Los tres charlaban amenamente sobre diversos temas hasta que Berth levantó la mano en señal de despedida.
—Me retiro. Tengo asuntos que atender. Los dejo para que sigan conociéndose —dijo con una sonrisa amable, girándose para dirigirse a su oficina.
El ambiente quedó en silencio por un instante, roto solo por el crujido de la madera bajo los pies de Berth. Apenas la puerta se cerró tras él, Franz fijó su mirada en Zhou, quien aún procesaba la despedida.
—¿Despertaste el sentido espiritual anoche? —preguntó Franz sin rodeos, como si aquello fuera lo más natural del mundo.
Zhou se quedó inmóvil. ¿Cómo lo sabía? Su mente inmediatamente pensó en Berth, pero algo en la seriedad de Franz le hizo descartar la idea.
Franz notó la duda en los ojos de Zhou y suavizó su expresión.
—Anoche sentí una energía espiritual poderosa, incluso a la distancia. Fue difícil ignorarla. —Franz hizo una pausa, evaluando cuidadosamente sus palabras—. Me sorprendió porque también experimenté algo similar cuando desperté mi propio sentido, hace ya varios años. Fue un momento decisivo para mí.
Zhou mantuvo la mirada, aún intentando asimilar lo que escuchaba.
—¿Tú también...? —murmuró, dejando la pregunta incompleta.
Franz asintió, con una leve sonrisa nostálgica.
—Sí. Tenía poco más de cincuenta años. Por eso me dediqué a la alquimia y la medicina. Hay algo en el sentido espiritual que nos empuja hacia los misterios del mundo. —Su tono adquirió un matiz más sombrío—. Pero he permanecido en el nivel humano desde entonces. Desde que desperté, no he podido avanzar más.
Las últimas palabras de Franz quedaron flotando en el aire, cargadas de un peso que Zhou apenas comenzaba a entender.
—Noté que no sabes cómo controlar tu sentido espiritual. Por eso irradiabas tanta energía anoche. dijo Franz con calma, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y curiosidad.
Sin esperar respuesta, hizo un gesto con la cabeza para que Zhou lo siguiera hacia el fondo del enorme almacén. Las estanterías se alzaban como gigantes, llenas de cajas polvorientas y frascos misteriosos. Zhou sintió un escalofrío al cruzar ese umbral, como si el aire mismo se volviera más pesado.
Franz empezó a rebuscar entre una maraña de cajas, sus manos moviéndose con una precisión meticulosa. Finalmente, sacó un pequeño cofre de madera, desgastado pero intacto. Lo sostuvo con ambas manos y lo colocó sobre una mesa cercana, abriéndolo con un cuidado casi reverente.
Dentro, descansaba un viejo manual de tapas ennegrecidas. Las palabras Máscara Espiritual: Principiante se leían en la portada, grabadas con tinta desvaída.
—Toma, esto es para ti. dijo Franz, entregándole el manual a Zhou.
—Aquí aprenderás a ocultar tu sentido espiritual. A menos que te enfrentes a alguien de un nivel muy superior al tuyo, nadie sabrá que lo posees. Pero ten en cuenta que este manual está incompleto.
Hay muy poca información sobre el arte espiritual en general. Despertar el sentido espiritual es algo raro; tuve suerte al hacerlo y alcanzar el nivel humano, mucha información se ha perdido a través de las guerras, dicho conocimiento es destruido y han borrado toda huella de él en muchos lugares.
Zhou sostuvo el manual con ambas manos, sintiendo el peso tanto físico como simbólico de lo que le habían dado.Franz continuó, con tono más serio:
—Pero parece que tú eres diferente. Puedo ver que posees un método especial para fortalecer tu alma. Las fluctuaciones que sentí no corresponden a alguien en el nivel terrenal que recientemente haya despertado. Puede que ya estés en una etapa media o avanzada. Eso te convierte en alguien... peligroso.
Hizo una pausa antes de añadir, casi en un susurro:
—Debes tener mucho cuidado. Hay muchas fuerzas siniestras que codician a alguien con sentido espiritual para desarrollar artefactos malignos o maldiciones. El sentido espiritual tiene incontables aplicaciones: desde la investigación hasta batallas de vida o muerte. Franz lo miró directamente a los ojos, su expresión grave.
—Los practicantes espirituales corremos muchos riesgos, especialmente si no tenemos un respaldo poderoso. En este mundo, hay quienes prefieren cortar un retoño prometedor antes de permitir que florezca en las filas de otra fuerza. Recuerda eso, joven Zhou.
El silencio que siguió fue opresivo. Zhou comprendió que sus pasos en este nuevo camino estarían marcados por tanto peligro como potencial.
El tiempo pasaba mientras Zhou y Franz seguían hablando de todo tipo de temas fascinantes: cómo el sentido espiritual podía usarse para identificar tesoros ocultos, descubrir plantas con propiedades fantásticas, imbuir conciencia en artes místicas, crear pociones complejas y trabajar metales en procesos que desafiaban las leyes naturales, crear Matrices de protección y poderosos escudos para defender toda una ciudad.
Franz, con un brillo casi paternal en los ojos, prometió enseñarle todo lo que sabía.
—Estar solo en este campo es… muy triste. dijo Franz de repente, con un suspiro que parecía llevar el peso de los años.
Zhou notó la melancolía en su voz, pero no quiso interrumpirlo. En su lugar, dejó que el silencio se asentara entre ellos, como un manto compartido.
Franz, perdido en sus pensamientos, recordó los días de su juventud, cuando, lleno de sueños pero carente de guías, había tenido que abrirse paso solo en el difícil camino del conocimiento espiritual.
Cada descubrimiento había sido una batalla contra el tiempo, el olvido y las ruinas de un mundo marcado por guerras interminables. Se veía a sí mismo, mas joven y obstinado, hurgando entre manuscritos antiguos y recolectando fragmentos de sabiduría, siempre en peligro de que algún competidor o criatura oscura lo alcanzara antes.
–"La mayoría de esa información se ha perdido en las guerras," pensó con amargura.
–"Y sólo aquellos viejos monstruos, aquellos que han sobrevivido durante milenios, la conservan. Gente como yo apenas encuentra migajas."
Miró a Zhou y pensó, "Quizás con este chico pudiera ser diferente."
Al menos, no tendría que recorrer ese camino solo. Franz sentía una mezcla de alivio y responsabilidad, como si el destino le hubiese otorgado una segunda oportunidad para redimir su propio aislamiento.
Por su parte, Zhou observaba a Franz en silencio, asimilando no solo las palabras, sino también el peso que parecía envolver al hombre.
La promesa de aprender y explorar ese vasto mundo era tentadora, pero lo que realmente le llamó la atención fue la soledad en los ojos de Franz.
–"¿Es este el destino que me espera?" pensó.
–"Un camino lleno de secretos, pero también de peligros."
La perspectiva era inquietante. Sin embargo, la curiosidad y el deseo de entender que abría una nueva realidad se imponían frente a él.
– "No puedo retroceder ahora. No después de todo lo que ha pasado." La idea de ser capaz de controlar su sentido espiritual y desentrañar los misterios del mundo lo llenaba de determinación.
–"Quizás, solo quizás, esta vez podría ser diferente y encontrar un motivo."
El sonido de la brisa moviendo las hojas del almacén los devolvió al presente. Franz, ahora más sereno, volvió a sonreír, aunque con un toque de nostalgia, miro a Zhou y dice:
—Vamos, Zhou. Hay mucho por aprender, y el tiempo no espera a nadie.
— Aprenderás todo lo que se, Vamos.
Franz se dirigió hacia las estanterías polvorientas con pasos seguros, rebuscando entre los volúmenes apilados con precisión. Cada libro que encontraba lo sacudía suavemente, como si despertara a un viejo amigo dormido.
Pronto, la pila comenzó a crecer: desde manuales básicos hasta tratados más avanzados sobre alquimia, medicina espiritual y forja mística. Franz los ordenaba con cuidado, consciente del peso y el valor de cada uno.
Cuando terminó, había reunido cerca de cincuenta libros en una mesa de madera desgastada. Observó la pila con satisfacción, cruzando los brazos sobre el pecho e inflando ligeramente el torso. Le dio unas suaves palmadas a la pila, como quien acaricia un tesoro, y habló con orgullo, su voz resonando en el silencio del almacén.
—Estos son los frutos de mis investigaciones. dijo con un tono firme, casi solemne
—He recolectado información de todo el continente. Mucha de esta información está incompleta, pero puede iluminar tu camino.
Zhou, impresionado por la cantidad de libros, no pudo evitar preguntarse cuántos años le habría tomado a Franz reunirlos. Cada uno parecía llevar consigo el peso de viajes lejanos y noches solitarias bajo la luz de una vela.
—Léelos todos, estúdialos. continuó Franz, mirando a Zhou con una mezcla de exigencia y esperanza
—. Aprenderás mucho. No dudes en llamarme si tienes alguna duda o sientes que estás estancado. Toma el tiempo necesario.
Zhou asintió, percibiendo la seriedad en las palabras. Sabía que este no era solo un consejo, sino una invitación a recorrer un camino difícil.
Franz se detuvo un momento antes de añadir, casi en un susurro, como si las palabras llevaran un peso especial:
—Una vez domines el conocimiento, pondremos a prueba lo aprendido en la práctica. Quizás, cuando seas alguien importante, puedas ayudarme con algo…
Zhou sintió la promesa implícita en esas últimas palabras. No era solo un maestro transmitiendo conocimientos; Franz parecía depositar en él una esperanza que trascendía el aprendizaje. Había algo más, un propósito oculto que aún no podía comprender.
Franz, con un leve asentimiento, se giró y volvió a su trabajo, dejando a Zhou frente a la imponente pila de libros. El silencio del almacén parecía cargado de significado, como si el aire mismo entendiera la importancia de ese momento. Zhou miró los libros, consciente de que cada página que leyera lo acercaría a un destino desconocido, pero inevitable.
El almacén era un lugar silencioso y vasto, envuelto en un aire añejo que olía a papel antiguo y madera vieja. Las estanterías, torres inmóviles que se alzaban hasta el techo, estaban cubiertas de polvo, y la luz tenue que se filtraba por una claraboya alta proyectaba sombras alargadas en el suelo de piedra. El ambiente, aunque sobrio, tenía una extraña sensación de solemnidad.
Zhou estaba sentado en una mesa desgastada por el tiempo, con una pila de libros abiertos a su alrededor. Las horas pasaban lentamente, pero para él, el tiempo parecía haberse detenido. Sus dedos pasaban suavemente por las páginas, sintiendo la textura rugosa del papel envejecido. El leve crujir al pasar cada hoja resonaba en el silencio, un eco que se mezclaba con el suave susurro de su respiración.
Dentro de su mente, algo profundo comenzaba a agitarse. Las palabras en los libros no eran simples conceptos; eran fragmentos de un conocimiento antiguo que, al ser leído, cobraba vida en su interior.
Tenía la capacidad de comprender el idioma del continente con facilidad, como si siempre hubiera estado allí, esperando ser despertado. Pero había más. Algo o alguien, en lo profundo de su conciencia, bloqueaba parte de esos recuerdos sellados.
Era como mirar a través de un cristal empañado, podía vislumbrar formas y sombras, pero no todo estaba claro. Sin embargo, al avanzar en la lectura, una sensación peculiar comenzó a invadirlo.
Las letras y símbolos que antes parecían confusos ahora fluían con claridad, como si se alinearan con algo dentro de él. Cada palabra iluminaba un rincón oscuro de su mente, revelando secretos ocultos y técnicas olvidadas.
Sentía cómo esa oscuridad interna retrocedía, como si un faro estuviera arrojando luz sobre los recovecos más profundos de su ser.
Al llegar a un pasaje específico, Zhou sintió un cambio tangible. El texto describía un método para ocultar el sentido espiritual, una técnica incompleta que, al parecer, tenía defectos. Pero en su mente, algo hizo clic.
Las palabras parecían reconfigurarse, mostrándole un fragmento perdido: un antiguo método para disimular el Qi. La técnica, pensó Zhou, podía hacer que su energía espiritual fuera casi imperceptible, salvo para aquellos con métodos extraordinarios de detección. Era un conocimiento valioso, casi peligroso, pero ahora formaba parte de él.
La respiración de Zhou se volvió lenta y profunda. Cada inhalación llenaba sus pulmones con una calma serena, y cada exhalación parecía liberar cualquier tensión restante.
Poco a poco, entró en un estado de iluminación. Sus ojos estaban cerrados, pero en su mente se desplegaba un vasto paisaje de símbolos, patrones y energía fluyendo en armonía. Se sentía conectado, como si estuviera atravesando una puerta hacia una comprensión más profunda.
A lo lejos, Franz observaba en silencio, con las manos cruzadas frente a él. Sus ojos, normalmente calmados, estaban muy abiertos, llenos de asombro. Percibía el cambio en Zhou, una transformación sutil pero poderosa. La energía espiritual en el ambiente había cambiado; era más refinada, más controlada. El viejo alquimista no podía creer lo que veía.
—Imposible… murmuró para sí mismo, su voz apenas un susurro. Su mente quedó en shock cuando entendió lo que estaba sucediendo. Zhou no solo estaba leyendo y comprendiendo el contenido de los libros; estaba asimilándolo, integrándolo como si hubiera nacido con ese conocimiento.
Franz, con los ojos fijos en el joven, comprendió que lo que estaba presenciando era algo extraordinario. Había conocido otros practicantes en su vida, pero nunca había visto a alguien progresar tan rápido, como si el propio destino estuviera guiando su camino.
El ambiente se volvió denso, casi tangible, mientras una presión invisible impregnaba el almacén. El aire se volvía cada vez más pesado, cargado de una energía etérea que hacía que cada respiración fuera un esfuerzo consciente.
Franz, con la piel perlada de sudor, sentía cómo una brisa fría se arremolinaba a su alrededor, en un contraste inquietante con el calor que emanaba del cuerpo de Zhou. Su pecho subía y bajaba con dificultad, como si la misma atmósfera conspirara para aplastar sus pulmones.
Zhou, en trance, estaba sentado inmóvil, envuelto en un aura suave y brillante que pulsaba rítmicamente. Su rostro estaba sereno.
Cada fragmento de conocimiento que absorbía era como una chispa encendida en la vasta oscuridad de su mente, iluminando partes de su alma que habían estado dormidas.
El flujo de energía no solo era poderoso; era descomunal, como si Zhou estuviera tocando las raíces mismas del mundo espiritual.
Franz, consciente del peligro y la oportunidad que se presentaban, se dejó caer al suelo en posición de meditación. Las piernas cruzadas, las palmas descansando sobre sus rodillas, y el rostro marcado por la concentración.
Cerró los ojos y calmó sus pensamientos, tratando de sincronizarse con esa energía abrumadora. La presión era intensa, pero también invitaba a ser explorada, como una puerta entreabierta hacia un reino de posibilidades infinitas.
—Si puedo resistir esto... tal vez también yo pueda iluminarme...
pensó, mientras su mente se adentraba en ese flujo energético.
Sin embargo, algo no estaba bien. A medida que intentaba sondear el alma de Zhou, se encontró con una barrera, una presencia oscura y antigua que latía en las profundidades del joven. Era fría, insondable, como mirar al abismo y sentir que el abismo te devolvía la mirada.
Franz sintió un escalofrío recorrerle la columna; el cabello en su nuca se erizó, y un miedo primitivo se apoderó de su ser.
—¿Qué es esto...? ¿Quién es este joven?. se preguntaba, con la mente en un torbellino de confusión y temor. Trató de penetrar más profundamente, buscando respuestas, pero lo que encontró fue algo que no podía comprender. Una presencia dormida, pero inmensa, que parecía observarle desde las sombras.
De repente, un impacto brutal lo sacudió. Franz tosió violentamente, su cuerpo convulsionándose mientras la sangre brotaba de sus labios. Cayó de espaldas, jadeando, mientras el eco de sus toses resonaba en la sala.
La sangre, cálida y espesa, corría por su mentón y empapaba su túnica, un rojo oscuro que contrastaba con la palidez creciente de su rostro.
—Tos... tos... .se llevó una mano al pecho, intentando calmarse. Sus ojos estaban desorbitados, el dolor latiendo en cada fibra de su ser.
Algo dentro de él había sido herido, pero no solo físicamente. Era su alma la que temblaba, como si hubiera rozado algo más allá de lo humano.
—¿Qué acaba de pasar...? —murmuró con voz quebrada, mientras limpiaba la sangre con el dorso de su mano. Su frente estaba perlada de sudor frío, y el temblor en sus extremidades no cesaba. Su mente seguía intentando procesar lo que había sentido: algo vasto, primitivo y peligroso.
Mientras permanecía en el suelo, respirando con dificultad, su mirada volvió a posarse en Zhou, quien seguía inmerso en su trance, ajeno al caos que acababa de desencadenarse.
—hay algo que duerme dentro de él... No debí husmear... pensó Franz, con una mezcla de temor y fascinación. Su cuerpo aún temblaba, pero en su mente ya no había dudas: Zhou no era un simple practicante del sentido espiritual. Era un enigma, una puerta a lo desconocido.
Y en ese momento, Franz supo que cualquier intento de forzar más respuestas podría costarle la vida, pero esa sensación tan abrumadora aun permanece como ecos en su espíritu.
{estaba fascinado, jamás había experimentado, a pesar del abrumador temor que sentía estaba emocionado, aprender y vislumbrar nuevos horizontes siempre ha sido su mas grande pasión.
una idea muy loca crecía dentro de su mente, pero aun necesitaba que dicha idea madurara.
Nuevamente intento meditar pero esta vez no iba a husmear, en silencio bajo la tenue luz del sol que se filtraba por los ventanales, aquel rincon del laboratorio permanencia imperturbable.
Zhou permanecía en completa serenidad, como si el tiempo mismo se hubiera detenido a su alrededor. Su respiración era lenta y profunda, cada inhalación llenando su cuerpo con una energía que parecía resonar desde lo más profundo de su ser. La luz tenue que lo envolvía pulsaba suavemente, como un latido, acompasado con su calma interior.
En su mente, un vasto océano de conocimiento dormido comenzaba a despertar, revelando destellos de información que se entrelazaban como hilos de un tapiz antiguo.
Las memorias selladas se deslizaban lentamente, como si una barrera invisible estuviera cediendo ante su creciente comprensión. No era una revelación brusca, sino un flujo constante, paciente, que nutría su alma y su espíritu.
—Todo es uno. El conocimiento... el espíritu... el cuerpo... pensaba Zhou, sumido en un estado de introspección profunda.
Cada palabra que leía, cada símbolo que descifraba, parecía resonar en su interior, desvelando capas de significados ocultos.
Mientras avanzaba, una sensación peculiar se apoderó de él. Era como si su espíritu se expandiera, conectándose con algo más grande, más vasto.
Un río invisible de energía fluía a través de él, fortaleciendo cada fibra de su ser. Zhou sentía cómo su mente se agudizaba, cómo su percepción del mundo cambiaba con cada segundo que pasaba en ese estado de comunión.
Dentro del Edén, el árbol místico que había contemplado antes ahora brillaba con mayor intensidad. Las luces flotantes alrededor del árbol danzaban en armonía con el flujo de energía que Zhou experimentaba.
Era como si el Edén mismo respondiera a su crecimiento. Las raíces del árbol parecían hundirse más profundamente en el suelo nuboso, como si buscaran algo oculto en las profundidades.
"Cada paso en la comprensión es un destello de luz en el vasto camino del alma. Comprender no es solo acumular saberes, es desvelar los velos que oscurecen la verdad interior. Iluminarse no es un acto fugaz, es un proceso que enriquece el espíritu, lo expande y lo eleva hacia su esencia más pura. El despertar del alma es el despertar del propio ser al infinito potencial que habita en su interior." —reflexionó Zhou.
Sentía una certeza inquebrantable: el conocimiento y el espíritu estaban ligados en una danza eterna.
Cuanto más comprendiera, más fuerte sería su espíritu, y cuanto más fuerte fuera su espíritu, más profundo sería su entendimiento.
Afuera, la atmósfera se mantenía en calma, pero cargada de una energía latente, como si el mismo espacio estuviera conteniendo el aliento. Zhou, ignorante del sufrimiento de Franz, permanecía inmerso en su viaje interior, dejando que cada descubrimiento iluminara su camino.
Zhou levantó la vista de los libros por un momento, intrigado por la figura de Franz, que permanecía sentado en una postura de meditación a unos metros de él. El anciano parecía absorto, con el rostro relajado pero concentrado, como si estuviera sumido en un trance profundo.
La luz tenue del almacén proyectaba sombras alargadas que danzaban alrededor de su silueta, confiriéndole un aire solemne y misterioso.
—¿Por qué está meditando aquí?. se preguntó Zhou en silencio. Era una escena inusual, pero decidió no interrumpir. Si algo había aprendido desde su llegada a este mundo, era que algunas cosas tenían un propósito más allá de lo evidente.
Quizás Franz estaba intentando absorber algo del ambiente o simplemente buscando inspiración.
Zhou volvió a sumergirse en sus lecturas. Cada palabra parecía vibrar con un significado oculto ya que despertaban conocimientos que estaban en la oscuridad, como si los textos estuvieran vivos y deseosos de ser comprendidos.
No se trataba solo de adquirir conocimiento, sino de desentrañar la esencia misma. Sentía que cada renglón era un puente hacia algo más grande, una verdad que esperaba ser descubierta.
No basta con leer... hay que sentirlo, comprender la intención detrás de cada palabra, —reflexionó Zhou.
Las frases, cuidadosamente entrelazadas, parecían resonar con su espíritu, invitándolo a mirar más allá de la superficie.
Mientras avanzaba en la lectura, una sensación de claridad comenzó a invadirlo, como si las piezas de un rompecabezas estuvieran encajando lentamente. Comprendía no solo el contenido, sino también el propósito detrás de cada técnica, cada método. El conocimiento era más que simples hechos; era un camino hacia la iluminación, un medio para alcanzar una comprensión más profunda del mundo y de sí mismo.
La atmósfera seguía cargada, pero Zhou se mantenía sereno, dejando que cada descubrimiento alimentara su espíritu. Franz, todavía inmerso en su meditación, parecía ajeno al paso del tiempo, pero Zhou sabía que algo importante estaba ocurriendo.