntas sobre asuntos que requieren más atención.
Casas de barro con tejados de madera y paja, un par de niños correteando descalzos en los charcos mientras jugaban, el humo espeso saliendo por las chimeneas que rápidamente trepaba hasta lo más alto del cielo.
Toda la villa parecía estar detenida en algún tiempo en las memorias de Zhou.
– ¿Has pensado en buscar algo que hacer mientras estás aquí, o vas a partir en tu viaje nuevamente?, preguntó Berth deteniéndose un momento para ajustarse las mangas de su atuendo.
Su mirada cayó inmediatamente sobre Zhou, como si estuviera evaluandolo.
Zhou se encogió de hombres, sus pensamientos vagando entre las palabras de Berth y las memorias de su duro viaje.
Llegando por milagro a ella villa gracias a la sugerencia del señor O´nell, y ahora navegaba por una vida ajena y no comprendía del todo su realidad.
– Podrías trabajar con las encomiendas de la alcaldía, siempre necesito manos dispuestas, sugiero Behr mientras retoma su paso.
La alcaldía, un edificio central que domina y gestiona los asuntos de la villa, destacaba por su estructura imponente y casi central en toda la villa, aca se gestiona los asuntos militares, planificación de construcción de nuevos edificios, mantenimiento de las calles y las viviendas, entrenamiento a las personas para construcción y gestión de actividades escenciales, agricultura, caza, mineria y todo tipo de trabajos requeridos para el funcionamiento de la villa.
– No te faltaran opciones. desde entregar correspondencia hasta ayudar con reparaciones menores. incluso se necesita alguien que desee aprender y trabajar para los almacenes, revisando y gestionando sus inventarios. añadió Berth con una voz entusiasmada.
Zhou se acerca distraídamente, sus pensamientos inmersos en los trabajos que realizaba en su vida pasada y en los conocimientos que tenía sobre labores cotidianas mientras evaluaba las opciones.
Berth continuaba caminando mientras seguía hablando animadamente de todo tipo de trabajos pendientes por hacer, mientras Zhou pensaba en cómo esas tareas tan sencillas podrían ser el primer paso para integrarse a esta villa.
Desde que llego a este mundo, su único objetivo fue sobrevivir, pero aparte de eso no había tenido el tiempo para planear muchas cosas a futuro, las dudas y la incertidumbre le cuestionaban su propósito en este mundo.
La posada de Emma Laft era cómoda, pero quizás aceptar alguno de estos trabajo le ayudará a encontrar un propósito en la villa y entender mejor como funciona este mundo.
de camino a la taberna Zhou y Berth continuaban charlando de la sencillez de la vida en esta villa, las dificultades en las ultimas cosechas lo rumores y peligros que habitaban en los espesos bosques que rodeaban a la villa, cada anécdota parece entretejer un lienzo vivo del lugar.
A lo lejos la taberna de Emma empezaba a hacerse visible, una figura calida que se perfilaba contrastando con el rojizo del atardecer.
– Llegamos, comentó Berth, señalando con un movimiento de cabeza el edificio que se alzaba frente a ellos.
Zhou se detuvo un instante, observando como las sombras de la noche comenzaban a envolver todo el lugar.
Algo en esa escena le recordó a los refugios temporales que había encontrado en inmenso mar de árboles, lugares efímeros que le daban un respiro en las largas noches frías y llenas de peligro.
mirando a los ojos de Berth, Zhou sonríe y le dice, –"si mañana a primera hora pasaré por la alcaldía para ver en que puedo ser de ayuda".
—Parece que aquí nos separamos, entonces nos vemos mañana en la alcaldía, dijo Berth, ajustando su abrigo mientras se dirigía una mirada cálida a Zhou.
—. Iré a la alcaldía para asegurarme de que todo esté en su lugar.
Sus palabras llevaban un tono ligero, pero sus ojos reflejaban algo más: una curiosidad tranquila y una extraña satisfacción al compartir el camino con el joven. Había algo en Zhou que le resultaba inusual, una cualidad que no podía describir pero que le inspiraba cierta paz. La breve conversación entre ambos le había dejado una sensación de alivio, como si este chico estuviera destinado a algo más grande, aunque ni él mismo lo comprendiera del todo.
Berth continuó su camino rumbo a la alcaldía, mientras Zhou se dirigía a su habitación, siendo interrumpido por una de las camareras.
– "Disculpe Estimado Zhou, avisare a su puerta cuando la cena esté lista, ¿de acuerdo?". dice con una sonrisa cálida y amable mientras inclinaba ligeramente la cabeza, su tono impregnado de amabilidad y cortesía.
– "De acuerdo, gracias", respondió Zhou, su voz serena pero algo distante, como si sus pensamientos estuvieran en otro mundo y sus ojos vagaban sin fijarse en nada.
De regreso a su habitación, mientras su mente se llenaba de reflexiones sobre el nuevo rumbo que debería tomar para encontrar significado en su vida, se sentía, de alguna manera, perdido, solo y sin un propósito claro.
Sentado en el sofá de cuero de la habitación, con los codos apoyados en el reposabrazos y los dedos entrelazados, su mente se sumerge en un torbellino de pensamientos. En su vida, tenía el hábito de analizar en exceso cada situación.
Sin encontrar respuestas y sintiéndose perdido, decide sentarse sobre la cama en posición de seiza, intentando meditar mientras aguarda la llegada de la hora de la cena.
Meditar le brindaba una sensación de paz, calmando su corazón y despejando su mente de pensamientos innecesarios. Además, con cada práctica, sentía como su espíritu se fortalecía poco a poco.
Un par de horas después su meditación fue interrumpida por unos suaves golpes en la puerta y una voz que se escuchó al otro lado diciendo:
–"Estimado huésped, la cena está lista. por favor, baje al comedor cuando esté preparado".
Apenas terminó de pronunciar aquellas palabras, la puerta se abrió lentamente, revelando a un joven alto, de porte refinado, vestido con una túnica impecablemente elegante.
su figura emanaba un aura intimidante que no contrastaba con la cálida mirada, pero todo esto cambió cuando cruzo miradas, parecían contener un abismo oscuro y una sensación opresiva y sofocante se apoderó de él, como si el aire del pasillo se volviera más denso y pesado de repente.
– "Quien en el mundo es este sujeto", pensaba el joven encargado de llamar a los comensales.
La frente del encargado se perló de sudor, y cada respiración se volvía un esfuerzo, casi al borde de jadear bajo aquella presencia aplastante. Permanecer de pie junto a aquel joven, que aparentaba tener su misma edad, resultaba extrañamente agotador.
―"Guía el camino", dijo Zhou con una voz serena y amable, su rostro irradiando una calidez que parecía contradecir por completo la opresión que lo envolvía en ese momento.
Con pasos torpes y algo descoordinados, el joven encargado avanzó por el pasillo, guiando a Zhou hacia el primer piso y señalándole su mesa. Zhou siguió en silencio, siendo ignorante de la extraña opresión que emite.
Al llegar al comedor, Zhou percibió cómo las miradas de todos los presentes se clavaban en él, cargadas de una mezcla de asombro y miedo. Confundido por esa reacción, tomó asiento en la mesa que el encargado le había indicado, esforzándose por aparentar calma.
Zhou ignoraba cómo su presencia era como un peso invisible en el aire, algo que para las personas comunes, sin entrenamiento alguno, resultaba especialmente abrumador.
El murmullo en el comedor se intensificaba mientras las especulaciones cobraban vida en las esquinas y rincones de la sala.
Algunos susurraban que aquel extraño debía ser un experto enviado por el reino, su presencia impregnada de una fuerza tan imponente que solo podía pertenecer a alguien con un poder descomunal.
Otros, en cambio, murmuraban que tal vez estaba irritado por algo tan mundano como la atención descuidada de los meseros de la taberna, una teoría que parecía casi absurda ante la atmósfera densa y cargada que lo rodeaba.
Había quienes, al observar su semblante serio y su mirada profunda, concluían que ese joven misterioso debía estar de mal humor. Sin embargo, la inquietud que flotaba en el aire decía otra cosa: cada palabra susurrada parecía añadir un peso más al ambiente, como si el propio espacio reconociera la tensión que emanaba de él.
Cada movimiento de Zhou era seguido por decenas de ojos, llenos de cautela y un temor que se podía casi palpar en el aire.
En un instante, como si hubiera surgido de la nada, apareció el señor Berth. Al escuchar el informe urgente de uno de los meseros, que llegó corriendo para avisarle de un posible alborotador en la taberna, decidió acudir de inmediato.
Al cruzar la puerta, Berth exhaló un suspiro de alivio al reconocer a Zhou sentado tranquilamente en una mesa. Pero ese alivio pronto dio paso a la perplejidad.
Aquel joven, que horas atrás le había parecido completamente ordinario, ahora irradiaba una presencia tan abrumadora que incluso Berth, siendo un discípulo Qi con experiencia, podía sentir el peso de la opresión que emanaba de él.
El aire alrededor de Zhou parecía denso, casi palpable, como si una fuerza invisible llenara la sala. Berth sintió un leve escalofrío recorrer su espalda, y por un momento sus pasos vacilaron, como si el mismo suelo lo invitara a retroceder.
Sus sentidos, agudizados por años de entrenamiento, percibían algo diferente, algo profundo y desconocido, que hacía vibrar el ambiente con una intensidad que lo ponía en alerta.
Se acercó a la mesa donde Zhou comía tranquilamente, y con una sonrisa cordial, el señor Berth lo saludó amablemente.
―Joven Zhou, ¿es de su agrado la comida? ―preguntó con tono suave y educado.
Berth se situó junto a Zhou, su mano tocando levemente el hombro del joven mientras, con voz tranquila, añadió
―Podrías bloquear tu sentido espiritual. Estás emanando una presión tan fuerte que está afectando a todos los presentes. Ten en cuenta que son personas comunes y esto es demasiado para lo que pueden soportar.
Zhou lo miró, desconcertado, y con expresión de sorpresa preguntó:
―¿Sentido espiritual?
Al ver la duda en su rostro, Berth continuó, con tono algo más serio:
―¿Sabes cómo bloquearlo?
Zhou titubeó, sin entender del todo lo que ocurría, y respondió con nerviosismo:
―N... No.
―Ya veo… ―dijo Berth, asintiendo lentamente mientras comprendía la situación.
―Espera aquí, ya vengo. añadió antes de alejarse rápidamente hacia su almacén privado.
Tras unos minutos de búsqueda, regresó con una pequeña caja de jade. Se acercó a Zhou y, entregándole la caja, explicó
―Toma, ponte este collar. Ayudará a bloquear tu sentido espiritual.
Con gestos cuidadosos, Zhou tomó el collar, una pieza finamente confeccionada, cuyo dije, en forma de gota, era de un negro profundo.
―Este es un collar hecho con karacina, un mineral raro que tiene la capacidad de bloquear y ocultar el sentido espiritual. continuó Berth, mientras observaba.
Zhou escuchaba con atención, procesando cada palabra mientras se ajustaba el collar alrededor del cuello.
Berth explicó que el sentido espiritual se divide en cuatro grandes grados: sentido espiritual terrenal, humano, celestial y santo.
―Muy pocos en el mundo logran fortalecer su espíritu hasta tales niveles. Es un proceso tan difícil y raro que se considera una anomalía entre los practicantes Qi.
Tener sentido espiritual te abre un abanico infinito de posibilidades en todos los campos del poder.
Mientras hablaba, Berth no podía ocultar su asombro y admiración hacia Zhou. Al principio, lo había observado con la intención de detectar alguna habilidad especial, pero lo había considerado simplemente un joven común.
Sin embargo, al descubrir esto, comprendió que Zhou no era ordinario en absoluto. El hecho de que hubiera ocultado tales habilidades solo confirmaba que era alguien verdaderamente excepcional.
Zhou, con el collar ahora colocado, miraba fijamente a Berth, mientras asimilaba la magnitud de la explicación.
Como si fuera por arte de magia la opresión que llenaba todo el comedor se desvaneció en el instante cuando Zhou se colocó el collar de Karacina.
El aire, que antes se sentía denso y pesado, volvió a ser ligero, y un suspiro colectivo de alivio recorrió todo el comedor.
Berth se inclinó ligeramente en señal de disculpa y con voz firme pero respetuosa, se dirigió a todos los presentes:
– "En nombre de la posada, les pido disculpas por los incovenientes ocasionados, agradezco su comprensión y paciencia".
Los comensales, aunque todavía algo inquietos, aceptaron amablemente las disculpas del señor Berth, poco a poco las conversaciones y el ambiente animado retomaron su curso.
Berth dejó escapar un suspiro de alivio mientras dirigía su mirada hacia Zhou, ahora cargada de una mezcla de admiración y respeto.
Que alguien tan joven, de no más de veinte años, poseyera semejantes cualidades era un hecho extraordinario. En su mente, solo podía ser descendiente de alguna prestigiosa familia o tal vez miembro de un clan de renombre.
Sin embargo, la identidad de Zhou permanecía envuelta en misterio. Por más que Berth intentara sondear su poder, se encontraba con un muro impenetrable, una barrera que bloqueaba completamente su percepción.
Era como mirar a una persona común y corriente, sin rastros de la inmensa presión que había experimentado minutos antes. Este enigma no hacía más que aumentar su intriga sobre aquel joven.
– Ven a verme mañana en la alcaldía. dijo Berth con un tono sereno, como si ya tuviera algo en mente.
Luego, comenzó a alejarse lentamente, sus pasos firmes resonando suavemente contra el suelo mientras se apartaba del lugar donde Zhou permanecía sentado. Al mismo tiempo, con un simple gesto de su mano, llamó la atención de los meseros y trabajadores de la posada y la taberna, quienes rápidamente se reunieron en torno a él, atentos a sus indicaciones.
la noche transcurre tranquilamente bajo el frio velo de la luz de las tres lunas que siempre acompañan el cielo lleno de colores.
Con los primeros rayos de luz colándose tímidamente por la ventana y el melodioso canto de las aves llenando el aire, Zhou abrió los ojos.
Un momento de calma lo envolvió, aunque pronto, los recuerdos de la noche anterior se agolparon en su mente. Las sensaciones, los misterios y las emociones de aquel momento parecían ahora fragmentos inconexos, deslizándose entre sus pensamientos.
Una mezcla de curiosidad y anhelo despertó en su interior. Zhou deseaba entender lo sucedido, desentrañar los secretos que lo rodeaban. En respuesta a ese deseo ferviente, el Árbol de la Vida, ese misterioso vínculo en su interior, reaccionó.
Imágenes comenzaron a proyectarse en su mente, como si fueran ecos de un pasado distante y ajeno, revelándole no solo lo ocurrido, sino también las implicaciones más profundas detrás de ello.
La claridad que le ofrecían estas visiones llenaba a Zhou de un nuevo propósito. Meditar y comprender estos nuevos conocimientos no solo fortalecían su espíritu, sino que, gracias al método único de meditación que había adoptado, también parecían nutrir tanto su cuerpo como su alma por igual.
Era un proceso armonioso, una proceso de crecimiento que lo conectaba con algo más grande y profundo.
A pesar de este progreso, algo seguía inquietándolo. La idea de que otros pudieran sondear su fuerza y escudriñar en su ser sin su consentimiento le resultaba profundamente incómoda.
¿Cómo era posible protegerse? ¿Cómo podía medir su propio poder y entender el estado de su cuerpo sin depender de otros?
Guiado por esta inquietud, Zhou se sumergió en el vasto mar de recuerdos que el Árbol de la Vida había despertado en su interior. Buscó respuestas, explorando fragmentos de conocimiento antiguo que parecían surgir como chispas en la oscuridad, esperando ser descubiertos.
La curiosidad y el deseo de control seguían guiándolo, mientras su mente se adentraba más en los vastos paisajes de conocimiento dentro de sí.
Se preguntaba, frustrado, por qué, a pesar de haber practicado tanto, no había señales de fortalecimiento en su núcleo Qi. En tan solo un día había logrado lo impensable: superar las cinco fases del discípulo Qi, pero el color de su Qi seguía siendo débil, grisáceo, casi imperceptible.
Algo inusualmente extraño para alguien que había alcanzado ese nivel. Según lo que sabía, su Qi debería haberse tornado de un gris puro, evolucionando hacia un blanco brillante, el umbral necesario para avanzar al siguiente nivel.
Sin embargo, allí estaba, atrapado en la última fase de discípulo Qi. No importaba cuánto esfuerzo dedicara, su Qi parecía inmóvil, como un río congelado en pleno invierno.
Mientras tanto, su cuerpo continuaba fortaleciéndose, aunque de forma lenta pero constante. Su espíritu, apenas despertado la noche anterior, irradiaba un potencial incalculable, pero el núcleo Qi permanecía estancado, como si algo desconocido estuviera reteniendo.
La inquietud lo embargaba. ¿Qué significaba este estancamiento?.
¿Había algo diferente en él que escapaba a las normas comunes de cultivo?.
Cada vez que intentaba encontrar una explicación, las dudas lo asaltaban, empujándolo a indagar aún más profundamente en los misterios que albergaba su interior.
Después de finalizar todos los asuntos pendientes en la posada y disfrutar de un desayuno sencillo pero reconfortante, Zhou salió al fresco de la mañana, con pasos decididos, dirigiéndose hacia la alcaldía para su encuentro con Berth.
Al cruzar las puertas de la recepción de la alcaldía, Zhou fue recibido por una mujer de extraordinaria belleza, cuya presencia irradiaba elegancia y confianza. Sus labios se curvaron en una cálida sonrisa, y con voz amable, lo saludó:
—Joven maestro Zhou, por favor, sígame.
Su tono era respetuoso pero cercano, y mientras hablaba, extendió un brazo, señalando el camino que debía tomar. Sus movimientos eran fluidos y elegantes.
Caminando tras la recepcionista, Zhou no pudo evitar admirar los detalles que decoraban el interior de la alcaldía. Las paredes estaban exquisitamente talladas con patrones de madera que parecían contar historias antiguas.
Desde el techo colgaban altos candelabros, cuya luz suave proyectaba sombras danzantes. Los pasillos estaban cubiertos con alfombras gruesas y ornamentadas, y las ventanas vestían largas cortinas que caían con elegancia, moviéndose ligeramente al ritmo de una brisa casi imperceptible.
La recepcionista lo guió por un laberinto de pasillos hasta que llegaron a su destino: una sala amplia y poco luminosa , cuyos estantes estaban repletos de frascos y contenedores de diferentes formas y tamaños, cada uno lleno de plantas y materiales desconocidos. El aire estaba impregnado de una mezcla sutil de fragancias florales y herbales, creando una atmósfera casi mística.
Al notar su llegada, el señor Berth avanzó con paso tranquilo, acompañado de un hombre de avanzada edad.
—Ven, joven maestro Zhou, dijo Berth con una sonrisa
—. Permíteme presentarte al señor Franz, nuestro boticario y maestro en pociones y alquimia. Él es responsable de atender a los enfermos, estudiar e investigar las propiedades de las plantas, y desarrollar nuevas aplicaciones en la medicina y la alquimia. Lleva más de veinte años con nosotros y es un verdadero experto en su campo.
Hizo una pausa antes de añadir:
—Ayer, cuando escuchó que planeabas solicitar trabajo, pidió personalmente que te asignáramos a su departamento.
El señor Franz, un hombre de baja estatura con una prominente barriga de contextura robusta, vestía ropas de color blanco y azul holgadas y algo descuidadas. Su cabello blanco desordenado y su aspecto desaliñado le daban un aire de excéntrico genio, casi como si estuviera constantemente perdido en sus propios pensamientos.
Franz dio un paso adelante y, con una inclinación respetuosa, hizo una pequeña venia hacia Zhou. Su voz cálida y educada no contrastaba con su apariencia desordenada:
—Un placer conocerlo, joven maestro Zhou. He escuchado mucho sobre usted, y estoy sinceramente interesado en que trabajemos juntos.
Zhou, impresionado por la cortesía del boticario y por la atmósfera profesional que rodeaba la sala, enderezó su postura y, con la elegancia que lo caracterizaba, respondió con una inclinación respetuosa y palabras bien medidas:
—El placer es mío, señor Franz. Estaré encantado de aprender y colaborar en todo lo que sea necesario.
La formalidad del intercambio no opacó la sensación de que aquel lugar y aquel hombre podrían abrirle puertas a conocimientos desconocidos, lo que despertó en Zhou una chispa de genuina curiosidad del por que este viejo señor estaba interesado en trabajar con él, será posible que los rumores recientes de el se expandieron rápidamente por toda la villa.