Rosa estaba furiosa y la furiosa reina no era fácil de manejar.
—¿Qué está pasando, ahora mismo? —preguntó Rosa, su voz temblaba, estaba tratando de reprimir su emoción.
—Esto no es bueno, mi reina… esto no es nada bueno… —el guerrero temblaba como una hoja.
—Es ruina, mi reina. Es ruina… cuerpos muertos…
—¿Qué quieres decir con ruina?! ¡¿Qué quieres decir con eso?!
—Perdimos la batalla, perdimos al Rey Eyren.
Esa confesión envió una ola de conmoción a todas las personas presentes allí.
—¿¡Qué?! ¿Qué quieres decir con que mataron a mi hermano?! ¡El último informe que recibí decía que ganaron la batalla! ¡Lograron llegar al Gran Palacio! ¿¡Cómo es que no pudieron ni siquiera manejar a una sola persona?! —Rosa estaba muy segura de que por más fuerte que Khaos fuera, no sería capaz de enfrentarse a doscientos mil guerreros a la vez.
Sin mencionar que también estaban armados por diez usuarios de magia. No había posibilidad en el infierno de que el licántropo pudiera vencerlos.
